Es
cierto, por fin, el lunes 24 de septiembre, Bones ha vuelto.
Y
no, no me equivoco. Ya sé que el primer episodio de la temporada se estrenó el
17 de septiembre, que se titulaba El Futuro en el Pasado y que lo
escribieron ni más ni menos que el creador de la serie, su
santidad, Hart Hanson y su mano derecha, el productor ejecutivo, Stephen
Nathan; pero ese episodio lo tendré por no visto. Uno de los peores,
si no el peor, de la serie, un engendro, con peluca rubia y sin pies.
Ya
en su día me confesé abiertamente, aquí adicta a Bones. Y no me
avergüenzo, ahora me toca confesar que esta última semana me borré
de AdictosaBonesAnonimos, ya no tenía sentido seguir los doce pasos
para desintoxicarme. Hart Hanson me había curado en los cuarenta y
dos minutos que duró El Futuro en el Pasado.
Incluso, Mariencita, mi
niña, mi “attention whore” particular, la que se burla de mi pasión por los
hombres de protuberancia frontal prominente, y mira Bones con la
superioridad de quien se sabe fan de la mejor serie de la historia, se apiadó
de mí cuando terminó el engendro y para consolarme me pidió, cómo cuando era
niña, que le contara un cuento.
No
pude evitarlo y comencé con aquello de “Erase una vez una racionalista
empírica, más dura e insensible que un diamante del yacimiento recientemente
descubierto en Siberia, que un día, mientras daba de comer a sus mascotas
favoritas, unos escarabajos coloradotes, recibió la visita de un hombre con
protuberancia frontal prominente y apófisis cromial perfecta que poco a poco,
con infinita paciencia y amor, le fue devolviendo su ductilidad de hembra
mamífera, y una noche de duelo y dolor, sin premeditación la convirtió en la
mujer perfecta… que nunca sería.
Claro,
que para entonces, Mariencita ya se había dormido y si sigo por
ahí también vosotros.
A
lo que íbamos. El engendro. Bones no es una serie perfecta, ni sus fans la
queremos así, ya nos hemos acostumbrado a los fallos de edición, de dirección y
hasta de casting. Lo único que es perfecto como dijo en su día su
santidad son los cadáveres. Y lo son de verdad. Al del episodio de estreno
no podemos reprocharle nada. Se le convocó para cubrir una misión y
eficientemente la cubrió. De los demás…
De
los demás… mejor no callar.
De
vez en cuando a su santidad le entran ansias de grandeza, sueña
que es el showrunner de una serie de éxito que escribe una serie de
éxito y zas, cuando se despierta va y mete en Bones a un asesino
en serie. Y, claro, lo que en Mentes Criminales sale bien,
en Bones resulta bochornoso.
La
séptima temporada se cerró en mayo con el episodio “El cambio en el
juego”, en el que el asesino en serie, Pelant, genio
informático por más señas, logra inculpar a la doctora
Brennan en el asesinato de un amigo suyo, un genio matemático que se
encontraba encerrado en una institución mental (¿no os recuerda a alguien cuyo
apellido empieza por Z?) La doctora para evitar ser encarcelada, ayudada por su
papá Max, un ex prófugo del FBI, pasa a la clandestinidad con su hijita Christine abandonado
a su pareja por 14 capítulos y compañero durante 140, el agente del
FBI Seeley Booth.
Espectacular
final que dado la naturaleza de la serie todos sabíamos que a nada obligaba,
porque Hart Hanson y Stephen Nathan declararon que, desde el primer
capítulo la doctora vería limpio su nombre y reanudaría su labor en
el Jeffersonian. Pero había expectación, la había, por cómo sería el
reencuentro con Booth, (al parecer los propios actores le habían pedido ir más
allá en dichas escenas), por cómo lograrían librarla del lío en qué la habían
metido, en qué se habían metido.
Y
por fin llegó el estreno. Y la expectación resultó un bluff. Y el
episodio tan torpe y chapucero que temí que pasara factura a toda la temporada.
Todo por intentar dar una solución fácil a lo que devenía imposible en un solo
episodio, por mantener en las bases al asesino Pelant (3
episodios más esta temporada, dios que pereza), por preparar el terreno al
nuevo interés sentimental de la doctora Sorayan, por… En fin demasiados
objetivos para un hombre demasiado ocupado.
Y
es que su santidad no es, como el doctor Zackary Addy (el
siempre añorado, por los fans, Zack) un hombre multitarea. Lo ha
demostrado repetidamente aunque nadie, ni siquiera él, parece haberse dado
cuenta. De las siete temporadas de Bones para la mayoría de los fans
la favorita es la séptima. Precisamente en la que HH cedió el
control a SN, y se notó. Menos episodios y mejor hechos y, aunque los
casos criminales siguieron sin valer mucho, al menos, en la séptima, los
fallos de dirección, producción y edición no fueron tan descarados, y por
ejemplo, no vimos en ningún episodio a DB hurgándose la boca, ni leyendo el
texto.
