¿Es idiota? —le
pregunta a Booth una iracunda señora afroamericana,
entrada en carnes refiriéndose a Brennan. Está escandalizada
porque la doctora, a la que la policía de Nueva Orleans ha detenido acusada de
cometer un asesinato del que no recuerda nada, colabora con ellos
sin importarle salir perjudicada— No me dijiste que era idiota —insiste
a Booth.
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— Es una brillante antropóloga forense —contesta.
— Y tengo tres títulos —le informa
arrogante la acusada.
— Tres títulos y sigue siendo tonta—responde
sarcástica la mujer.
Esta mujer iracunda se llama Caroline Julian y le da vida Patricia Belcher. Una de
esas actrices de presencia poderosa cuyas actuaciones nunca
pasan desapercibidas porque cuando aparecen en una escena se apoderan de ella.
En Bones cada vez que Caroline aparece con sus andares bamboleantes,
su malgenio, su causticidad y su acento sureño ¿Verdad, cherí? sabemos
no sólo que algo importante sucederá, bueno o malo, sino que suceda lo que
suceda sonreiremos, je ne sais pas pourquoi.
El anterior dialogo corresponde a su primera aparición
en Bones en el episodio The Man in the Morgue (1.19), escrito por Noah Hawley
y Elizabeth Benjamin, y lo ha vuelto a hacer en otros cincuenta
episodios. Ningún otro recurrente, ni siquiera los internos Wendell
Bray (Michael Grant Terry, 38), el doctor Clark Edison (Eugene Bird, 33), Daisy
Wick (Carla Gallo, 30) o Arastoo Vaziri (Pej Vahdat, 29) han
intervenido en tantos, a razón de cinco o seis por temporada. Pero…
¿QUIÉN ES CAROLINE JULIAN?
Los datos biográficos del personaje son escasos, sureña,
criolla, hecha así misma a base de estudio y trabajo (“Crecí
sin nada, cheri. Nadie debería luchar como yo lo hice” ep. 11.12), activista pro derechos civiles, pro educación de las
clases más desfavorecidas, firme defensora de la justicia, se hizo fiscal
porque desde que era niña soñaba con meter a los malos en cárcel aunque a
veces, cuando les vienen mal dadas, se pregunte porque no hizo caso a su madre
y se hizo bailarina de danza moderna.
— Quisiera
pedir que se retiren todos los cargos —le
pide al juez la asesina conocida como “la enterradora” en su defensa—, señoría.
— Te
gustaría eso ¿verdad? —le pregunta sarcástica Caroline con su acento más meloso— Todavía nos quedan pruebas, la
tierra de la escena del crimen y las cintas pidiendo el rescate.
— Esto
es una pérdida de tiempo y de dinero de los contribuyentes —protesta “la enterradora”.
— Sí
pierdo les mandaré a todos una nota de disculpa —responde decidida. (The Boy with the Answer 5.21).
Respetuosa con la ley y los procedimientos no por eso deja
de ser una celosa perseguidora de policías corruptos, asesinos en serie y una
madraza para sus chicos del FBI.
— Y la
fiscalía del estado, ósea yo, estará aquí para emitir ordenes, encontrar
documentos, hacer la colada, lo que sea para ayudaros (The Secret in the Siege 8.24).
Y una mujer de armas tomar,
látigo inmisericorde de cerebritos, como muestra su intervención tras
descubrirse en el juicio del episodio The
Man in the Mansion (2.14) que Hodgins había ocultado pruebas.
— Escuchad, chicos. El jurado está a punto de dar el
veredicto. Puede que ganemos o que perdamos; pero sí sé una cosa. ¡Tenéis que
ir espabilando! ¿Me habéis oído? Booth, y vosotros panda de cerebritos tenéis
una cosa muy especial, pero se os está yendo la olla.
Soltáis asesinos en serio de balcones (dice mirando a Booth).
Dáis nombres de sospechosos a padres vengativos (mira a Angela). Cortáis
cabezas antes de tiempo (mira a Cam)
que luego os envenenan. Salís volando por los aires por coger algo que no
deberíais (Zack). Extraéis fotografías de sus marcos (Hodgins). Destrozáis un
coche en perfecto estado sin haber ningún motivo para hacerlo (de nuevo Booth). ¡¿Estáis
atontados?! Empezad a usar esos cabezones, esto es el mundo real.
Bien. Sé que el de los bichos ha presentado su dimisión, la
recomendación oficial del departamento de justicia es la siguiente: Si ganamos
el caso recupera su trabajo, si perdemos Booth le pega un tiro.
Toma ya, eso sí que es un buen zurriagazo. Pero…
TIENE UNA
DEBILIDAD: BOOTH
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Cincuentona, entrada en carnes, sarcástica y gamberra, es
sobre todo una leal amiga de Booth,
por quien consigue que sus ojos cansados quieran ver con claridad otra vez, por
quien no sólo está dispuesta a asumir la defensa de una mujer a la que hasta en
pijama conseguiría que la condenaran, sino ir al infierno, acusar al diablo y
regresar junto a él.
