domingo, 9 de diciembre de 2012

LA SUECA, LOS HUESOS ENAMORADOS Y EL BAILARIN DE TANGOS (III)


Antes de comenzar digo a Blanca Sierra y a mis otros siete seguidores que no se vayan, ni tampoco tú, lector asiduo y silencioso, ni tú que te topaste por casualidad con las historias de la vieja loba… Pero no he podido evitarlo, no podía dejarlo pasar. Una oportunidad así, dada mi particular idiosincrasia, no se me volverá a presentar ni aunque viviese cien mil años.
Repito, no podía dejarlo pasar. 


Vista la tierna imagen de la AFP, la noticia.

DETIENEN A UNA MUJER SUECA ACUSADA DE TENER SEXO CON ESQUELETOS HUMANOS

Increíble ¿verdad? Que en un país como Suecia cuna de Pippi Calzaslargas, Pippi Langstrump en vernáculo, una niña de nueve años, pelirroja y pecosa,  que vivía con Mister Nilsson un pequeño mono pulgoso y su caballo de lunares llamado “Pequeño Tío” al que levantaba con una sola mano,  una niña que calzaba botas de siete leguas y calcetines llenos de zancajos por encima de las rodillas, que caminaba hacia atrás, cocinaba en el suelo y subvenía a sus necesidades con lo que encontraba en un árbol de su jardín, pudiera cometer tal desafuero. Claro que pensándolo bien el papá de Pippi, al que vimos poco la jeta, era un pirata autodenominado el rey de los congoleses, para mí que se trataba de un directivo encubierto de Ikea.


Ni en la peor de mis pesadillas hubiera podido imaginar que la policía sueca, tan políticamente correcta, tan democrática y solidaria como nos cuenta Henning Mankell y nos demuestra el inspector Wallander pudiera ser tan cretina y represora como un huele braguetas de los que canta Sabina.

¿Pero no éramos los sureños, los pigs (Portugal, Italia, Grecia y Spain), no somos la cacundía de Europa que condena a los cisnes norteños con nuestra desidia y pereza a la recesión y a la miseria?, ¿no escondemos todos bajo el sobaco un familiar de la Inquisición que vela por el cumplimiento estricto de esa idolatría que es la moral católica? No podía ser, algo andaba mal en la noticia. Wallander nunca detendría a nadie por amar a un muerto, es más ninguna sueca amaría a un muerto. 


Me lo dije y como pertenezco a la cofradía de los incrédulos, creí que todo era un mal chiste, una inocentada de los periódicos, tal vez se celebraba en los Estates el día de las bromas macabras y yo tradicionalista hispano confeso, no me había enterado. Pero no. La noticia se repetía, aquí, aquí, aquí, y cruzaba la órbita terrestre empujada por la velocidad de macht 23 de los satélites. Era cierto, me convencí

Y fue entonces, cuando acepté la verisimilitud de lo leído cuando por dentro comenzó a brotarme el manantial, cuando los centros se me dispersaron y mi equilibrio perdió su relación con la atracción universal como si le hubiera estado dando toda la noche a un buen vinillo aloque.

«Deseo a un hombre como es, ya sea vivo o muerto. Me permite encontrar la felicidad sexual”. Ha dicho.


Cuanta ternura en ese rostro que besa una órbita ciega,
cuánto amor al que aspirar

Cuando menos una mujer generosa la desconocida sueca, bella y dulce como un copo de nieve en el desierto. Valiente, sobre todo valiente. Mi heroína. Una mujer que se atreve, en tiempos fríos en los que la muerte cotidiana se esconde y se niega, en tiempos en los que para creernos la mentira que nos cuentan los hombres locos, por siempre bellos y jóvenes, nos aislamos de la enfermedad despegándonos emocionalmente de los muertos como si en cuanto dejaran de respirar ya no fueran nuestros; tiempos vanos en los que para liberarnos del dolor de su olvido los demonizamos envolviéndolos en sudarios de venganza; tiempos apocalípticos sin plagas ni caballos que esconden el miedo, el intenso miedo al polvo y al definitivo olvido. Va ella, la sueca desconocida y dice:

“Amo a un hombre como es, ya sea vivo o muerto”.