Pero
claro su santidad es el jefe supremo y se reservó para sí el
episodio de apertura, con decir que lo único perfecto fue la actuación de la
pequeña Christine, ya está todo dicho. ¿Exagero? Bueno, tal vez, pero
considero que lo perpetrado por su santidad en El futuro en el
Pasado supuso una falta de respeto a aquella parte de la audiencia
que piensa que los personajes se crean con una personalidad e intereses y
a ellos deben responder sus acciones y que entre secuencia y secuencia debe
haber coherencia y unidad de acción.
Y,
repito, HH no es un hombre multitarea, y sin embargo tiene muchas…
En
2007, firmó un contrato con la Fox, de ocho cifras, según The
Hollywood Reporter, por
el que se comprometió a desarrollar otras series para la cadena. Aquel año
hizo Mentiras y promesas un piloto basado en los libros
de Harlan Coben, que la cadena no aceptó. En 2010, desarrolló
otra, que en una jugada un poco estúpida, vendieron como spinoff
de Bones, y claro la audiencia no tragó, sobre todo los fans
de Bones temerosos de que si triunfaba la nueva, cancelaban la vieja,
y The Finder fracasó. Pero Hart Hanson no.
En
2012 HH ha vuelto a firmar un contrato, ahora con la CBS y
con la intervención de la Fox, (las cadenas americanas, al igual que
los partidos políticos españoles, cuando sus intereses están en juego van de la
mano), y está desarrollando Backstrom, una
serie basada en los libros del escritor noruego Leif GWPersson. Para
ambientarse Hanson y señora han pasado las vacaciones de verano
en Noruega, así que,con la mente puesta en los bosques del Norte y en los
arenques del desayuno, qué de extrañar tiene que se liase con los códigos
informáticos, los muertos y los asesinos.
Mientras
a las fans les demos a DB sin camiseta, seguirán contentas, debió
pensar. Y así no le importó que a la racionalista empírica se le torciera el
gesto cuando le entregaron una flor que, decían, significaba pena y dolor; que
el genio asesinado encriptase, antes de su muerte, el código que su asesino iba
a utilizar para acusar a la doctora; que el genio informático (mira que abundan
los genios) acudiese a una cita en un cementerio de la que no se pudo enterar,
por ningún medio, que se iba a celebrar; ¡ah! y ésta, que no se me olvide
ésta, es genial, que la doctora dijese que ama los crímenes cuando se ha pasado
toda la serie diciendo que a ella le gustaría volver a la ciencia pura, y
otra, otra… la escena de la lavadora…, la doctora con albornoz y
pantalones… Mejor no sigo.
Pero…
Llegó el lunes 24 y Hart Hanson volvió a sus tareas y a sus
arenques. Michael Peterson se encargó de traer de vuelta a
Bones en todo su esplendor. Michael es uno de los veteranos de
la sala de escritores, ahora que se han ido Karine Rosenthal y Karla
Kettner; ha escrito guiones para Bones desde la cuarta temporada,
así que se conoce bien la serie, los personajes y sus reacciones. Y desde la
primera escena del episodio The Partners in the Divorce, la de los sin
techos, lo logra. Divertida y macabra. Cuando la vi respiré
tranquila. Mariencita se fue de mani y yo me quedé disfrutando de mis
viejos amigos del Jeffersonian. De todos, incluido el conspirador,
pero sobre todo:
De Booth, “el
hombre tranquilo”, que se descubre de nuevo menospreciado y sufre, se traga su
orgullo y su miedo y corre tras la mujer que ama porque sabe que sin ella sólo
habrá vacío. De Brennan, la mujer inteligente, que se sabe un genio,
racional y egoísta, la que no puede aceptar que, a pesar de su inteligencia, su
felicidad depende de otras personas, la que después de tres meses lejos del
hombre tranquilo se ha vuelto a esconder tras su cerebro.
Y
al final, en la última escena, como manda la tradición
de Bones, el hombre tranquilo hace su hechizo, la mira a los
ojos y le explica a la racionalista empírica como son las cosas de
la vida. Y le costará, porque de eso va la serie, pero poco a poco, el
diamante en bruto volverá a recobrar su ductilidad y durante el proceso las
locas fans nos seguiremos inyectando ciencia y romanticismo en vena (a partes
iguales, eso sí).
Así
que ahora sí, por fin, con una semana de retraso sobre el horario
previsto. Bones is back.
P.P
Una pregunta, ¿cuánto les pagan los productores de Bones a los
periodistas y bloggeros que vieron antes de su estreno El futuro en el
pasado y dijeron que era el mejor episodio de la
serie? ¿Alguien lo
sabe?
No entiendo porque le tienes tanta manía a El Futuro en el Pasado, Marien, no está tan mal, a mí y a muchas otras Boneheads nos gusta. Reconoce que le tienes manía a Hart Hanso.
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