domingo, 20 de octubre de 2013

BONES. UN REGALO PARA BOOTH Y BONES


Parecía que no iba a llegar, parecía que el destino, cobarde y traidor, aliado con las alas de la maldad obligaría a la doctora Temperance Brennan y al agente SeeleyBooth a vivir en un eterno desengaño, que la alegría y la ternura no habitarían jamás las paredes de su casa. Pero no ha sido así, voces airadas se alzaron y esgrimieron tan poderosas razones:
Dejadme que en la unión de dos almas auténticas
no admita impedimento. No es amor el amor
que cambia de inmediato si se topa con cambios
o que si ve mudanza se adapta y también muda, 
¡oh, no! es un firme faro, eternamente fijo, 
que ve las tempestades sin nunca estremecerse;
es la estrella que guía a los barcos sin rumbo,
cuyos datos se ignoran, aun tomando su altura. 
(fragmento soneto 116 de William Shakespeare)

que por fin, el dios inclemente que rige su destino, ha reconsiderado su actitud, y misericordioso, ha decidido, por ahora, honrar su relación; aunque tradicional, como todos los dioses, les ha otorgado su bendición para que aten el lazo. 


A mí, si me permitís una confesión, no me gustan las bodas. No entiendo la necesidad de disfrazarse para pronunciar públicamente las palabras que más tiernas y apasionadas suenan entre las sábanas. No se necesita levantar actas en el amor; porque, como decía Shakespeare, por boca de Romeo…

El amor es humo engendrado por el hábito de los suspiros,
Si lo alientan, es chispeante fuego en los ojos de los enamorados,
si lo contrarían, un mar nutrido con lágrimas de amantes.

(Romeo y Julieta, Acto I, Escena I de William Shakespeare)

Aunque siempre preferí la definición de Lope de Vega, para quien el amor es:

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste,humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

Huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

(El amor, Soneto de Lope de Vega) 

Brennan, que no cree en el cielo ni en el alma y Booth, que teme por la gloria de la suya, lo saben. Su experiencia les ha llevado a comprender que cuando se ama “un cielo en un infierno cabe”. Que quién da la vida y se rinde al desengaño es porque no encuentra centro ni reposo fuera del bien amado. Aún así a la doctora le ha costado aceptarlo, científica se ha aferrado por largo tiempo a una idea empírica del amor. El amor es química, decía.


Siempre ha sido una mujer muy especial. Aunque ha cambiado de opinión y ahora se siente feliz al proclamar públicamente delante de más de siete millones de espectadores, que quiere compartir su vida, hasta que la muerte los separe, con Booth. Yo, feliz también como toda Boneshead, les deseo que durante 30, 40, 50 o más años sean el uno para el otro fuente de gozo y consuelo.


Álzame de la yerba con tus brazos:
también yo languidezco, caigo, muero.
Vuelca tu amor, arrecia con tus besos
sobre mis labios secos y mis párpados.
Mis mejillas están frías y pálidas,
mi corazón se afana bullicioso;
estréchalo de nuevo con el tuyo
para que allí se quiebre finalmente.

(Fragmento de Canción de la Muchacha HIndú de P.B. Shelley)

Especialmente a Brennan le deseo que para Booth siga siendo unas veces transparente y otras un misterio. Hará los días de los dos interesantes y de sus noches y su cama una resplandeciente hoguera.

Pero toda boda requiere regalos, es la tradición. Ya sé, ya sé que aún no han dispuesto de la lista de bodas y  vaya usted a saber, si una pobre Boneshaed pudiera pagar el precio de alguna de las exquisiteces que la doctora incluya en ella, ya sea una diosa prehistórica de la fertilidad o las alas de un superbombardero de la Segunda Guerra Mundial.


Sin embargo, han sido demasiados años de adicción para dejar pasar el día, y aunque la crisis y el desempleo no propician el derroche, he recordado como en otros tiempos de penurias y miserias celebraban las bodas en mi pueblo. Se reunían los amigos en el atrio de la iglesia y después de pronunciados los juramentos y velados los novios, los acompañaban con música y canciones a su nuevo hogar. La letras, como no, algo subidas de tono, hacían referencia a las sorpresas que se llevarían los novios cuando frente al lecho nupcial desvelaran los misterios ocultos hasta entonces.

Luego, el padrino les entregaba las llaves de la casa y a modo de despedida, les recordaba, porque la memoria es mentirosa en esos momentos de amor y gozo, los sinsabores y las encrucijadas que hasta aquel umbral les habían llevado y las que posiblemente les depararía el futuro.


