Sí, de verdadera mala
suerte. Y no lo digo sólo porque en los cuarenta y dos minutos que dura el
episodio, la de arriba haya sido la única vez en que Booth y Brennan aparezcan de frente y en el mismo plano, que sólo
lo sería para los muy fans de la pareja, para aquellos que consideran que Booth y Brennan son el centro de Bones
y cualquier línea que lo rompa, es un desaguisado.
Ni tampoco por la
víctima del caso, ese maestro de la manipulación, seguidor de Stanley Milgran, un psicólogo social de la universidad de Yale que
para comprender si los cómplices de los nazis eran culpables de las atrocidades
cometidas o sólo obedecían órdenes, ideó un experimento para probar cuánto
dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo
pedían para un experimento científico. Comprobando que autoridad con que se
impartían las órdenes se imponía a los imperativos morales de los participantes
y aún escuchando los gritos fingidos de los que eran torturados seguían
apretando el botón que infligía el daño (Paul Levinson en su reseña del episodio lo cuenta).
Pues
ese implacable destroza
personas a la semana de comenzar su año sabático, ¡quién lo pillara! resulta
asesinado y no por venganza de uno de sus afectados sino por algo tan trivial
como un cascabel ¿por qué no se lo pondría al maldito gato? Más que un caso de
mala suerte lo suyo parece un caso agudo de cabezonería.
Ni mucho menos por Wendell Bray, el interno enfermo de
cáncer en remisión, que cuando por fin encuentra la mujer por la que, según le
profetizó Booth en su día, merecía
la pena luchar contra la enfermedad, la que será su esposa, con la que posiblemente tenga los hijos que esperan
por nacer; asustado se niega a darle una oportunidad ante el temor a que
todo sea un trampantojo y la felicidad prometida se convierta en un doloroso
adiós.
Ni tampoco por su
Julieta enamorada, mujer fuerte y decidida, que no se achanta ante lo incierto
de la vida, que no sólo logra enamorar al remiso Wendell sino convencerlo de que la promesa de la muerte no sólo no impide
saborear los besos, sino que los hace infinitamente más deseables: y tan solo
con una balada romántica de los ochenta y una ensalada de pollo por armas.
Ni siquiera por Booth quien por su mala praxis al
volante (¿recordáis la imagen en que conducía sin manos?), aunque digan que es
por no pagar unas cuantas multas, tiene que volver a examinarse del teórico de
conducción. Él se lo toma como unas vacaciones del crimen, hace bien que para
eso es el jefe y tiene a un subordinado trepa dispuesto a lidiar con lo que sea
con tal de dirigir un día el FBI, incluso con la mujer del jefe. Lo cual
sabiamente aprovecha para tomarse también de ella unas vacaciones (no de su
mujer-mujer, sino de su mujer-genio, esa que cree que todo lo puede, que todo
lo sabe).
Ni mucho menos por Aubrey, que de trepa ha pasado, sin
comerlo ni beberlo (en el episodio no toma siquiera un café a pesar de sus
anteriores atracones) en un gran activo para Bones consiguiendo, a pesar de sus reticencias primeras, la
admiración de la doctora Brennan por
sus conocimientos en química. Que el ph de la sangre absorbida por las raíces
cambiara el color de las hortensias no creo que sea de general conocimiento
para los chicos de secundaria norteamericanos y sin embargo él lo sabía.
No, no se puede decir
que lo suyo sea cuestión de mala suerte. Obtiene un puesto de trabajo de
colaboración con el agente más famoso del FBI sustituyendo a un muerto y en
sólo nueve semanas consigue ponerse al mando, sustituir al jefe y resolver un caso. La verdad es que el chico
tiene una gran capacidad de discernimiento con los sospechosos en la sala de
interrogatorios “Dime cuando tengo que
comenzar a creerme lo que dices”. Y aguanta muy bien las impertinencias de Brennan, aunque Booth se lo puso fácil “Tú asiente aunque no la entiendas, ya te lo
explicará” Aunque al final, a pesar de la taquigrafía que dice tener
con la doctora, se entera de quién es el culpable casi al mismo tiempo que Booth y nosotros. Cuando Brennan le cuenta el intento de
asesinato del gato.
Y no, no lo digo por Skinner, el hermoso gato rubio que se
salva de la muerte gracias al “gran corazón” del autoritario experimentador,
después de todo tienen siete vidas. Lo digo por experiencia, ver morir
envenenado a un gato al que has cuidado y mimado, que te ha seguido y olvidado
según su instinto de gato, no es un espectáculo recomendable. Yo nunca averigüe
quien asesinó al nuestro, ni por aquel tiempo conocía a la doctora Brennan que seguro que lo hubiera averiguado, una lástima
que mi mini-mini no obtuviera justicia.