Y por esa sublime y caritativa afirmación, por hacerla realidad va la policía sueca, la que aún no ha conseguido averiguar quién mató a su primer ministro Oloff Palme, la detiene y durante dos meses, dos meses la mantienen en prisión preventiva. Como diría Hart Hanson, ratas, ratas, ratas



Y pensándolo bien no deja de tener su lógica que haya sucedido  en un país como Suecia. Un país que se rige por la doble moral de los calvinistas y los puritanos, de la que el cine de Ingmar Bergman ha dejado muestras palpables, por ejemplo en Fanny y Alexander. Riqueza y rigorismo, comercio, dinero y Dios. Y eso es lo que me huelo, que el gran pecado de la mujer no sea otro que el no pagar el iva por comerciar con los huesos y que la policía revestida de la santa indignación del puritanismo la acuse de profanar a los muertos y la llame urbi et orbi pervertida y vayan a condenar a dos años de prisión a su generoso y perdulario corazón.


Consciente de que lo que sigue no me va a granjear demasiados amigos pero convencido, hasta ahora, de que todas las iglesias y religiones trabajaban a favor del bien común y la paz mundial y no es un oxímoron, tengo que confesar (bendita palabra), a pesar del hacha, que estoy muy orgulloso y agradecido de la educación católica y apostólica que en mi niñez mis padres y las santas monjitas me inculcaron. Sólo un católico es capaz de disfrutar doblemente de los agridulces sabores del pecado, cuando lo comete y cuando los remordimientos de conciencia le obligan a revivirlo.


Confieso, si confieso (bendita palabra) que siento pena de las generaciones más jóvenes que por mor de la globalización son antes ciudadanos del mundo que carpetovetónicos españoles. Los pobres, educados en un mundo laico y “racional”, adolecen de los remordimientos de conciencia y del dolor de  corazón necesarios para convertir su aburrida existencia en una balsa de juncos en medio del mar embravecido con Willy, la orca asesina, al acecho. Willy o Leviatan, o ballena blanca o capitán Ahab, que lo mismo da el nome que se le adjudique. Como suecos serán más libres pero no disfrutarán más.



La idea, con ser mía, no es totalmente ajena al pensamiento de los católicos no practicantes imbuidos en una mística de culpa y arrepentimiento. Abundaba en ella el showrunner de la serie Bones, Hart Hanson, estadunidense recriado en Canadá que disfruta por tanto de una doble moral, la de los puritanos del Mayflower y la de los católicos afrancesados de la Guardia Montada del Canadá. Se vanagloriaba Hart de serlo, católico no practicante, porque aún comprendiendo la naturaleza y esencia del pecado, aun sintiendo el cieno y las llamas rodeándole no sentía, todavía, el escozor de las quemaduras. Allí estaban, sabía que le dolerían, pero, todavía le quedaba tiempo para solicitar la absolución del ungüento. De algo así sólo un católico se puede vanagloriar.




Y aunque su personaje, la doctora Brennan, antropóloga forense, sea una científica racional que no crea en la existencia del alma inmortal ni en la supervivencia de la conciencia después de nuestra muerte física ha terminado por hacerla hablar con los muertos. Contradicciones de su católica alma inmortal.

Una confesión (bendita palabra), me encantan las contradicciones, soy un contradiccionadiccto.

No os preocupéis, los que habéis llegado hasta aquí, os agradezco vuestro esfuerzo y atención. No lo haré, a pesar de las peticiones del oyente, es decir de los comentarios de Seelyforever, y a riesgo de perder me temo tres de mis siete seguidores, sí, siete, cuatro públicos y tres ocultos, no voy a hablar del binomio bifronte de Booth y Brennan ni de contradicciones ni de racionalidad e intuición. Aquí estamos a lo que estamos. Esperáis que os cuente una historia de siniestra y pervertida y desde ya os digo que no. Que en realidad lo que me está sucediendo y lo que sin duda sucederá cuando llegue a Gotemborg será algo tan prosaico, común, escatológico y romántico como la de los personajes de Hanson, vaya usted a saber, cada cual, llegados al the end tendrá su opinión, porque voy a hablar de Bones, sí, pero en cristiano y enamorados.




Si, por supuesto que en cuanto leí la noticia, fascinado por tanta generosidad, comprendí las implicaciones del suceso con mi persona. Andaba inmerso en el DVD de la séptima temporada de Bones, aunque confieso (bendita palabra) que  andaba  un tanto aburrido, harto de bebés, partos y abundancia de carnes de su  protagonista (volcán de esperma reconvertido en padre de familia), y sólo persistía en el empeño por la presencia episodio tras episodio de los hermosos esqueletos, que ya barruntaba en mi sangre el deseo de una nueva transformación. Necesitado como andaba de volver a ser esencia, de abandonar esta carne vieja antes de que el mundo se vuelva también para mí en olvido.