A Booth y Brennan no les quedan misterios por descubrir en la noche de bodas, sólo pieles y carnes que saborear lentamente, las canciones obscenas no alterarán a la antropóloga y mucho menos al francotirador: así que entre permanecer en silencio y ajena o vitorear desde lejos a los novios, he decidido, que aunque las musas no me han dotado con el don de la poesía, puedo, así como Prometeo robó el fuego a los dioses, robarles las palabras a los poetas y contarles su historia. Para que cuando el dios inmisericorde decida, una vez más, convertirlo en sombra y lo hunda en el olvido, recuerden de dónde vinieron y cuanto lucharon para que su amor fuera firme faro, eternamente fijo, que ilumina y caldea la deriva de las bonesheads.

La historia De Seeley Booth y 

Temperance Brennan.


Erase una vez un hombre y una mujer aparentemente diferentes. Ella fría, racionalista, empírica y atea; tan fría que algunos la apodaban “tempano”. Después, mucho después descubrimos que mientras fue una niñita tímida su madre la llamo Joy, alegría; que, para cuando la abandonó, ya era la rebelde Temperance.  La pérdida la cambió y a él y a nosotros nos llegó con tres heridas sangrantes.

Llegó con tres heridas:
La del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Fragmento Cancionero y romancero de ausencias de Miguel Hernández

Él siempre fue Booth,y también perdió al niño. Para cuando la conoció, aparentemente redimido, había abandonado el campo de batalla que le convirtió en acólito de la muerte, y proseguía en solitario el juego de soldado del destino con una única meta, saldar la cuenta, tantos muertos, tantos vivos. Era, en palabras sencillas, un buen hombre:

Enriquecen tu pecho todos los corazones
que, al echarlos en falta, yo suponía muertos,
y en él reina el amor y sus amantes prendas, 
y todos los amigos que enterrados creía.
(Fragmento del Soneto 31 de William Shakespeare)


Y aunque desde el primer día el dios, celoso, les prohibió siquiera un roce, sembrando de minas, cadáveres y tequila sus días y aún sus noches; aunque, alcahuete, no cejó en caldear sus sábanas con pieles de unas y otros, Cupido, silencioso, lanzó en secreto su certero dardo, dejándolos deslumbrados el uno por el otro.

Ella lo miraba y se preguntaba:


¿Qué sustancia es la tuya? ¿De qué estás hecho tú,
Que millones de extrañas sombras en ti confluyen?
Porque cada cual tiene sombra propia, por único,
pero tú, siendo uno, puedes prestarte a todas.
Participas de toda gracia externa, más nadie 
te iguala , ni tú a nadie, en corazón constante.

(Fragmento Soneto 53 de William Shakespeare)

Él la veía y se decía:
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
(Fragmento del poema 15 de Pablo Neruda)


Y por años el secreto perduró protegido en el corazón de Booth. Caballero andante y compasivo, rendido ante su belleza, se contentó con ser su guía y traductor de los hechos de la vida posteriores a la Revolución Francesa, para que ella, ajena al dolor, ausente de cualquier realidad que no apareciera inscrita en los huesos, fuera poco a poco retrocediendo en su sinrazón. Hasta mató y murió por ella. Para entonces Brennan ya era de Islandia, fría por fuera y un volcán, repleto de ardiente lava, por dentro. Y el jugador aceptó el reto, amaba y se quería amante.  Él era él, decía. El hombre que se entregaba para 30, 40, o 50 años de amor.

Él dijo:
En nuestros dos amores sólo un punto hay de mira
aunque haya en nuestras vidas un despecho concreto
que, aunque no altera el único efecto del amor,
no obstante, roba dulces horas a sus delicias.
(Fragmento del Soneto 36 de William Shakespeare)


En contra de ella misma, Brennan, asustada por el sonido de la palabra amor, asustada por como el amor podía cambiar de súbito su mundo racional, por cómo cambiaría de color su corazón, dijo No. No, y No. Y entre lágrimas lo enjauló con barrotes de acero. Que no fueran sus palabras sino las del dios enamoradizo que los gobernaba no restó agonía al dolor. Para el dios insaciable no fueron suficientes las lágrimas y los separó. Partieron hacia rumbos contrarios y ella no se percató de que:
Su voz tembló al separarnos,
más no noté que provenía 
de un corazón roto, y partí
sin atender a sus palabras.
Miseria, oh Miseria,
cuán vasto es este mundo para ti.
(Fanny Godwin de P. B. Shelley)

Y no satisfecho del todo por lo que, escondido el corazón, Brennan ocultaba, Crono vengativo los unió de nuevo, más cortó el hilo. Ya no era de Brennan, Seeley, ya no era. Otra reinaba entre sus sábanas y en  su corazón electrocutado. Mientras tanto, Brennan impertérrita asistía con sonrisa abandonada a la representación. ¿Impertérrita?
En mí vive un grito.
Por la noche aletea, 
buscando, con sus garras, un objeto de amor.
Me aterroriza el algo oscuro
que duerme en mi interior;
(Fragmento del poema El Olmo de Sylvia Plath)

Se decía.

