O en traducción libre “la perdición de
la melancolía”. La de los fans de Bones.
Después de una semana de descanso
Bones ha vuelto, quién lo iba a decir, a mediados de marzo y emitiendo el
capítulo 19, rápido, rápido camina la octava temporada hacia su final. Lo primero que
hay que aclarar es que después del descanso nada ha cambiado en Bones, ha vuelto
por donde solía. The Doom in the Gloom sin ser un mal episodio, no ha sido muy
diferente a otros de esta temporada, un poco más divertido si cabe y sin causa
perdida por salvar. Así que sí, se puede decir que Bones ha vuelto por donde
solía esta octava temporada. A atrapar asesinos por medios más o menos científicos
y hacerles confesar sin necesidad de tortura. Lo que tal y como van las cosas
por el mundo hoy en día es, no me cabe duda, todo un éxito.
En The Doom in the Gloom investigan
el asesinato de una exmarine cuyos restos aparecen abrasados tras una
explosión y posterior incendio. Las investigaciones preliminares llevan al
equipo a descubrir que estaba obsesionada con la llegada del fin del mundo y su
relación con un grupo de gente dirigida por el doctor “Apocalipsis”. Dado el
estado en que se encontraban los restos y los artefactos y armas que encuentran
en el lugar del suceso, los aportes científicos han sido más ¿importantes? que
en otras ocasiones.
El doctor Hodgins ha disfrutado como
un enano disparando toda clase de artefactos, cañones, escopetas, balas,
gelatina y gritando ¡Fire in the hole! Que fueran o no relevantes para la
resolución del caso era lo de menos. Lo divertido han sido los experimentos en
sí, para él y los espectadores. El trabajo policial en Bones , ya sabemos, es lo de menos, ni
está ni se le espera.
Perdón sí, en este episodio ha
intervenido un equipo de Swat del FBI, un equipo Tic-Tac, como los solía llamar
el agente Booth, para con él al mando, desenterrar a un grupo de esos seres
extraños, pirados, que sólo habitan en los Estados Unidos y que convierte su
vida en un continuo sin sentido por protegerse del fin del mundo, y a los que suponían
fuertemente armados. Al final, después de volar la entrada del bunker y
aprestarse a defenderse del posible ataque, la vanguardia del enemigo ha
resultado ser una cabra y dos gallinas. Humor creo que se llama. Como cuando Hodgins lo ha puesto perdido de gelatina.
En cuanto a la resolución del crimen, con tanto experimento, ha resultado un tanto
liosa, demasiadas matemáticas, demasiados cacharros, demasiados planos,
demasiados olvidos. Lo determinante al final para atrapar al culpable ha sido
algo fuera de toda ciencia y trabajo policial, el sabroso cotilleo de otro
sospechoso. La culpable era una guarra y la suerte para nuestros investigadores
que en una semana no se había lavado las manos. ¡Atrapada! Bien hecho. Bien
resuelto. Y es que ya lo dijeron los productores ejecutivos en una entrevista al
comienzo de la temporada: Bones en la octava volvía a los principios. Es decir,
a ser un procedimental ligero con episodios autoconclusivos, protagonizado por una
pareja científica ella, policía él, que resuelven semana tras semana asesinatos, y que además tienen una hija. Episodios intercambiables con dotes de humor
macabro y algunas vísceras. Y lo han seguido a rajatabla, no han engañado a
nadie.
Los productores han renunciado a
seguir con lo que en las últimas temporadas ha sido el núcleo de la historia,
la relación entre Booth y Brennan y la transformación del carácter de ésta; aunque en el episodio The Ghost in the Machine y sobre
todo en el famoso The Shot in the Dark
se aventuró algo en ese sentido fueron dos tiros solitarios con una sola bala
que enseguida se descongeló. Por contra
la relación de la pareja, salvo los dos episodios del principio de temporada, si
que se congeló definitivamente y así durante los restantes hemos
visto a un viejo matrimonio discutiendo por
cosas estúpidas como un crucigrama o la candidatura a la presidencia de los
Estados Unidos y a una madre, abnegada, que de vez en cuando da de comer a una
niña y le hace mohines; con decir que lo más emotivo ha sido la discusión sobre
dónde y cómo van a ser enterrados, está dicho lo viejos que son. Aunque para
que no nos olvidemos en The Doom in the Gloom les han llamado “Mister an
Mistress Sweet”, confundiéndoles con los padres del doctor. Y realmente
no se equivocaban.
Y es que esa está resultando, mal
que les pese a las melancólicas fans, la gran novedad de la temporada. La adopción
del personaje del doctor Sweet por la pareja protagonista y en consecuencia la promoción
del actor que lo interpreta John Francis Daley de actor de reparto a coprotagonista. ¿No es así
como debemos entenderlo cuando, precisamente el único arco serializado de toda
la temporada lo ha tenido a él precisamente por protagonista? Comenzó en el
cuarto episodio con la ruptura con Daisy, su traslado a la casa de Booth
y Brennan compartiendo su intimidad, su exaltación en la sala de
interrogatorios y en los trabajos de campo (si hasta lo convirtieron en héroe en Method To the Madnes, donde se hace con la bomba y resulta herido), el abandono hoy del nido y lo que nos espera,
la reconciliación de la pareja (que ya ha comenzado).
En la novena temporada encabezará, detrás de Emily Deschanel los títulos de
crédito.
Y no cabe sino felicitar a los
productores ejecutivos, hasta ahora, la audiencia les ha respondido, esa
audiencia que sólo busca entretenerse un rato con unos personajes que le son
familiares, la que quiere casos amenos, al ser posibles que denoten cierto apego
por el sentimentalismo y las causas perdidas, y Bones esta temporada todo eso
se lo ha dado. ¿Exigencias de la cadena? Tal vez, porque no hay que olvidar que
se emite, en una gran cadena de televisión americana. Y la cadena, por ahora, está feliz y contenta,
tanto como para renovarla por una novena temporada. Después de todo estaba
obligada, tal y como le van las cosas con sus últimas series. Bones ha resultado
ser el único éxito que tienen en antena.
Y del que se permite, a su entera
conveniencia alterar desde el orden de programación, hasta los episodios a
emitir en mitad de la temporada. Y así, en septiembre anunció que la octava
tendría 22 episodios, pues ahora han rectificado y tendrá 20, aunque se
emitirán 24, (cuatro corresponden a los bonus que no se emitieron en la séptima
temporada). Los dos que faltan, bonus
para la novena. Actores, productores encantados de haberse conocido. Las fans
no tanto, pero esas no importan, esas siguen, seguimos ahí, semana tras semana
y posiblemente seguiremos hasta el último fundido a negro. Sufriendo de
melancolía como la pareja protagonista cuando el hijo se les va y ya no les queda nada que decirse.
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