En pleno siglo XXI, cuando hasta los ordenadores son
cuánticos y la teoría de las cuerdas está en franca decadencia (al decir de Sheldon Cooper el protagonista de The Big Bang Theory)
intentar reducir las nueve temporadas de
Bones a números, estadísticas y porcentajes parece lo que realmente es, dicho con todo
respeto, una simpleza.
¿Puede medirse el dolor, la verguenza que siente un niño cuando todo lo que tiene se guarda en una bolsa de basura? ¿Cuando lo que es, un ser humano abandonado, lo delata el olor a bolsa negra de plástico? ¿Importa a
alguien saber cuántos besos se han dado Booth y Brennan? ¿Cuántos asesinos en serie han atrapado? ¿Cuántos han
matado? ¿El número de balas disparado? No por cierto a los fans, ni tampoco sirve como base al estudio que en su día harán los antropólogos culturales sobre la serie. Ellos hablaran del carácter arquetípico de los personajes y de los roles de género intercambiados.
Lo de Bones, con el permiso del departamento de marketing de Fox no
son las matemáticas, ni la estadística ni la partida doble, los únicos números que importan de Bones
son los de los episodios, porque Bones, comedia romántica al fin y al
cabo, mueve emociones. ¿Puede cuantificarse el valor de un escalofrío? ¿La
alegría, el estremecimiento que provoca una mirada, un abrazo, el dolor de un recuerdo amargo?
La única ciencia capaz de explicar Bones sería
la física cuántica, porque qué es Bones si no dos caras opuestas e inseparables de un ser
humano. Ella todo cerebro y razón, él todo corazón e intuición. Dos
mitades que se buscan, se
repelen, se necesitan y se encuentran antes que en el guion en la mirada del espectador que esperanzado los mira.
Lo de Bones no
son los números, lo de Bones son
momentos que quiebran la soledad, amortiguan el corazón y desalojan nostalgias.
Pero cuando el momento Bones comienza de verdad es cuando Booth le pregunta por el reto que le lanzó mientras interrogaba a Shawn Sanders (Booth conseguiría que él y su hermano volvieran con su madre de acogida que había sido detenida por secuestro, hacía años del niño cuyo asesinato investigaban). Interrogatorio en el que Brennan, por primera vez, sin amargura, fríamente desnuda su pasado de niña de acogida que le igualaba con Shawn.
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