Hablando en plata quería ser de nuevo un esqueleto puro, ético y peripatético. Y no es morbo, ya lo entenderéis cuando leáis mis aventuras por Nuevo México en busca del bailarín de tangos, si es que alguna vez soy capaz de llegar hasta allí. Y entonces cuando apareció esta imagen en internet me convencí de que el mundo no se había vuelto loco, de que todos y cada uno de nosotros tenemos reservada nuestra alma gemela.

Confieso (bendita palabra) que la noticia me hice perder el norte, el sur, el este y cómo no mi equilibrio emocional. Y no es para menos. Encerrado entre cuatro paredes por mi simpar sobrina, obligado por su voluntad a contar mi viaje a Nuevo México en el 2009 en busca de nuestro antepasado, bailarín de tangos por más señas -aquel que un día, allá por 1939, antes de que el ejercito vencedor dictase el último parte, se exilió de España en compañía de un bailarín de claqué de la Brigada Lincoln-, me estaba volviendo loco. 


Y que conste que no reniego de mi fascinación por Walter White, su sangre fría y su instinto criminal me siguen fascinando (ya saben, soy un fásmido). Alejado de la hierática frialdad y morbo de asesinos sin alma como Dexter, Walter es, en apariencia, un hombre vulgar y corriente, un pobre hombre con los pies en la tierra, familia, hijo minusválido y bebé con pañales sucios y por tanto un asesino difícilmente atrapable. Sólo cuando se es consciente del crimen cometido se perciben la sangre en las manos y sólo ante esa visión, como Lady Macbeth, se oye el sordo grito de tus muertos clamando venganza. Reconozco que a mí aún no me pasa, que cuando me chupo los dedos ensangrentados me saben a carne membrillo.


Pero aquel viaje del 2009…, aquel viaje que disfruté como esqueleto, los parajes tenebrosos que visité, las conversaciones que mantuve y la gente que conocí cuando bajé al osario de Santa Fe han dejado huella indeleble, cual cortadura de papel, en mis tuétanos, como se la dejaron en su día a Proserpina a la que la propia Ceres, su madre, no pudo impedir, que fascinada volviera de visita cada seis meses al Hades.

Y ha acontecido lo que tenía que suceder. Ya lo dijo Dios antes de irse de vacaciones: “No es bueno que el hombre esté solo” y yo añado, no es bueno que el hombre esté solo y encerrado. No es bueno, en sus pensamientos y deseos se desperezaran vengativos demonios, viscosos monstruos que alimentan el aire de anhídrido carbónico, atufando cualquier atisbo de realidad. Ella, mi sobrina, se ha empeñado y yo me he rebelado. No, no me convertiré en la zorra del Apartamento 23, está claro que si caigo de nuevo en ese frenesí la bicha levantará el mazo contra mí y ahora no será un metacarpo o el calcáneo lo que haga astillas en su venganza.

Disculpad si me enredado en la trabazón (no es tan mala metáfora como aparenta, leedla dos veces). Vuelvo a la historia. A la sueca. Abstenerse chistosos que me crean Alfredo Landa, aunque bien pensado no estaría mal, fue el don Juan patrio con mejor ratio.

Le achacan, las autoridades hipócritas, nada menos que el grandísimo crimen de perturbar la paz de los muertos. ¿Qué muerto se puede quejar por un trato así?


Me temo que sí, que la fiscal, Kristina Eherenbor-Stallas, carece de la experiencia y amplitud de miras necesarias para comprender que lo que menos quieren los muertos es que los dejen en paz. Se mueren de aburrimiento.

“Ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe”
que dijo otro poeta para quien el mundo ya ha es pasado.

Los recuerdos no bastan para la eternidad, lo sé bien he hablado con ellos. En cuanto se aperciben de una visita acuden en tropel a saber las nuevas, a encantarte con sus anécdotas; los muertos están tan deseosos como cualquier vivo de que alguien les preste atención. Tienen sentimientos, señora, sufren, se alegran y se aburren…, sobre todo se aburren, algunos lo llevan haciendo por siglos.





Creo saber que ha sucedido, venganza. El único problema de tan maravillosa mujer ha traído causa de que su esqueleto no era un esqueleto, sino huesos de mala calidad, que diría el poeta, restos hilvanados de diferentes naufragios. En la última puntada, cuando se reconocieron los unos en los otros rompieron la thermomix y sonó el disparo. Su problema estuvo en el tráfico comercial, las piezas sin ensamblar, hecha a los manejos de Ikea se creyó dotada de la sabiduría del doctor Frankestein y se olvidó que al final parió a un monstruo. Ella también.