Ni lo digo por las tres chicas de oro, que de sufridoras
de oídas, de mujeres viejas, cotillas e invisibles, se convierten de repente en
el objeto de la investigación de un chico guapo, nada menos que un super
policía del FBI. Que su afición a cotillear sobre las pautas de migración de
los pájaros raros sea la causa del asesinato les importa un bledo. El muerto
tenía que haberle puesto un cascabel al gato y no consentir que se comiera los
más raros y hermosos. Y nadie las convencerá de lo contrario para eso son
viejas y tienen pinta de que su seguro les salvará de la cárcel.
Tal vez
lo diga un poco por el doctor Hodgins, el rey del laboratorio, que a pesar
de sus muchos conocimientos, se ve obligado como un doctor Jekyll cualquiera a
utilizar su cuerpo para el avance del caso. Que alimenta una y otra vez con su
sangre el experimento con el que intenta averiguar la fecha exacta de la muerte
de la víctima calculando cuánto tarda la sangre en transmutar una hortensia
azul en un engendro rosa. De verdad que creí que lo vería rodar por el suelo
desmayado. Eso es un científico, loco, por supuesto.
Y también un poco por Brennan. Brennan ha visto cómo su arrogancia es derrotada por un tonto agente de tráfico online. Ella
que todo lo sabe, contesta erróneamente una de las preguntas del examen que
está pasando Booth. Por supuesto que
su respuesta es la verdadera, la del examen es incorrecta, arguye, super
listilla como siempre. Y Booth que
está tan feliz con sus vacaciones, que está acostumbrado a perder todas las
discusiones con ella menos las que afectan al corazón, lo acepta, acepta barco
como animal doméstico. No le importa, sabe que en su momento se cobrará
venganza.
Y
se la cobra, se la cobra al final del episodio, cuando después de haber
aprobado el examen se presenta en su casa y Brennan un tanto compungida le pide disculpas por su error. Él no
le da importancia y la discusión sobre quien es mejor conductor resulta tan
tonta como cualquiera que mantenga una pareja que se quiere sobre la materia;
aunque al final, al final la doctora confiesa que una vez se saltó el límite de
velocidad. Lo confiesa y Booth,
probo agente de la ley, no tiene más remedio que sacar las esposas, pedirle que
se levante y ponga las manos a la espalda… tiene que detenerla. ¿Otro de sus
jueguecitos sexuales? Nunca lo sabremos.
Quien verdaderamente ha
tenido mala suerte, muy pero que muy mala suerte en mi opinión y dicho sea con
todo respeto, ha sido Hilary Grahan la
guionista del episodio. Me explico, pero me explico con una historia. Ojo, que
como todas las historias cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia, pero así es como yo veo lo que le podía haber sucedido a la
autora del episodio The Mutilation of
the Master Manipulator.
Os cuento.
Aunque una se tenga por
escritora no lo es hasta que los demás la reconocen por tal y si una se
pretende escritora de ficción televisiva necesita perentoriamente aparecer en
los títulos de crédito de un episodio de alguna serie de televisión. Pero es
más, no vale sólo con que aparezca, con que sus padres o su novio o sus amigas le
concedan el crédito, es necesario conseguir el reconocimiento de los demás, a
ser posible convertirse en un fenómeno viral a nivel mundial como Sondha Rhimes
o cuando menos conseguir la aprobación del fandom de la serie. Al parecer se
consigue echándole horas al ordenador y con un poco, sólo un poco de buena
suerte.
Pues imaginaos como se
sentirá de contenta y orgullosa esta hipotética y guionista cuando después de
escribir múltiples guiones de “especificaciones”, de presentarlos en cientos de
productoras, de acudir a decenas de entrevistas, consigue que el productor
ejecutivo de una serie del primer time de la televisión, de un
procedimental diferente, le encargue un
guion. ¿Levitará? Seguro. Sentirá que el primer paso hacia su reinado mundial
en la televisión ha sido dado.
Y se currará el guion, se devanará los sexos en busca de una idea original,
diferente, necesita, si quiere triunfar, presentar algo nunca visto en las diez
temporadas que lleva en emisión la serie. Sabe que no puede contar con el
protagonista, que su presencia será sólo testimonial porque está dirigiendo
precisamente el episodio número 200; que con la protagonista y estrella
indiscutible tiene que tener muchísimo cuidado de no meterla en situaciones
comprometidas porque… bueno nadie le ha dicho el porqué pero ha oído los
rumores que corren y se lo imagina.
El productor ejecutivo
le ha dado en cambio una buena noticia, su protagonista será un personaje del
que nadie sabe casi nada, porque ha aparecido nuevo esta temporada, le han
dicho que es un buen agente, que se lleva bien con la protagonista y mujer de
su jefe, aunque al productor ejecutivo, ocupadísimo con la planificación del
episodio 200, se le ha olvidado decirle alguna que otra cosa, pero piensa que
es mejor así, cuánto menos sepa de su pasado, más libre estará de imaginarlo,
aunque mirando la foto que le han dado no puede dejar pensar que mirándolo de
perfil se parece un poco al “pájaro loco”.