¿Porquoi, cherí? je ne sais pas. Pero
aún en los peores momentos en los que la integridad y honradez del agente han
estado en tela de juicio (The
Recluse in the Recliner 9.24, The Conspiracy in the Corpse 10.01; The Loyalty
in the Lie 11.01 y The Brother in the Basement 11.02), Caroline se ha mantenido siempre a su lado, nunca ha dudado de él, siempre
aceptando que sus razones tendría para hacer lo que hacía, sintiéndose culpable
por no poder serle útil en su hora de mayor necesidad:
—
Debió ser un problema muy grande cuando no recurrió a mí.
— O lo conseguirá y será un héroe o el pobre muchacho morirá en
el intento— dice en estos dos últimos episodio cuando se descubre que Booth se ha unido a la banda de su hermano
para recuperar una lista de agentes infiltrados robada por un policía corrupto.
Por él, y también por Brennan cuando ya eran pareja, ha arriesgado
su carrera:
Soy una pobre fiscal federal y
Hasty es un pez demasiado gordo —le dice a Booth cuando le lleva las primeras pruebas
de la culpabilidad del juez en la muerte de Gemma
Arrington en The
Parts in the Sume of the Whole (5.16)
— Usted también —le dice una incompetente social Brennan, literal.
— Ya veo lo que pasa —se revuelve contra Booth—, siempre has querido este
despacho, harto de sentarte con la plebe, pues no pienso arruinar mi carrera
porque seas mono y quieras mi ventana.
Pero sólo eran ladridos de perra que no muerde porque su
corazón, más grande que su pechera late por él.
Y eso que
hubo un momento en el que lo traicionó, en el que las piernas le
temblaron, el gesto se le demudó y sus ojos sonrieron frente a un hombre y su
cámara, Andrew
Jursic a quien entre suspiros le
susurró su nombre (The
Blood from the Stones 8.20).
—
Caroline, querido, me llamo Caroline.
— Claro
que sí, Caroline, significa canto de felicidad.
— Lleva
una cámara en la cabeza
—Lo sé,
así tengo las manos libres.
—
¿Sabes que estás grabándome?
—
Intento alegrar a la cámara.
Fue
un momento de debilidad, toda mujer tiene derecho a uno, porque
para ella sólo hay un hombre, Booth por cuyos huesos, su sonrisa picarona
y sus ojillos de alfiler se derrite, con el único que termina compartiendo sus
buñuelos ¿o no os acordáis cuando le preguntó? (The
Teacher in the Books 10.12)
—
¿Seguro que no quieres dejar a esa preciosa doctora que tienes y huir conmigo?
Pero
lo dice con la boca pequeña y el corazón encogido, porque con el tiempo, a
pesar de lo mal que empezaron…
— ¿Quién
es esta otra? —le
pregunta a Booth cuando se presenta con Brennan y Angela en su despacho para presentarle las
pruebas que acusan al juez Hasty en The
Parts in the Sume of the Whole 5.16
— Una cerebrito —contesta Booth.
— Soy la doctora Temperance
Brennan
— No
te molestes —le
advierte Booth —nunca recuerda a los cerebritos.
— ¿Por qué?
— Porque se vuelven blandengues y
muy debiluchos en el estrado, así que prefiero no acordarme de la última vez
que me dejaron tirada cuando los vuelvo a ver.
… Y
lo mal que continuaron… ha terminado queriéndola y respetándola.
— Esa que ves ahí es una gran
mujer —le dice al doctor Sweets cuando al finalizar el juicio de Max Keenan, el doctorcito, le
pregunta si presentará cargos contra ella por haber manipulado las pruebas y el
juicio en busca de la absolución de su padre.
EL
HADA QUE UNIÓ A BOOTH Y BRENNAN
Creo
que todos los fans estarán de acuerdo en que sin Caroline Julian, Bones no
sería Bones. Estoy segura de que cuando Noah Hawley y Elizabeth Benjamin crearon el personaje no previeron
la relevancia y trascendencia que tendría en la serie, pero sobre todo en la
relación entre Booth y Brennan. Pero
llegó Patricia Belcher, robó la
escena y se hizo imprescindible.
Oficialmente
(lo dijo Booth en el episodio 11.18)
es el doctor Sweets el responsable
de que Booth y Brennan terminaran
juntos, pero para mí que se equivoca (tal vez en homenaje al amigo
desaparecido), para mí no hay duda de quién es la responsable de que al final “lo hicieran”. Caroline Julian, la mujer que con elegancia y discreción se enjuga
las lágrimas durante la boda de la pareja. La mujer que desde el principio,
incluso un año antes de que los conociéramos, supo ver en sus rostros y en sus
miradas el futuro. Y nos regaló a las fans dos escenas inolvidables entre Booth y Brennan.
