En este tiempo de espera, cuando la felicidad ya no depende del trabajo bien hecho sino de un sí, de una última generosidad que derrote al no, cuando indefensa sólo puedes rogar que el destino y los dioses sean benévolos, aún en este instante en que esperas la alegría y no que vuelva la miseria, recuerda, la vida es buena. En The Devil in the Details (5.14) Lo aseguró Brennan y Booth convencido lo repitió. Es uno de mis finales preferidos, sencillo, ni sentimentalismos, dos amigos que comparten temores y esperanzas, esas somos ahora las boneheads, pase lo que pase no lo olvidéis "al final siempre sale el sol".
Aunque a veces como la señora Lewelly, la que observa tras un espejo a su hijo sano detenido por asesinar al insano, nos preguntemos ¿Por qué nos ha castigado Dios? ¿Por qué tanta espera? Somos buenas personas.
Aunque a veces como la señora Lewelly, la que observa tras un espejo a su hijo sano detenido por asesinar al insano, nos preguntemos ¿Por qué nos ha castigado Dios? ¿Por qué tanta espera? Somos buenas personas.
MOMENTO PARA RECORDAR
— ¿Vas a
preguntarme por Dios y el diablo?
—le pregunta Booth a Brennan
sentados a la barra del diner tomando
una taza de café, sin alegría, apesadumbrados, a pesar de haber detenido
al asesino, por la presencia del mal en sus vidas, en las vidas de la buena
gente.
— Sí —responde Brennan.
— Vas a preguntarme como pudo, como puede Dios
castigar a una buena gente —insiste.
— No, voy a
preguntarte cómo sigues creyendo en un Dios bueno después de un caso así.
— ¿Si mi fe se tambalea?
— ¿Sí? —quiere
saber Brennan.
— Sí —acepta Booth—, iré a casa me tumbaré, daré algunas vueltas,
me comeré el coco un poco. No sé, dudaré de todo.
—¿Te recuperarás?
— Siempre la recupero —le asegura aún
triste.
—Así que tienes
fe en que recuperarás la fe, ¿por qué?—quiere saber Brennan, siempre quiere saber.
— Porque el sol volverá a salir y mañana será
otro día —le contesta Booth con
una inyección de ciencia y filosofía existencialista en vena.
— Eso me lo sé
—contesta ella.
—¿En serio? —y
por primera vez se esboza en los labios de ambos una sonrisa.
— Um, um…
¿sabías lo que es recuperar la fe? —le pregunta incrédulo, después de todo ella
se declara atea.
Y Brennan, la científica racionalista, le
explica al creyente que en realidad ella también lo es:
— Cuando veo un efecto y soy incapaz de
discernir la causa, mi fe en la razón y las consecuencias se tambalea. —asegura.
— ¿Y qué pasa?
— Dos más dos son cuatro, le pongo azúcar
al café y me sabe dulce, sale el sol, la
tierra gira. Son cosas preciosas para mí —le confiesa entusiasmada— Hay
misterios que nunca lograré entender, pero donde quiera que mire veo pruebas de
que todo efecto tiene su correspondiente causa aunque no pueda verla y eso me
tranquiliza.
— La vida vuelve a ser buena —concluye Booth.
— La vida es buena —asegura Brennan.
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