miércoles, 31 de julio de 2013

ORANGE IS THE NEW BLACK. LOS HECHOS Y LAS CONSECUENCIAS.


Una mujer joven, una wasp  (blanca, anglosajona y protestante), graduada por la universidad femenina de Smith, se enreda con una mujer que trabaja para una red de narcotraficantes, la ayuda en el blanqueo de dinero y por un tiempo, a costa de la droga, disfruta la vida loca, grandes viajes, lujosos hoteles, ropa cara y dinero, mucho dinero, por un tiempo; luego se asusta, abandona a la amante y regresa a la vida acomodada y sin sobresaltos que le esperaba como mujer rubia, e “Hija de la Revolución”, comida orgánica, productos artesanales, casa en Brooklyn, novio formal. Hasta que de repente el pasado olvidado vuelve y exige reparación. La mujer joven, blanca, anglosajona y protestante ha sido denunciada y tiene que cumplir una condena de un año de prisión.


Eso le ocurrió realmente a Piper Kerman. Piper cumplió su condena en Dambury, una cárcel de mínima seguridad del estado de Nueva York, y  cuando salió escribió un libro de memorias titulado Orange Is the New Black: My Year in a Women's Prison contando sus experiencias en la cárcel, se casó con su prometido (quien como novio formal de una presidiaria había conseguido vender al New York Times dos artículos hablando de su relación, aquí el enlace al títulado “Amor Moderno”). Ahora Piper da conferencias sobre la necesidad de reformar la legislación penitenciaria en Estados Unidos.


Con esos antecedentes no parecía que fuese a resultar muy interesante la serie que Netflix, la plataforma de internet, puso a disposición de sus suscriptores el 11 de julio (13 episodios) y renovó para una segunda temporada antes incluso de su estreno. Tenían razón en hacerlo porque Orange is the New Black está siendo la serie de moda este verano con permiso de Unther the Dome. La responsable del éxito no es otra que la productora y guionista Jenji Kohan, que ha adaptado para la televisión el libro de memorias de Piper Kerman.





La serie comienza el día que Piper, Piper Chapman en la serie (interpretada por Taylor Schilling),  ingresa voluntariamente en la prisión de  Litchfield. La acompaña resignado su modélico novio Larry (Jason Biggs, de American Pie). Como buena americana está dispuesta a cumplir su condena, sólo serán quince meses “¿Qué son quince meses?”, y además piensa aprovecharlos bien, estudiará, “Leerá todo lo que hay en su lista de deseos de Amazon” y hasta… bueno ¿por qué no?, hasta podría entrar embarazada en prisión para no perder el tiempo. Al final se conforma y sólo desea que Larry mantenga actualizada su página web y que no vea solo Mad Men, que la espere. Luego, antes de que haya transcurrido la primera semana encerrada, los deseos cambiarán porque cuando se despierta por las mañanas hay un instante en que se siente bien, hasta que descubre dónde está y entonces se da cuenta de que no puede respirar y entonces sólo quiere llorar y suicidarse.


Y eso que sobre las puertas de  la cárcel de Litchfield, Piper no leyó lo que según Dante Alighieri estaba escrito sobre las puertas del infierno “Vosotros los que entráis perded toda esperanza”. No las pierde, se siente protegida, por el sistema, por sus conocimientos, sus relaciones, su clase y su apariencia de niña buena y como tal actúa al principio, tratando a las otras reclusas con condescendencia y superioridad, como si la prisión fuera una especie de internado y ella la niña de oro. Pero no lo es, “Ten cuidado pequeña, esto no es América”, le advierte alguien. Porque en Litchfield, como en cualquier entorno cerrado,  hay una lucha soterrada por el poder entre los funcionarios y la dirección, entre las reclusas y los funcionarios, y, como no, entre las propias reclusas. “Ten cuidado con los funcionarios, van a ser agradables y te van a utilizar, cuando te hayan usado te van a tirar y no vas a ser nada”, le aconseja otra. Pero Piper, ensimismada, no percibe el peligro. “No tiene sentido hacerte la tímida, estás en casa”, le advierte “Pornstache”, un funcionario al que interpreta Pablo Schreiber mirándola lascivamente mientras se viste.


Y poco a poco Piper, al mismo tiempo que va perdiendo la esperanza de que los quince meses sean sólo un paréntesis en su privilegiada vida, descubrirá que los hechos y los actos no son sólo cosas que ocurren, errores que se cometen y se olvidan, que lo que haces o dices o dejas de hacer o de decir tiene consecuencias, porque frente a ti hay otro ser humano intentando sobrevivir y a quien tus actos, tus palabras o tus omisiones pueden cambiarle la vida, iniciará sola un viaje imprevisto hacia el interior de sí misma porque su novio y su amiga, atentos a sus esperanzas y  ambiciones no dudarán en utilizarla en su beneficio. “Piper, le dice su gran amiga, todos tenemos nuestra mierda”.





