El otro día Hart Hanson, el creador de Bones,
dijo que a él no le gustan los asesinos en serie pero a los americanos sí, por
eso incluye siempre una trama de esta clase en la serie. En el episodio que se
emite esta noche “The Sense in the
Sacrificie” se espera que acaben con el penúltimo, porque inmediatamente
tendremos al siguiente, mucho más poderoso que ninguno que hasta ahora hayamos
visto en Bones. Si Pelant debe morir
esta noche porque estuvo a punto de cargarse la serie, el nuevo que
se avecina mucho más poderoso se la cargará definitivamente. Pero claro, Hanson
sabe lo que le conviene a su serie. En todo caso, para cuando llegue el final de la novena temporada, ya se ha dicho que de la foto de abajo faltará uno.
Nunca se les dieron demasiado bien
a los guionistas de Bones las
historias con asesinos en serie. Tal vez porque desde el principio han
considerado estas tramas como medios para alcanzar un fin, nunca un fin en sí
mismos. Crear un relato sobre un asesino en serie es muy sencillo, a un
personaje se le dan rasgos de psicópata y se le hace matar a varias personas de
la manera más cruel posible, preferiblemente mujeres y niños. Los polis luchan
denodadamente para atraparle, lo que sólo lo consiguen al cabo de varios
episodios o temporadas. Ese es el patrón, luego se viste la historia con lo que
en esos momentos esté más de actualidad, sectas secretas, francotiradores,
hackers o códigos informáticos.
El planteamiento lo hacen bien,
siguen el patrón. En lo que fallan es en el desarrollo y sobre todo en la
conclusión, y es que se olvidan de algo tan importante como la coherencia
interna de la historia. Especialmente las tramas escritas por Hart Hanson y Stephen Nathan que han resultado las más
ilógicas e incoherentes. No es necesario haber leído la Poética de Aristóteles para saber que
la ficción necesita de la lógica para sobrevivir. El relato ficticio debe cumplir
unas reglas internas, ser coherente desde el principio al fin. El planteamiento
puede ser sorprendente, más aún el desarrollo y por supuesto el fin, pero éste
debe estar implícito en el desarrollo y sobre todo deber ser razonable; sorprendente sí, pero razonable. Para ilógica y caótica ya está la vida. La
ficción es otra cosa.
El primer asesino en serie, Howard Epps, apareció por Bones en el episodio siete de la
primera temporada, A Man on the Death
Row. Epps era un asesino a punto
de ser ajusticiado; su abogada intenta convencer a Booth de que es inocente y Brennan
encuentra pruebas que al menos ponen en duda, en principio, la sentencia; luego
resultaría que no sólo había asesinado a la víctima por la que estaba
condenado, sino a otras seis más por lo que la ejecución se aplazó. Aunque el
asesino termina saliéndose con la suya, Booth
y Brennan hicieron impecablemente su trabajo. Continuó en The
Blonde in the Game, en el episodio, Booth
y Brennan luchan contra el reloj por salvar la vida a una chica a la que
ha secuestrado un hombre que imita y completa los crímenes de Epps; salvan a la chica y Brennan mata al asesino.
Concluyó la
trama con uno de los grandes episodios de la serie, también de la segunda
temporada, “The Man in the Cell”. Cam, presionada
por Booth, se salta los protocolos
resultando envenenada, todo porque Parker
ha sido objeto de la atención del
asesino. Booth es el héroe al que
nadie reconoce y al final, la muerte
de Epps en el balcón de Brennan, al escurrírsele de las manos a
Booth, crea una nueva situación con
la que lidiar en los próximos episodios. La terapia de Booth y por ende la de la pareja. Los tres episodios, sólidos y
coherentes fueron escritos por el también novelista Noah Hawley, quien actualmente prepara para la cadena FX la conversión en serie de televisión de la película Fargo de los hermanos Coen.
El segundo asesino en serie fue
el Gormogon comenzó su andadura en el primer capítulo de la tercera temporada, The Widow's Son in the Windshield, escrito por Hart Hanson, una historia
de conspiraciones y sociedades secretas (no hay que olvidar el éxito, por
entonces, de El Código Da Vinci), un poco idiota lo de los Iluminati y la calabresa
Orden de Alcántara. La Orden de
Alcantara, sólo es necesario buscar en la Wikipedia, es una de las cuatro órdenes militares españolas y sus dominios estuvieron
limitados a la región española de Extremadura.
Nada que ver con Calabria, región de Italia.
