Al decir de Seeley Josep Booth, agente
especial al mando del FBI en Bones
(Fox 2005-2017), a los gatos y a los
hombres hay que darles nueve oportunidades. No decía cuántas a una serie.
Pero como el agente Booth disponía
de una apófisis acromial perfecta, como bien supo apreciar la doctora Brennan, sin olvidar su coraje,
compasión y empatía, le he dado cuatro
oportunidades a Seal Team; yo soy, era, una de las fans cautivas de Seeley Booth, no tanto de David
Boreanaz. Pero visto lo visto hasta ahora cuatro oportunidades son suficientes porque a SEAL Team como serie de acción le falta intensidad y
suspense y como serie dramática, sólo lo que sucede a Alana Hayes (Michaela
McManus), un
personaje recurrente, tiene algún
interés para mí.
Es una serie en construcción, con problemas no tanto de guion, que
los tiene, de dialogo, que también, de
ideología, que la hay y manifiesta, de
manipulación que se da por sentado y de interpretación (las muescas y caras de
asco de Max Thieriot aburren); su
gran problema es de concepto: es un
procedimental dirigido expresamente al público norteamericano. En Estados Unidos está siendo un éxito. No el gran éxito de la temporada, pero
sí un éxito; en su tercera semana sigue teniendo más de 10 millones de
espectadores a los tres días de emisión y figura en el puesto 17 de las series
más vistas.
Cuando la presentaron dijeron que mostraría cómo afectan a la vida de los
hombres que pertenecen a la élite de los SEALS las misiones que ejecutan,
porque, aparentemente, los hombres del Tier
One, llevan dos vidas totalmente ajenas la una a la otra. Viven
peligrosamente mientras realizan las misiones y cuando a la noche llegan a casa
sacan la basura y pasean al perro (es un decir). Quién no sufriría
esquizofrenia ante tal dislate. Una premisa en principio interesante: acción, peligro
y conflicto de personajes.
Pero lo que en realidad muestra es a los hombres del equipo desplazándose desde sus pick up al C-17
para volar a salvar norteamericanos en apuros en misiones que, diseñadas
peligrosas, se sienten inocuas, de las que por muchas dificultades que les
surjan al final salen victorioso, regresando a casa dispuestos para la misión
de la próxima semana. Son chicos buenos que salvan a los buenos. No hay
esquizofrenia ni conflicto. En ningún momento se siente que esas misiones tengan
una repercusión dramática en su vida familiar, que el líder, Jason Hayes, sea un alma en conflicto.
Pero ya que esta será
mi última reseña de SEAL Team, que
sea como siempre.
FAKE
NEWS
El episodio comienza
con un flashback, Bosnia 1994, un
pelotón de milicianos serbios espera bajo
la lluvia la orden de fusilar a un grupo de civiles musulmanes, mujeres y niños
principalmente. Un hombre grita “Matad a esos perros”, y los
casquillos rebotan en los charcos de agua estrepitosamente mientras la gente
muere, luego el hombre se dirige a cámara, a punta y dispara un tiro de gracia.
Es Luka Baljic, El Carnicero de Travnik. El diablo mismo
al decir de Oliver Carter, un veterano agente de la CIA
que ha obtenido el visto bueno del director de la agencia, después de más de
veinte años de los sucesos, para detenerlo porque ahora ya no es sólo un
criminal de guerra, sino porque ahora vende armas a los talibanes, armas que
han acabado con vidas de soldados norteamericanos. Mandy Ellis mandará la misión
Y
si está Mandy al mando, los
encargados de ejecutarla serán los hombres de Jason Hayes. Según Carter,
Luka Baljic estará en Estonia las
próximas 72 horas para recibir un envío de armas, por lo que será allí dónde se
produzca la extracción.
—
¿Estos
tipos están enviando armas a Afganistán a través de Estonia? — Se
pregunta comprensiblemente Ray
y Jason
Hayes irónico le contesta.
—
Obviamente,
no saben cómo mirar un mapa.
— Confiamos
en nuestra inteligencia y nuestro análisis—puntualiza Oliver Carter. Pero tiene razón Hayes,
Estonia queda un poco a tras mano de Afganistán, aún así confía en Mandy.
No
es fácil organizar una misión de secuestro en un país aliado de Estados Unidos, miembro de la OTAN y de la Unión Europea y que no termine en un conflicto diplomático. El alto
mando no autoriza a que se cause daños a la propiedad privada, pero no tiene
ningún reparo a que en plena calle se asalte un coche a punto de metralleta al
más puro estilo Italian Job y se
secuestre a un hombre. El mayor problema que se les plantea es dónde llevarlo a
cabo, no podrá ser en el puerto por la vigilancia del ejército estonio.
— Lo siento, ¿se supone que debemos tenerle miedo al ejército estonio? —pregunta
Sonny.
