No es un momento luminoso, no es un
momento romántico, es el momento en que Brennan
se enfrenta con la muerte, con su conciencia.
Desde que era una niña, cinco años
tenía cuando encontró a su vecina muerta en la cocina, había convivido en armonía con la muerte. La estudiaba como
estudian los científicos los virus y las bacterias, con microscopio; veía sus
consecuencias y descifraba sus causas. Racionalmente. Hasta que…, hasta que ella
la convocó.
Matar
es fácil, un
accidente, una mala praxis, una pelea; pero ¿es tan fácil vivir sabiendo que has matado? ¿Qué has quitado la
vida a otro ser humano? Se puede racionalizar,
por supuesto, e incluso si uno es un psicópata puede disfrutar. Pero… un
ser normal ¿puede vivir en paz con su conciencia? Booth dice que matar tiene un coste. Él lo ha pagado.
El
momento Jasper, es el momento en que Booth ayuda a Brennan a superar el hecho que ha matado a un ser humano.
Sucedió en el episodio “The Blonde in the Game” (2.04). Este
episodio forma parte del arco que se desarrolló entre las temporadas primera y
segunda sobre el asesino en serie Epps.
En el episodio, escrito por Noah Hawley, Epps, que sigue en la cárcel, ha convencido a un antiguo compañero de celda para que imitándole secuestre y asesine jóvenes, su interés es no sólo satisfacer su morbo sino al mismo tiempo jugar con los sentimientos y la razón de Brennan.
En el tercer acto del episodio, Booth y Brennan que con la ayuda inestimable de Hodgins han encontrado el lugar dónde tiene
secuestrada el “amigo” de Epps a Ellen, su última víctima, se dirigen a
rescatarla. Antes de entrar Booth le
entrega un revolver recomendándole que no le dispare a él ni por supuesto a
Ellen, la víctima.
Cuando la encuentran, mientras Brennan la desata, Booth va a buscar al asesino. El lugar es un antiguo centro de
clasificación del correo, oscuro, con muchos trastos. El asesino sorprende a Booth golpeándole con una tubería en el
brazo, haciéndole perder la pistola. El asesino
continúa golpeándole, cuando va a machacarle la cabeza suena un disparo y el
asesino cae. Brennan le ha matado salvando la vida a Booth.
Incrédula, como seguramente
estaríamos cualquiera en ese trance pregunta:
— ¿Está muerto? —Booth lo comprueba.
— Sí, está muerto.
Y Brennan que no puede apartar los ojos del cadáver dice
reafirmándose:
— Tenía que disparar.
— Sí, has hecho bien —la consuela Booth, aunque ella sigue mirando al muerto, en shock.
Cuando le cuentan a Epps la muerte
de su cómplice, las cosas se complican porque sádico lo único que quiere saber
es cómo se sintió Brennan al
matarlo, si le gustó.
Y es en el último acto, en la
galería del Jeffersonian, cuando se
produce el momento Jasper. Es una de mis escenas favoritas de Bones. Los dos Booth y Brennan están en su papel, Brennan intentando ocultar su vulnerabilidad, el dolor que la muerte del asesino le provoca,
aunque testaruda la racionalice. Booth
consolándola sin agobiarla. Diciéndole justo lo que necesita oír. Siendo el
gran amigo que por entonces era. La persona a la que realmente le importaba como se sentía Brennan.
Cuando Booth llega, Brennan
tiene un vaso en la mano.
—
¿Vodka? —le
pregunta —A Brennan le asoma una
triste sonrisa.
— Agua —dice agitando el vaso—, agua
con hielo.
—
Oye, Bones, no sé si has entendido
la teoría de cómo emborracharse —bromea Booth acercándosele, cogiendo una silla y sentándose a su lado —. Lo que tienes que hacer —le explica— es pedirle una copa de whisky a un camarero
que sea duro y decirle que deje la botella en la barra.
— Vale, y lo que me estás trasmitiendo, Bones, es que estás bien.
Brennan coge una foto de una de las
víctimas y dice:
— No ha ganado —afirma Booth convencido.
— Lo sé —responde Brennan, aparentemente convencida.
— Estás molesta porque que crees
que nos ha ganado y sabes qué… Es cierto —le dice Booth contradiciéndose.
— ¿Ha ganado? —insiste Brennan incrédula.
— Sí.
— Has dicho que no —le recuerda.
— Pues he cambiado de idea.
— ¿En los últimos tres segundos? —le reprocha.
Pero Booth no le aclara su aparente contradicción. No la hay, en
realidad las dos cosas son ciertas, y más lo serían si Brennan llega a sentirse sucia como pretendía saber Epps.
— Te da miedo que Epps te haya convertido
en él, en una asesina —le explica— Tienes que aceptar el hecho que has matado a
otro ser humano. Porque cuando matas a alguien tiene un coste. Un coste muy
grande. Yo lo sé, he matado.
— Hice lo que debía —dice convencida.
— Lo sé. Yo estaba allí.
Pero Brennan nunca ha racionalizado del todo, lo aparenta, sí, pero por
la procesión va por dentro. Llora y una lágrima caer sobre la foto de Sarah.
— Mira lo que he hecho —dice sorbiéndose los mocos.
—
Bones, no importa.
— Sí, sí que importa —insiste cabezota.
— Tengo algo para ti.
— ¿Una botella de whisky?
—pregunta recelosa.
— Vaya… —dice emocionada,
más que por el regalo, por el detalle, él se ha acordado que ella dijo que de
tener una mascota tendría un cerdo.
— Lo superarás —le asegura Booth.
— Estoy seguro —responde Booth
convencido.
Y aunque la profunda tristeza que delata su rostro en la última imagen parece sugerir que Booth se equivoca, ahora, ocho años después podemos asegurar que sí, que Brennan lo ha superado, aunque eso vaya por cuenta de la sala de
guionistas de Bones.
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