Durante nueve temporadas cada vez que aparecía en Bones un caso complicado el doctor Hodgins gritaba ¡CONSPIRACIÓN! y todos sonreían,
sonreíamos. El buen doctor, ya se sabe, es seguidor acérrimo de las teorías de
la conspiración. Esas que sostienen que el mundo no funciona de modo aleatorio
sino movido por los hilos de los intereses particulares de unos pocos.
Hasta ahora nadie se lo tomaba en serio,
pero, hete aquí, que al final de la
novena temporada, el dios que rige los destinos de Bones ha querido darle la razón y para probar la verdad de sus
teorías ha dispuesto que en el agente
Booth, hombre íntegro y honesto, los
conspiradores hincaran sus garras. Una forma como otra de demostrar, sin necesidad
de proposiciones filosóficas, que no sólo la libertad es una ilusión sino que
la seguridad que nos proporciona el amor y la felicidad puede ser altamente perjudicial.
Pero ¿de qué otra manera podría acabar una
temporada en la que el amor y la felicidad de Booth y Brennan han sido el motor de Bones si no enfrentándolos al mundo y la corrupción? ¿Cómo crear un
gran suspense?, ¿cómo dejar a la
audiencia colgando del acantilado si no obligándoles a luchar, juntos, contra
fuerzas muy superiores a las suyas?
The Recluse in the Recliner, escrito por Stephen Nathan y Jonathan Collier y dirigido por David Boreanaz ha sido, hasta ahora el más intenso, épico y
dramático episodio de Bones, tal vez
hasta sea el más brillante, aunque yo nunca olvidaré The Woman in White (9.06). Durante cuarenta minutos mantiene la
tensión y el ritmo trepidante del relato gracias a la concatenación de escenas
cortas y duros e intensos diálogos, llegando a alcanzar en las escenas del
enfrentamiento, tal dramatismo e intensidad que parecía que Booth era uno de aquellos Seiscientos de la Brigada Ligera que,
como Lord Tennyson cantara,
cabalgaron con audacia hacia las fauces de la muerte:
“Cañones a su derecha, cañones a su izquierda, cañones ante sí, descargaron y tronaron; Azotados por balas y metrallas, cabalgaron con audacia, hacia las fauces de la muerte.”
Y entre las fauces de la muerte encontramos a
Booth al principio del episodio, aunque en este caso el principio esté casi
al final de la historia. Porque todo comienza cuando en una camilla,
inconsciente, exangüe, con múltiples heridas de bala llega Booth a la sala de urgencias del hospital, después lo hace una Brennan angustiada. Y mientras ella
impotente, tras una puerta, mira como los doctores se afanan por salvarle
nosotros conoceremos la historia, qué ha ocurrido para que nuestro héroe se
debata entre la vida y la muerte.
Y comienza el flashback, una técnica
narrativa que hasta ahora, que yo recuerde, en Bones sólo se había utilizado en The Parts in the Sum of the Whole (5.16) y que en este episodio resulta de una gran eficacia dramática por
la tensión generada.
Y comienza, dos días antes, donde suelen
comenzar los episodios de Bones, Booth y
Brennan charlando en su cocina (ya nunca esa encimera podrá contar su
sabrosa historia). Brennan intenta
que Booth aprenda algunas palabras
de alemán de cara a la promoción prometida de Jefe de la oficina del FBI en
Alemania, Booth se resiste “solo necesita saber preguntar en alemán dónde
está el baño”. Tiene dudas,
su vida es buena, ¿por qué cambiarla? “Mira qué bonita es esta casa”, dice
y además, aún falta la audiencia para su aprobación en el Subcomité del
Congreso.
La cotidiana escena es interrumpida, cómo no,
por una llamada de teléfono, la llamada no es la usual que anuncia la aparición
de un cadáver asqueroso, sino de un desconocido que dice tener información para
Booth sobre el encubrimiento por el
FBI durante años de los asesinatos de Stephanie McNamara, The Ghost Killer. Y es a partir del momento en que Booth sale de su
casa cuando todo se vuelve del revés como los spoilers prometían: los
racionales se vuelven intuitivos, los conspiranoicos
acertados, los melancólicos furiosos y los
héroes villanos.