Crédito del gif @jigsmave |
Antes
de que en el episodio The Mastodon in
the Room (6.01) fuera Caroline
la responsable, con sus manipulaciones, de hacerles regresar de su escapada al
Jeffersonian; antes incluso de que se conocieran fue el hada madrina de su
relación.
¿Recordáis en The Parts in the
sume of Whole (11.15) como después de que Brennan pegara al juez, obliga a Booth a despedirla?
— Échala
y di que no la conoces —le ordena— Con suerte Hasty sólo la
demandará a ella.
— No
puedo hacerlo —protesta Booth.
— No
tenía que haber estado allí; pero te entiendo —añade Caroline—, yo he dejado que alguna vez una
cara guapa me lleve por el mal camino. La tuya por ejemplo.
— Venga,
no es por eso.
— Claro
que sí —asegura Caroline, y
entonces le dice lo que todos sentíamos— Veros juntos es como volver a primaria. Pero
esto no es el colegio, Booth. Ya eres un chico mayor. La preciosa científica
está despedida sólo que aún no lo sabe. Y ese detalle es el tú tienes que
rectificar. Un consejo, emborráchala.
Y Booth la emborrachó y se emborrachó y
todos sabemos lo que por primera vez ocurrió.
— Tengo
ganas de besarte —dijo. Y la besó. Que luego se quedase sólo bajo la
lluvia va a cuenta de los doce años de ilusión porque la simiente había sido
sembrada.
Y aunque a lo largo de la serie ha habido muchos episodios en los que Caroline, traviesa, ha insistido en llamar a Brennan la novia de Booth. En el que de verdad se comportó como un hada madrina, como una mujer gamberra fue en The Santa in the Slush (3.09) Esa escena no tiene desperdicio. No sólo porque termina como termina, sino porque empieza como empieza.
En la “cocina” del FBI, dónde Caroline “exquisita” se prepara un café, un café al que no le encontrará el gusto, con el que irá y volverá de la cocina al ascensor, del ascensor al microondas, del microondas a las manos de Brennan. Brennan le está pidiendo un favor, que como fiscal del caso de su padre haga un informe favorable para que les concedan la caravana de la que dispone la cárcel para que los presos reciban visitas privadas de sus familias. A Max se le ha antojado pasar la Navidad en familia, y aunque a Brennan no le hace mucha gracia la Navidad, aunque estaba dispuesta a marcharse a Perú a sacar huesos viejos.
Booth la ha convencido para que le pida el favor a Caroline, aunque se lo ha advertido. “Es abogada.Te pedirá algo a cambio.” “Es justo” Responde Brennan.
Justo, justo no creo que lo sea. Porque cuando después de tanto ir y venir con el maldito café en la mano, Brennan le pregunta a Caroline si lo hará, esta le responde:
— Lo
haré.
— ¿Lo
hará? — se extraña Brennan.
— Sí,
con una condición.
—
Booth me lo advirtió.
— ¿Qué
yo le pediría que le bese?
Y Brennan, inocente se ríe, encuentra la
condición graciosa. Literal, como siempre, responde:
— No,
¿va en serio?
— Ni
en la mejilla ni en la nariz, un beso en los labios. Quiero que le bese bajo el
muérdago.
—¿Darle
un beso? — vuelve a preguntar Brennan,
incrédula ante lo que oye.
—Así
es, cherí.
—
¿Por qué?
— Porque
eso me divierte.
—
¿Por qué? —Insiste Brennan a quien la genialidad no la
ha preparado para enfrentarse a alguien como Caroline.
—
Porque son la doctora Brennan y el agente especial Seeley Booth y es Navidad y
porque tengo un lado gamberro que no pienso negar.
Y ese
lado gamberro, nos regaló el, por entonces, primer beso de la pareja. Creo que “lo
hizo” porque al igual que los fans Caroline
estaba cansada de tanto impasse, porque querría saber lo que sucedía, como
nosotros, cuando sus bocas y sus lenguas se saboreasen.
Y lo que ocurrió cuando
Caroline les empujó el uno hacia el
otro bajo el muérdago fue que Booth y
Brennan, que debían besarse en los labios al menos durante un barquito, dos
barquitos, cinco barquitos (en español) estuvieron a punto de hundir la flota
americana en el Pacífico.
Y
hasta aquí hemos llegado, todavía asombrados por "el milagro" hasta la temporada
12 y última, con Booth y Brennan
amándose intensamente, aceptándose el uno al otro, reconociendo que la
felicidad de cada uno reside en el otro y en la familia que han formado. Hay
quien augura que su matrimonio será puesto a prueba, no lo dudo. La prueba no durará ni siquiera un episodio, porque si algo hay irrompible en Bones es el amor
entre Booth y Brennan.
Crédito gif @seeleys.c.o.vu |
Y
seguro que Caroline, el hada gamberra,
estará como siempre a su lado,
luchando codo con codo contra los malos, ayudándoles a que la ley, la justicia
y su amor prevalezcan. Lo veremos.
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