También las otras, reclusas que no mujeres, con las que comparte la vida, cada una con su horror y su pasado a cuestas. Esas, asesinas, rateras, drogadictas, prostitutas, que sólo esperan cumplir la condena de la manera más rápida y amable posible. Esas que son conscientes de que están presas no sólo por tomar malas decisiones sino por tener la mala suerte de que las pillaran, por que como dice Poussey,  "Nadie está allí por haber hecho un giro equivocado al ir a la Iglesia". Esas, esas si saben  que están indefensas, en manos de los que tienen el poder ya sean funcionarios, prisioneros o familiares y también que los actos, las palabras y las omisiones tienen consecuencias y además acarrean amargos rencores y odios insuperables.


Pero a Piper le cuesta aprender, no está acostumbrada, a los de su clase las consecuencias no les alcanzan, y aunque parece que entre equivocaciones, despistes y errores va sorteando el infierno, al final aprenderá de la manera más terrible que en la cárcel todos los actos, aún  los realizados con las mejores intenciones, rebotan contra las rejas y las paredes y se vuelven contra uno mismo como un mal sin remedio. Y también descubrirá en su viaje interior que no es la mujer progresista, culta, inteligente y comprensiva que se pensaba, sino un ser irracional dispuesto a matar ya no sólo por defender su vida, ni por instinto, sino por ira y rencor.


Y aunque el viaje interior de Piper no deje de ser un cuento aleccionador y emocionante, no es menos cierto que si Orange is the New Black es una gran serie, lo es por sus diálogos, a veces cortantes como el acero otras chispeantes, porque además de sentimientos hay humor, mucho humor, negro y blanco, políticamente correcto e incorrecto, pero sobre todo por la colección de personajes magníficamente construidos que acompañan a la protagonista, por los flashback que nos permiten abandonar Litchfield y perseguir la gallina de la emoción más allá de las rejas y saber de su pasado y las causas que los han llevado hasta allí. Los principales están en esta foto:





De izquierda a derecha, Red (Kate Mulgrew), la dueña de la cocina, dura como el pedernal y al mismo tiempo una "madre" que igual protege como castiga y de quien en la vida real, se burlaban las mujeres de plástico de los mafiosos rusos con los que se relacionaba su marido. La siguiente, dándole la espalda, Morello (Yael Stone), la mujer que sólo espera salir de prisión para casarse con su novio a pesar de que la ha visitado una sola vez y pasa los días organizando la boda y la luna de miel, pero que mientras tanto se lía con Nicky (Natasha Lyonne), la rubia a la tiene medio abrazada, ex drogadicta, una niña rica dura por fuera y blanda y dulce por dentro, siempre dispuesta para el amor. 



Junto a PiperAlex (Laura Prepon), su antigua novia, encuentro que provocará en Piper sentimientos encontrados, odio porque piensa que la denunció y amor, deseo de estar juntas de nuevo, y en Larry celos y mezquindad. Por encima de Nicky, peinando a Alex, Sophia (Laverne Cox), su historia es la de un bombero, casado, con un hijo que siempre se sintió mujer y luchó, para conseguirlo ayudada por su esposa a quien le daba igual que su marido tuviera tetas siempre que la quisiera;a la izquierda de Piper, “CrazyEyes”, Suzanne (Uzo Aduba), la primera que la ayuda y que a cambio quiere que sea su mujer, el poema que le dedica, el dolor que siente cuando descubre, gracias al repelente Larry, lo  que Piper opina sobre ella es conmovedor, y uno de los grandes momentos de la serie. 



Apoyada en ella se encuentra Poussey (Samira Wiley) , una mujer divertida y con los pies en la tierra, gran amiga de mi favorita, Taystee (Daniel Brooks). La historia de Taystee, la afroamericana de cabeza grande, es con mucho la más triste de la prisión, sus raps y sus poemas son una diversión para todas, pero es una mujer  que no tiene familia ni un lugar en el mundo donde ir; de las casas de acogida pasó a los correccionales y finalmente a la cárcel, a la que vuelve voluntariamente porque al menos en la prisión conoce las reglas para sobrevivir, tiene un lugar limpio dónde dormir y disfruta con su trabajo de bibliotecaria, para ella, el mundo de fuera es el infierno,




Hay tres latinas, Gloria (Selenis Leyva), que se quedará con la cocina de Red y le volverá las tornas y las dos de la esquina, las Díaz, madre e hija (Elizabeth Rodriguez y Dasha Polanco) que se llevan a matar y a las que un embarazo no previsto unirá; Y para el final, arriba, en la esquina derecha, Pennsatucky (Taryn Manning), la Némesis de Piper, pequeña, fundamentalista, cateta y sin dientes,  que en su locura la arrastrará hasta el infierno en el que nunca creyó.


¿Se librará del infierno Piper? La respuesta el próximo verano cuando se estrene la segunda temporada de Orange is the New Black.

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