Podría narrar una a una las escenas de cómo
una bien urdida trama se desenvuelve, cómo desde que aparece el cadáver del
hombre con el que Booth se iba a
encontrar hecho cisco en su caravana, nada de lo que el equipo del Jeffersonian
descubre, ni ninguna de las actuaciones que Booth lleva a cabo son
suficientes para descubrir a los conspiradores; porque nunca es suficiente
cuando los dioses deciden perder a un hombre. Y los dioses al final de la
novena habían decidido perder a Booth; pero
el episodio hay que verlo, sufrirlo y disfrutarlo.
Que el muerto sea un bloguero, teórico de la
conspiración, que poseyera bien escondido en un anillo de pezón, un chip de
memoria, los archivos, fotos y registros que demostraban parte de la
conspiración sólo sirve al equipo para comprobar la inmensa corrupción que controla al FBI. Porque no se trata de la
actuación de un hombre, un hombre no puede mantener por sí sólo y durante más
de veinte años tal trama de intereses, ni poseer la confianza ni la serenidad
para acabar con sus enemigos como quién sabe que nadie se opondrá a sus
designios, incluso usando tropas de élite. ¿Nadie? No han contado con Booth. Booth no se doblegará ante ellos, posee la fortaleza y la temeridad
suficientes para enfrentárseles, a él no lo callarán y claro, intentan acabar
con él.
Pero antes de contar de qué medios se valdrán
no me resisto a transcribir el siguiente dialogo de vindicación del doctor Hodgins, tiene lugar cuando Angela descubre que del
ordenador de la víctima han robado el disco duro:
"— Si ellos le robaron el disco duro no era un maniático —dice el doctor
— ¿Ellos? —pregunta Angela incrédula.— Sí, ellos, estaba investigando una conspiración. No podían permitir que eso sucediera.— ¿Quiénes son ellos? —Pregunta Cam. Y el doctor suelta su discurso tanto tiempo repetido en el vacío.— Ellos son los que envenenan nuestro medio ambiente, son los que empiezan las guerras para proteger sus beneficios empresariales, ellos se suben el sueldo a espaldas de los que no tienen voz.— ¿De cuántos ellos hablas, Hodgins? —quiere saber Angela cabreada— Porque parecen miles".
Uno de los hitos
importantes del episodio es la fortaleza de la relación entre Booth y Brennan, por primera vez en las
nueve temporadas, la racional doctora acepta una tras otra las propuestas de su
marido. No estábamos acostumbrados a que Booth
le gane las discusiones, a qué ella aceptara como racional lo que sólo es
instinto en Booth, pero en The Recluse in the Recliner lo hace, no
una vez, sino hasta tres veces. Primero aceptando que es más conveniente mantener
el secreto de sus descubrimientos a pedir, pese a lo ingente de lo que les
queda por investigar, pedir más
refuerzos al subdirector del FBI. Luego aceptando dar al subdirector un informe
falso de las causas de la muerte del bloguero, declarándolo accidental.
Necesitan tiempo, mantener el control, que los conspiradores se confíen.
Sólo que no lo
tienen. El primer movimiento lo hacen
nada menos que en la en la audiencia del Subcomité del Congreso para la
promoción de Booth, el que en una
entrevista previa parecía amistoso congresista Hadley le pregunta “Quien
es Daniel Johnson? Booth se
niega a contestar, es material clasificado. Pero el congresista sabe quién es y
lo cuenta, un ciudadano norteamericano al que Booth asesinó en su
etapa de francotirador. Quiere saber si lo asesinó cumpliendo órdenes o por
propia iniciativa. Booth enfadado se
levanta “Usted ha cruzado la línea, Señor”, le grita y sale de la sala
arrastrando a Brennan tras él que lo
defiende como lo que es, su mujer.
Y es precisamente en
ese instante cuando ambos son conscientes de lo que les está ocurriendo, de que
la promoción ha sido una trampa, que iban a por Booth porque estaban averiguando demasiadas cosas en el caso de The Ghost Killer, ¿por qué contra él y
no contra los demás? Pregunta Brennan,
porque él es el más fuerte, si le atacan a él, los demás callarán por miedo. Y
entonces Brennan, antropológicamente
hablando dice “Cuando una sociedad se siente amenazada tiende a eliminar la amenaza”.
Los conspiradores están desesperados. El peligro se cierne sobre ellos. Que el
subdirector del FBI se les acerque para anunciarles que no sólo se ha retirado
la nominación de Booth sino que ha
sido suspendido en su trabajo es el menor de los contratiempos.