Y con Gormogon comenzó el patrón. El equipo del Jeffersonian es el mejor, Brennan el ser más inteligente de la creación, Booth el mejor de los policías hasta… hasta que se enfrentan a un
asesino en serie ideado por Hanson,
entonces todo son torpezas y fracasos. Continuó con The
Knight on the Grid,
escrito por Noah Hawley, en el que la primera víctima fue un sacerdote y se
mezclaron ideas conspiratorias como la búsqueda del Jardín del Eden en la
Capadocia turca con los lobbis de la política americana. Tampoco en este
episodio, el Drean Teen atrapó al asesino, Booth,
que nunca ha sido muy ágil corriendo tras los malos, lo perdió en una
persecución. Con Gormogon terminaron el tanden Hanson & Stephen Natham a
capazos en el devastador episodio The Pain in
the Heart.
El tercer asesino en serie fue el "enterrador", aunque en principio no hicieron ningún arco con su historia. El
primer episodio en el que apareció fue en Aliens in a Spaceship, escrito por la veterana Janet Tamaro en la segunda temporada. Uno de los grandes episodios
de Bones en el que el doctor Hodgins y
Brennan resultan enterrados vivos, aún hoy en día la gente se preocupa por
lo que escribió la doctora como nota de despedida cuando creyó que moriría. A
ellos los salvaron y el asesino siguió libre.
Continuó, ya en la temporada
cuatro, con otro episodio buenísimo escrito por Janet Lin y Karin Rosenthal, titulado el The
Hero in the Hold, esta vez el secuestrado es Booth y quien lucha por rescatarle
Brennan, al final consiguen detenerla, porque resultó ser una mujer,
precisamente la fiscal del caso. Le siguió forzando la coherencia con los dos episodios anteriores
The
Boy with the Answer, ya en la quinta temporada, escrito por Stephen Nathan, que no tenía otro
sentido más que preparar el cliffhanger del final de la temporada, avanzan que
la doctora está cansada de crímenes y luego los separan. La
resolución del Enterrador no llegó hasta mediada la sexta temporada, The
Bullet in the Brain, escrito
por Karyn Usher dando pie a que
comenzase el arco del siguiente asesino en serie.
El cuarto, es un francotirador
que se toma la justicia por su mano, sabemos de él cuando mata al enterrador) en The
Bullet in the Brain, otro
capítulo que Booth nos deja ver su
gran destreza en las persecuciones, perdiéndolo a mitad del camino. Continuó en
el episodio The
Killer in the Crosshairs, escrito por Michael Peterson que, aunque respetuoso con lo establecido
previamente, sólo fue un episodio de transición, se
me olvidaba Booth se pasó todo el episodio, sin que realmente hubiera causa, diciendo que Brennan creía que él era un asesino como Brodsky.
Y la conclusión
llegó en el episodio The Hole in the Heart, un episodio muy esperado por los fans,
porque es en el que B&B hacen…, iba a escribir el amor, pero no, lo que hacen
es a Christine. Fue escrito por Hart Hanson con una sola idea, darle una excusa a Brennan para que se metiera en la cama con Booth y así cubrir el embarazo previo
de la actriz en la temporada siguiente. Y así fue. Con incongruencias como
que Booth,
un agente del FBI entregue un móvil a un becario para que responda a la llamada
del asesino, fingiendo ser él. Pero una vez más el asesino fue un medio más que un fin.
El siguiente asesino ya fue
Pelant, Zeus reencarnado con cara de inocente. Apareció en el
sexto episodio de la séptima temporada The
Crack in the Code, como un hacker reconvertido en asesino, no sabemos
por qué. En una de las imágenes cebo nos lo muestran montando un despertador,
la cámara se aleja y enfoca un panel donde cuelgan recortes de
periódicos que mencionan casos de Booth
y Brennan, casos que en la serie no se han mencionado. Al parecer está
fascinado por ellos, pero tampoco se nos explica el porqué, ni de qué medios se
vale para saltarse la vigilancia a la que está sometido.
Volvió en The Past in the Present, al final de la temporada y aunque
rebuscado tenía su lógica interna, Pelant consigue, manipulando los registros
informáticos, que a la doctora la inculpen del asesinato de Ethan Sawyer, un
genio amigo suyo interno en un psiquiátrico (¿pero ese no era Zack?); su
principal misión no era otra que crear un cliffhanger casi tan grande como el de
la sexta temporada y lo consiguen, convierten a Brennan en una fugitiva y separan a la pareja, una “grata
y divertida” costumbre de los productores ejecutivos en los finales de
temporada. Los dos episodios estuvieron escritos por Carla Kettner, guionista de Bones
desde la cuarta temporada que dejó la serie al final de la séptima.
Y con el comienzo de la octava
llegó el desastre. En The Future in the Past, posiblemente
junto con The Secret in the Siege, el
peor episodio de Bones. Existía
un reto. Había que recomponer lo
deshecho en el final de la séptima. Juntar a la pareja, limpiar el nombre de la
doctora Brennan y mantener libre a
Pelant, porque como ya nos habían dicho hasta la saciedad por los productores
ejecutivos era “un personaje muy
interesante”. E hicieron lo que les dio su real gana.