Y sin embargo, Cupido doblegó los barrotes de acero, porque no hay arca de piedra ni dios tan injusto que el amor no sea capaz de atajar. Y lo que el amor puede hacer, aquello el amor se atreve a intentar.Y Brennan, por fin, se reconoció perdedora y ahora sí, su llanto prendió coronas de esperanzas en el corazón.


Y llegó la noche en que en medio del recuerdo, de la sangre y de la muerte, ella en susurros le pidió, por fin: “Abrázame y que nuestros corazones se fundan como dos sombras en una”.
Abrázame y que nuestros corazones
se fundan como dos sombras en una,
y hagamos de este éxtasis terrible 
un vapor leve que se desvanezca
en el más perdurable de los sueños
(Fragmento de Invocación a la Desdicha de P.B. Shelley)


Y aunque el amanecer planteó más dudas que certeza, ambos supieron que el más perdurable de los sueños había crecido entre ellos, que las agonías se quebraron cuando la boca mordida, los hambrientos dientes y los besados miembros se saciaron. 


Y él en su incertidumbre no dejaba de pensar.
¡Ah mujer, no sé como pudiste conternerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
(Fragmento Poema de Pablo Neruda)

Y ocurrió que el dios, buscando nuevos fieles, vagó por universos paralelos, y en los instantes en que apartó su mirada de ellos, en el cuerpo de Brennan —cuerpo de mujer de blancas colinas y muslos blancos—, el cuerpo de Booth—labriego salvaje— socavó hasta hacer saltar al hijo del fondo de la tierra.


Y Brennan, tierra feraz, perdió sus últimas certezas y encontró a la loba que entre sonrisas de boca tierna se preguntaba:
Oh niña graciosa -esta chica bajo un cielo de arándanos, 
¡ésta! ¿Cómo puedo decir que he sabido
justo lo que tú sabes y justo dónde tú estás?
(Fragmento Little Girl de Anne Sexton)

Y entonces fue cuando el viejo Zeus derrotado levantó los ojos de su tripa, los supo dichosos y dijo “Hágase el mal” y el mal fue hecho. A dentelladas los perros del infierno ensangrentaron su mundo y la desdicha, una vez más, entró en su casa. Mástiles desarbolados parecían los dos. 


No estaba de los dioses que El uno fuera para el otro. ¿No estaba? A los viejos dioses ensoberbecidos el pueblo termina derribándolos del pedestal. Y así ocurrió en esta historia, Booth y Brennan no estaban solos, las bonesheads humildes, hartas de tanta desesperación, juntaron sus voces. Era preciso salvar el amor, rejuntar los trozos, sumar las partes del todo. Y tanto gritaron que el dios para acallarlas consintió que uno de sus viejos enemigos, un ángel desterrado, sin alas ni campanillas —uno llamado Aldo que no sólo no creía en él sino que lo tenía por bastardo—, devolviera, entre bourbons destilados, a Brennan el don de la fe. Le bastó con recordarle el buen hombre que Booth siempre fue.


Y no regresó Aldo al cielo, dichoso, tras la barra de su paraíso perdido. Su consejo con respecto a dios:
No despertéis jamás a la serpiente,
por miedo a que ella ignore su camino.
(Fragmento poema P.B. Shelley)

Aprestaos a pronunciar vuestros votos. Que estos sean “Soy tuyo, tu eres mía, e igual que el primer día, el último, santificaré tu nombre”.

Así a este amor eterno en cuanto a lozanía
no le inquietan ni el polvo de la edad ni su ultraje,
ni a las inevitables arrugas deja sitio
sino que el tiempo antiguo le hace su paje eterno
(Fragmento Soneto 108 de William Shakespeare)


Y en eso estamos. Recordándoos que no es benéfico para los hombres enfrentarse con dioses olvidados, pero que toda rebelión es un acto de justicia en aras del amor. Porque nadie, ni siquiera un dios, puede convertir al amor en bufón del tiempo, ni lo breve de las horas y semanas puede alterarlo, sino afirmarlo hasta el fin de los días.

Y este es nuestro regalo. No lo olvidéis. Sed el uno para el otro y los dos para nosotras, las bonesheads.

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