Y
el problema no es el matonismo implícito en la pregunta, son el Imperio, hacen
lo que quieren en dónde quieren sin consideración alguna de fronteras y leyes
internacionales, lo que realmente me molesta es la respuesta de Ray, uno de los hombres que hasta ahora
mantenía la bravuconería controlada.
—
No se trata de tener miedo, capullo —dice—. Se
trata de evitar la posibilidad de que algún desdichado policía militar estonio
meta la nariz y “el pobre hijo de puta termine iniciando una guerra.”
Sin
comentarios, aunque seguro que cuando lo doblen al español para emitirlo en Fox
su respuesta será más políticamente correcta, porque hasta ahora todas estas
manifestaciones de imperialismo del guion original las han eliminado, los “somos
norteamericanos”, se convierten en “somos amigos”. ¿En que terminarán
convirtiendo al “pobre hijo de puta que iniciará una guerra” cuando defiende su
país del ataque de una fuerza extranjera?
Lo
han planeado bien, tienen 20 segundos para realizar el secuestro… pero, como
viene siendo habitual, mientras están siguiendo a pie al objetivo surge un
problema que obliga a Jason a
acercársele y uno de los guardaespaldas de Baljic lo reconoce, estuvieron
juntos en Afganistan. Ahora estarán
alerta y será imposible atraparlo por lo que la misión se aborta a pesar de la
oposición de Oliver Carter, obligando
a Mandy a recordarle que ellos se juegan su
carrera pero los hombres del equipo se juegan la vida. Jason,
como siempre, tiene un plan.
Se
reúne en un bar con Kowal, el
guardaespaldas (interpretado por Gil
Darnell). Jason no entiende como
un hombre que antes se dedicaba a atrapar a los chicos malos trabaje para
ellos. Y le ofrece dinero para que deje a su jefe porque no puede evitar que su
equipo lo atrape. Por supuesto Kowal
se niega y entonces Jason le pide a Davis
que les reserve plaza en un vuelo comercial para el regreso.
A
la noche, Jason y Ray suben por la
escalerilla del avión bajo la mirada vigilante de uno de los hombres del Carnicero, para aparecer de nuevo en
la pista saliendo de un contenedor de traslado de equipajes. Lo han conseguido,
les han engañado. Sólo que hay otra dificultad, han cambiado el lugar de
entrega de las armas, ahora lo harán en un lugar lleno de gente. No importa, si
los chicos malos modifican su estrategia también lo hacen los chicos buenos del
SEAL Team, lo harán como lo tenían
previsto al principio.
Interceptan el vehículo pero El Carnicero y Kuwal se les escapan, y tienen que perseguirlos a pie. Cuando por fin los rodean el guardaespaldas hace su elección, le pega un puñetazo a su jefe y se larga. Los chicos le ponen una capucha al malo y se lo llevan a rastras. Misión cumplida. Vuelta a casa.
Sólo que todo era mentira, fake. La misión, como descubre Mandy se autorizó bajo una premisa falsa, las armas que vendía el Carnicero nunca fueron a parar a los talibanes, no mataron a soldados americanos. Me usaste le dice indignada a Oliver Carter, pero era la única manera de que el alto mando autorizase la misión contra un criminal de guerra. Y sin embargo cuando Jason se le acerca y le pregunta si todo está bien, ella también le miente. Todo está bien.
CLAY Y SU PAPÁ
Es
una lástima el tiempo que pierden con esta trama, los problemas paterno
filiares de Clay no tienen el menor
interés a no ser como modelo comparativo de la actitud de Jason Hayes para con sus hijos. Pero es lo que hay, al hombre con
experiencia se le opone el novato y si tiene los ojos azules y el pelo rubio y
rizado como Max Thieriot, genial,
las fans se volverán locas.
Clay Spenser es un capullo y
esta semana nos presentan al culpable: su padre, un antiguo miembro de la élite de los SEALS
caído en desgracia por haber escrito un libro sobre su servicio (¿cuántas veces nos lo han contado?). Stella, con la que se ha acostado en tres
ocasiones, está interesadísima en acudir a la lectura que de su libro hará
en la ciudad, tal vez sea por eso de que es profesora de literatura.
Aunque
Clay no quiere ir y pone en
entredicho las razones de Stella
para hacerlo se presentan. Y el señor resulta tan capullo como el hijo aunque
un poco más expresivo y ligón. Y cliché sobre cliché, Clay le acusa de ser un mal padre, siempre ausente, siempre
mirándose en el espejo. Y el padre le
replica que no sería tan malo cuando él está siguiendo sus pasos. Pero se
equivoca, Clay sólo sigue sus pasos
para borrarlos.
“EL DRAMA” DE LOS HAYES
Una
cosa es cierta, Jason Hayes no es el
padre de Clay, para él no es una
contradicción ser un SEAL y ser padre, se preocupa por sus hijos. Al principio
lo vemos con Alana en una reunión con el director del colegio y el tutor de Michael, aunque por su actitud y
la expresión de su rostro no cabe duda de que preferiría estar en cualquier
otro sitio. Y quién no, si parecen un tribunal de la Inquisición. El problema
es que Michael se peleó con un chico
y le pegó.
