De Rima Ibrahim
Antes
de dar inicio a este pequeño análisis debo mencionar que a partir de mediados
del siglo XIX (19), el tratamiento de los personajes femeninos se hace aún más
complejo que en épocas anteriores, debido a que desde ese entonces se empezó a
romper con el mito de que las mujeres éramos seres despojados de racionalidad,
ya que antes se nos consideraba sólo como "un bello animal", sin
pensamiento ni razón, así literalmente lo decían los hombres y así,
sumisamente, lo admitía toda la sociedad femenina, fuese de la clase social que
fuese, plebeya, burguesa o noble, las féminas aceptábamos con resignación que
aquello era así.
Sin embargo, más tarde, todas las ideas nuevas, la filosofía revolucionaria de los franceses, las gestas de independencia, entre otros aspectos, hicieron mella en todos esos pensamientos obsoletos y así fue como, de forma paulatina y callada, se fue gestando lo que hoy en día denominamos la liberación femenina, la cual aún continúa su curso. Es obvio que ese proceso de emancipación se inició en la parte intelectual, en los libros, ya que empezaron a surgir mujeres escritoras, que a pesar de usar pseudónimos, se sabía de su identidad y de su autoría en algunas obras. Es que, aún así, antes de eso, los críticos literarios han afirmado que existen pocas escritoras mujeres en la antigüedad, no obstante, los personajes femeninos, a pesar de pertenecer a obras escritas por hombres, han sido y son los que de verdad mueven las historias, son la musa y los que dan vida a las obras, y así ha sido desde siempre, ello se debe a que era obvio que el público lector y consumidor estaba conformado mayoritariamente por mujeres, quienes eran las que disponían de tiempo suficiente para el ocio y la lectura de novelas, por ende, ése era el sector que buscaba inspiración mediante personajes con los cuales sentirse identificadas. Es importante recalcar que esto también aplica en la narrativa moderna, representada en el cine y la televisión.
Primero
que nada, debo mencionar que a lo largo de estos años, leyendo numerosos
comentarios de fans de Bones, me
sorprendía la gran cantidad de fans que afirmaban ser seguidores de la obra de Jane Austen, y han sido fans de varias
partes del mundo; por otra parte, casualmente estaba teniendo problemas con mi
tema de tesis del Máster, que no era otro que el desarrollo del personaje
femenino tanto en las novelas como en las versiones cinematográficas, recuerdo
que allí mi tutora me sugirió que me fijara más que nada en el personaje
masculino y en su función dentro de la obra, me dijo, “verás que un esquema recurrente
en las obras de Austen es que el personaje masculino hace crecer al femenino”,
en ese momento automáticamente recordé a Bones,
cosa que me ayudó a entusiasmarme aún más con el trabajo (gracias Bones!!!)...
Pude,
gracias a nuestra serie, llegar más allá de lo que debía en la lectura de Emma, a mi parecer, la obra
mejor escrita de Austen, ya que
representa la obra hecha en su madurez como mujer y escritora. A diferencia de Orgullo y Prejuicio, su obra más
popular, la que representa su juventud y primer salto a la fama, Emma Woodhouse y Mr Knigthley no
enfrentaban un tema de “tensión sexual
no resuelta” como en el caso de Elizabeth
Bennet y Mr Darcy, en Emma
más bien existe una relación “aparente” de fraternidad y amistad, dada su
condición familiar de concuñados, aparentemente Emma veía a Mr Knigthley
como a un hermano, pero en verdad no se daba cuenta del inmenso amor que había
nacido en su corazón.
Como
bien lo advirtió Austen antes de
publicar su obra: “voy a coger una heroína que excepto a mí, no gustará mucho”;
porque Emma era una chica altiva,
arrogante y encantadora a la vez y quizás un poco pretenciosa...¿se puede comparar el caso de Emma con
el de Brennan?, yo pienso que sí, porque al principio de la serie Brennan era una mujer que solía caer
pesado tanto a la audiencia como al resto de los personajes, cosa que se fue
solventando a lo largo de la serie hasta el punto de llegar a ser uno de los
personajes más queridos de la TV.
Emma era una mujer
afortunada, el modelo que muchas jóvenes de su pueblo querían seguir, debido a
su inteligencia, riqueza, buen porte y educación, a pesar de sus defectos y su
frivolidad, Emma no dejaba de mostrar
cualidades como la nobleza, su sentido de la amistad, la fidelidad con los
suyos, su impetuosidad y poder de decisión (algo impensable en las mujeres del
siglo XIX). Su preocupación por ayudar a otros la ha llevado incluso a ejercer
cierto control sobre el destino de las personas que ama con el propósito de
conducirlas a la felicidad, cosa en la que falla a veces. En medio de todas
estas equivocaciones, Mr Knigthley
viene a ser la voz de la conciencia y el guía de Emma, ya que muchas veces, ella, sin intención, llega a herir
cruelmente a algunas personas, por simplemente mencionar hechos que no se
pueden cambiar, como por ejemplo el hecho de que Ms. Bates sea una mujer fea, pobre y solterona, por ello, en varias
ocasiones, vemos a Mr Knigthley
reprender y corregir a su amiga para enseñarle a ser prudente y tolerante, cosa
que Emma acepta con todo dolor y resignación, debido a la gran confianza y
afecto que profesaba a su mejor amigo. En pocas palabras, ella le permite que
la corrija para que la ayude a crecer como ser humano. Los personajes de Jane Austen eran mujeres que anhelaban
superarse a sí mismas y mejorar sus status desde el punto de vista moral,
social e intelectual, en ningún momento buscaban superar a los hombres, sino
mejorar para sí mismas.
Emma, al igual que Brennan, buscaba superar sus carencias
(que todos las hemos tenido alguna vez), no era una mala persona, más bien era
noble y desprendida, con el afán de ayudar a la humanidad, a su manera, pero
ayudando al fin y al cabo, eso es más que suficiente para dar al traste con
cualquier eventual sentimiento de celos, envidia o vanidad. Pero para superar
esos obstáculos estaba a su disposición un ser preocupado por el bienestar y la
estabilidad emocional de su potencial pareja, el amigo y compañero que más que
una actitud de hermano, nos hacía ver una relación “paternalista”; Mr Knigthley era el que se ocupaba de
guiar a Emma por el buen camino
aparte de velar por su estado emocional. Tal vez por estar ambos absortos por
corregirse mutuamente (porque Emma también
lo hacía, tampoco era sumisa), y por estar en una estrecha competencia de
conocimientos, ninguno supo leer en el otro el verdadero sentimiento de amor
que los embargaba, cosa que afortunadamente llega a buen término para llegar
finalmente a ser felices para siempre.
Emma y Brennan, a pesar de sus
defectos, en el fondo, eran mujeres dulces y sensibles, y por sobre todo
ingenuas e inocentes, factores que las liberan finalmente de toda culpa ante
cualquier acto de vanidad o arrogancia que hayan cometido. Al final de sus
historias ambas alcanzan un final satisfactorio, completan su evolución y
crecen como seres humanos gracias al incentivo de sus grandes amores, Mr Knigthley y Booth, porque finalmente
todo ser humano tiene derecho a equivocarse y cometer errores y a su vez, saber
rectificarlos.
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