En el Jeffersonian mientras tanto Angela
encuentra entre las fotos una del congresista Hadley besándose con un hombre,
él también es una víctima de la conspiración. Brennan va al FBI a dar personalmente la noticia a Booth que está empaquetando sus cosas
en el despacho vigilado por un guardia, mientras se besan Brennan le entrega una nota con la información. Es una oportunidad
de cambiar las cosas a su favor. Pero no resulta, cuando Booth lo enfrenta a la
verdad el congresista se niega a ayudarle: Para eso se convirtió en congresista, para
permitir que los asesinos dirijan el país, le dice, el hombre tiene
miedo y previene a Booth de que
van a acabar con él. Pero Booth no
se arredra, a él no le van a acallar y dispone de toda la información del
bloguero. Cuando se queda solo el congresista hace una llamada, justo lo que Booth esperaba que hiciera. El
drama y la épica se mascan.
En su casa, Booth ante la
sorpresa de Brennan abre la caja de
los truenos, pistolas, fusiles, explosivos, todo queda sobre la encimera. Los
conspiradores van a ir a por él, tiene que defenderse. Y entonces, mientras
prepara la defensa, mientras llena de trampas su hermosa casa le pide a Brennan que coja a Christine y se vaya. Brennan
se resiste “Sabemos que somos mejores juntos” le dice, pero él le recuerda
que tienen una hija, que es lo único que importa “Vete”, insiste. Mientras
a regañadientes Brennan se aleja, le
dice “Te odio por obligarme a irme”. Y entonces Booth con la voz rota dice “I love You” y ella volviendo sobre
sus pasos le pide una vez más que no muera.
Brennan y Christine se marchan y mientras van en el coche, en una imagen que repite la de la
huida de la doctora en The Past in the
Present (7.13), el final de la séptima temporada, recibe una llamada. Fisher
ha descubierto que dos de los atacantes del bloguero eran diestros y uno zurdo.
Esa información debe conocerla Booth,
le ayudará en la defensa.
Y a partir de ahí Bones ya no es
la serie que también conocemos, sino una película de acción, sin dialogo y con
un gran montaje, bien por David Boreanaz,
Booth lucha por su vida, y cómo
lucha, frente a los tres Delta Forte enviados del diablo.
“Cañones a su derecha, Cañones a su izquierda, Cañones detrás de sí, Descargaron y tronaron; Azotados por balas y metralla”.
Abate a uno, abate a dos, sangra y cuando en un momento de desfallecimiento
el que tan bien había luchado está a punto de caer abatido por el tercer
enemigo suena un disparo. Brennan ha regresado. Cuando el Delta resistiéndose a caer va a apuñalarla, Booth en un supremo esfuerzo se lanza
sobre él y con sus propias manos le rompe el cuello.
Y el epílogo de nuevo en el hospital, una Brennan abatida se cubre el rostro en la sala de espera, tal vez pensando que cuando la vida se te
escurre entre los dedos como si fuera agua, lo único que queda es un beso entre un te amo y un no te mueras. Booth está siendo operado, su corazón
se detiene, los nuestros con él. Cuando el doctor aparece y le dice que Booth vive pero no puede verlo, se
escapa. Para encontrárselo esposado a la cama. El subdirector Stark le informa
que está detenido por asesinar a tres agentes del FBI. Brennan se desespera, es falso, Booth luchaba por su vida. El subdirector ordena que la saquen,
ella se resiste, grita el nombre de su marido pidiendo ayuda y entonces, el
subdirector ordena que la detengan.
Y la pregunta es, ¿deben un hombre y una mujer solos enfrentarse a una conspiración
de naturaleza tan profunda? Visto el resultado parece ser que no, que Booth en su afán redentor ha olvidado toda
prudencia, que un hombre solo es
polvo y cenizas si lo detiene una bala, como los Seiscientos de la Brigada Ligera, ha cargado contra un ejército muy
superior y ha perdido, pero esa es la naturaleza de los héroes, luchar más allá
de toda esperanza.
Aunque al final el dios de Bones se ha compadecido de él y de las Boneheads y salvándole la
vida le ha dejado, nos ha dejado esperando en la puerta del infierno,
preguntándonos qué será de ellos, ¿vencerán
o caerán? Pase lo que pase, hoy hay que decir, como en su día Tennyson dijera de los Seiscientos:
Al mundo entero maravillaron. ¡Qué carga tan valiente la suya!
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