Y es que aunque de la mezcla nace la evolución se necesita para cuajarla que sea de amebas, de estructuras inferiores al núcleo, pero mi hermosa sueca recosió la tibia de un hombre de uno sesenta, medio fondista, pongamos por caso, con el coxis de un anciano muerto de cáncer de testículos. La vertebra de un integrista musulmán se ofendió ante la presencia de la costilla de un ortodoxo judío y harto de discusiones, amenazas y misiles soterrados, la clavícula, perteneciente a un antiguo miembro de la Asociación Nacional del Rifle americana hizo el disparo que alertó a la policía y comenzó el guirigay y el juicio paralelo de los bien pensantes, las burlas y las chanzas.



Y dan igual, todo el mundo antes de que llegue el reino del caballo amarillo tiene derecho a echarse unas risas. Pero lo que no admito ni consiento es que la llaméis pervertida, pervertidos son los que hacen daño a los niños, a los seres a medio amasar, a aquellos en que su identidad aún no ha fraguado, como algunos de sus huesos,  los que no saben lo que son ni lo que serán. Truncar su futuro debería estar penado con tres penas de muerte cuando menos, la que le mate el sexo, la que acabe con su lengua, la que le arranque el corazón. Destrozar un proyecto de ser no tiene perdón, mata el futuro entero de la humanidad. Pero amar a un esqueleto, es amar la esencia del que un día fue. Sin perturbaciones de belleza ni riquezas. Amar a un esqueleto es el amor más puro que pueda encontrarse.


Oh ya sé lo que alguno me diréis, tío, estás zumbado, ¿no eres un tío? Pues  si te gusta la chica ve a por ella. Y el listillo añadirá que ya lo decían los Siniestro Total, eso de “Los esqueletos no tienen pilila”. Y ahí os quería pillar, que es falso. Que eso se ha debido a una mutación impuesta por las féminas, deseosas de caparnos y Darwin, ese abanderado del feminismo, vino a avalarlo como principio fundamental de la evolución humana. Sólo para su uso y disfrute perdimos los machos el báculo, el hueso peneano, de los mamíferos superiores somos los únicos que carecemos de él.



Nuestros primos hermanos, los chimpancés, lo disfrutan y las chimpancés hembras también. Pero no, las féminas humanas eran cortas de vista, para averiguar si un espécimen macho era apto para la reproducción no les valía con que la tuviera más larga o más corta, con que la lecha que les depositase tuviera millones de pececillos nadadores. No señor, tenían que obligarnos a levantarla inflamándonos de deseo por ellas. Lo digo y lo repito, la mutación sobrevino a los solos efectos de la sociedad matriarcal, la que impuso el destino de la raza humana allá por el noveno día, en cuanto liberados del atontecimiento del paraíso fueron capaces de pensar. Recordad si no de quién fue la idea de comer la fruta prohibida. De ellas. 




Os imagináis cuantos problemas, cuantas angustias os ahorrareis si dispusierais de la espina, cuantas visitas al loquero se evitarían, cuantos traumas, cuanta violencia encubierta desaparecería.

Y yo confieso (bendita palabra) que transformado en esencia, en la urdimbre del barro que cocieron las primeras manos tenía, tengo 207 huesos, que disfruto como esqueleto del hueso de Príapo. Nunca la sueca se irá tan bien servida, lo sé yo y así se lo he hecho saber. Ahora ando en busca de la gabardina apropiada, la que disimule mi priapismo, porque debéis saber que una vez que el báculo se inflama… permanece inhiesto hasta separar el Mar Muerto y el viaje hasta Gotemburgo es largo, largo, muy largo…






4 comentarios:

  1. Ay Marien que divertida. Gracias por mencionarme.Entiendo que digas que no vas a hablar de Bones, pero lo haces un poquito.

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    1. Gracias Vanesa por tu comentario no sabes la ilusión que hace ver que lo que escribo le interesa a alguien. Y voy a volver a hablar de Bones no sé si en el blog o en los comentarios que publico en Frikarteweb sobre "series y otras historias".

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  2. Si es que... los fásmidos son los únicos que tienen la visión un poco clara. Yo quiero ser fásmido en mi próxima vida, después de ser cronopio.

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    1. Gracias Mares por comentar, me alegro de que me hayas visitado. Entiendo tu predilección por los cronopios, idealistas, sensibles y poco convencionales, pero me temo que por buenas gentes siempre terminan pasándolo mal. Un fásmido, tú lo has entendido, es un ser que vive en su imaginación por su voluntad o en la de otros, en eso es muy democrático, porque como no busca réditos económicos no tiene ningún problema con los derechos de autor. Gracias.

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