Que
tuvieron que saltarse la coherencia interna del relato, se la saltaron; que
tuvieron que trastocar imágenes de diez años atrás las trastocaron, aunque no
los textos, qué casualidad; que Booth alquila
un coche del que no debe quedar rastro con el nombre de uno de los internos del
laboratorio, pues lo alquila; que Angela, quien ha guardado el secreto del
paradero de la doctora durante tres meses y se niega a contarle a Booth como se
comunica con ella, se lo dice a su marido, pues qué bien; que por las imágenes
de unas flores el asesino averigua el código secreto y se presenta en un
cementerio precisamente delante de la tumba de la cita, pues mejor que mejor (es
que quería suicidarse); que luego, resulta
que el FBI lo suelta porque un embajador dice que es egipcio, genial. Ya lo
tenemos dónde queríamos, libre para utilizarlo una vez más cuando nos venga en
gana.
Entre tanto había ocurrido otro
fenómeno interesante, en las series triunfaban los antihéroes y en Bones de eso no había, al contrario Booth y Brennan llevaban ocho años
encerrando criminales, y ya no era cool. “Vamos
a crear drama”, se dicen Hart Hanson y Stephen Nathan. La octava
será una temporada oscura, muy oscura. La siguiente aparición de Pelant fue
trepidante, The Corpose on the Canopy, escrito por Jonathan Collier es un comic, un divertido comic, en el que priman
las imágenes sobre la trama. El cadáver colgado del dosel, los dibujos de Andreas
Vesalius, un anatomista del siglo XVI, los monos de Gibraltar, la persecución
por el edificio (ya sabemos que cuando Booth persigue a un asesino en serie a
pie nunca lo atrapa), los drones, la quiebra del doctor Hodgins, el último
disparo, la última mirada del niño bueno convertido ya en el enemigo público
número uno al que nadie persigue, esa visión de la pareja desde fuera de la
casa.
Y llegamos al final de la octava,
esa temporada que debía ser oscura, muy oscura y sólo lo fue en los dos últimos
minutos. Entonces volvieron a acordarse de los antihéroes, ¿pero cómo, aún no
hemos convertido a Booth en un
antihéroe? ¿Cómo ha podido pasar? Y utilizan a Pelant. The
Secret in the Siege, escrito por Jonathan Collier y Stephen Nathan (Hanson
andaba por Vancuver rodando el piloto de una serie para la CBS que luego no
quiso) es un episodio interesante. En menos de 20 minutos el experto, el gran
conocedor del asesino, el doctor Sweets da dos versiones diferentes del
comportamiento de Pelant, ya no se quiere suicidar, ahora lo que pretende es
que nadie le sustituya, ser el primero para la doctora Brennan, y así ha conseguido acceso a todas las cámaras que vigilan
la ciudad, no sólo a las cámaras, también al audio, con zoom incorporado y
pudiendo elegir el ángulo de visión y el FBI sin enterarse.
Para proseguir su venganza ahora contra Booth, mata a agentes del FBI que él
conocía, bueno sí se sabe el porqué. Porque Brennan debía sentir miedo de perderle y debía proponerle
matrimonio. Esa era la premisa del episodio, luego la pareja debía romper para
crear un nuevo cliffhanger con el que entretener a las fans durante el verano. Y
ahí se equivocaron. A las fans les es indiferente el carácter de Pelant y sus
motivaciones para asesinar. Lo que Hart
Hanson y Stephen Nathan no previeron fue la rebelión que provocó el
convertir a su héroe, Booth, en un
villano y todas las incongruencias del relato quedaron manifiestas. Pelant resultó un mal chiste.
Y había que acabar con él. En The Sense in the Sacrifice se trata de
darle el finiquito. Y por supuesto, el momento de completar el rompecabezas, de
dar explicaciones ¿Las darán? Posiblemente no. Posiblemente nos quedaremos sin
saber el porqué asesina ni el porqué de la fijación de Pelant con Booth y Brennan. Eso sí, se llevará
consigo a alguien querido (¿Pour quoi, cheri?). Pero como decía Alicia “Las cosas dan por aquí muchas vueltas”
y, ahora, confirmada la boda como seguro de supervivencia de los productores
ejecutivos, lo único que importa del episodio es el final feliz. Booth, de
rodillas, proponiéndole a Brennan
matrimonio. Y todos seremos felices y comeremos perdices.
Aristóteles, la Poética, la lógica interna del relato no están
invitados a la boda. Las Boneheads sí.
Hola! Soy editora de ¡Vaya Tele! y te escribo para decirte que hemos seleccionado este artículo para nuestra sección Estrellas invitadas que se publica hoy. Gracias y enhorabuena por el blog! :)
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