"Bueno, se dice,
dejémonos de pájaros locos y al tajo". Tiene que haber un crimen y una escena
del crimen lo más insólita posible, unos restos cadavéricos asquerosos, mucha
ciencia forense o no forense, algo de romanticismo y sobre todo humor, mucho
humor. Vamos allá, vamos allá… se anima delante del teclado, pero, no va a
ningún sitio. De repente se ha quedado en blanco, inmóvil, modo pause. Si el
protagonista no aparece y la protagonista no se mueve qué, qué puede
hacer…
Lo enfocó desde otro
punto de vista, ¿por qué descubren a los asesinos?, se preguntó, porque
encuentran el cadáver, se respondió. Si no hay cadáver no hay asesino. Eso era.
Eso. Esa era la idea. No era la protagonista la mujer más inteligente del mundo
pues tendría que solucionar el
asesinato sin cadáver en el que
hacer magia. ¿Cómo, cómo podía resolverse en Bones un crimen sin huesos? No, se dijo, tiene que haber algún
hueso, después de todo lo que la protagonista hace es ciencia, no ilusionismo. Le
daría al menos un hueso, o mejor le lanzaría un cráneo para que lo pillara.
Luego que recompusiese
poco a poco el esqueleto como si fuera un puzle. Bien… sí… pero cómo se hace
eso. Y en esas miró el esquema de guion que sin darse cuenta acababa de romper
y en sus idas y venidas por la habitación había ido derramando por el suelo,
decenas de cachitos para la basura. Basura, basura y vertederos, decenas de
cachitos, uno en cada contenedor del barrio, así lo haría.
En fin que después de muchos
kilómetros recorridos por su habitación, de comerse las uñas hasta la cutícula
y tres kilos de helado de chocolate; una tarde cuando ya sólo le quedan dos
semanas para entregar el guion, mientras se tomaba un batido de fresas en el
jardín, al lado de las hortensias, va el gato, el maldito gato de su vecina (una
vieja entusiasta interprete del Copacabana de Barry Manilow), salta desde un
árbol a su mesa de trabajo con tan mala suerte que en vez de empalarse con los
pinchos de una escultura de jardín regalo de su padre, derriba el vaso de
batido sobre el ordenador. Y el ordenador, enfadado, se pone a echar humo hasta
que se le funde los cables. ¡Maldita sea! ¿Y ahora qué?
¿Ahora qué? Lo primero
es obvio, venganza. El maldito minino morirá. Para que aprendan él y su dueña.
Pues no había ido la muy… la muy… zorra y había llamado a la policía una noche
con el pretexto de que en la casa de al lado debían estar violando a alguien
por los gritos que oía. Se vengaría de la vieja, cuando estaba en lo mejor del
coito con su novio la policía había derribado la puerta; para impedir que la
violasen, le dijeron.
Eso era, lo tenía.
Genial, acabaría con el gato. Lo nunca visto, el equipo del Jeffersonian
resolviendo el asesinato de un gato. Pero no, no podía ser, la protagonista
femenina era una ardiente defensora de los animales, nunca consentiría que la
víctima fuera el gato, mejor matar a la vecina. “A ver, se dijo, piensa. Si la
mato, aunque sea torturándola, me vengaré, sí, pero ella descansará y a mí tal
vez me atrapen”. ¿Qué hacer entonces? La solución sencilla, convertirla
en la asesina. Y de repente lo supo, mirando las hortensias tintas de fresas se
le ocurrió. Después de todo había sacado sobresaliente en química.
— John— llamó a su novio—, deja
lo que estás haciendo y vamos al centro comercial, necesito un ordenador.
— Puedes esperarte, cielo —le
respondió desde el garaje—, estoy haciendo el cursillo online para
recuperar el carnet de conducir. Te lo conté, cariño, te mandé un wasahp.
— John o bajas o subo con el bate,
tú eliges —gritó imitando la voz de la madre de Howard Wolowitz el de Big Bang Theory.
Lo conocía bien, sabía
que a pesar de ser un tipo con mucho carácter testicular, a pesar de su aspecto
friky se rendía sumisamente a las órdenes de la autoridad… competente, por supuesto.
Que al salir a la
calzada se llevaran por delante a dos críos del vecindario que bajaban por la
pendiente montados en un carrito de la compra debió de haberla puesto sobre
aviso de lo incierto de su tarea, pero inmersa en sus pensamientos, mientras pergeñaba
orgullosa escena tras escena, no se percató de que era un aviso del desastre
que se le avecinaba, que su proyecto estaba marcado desde el principio para el
fracaso.
Y a pesar de que le
aceptaron el guion, una vez que se emitió no sólo no se convirtió en el éxito
soñado, sino que le llovieron los palos del fandom por no haber puesto juntos en
más escenas a los protagonistas. Y de nada le valió la excusa de que él estaba
muy ocupado preparando el episodio 200. ¡Ah! y por si fuera poco, mientras esperaba
que al menos en las reseñas de las revistas online se la citara, fue el
representante de la actriz protagonista y anunció que estaba embarazada. En el
mismo instante todo el mundo se olvidó de su episodio.
¿Tengo o no tengo
razón? ¿Es o no es un caso de mala suerte?
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