De acuerdo, los mayas se equivocaron
de fecha; aún así creo que es mi deber recordar que la única verdad, la única
certeza incontrovertible en la vida es que un día, de fecha incierta, el fin
del mundo llegará. Que todos vamos a morir.
Y si no se nos da sepultura como es
debido o se nos incinera, terminaremos así:
Pero reconocida la certeza, afirmo
categóricamente que el mundo, la realidad e incluso nuestra propia identidad son
antojadizas e inestables.
Y si no mirad lo que ha pasado con
la economía, el mundo que caminaba inexorable por la senda del bienestar, el
progreso y el desarrollo se ha colapsado ante el exceso de avaricia de unos
pocos trayendo miseria y pobreza para todos los demás.
Si echamos un vistazo al ámbito
político, todas las opciones, incluso las más corruptas, en busca del triunfo, abanderan
el cambio; sólo la segunda enmienda de la constitución americana resiste. En el
cultural no digamos, después de alimentar por siglos raíces, historia y
ficciones propias, hemos aceptado con desparpajo, en honor de una
interculturalidad supuestamente solidaria, la cultura común del imperio y
estamos a punto de consolidar un saber en red, una inteligencia superior tan
consoladoramente humana como la que Jean Auel describió en sus novelas del Clan
del Oso Cavernario como propia de Neandertales.
Y así en este mundo tan lleno de
opciones y urgencias, en el que los compromisos se mantienen mientras persiste
el impulso y la pasión dura lo que se tarda ir de la barra del bar a un rincón
oscuro, qué de extraño tiene que nos sea más sencillo elegir que decidir.
Pero elegir significa renunciar. Y al
socaire de una realización personal prometida por los gurús de las muchas
logias, que nos elevaría a la cima de la relevancia social y en busca de una
autonomía exenta de responsabilidad renunciamos a compartir penas y almohadas, cuenta
corriente y enfermedades, vejez y sonrisas y cambiamos conceptos tan obsoletos
como sentimiento y romanticismo por miradas habitadas de vidrios de colores.
Y así en este mundo cambiante se han
quedado sin sitio la poesía que ahora es arma arrojadiza de revolución o
palimpsesto pasto de termitas. Se ha quedado sin sitio el amor que siempre
exige límites y compromiso. Y duele. Y se han quedado sin sitio las frágiles
Penélopes que a pesar de su apariencia de chica de portada mantienen el corazón
esperando en la estación vestido de domingo, incluso las Penélopes que,
abandonado el sillón de la presidencia del consejo de administración, cuando
regresan a sus casas, tejen y destejen el mismo inacabado patuco y, se han
quedado sin sitio, también, las Penélopes olvidadas que noche tras noche se
sientan en el sofá frente al televisor y atiborran su soledad con salsa
guacamole y nachos.
Decía nuestro insigne vate, el Fénix
de los ingenios, nuestro excelso Lope de Vega que el amor es:
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso:
No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
Huir del rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.
Pues ese amor resultó química. Y
ahora es dopamina y luminaria en el lóbulo frontal del cerebro. ¿Cierto?
¡¡¡NO!!!
En una remota aldea llamada Los
Ángeles, en una colina situada al pie de un blanco cartel,
un
irreductible galo, digo, zorro canadiense, resiste al lobo.
Su nombre Hart Hansonix
Cuentan los tantanes que un día se
cayó en la marmita en que una multinacional jabonera cocinaba sus perfumes de
amor y desde entonces con un toque de piedad no exenta de malicia reparte a
diestro y siniestro raciones de límites y compromiso.
Para pasar la censura ha montado una
singular estrategia. Usando como tapadera una serie procedimental de capítulos
autoconclusivos en la que con humor y ciencia investigan asesinatos, descubren
a los culpables y castigan a los malos, llamada BONES, ha creado un cuerpo de
élite encargado de devolver la química a las redomas.
El sargento mayor y líder, conocido
por su nombre en clave como Boothyx, es un hombre humilde y tranquilo a pesar de
gozar de la apariencia de un dios. Un hombre experto en compromiso y heridas,
capaz de vivir con el corazón roto y aún así entregarlo una y otra vez.
¿Su misión? Asaltar con sigilo,
nocturnidad y alevosía, cual Santa desnortado, las salas de espera de las
estaciones deshabitadas. Para convencer a las Penelópes de que no necesitan
tanto saber que alguien las quiere como pensar que algún día, antes de que los
sauces pierdan las hojas, alguien lo hará.
Sus acciones se cuentan por
victorias. Ante su sonrisa inocente y sus ojos diminutos hasta las más
racionalistas se rinden. Si a pesar de todo, alguna
de mirada dormida insiste en buscar rincones oscuros, desnuda su arma y lanzándole
directos al corazón cuchillos de amor la rinde.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
¡¡¡ Y QUE LOS REYES MAGOS EN 2015 NOS TRAIGAN BONES11!!!
Feliz Navidad a ti Marien, acabo de regresar a casa, por Navidad, ya sabes, y me encuentro que has cambiado de registro, espero que sea temporal y que tu adicción por Bones no te lleve a aparcar tu aficción por las historias. Me has dejado compuesta y sin novio con abandonar la de Rusky, ¿qué pasó en el viaje por Nuevo Méjico?
ResponderEliminarFelices Fiestas, Marien, que divertido tu post, parece un episodio de Bones, de verdad, empiezas con el cadáver, sigues con lo serie y terminas con lo romántico. Muy original por tu parte. Y feliz año 2013 para ti también.
ResponderEliminarFeliz Navidad a tí también.
ResponderEliminarAyer estuve leyendo esa misma poesía de Lope de Vega. ¿?
ResponderEliminarNo te lo preguntes, sólo hay una respuesta: Melancolía. Gracias por comentar, Mares.
EliminarFeliz Año Nuevo Marien. ¿Por qué no lo empezamos en Nuevo Mexico?
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