Para mi sorpresa y la de Jason en la reunión no se trata tanto de los problemas de
disciplina de Michael, de si tomó
una decisión acertada o no (pelear al decir del tutor no lo es. Así que tal vez
lo sea pedir educadamente a los chicos malos que te dejen en paz como sarcásticamente
dice Jason), como de los problemas
sentimentales de los padres. La pregunta clave es si están saliendo con otros (¿de verdad le importa eso a un tutor?
¿O es una torpe manera de introducir la siguiente escena).
Alana
responde que ella no, pero Jason guarda
silencio, reticente, parece como si tuviera algo que ocultar. Y lo tiene,
porque en la siguiente escena lo vemos en la cama desnudo besándose
apasionadamente con una rubia, sólo cuando le da la vuelta para quedar sobre
ella descubrimos que se trata de Alana.
Están haciendo el amor, disfrutándolo.
Liándose, al
decir de Alana, en la charla
poscoital. A Jason no le importa
como lo llame, le asegura satisfecho mientras juguetea con la alianza
matrimonial que cuelga de una cadena en su cuello.
—Todo
lo que sé es que quiero seguir haciéndolo, eso es todo —le asegura
sonriente, retándola.
Pero no es suficiente para Alana,
en eso el personaje se comporta como cualquier mujer, no le bastan los retozos,
quiere explicaciones. —¿Por qué? —le pregunta
sorprendiendo a Jason.
— ¿Por qué? Ni siquiera pensé que realmente necesitaría una explicación.
A veces las mujeres son, somos nuestro propio demonio, por qué necesita Alana que Jason explique sus acciones, porqué necesita preguntarle si se lían
porque se están echando ya de menos el uno al otro. Ahora al hacer el amor se
siente como cuando tenía quince años y lo hacían en la parte trasera de la
camioneta de su tío. Y es alegador que él le diga que parece la misma. El problema, el drama de Alana es que aunque a Jason
parezca él mismo, no lo es.
—Jason,
cuando empezaste con los despliegues era difícil aceptar que te fueras todos
esos meses, pero valía la pena, porque sabía que volverías. Luego, en algún
momento, dejaste de volver —le explica. Una vez más como en el episodio
Piloto, lo que le duele a es la
ausencia de su marido.
Y lo que no deja claro el guion, porque por ahora no pueden hacerlo, es de
dónde no regresó Jason Hayes. Él no
lo sabe.
— No lo sé, Alana. No lo sé. Creo que ya no somos quinceañeros —se limita
a responder.
— No. No, supongo que no —acepta por fin Alana con los ojos rasados de lágrimas, ha comprendido lo que esa
ignorancia significa, que es ella, la malquerida, y no Jason
quien tiene el problema, ama a su marido y no se siente amada. En la decepción
del rostro de la mujer que se levanta de la cama hay implícita una decisión.
¿Romperá
definitivamente Alana con Jason?
Supongo que sucederá al final de temporada, que hasta entonces los
guionistas mantendrán la incertidumbre con ocasionales escenas de la pareja, en
unas serán familia, en otras pelearán. Y no olvidemos a Mandy. Mientras Alana es
un personaje recurrente, Mandy es
principal. Los guionistas están jugando al despiste con su sexualidad. Por
ahora su amor es la agencia, pero quién nos dice que al principio de la segunda
temporada no la encontramos dirigiendo un refugio de pit bull con Jason. Por ahora, ella se preocupa por
su vida; él confía en ella. Y juntos se ríen.
LAS MENTIRAS DE RAY
Sin duda la relación más consoladora de todas las de SEALTeam es la amistad entre Ray
y Jason. Ray es su conciencia, el pepito grillo que le dice
lo que está bien y lo que está mal. En este episodio Ray se pone filosófico, es capaz de distinguir entre la bondad de
las mentiras y la maldad del engaño. Y se lo advierte, tiene que mentir a Alana sobre la mujer que ha encontrado
a través del teléfono desechable. Después de todo Nate era un buen hombre y tienen que preservar su memoria.
Jason sigue
su consejo. Al final del episodio, en una llamada a la que Alana no responde, le dice, además de que el fin de semana lo
pasará con ellos para tener una charla de hombre a hombre con su hijo, que el teléfono
de Nate es un callejón sin salida. Pero
no sólo no lo es, sino que el cliffhanger se complica, entre unas fotos viejas
de su amigo se encuentra una de un grupo de soldados rodeando a la misma mujer
en Afganistán.
No sé qué opináis vosotros de la serie, si os ha enganchado u os ha
decepcionado como a mí, si estáis interesadas o no en el cliffhanger de
la mujer desconocida. Yo aquí la dejo, seguramente le echaré un vistazo algún
que otro domingo lluvioso. Tiene mucho que mejorar, espero que lo consigan.