—
¿Debería
ponerme este o éste? —le preguntó una mañana, hace más de dos años en The Don`t in the Do, la doctora Temperance Brennan al padre de su hija
el agente Seeley Booth, dispuesta a
terminar una discusión que había empezado ella misma con un sorprendente: No sé qué ponerme.
Una
pregunta muy habitual en el común de las mujeres pero que a la doctora, una
maravillosa mujer, arrogante y segura de su aspecto “Sé que soy atractiva” ha dicho más de una vez, no le habíamos oído
pronunciar nunca. “Nacemos siendo únicos, las vivencias nos moldean y nos cambian”
dijo.
Que
recuerde, sólo otra vez pareció preocupada por su aspecto y fue cuando Pam la gorda en Wannabe in the Weeds la llamó espantapájaros,
entonces se ofendió, se ofendió hasta el punto de preguntarle a Booth
¿Parezco un espantapájaros? Y Booth
que es más listo que el hambre por supuesto se calló. Como hiciera también
cuando después de enseñarle las camisas que se ponía antes que naciera el bebé
y de elegir una a boleo insistió "¿Crees que no debería preocuparme por cómo me
veo?" Y entonces él ante lo inusitado de la insistencia respondió.
—
Está
bien, lo entiendo. Eres una hélice y estoy a punto de atravesar tu camino, así
que daré un paso atrás.
No era ella, sino las hormonas quien podían destrozarlo. Ni siquiera la racional doctora pudo librarse de la ofensiva de los estrógenos. Booth hizo lo que un hombre enamorado debía hacer. Le
regaló lencería.
— Nunca usé ropa interior como esta.
Confesó. Y yo la creo.
Bella
por mérito de la genética, toda manipulación le parecía por demás. “En
el futuro la gente recordará las alteraciones quirúrgicas de nariz y pecho con
el mismo horror que el vendaje de los pies o los aros de bronce para alargar el
cuello. Es brutal, doloroso y una equivocación” dijo en la consulta de
un cirujano. El ideario de una mujer inteligente, segura de sí misma, nada
obsesionada con la moda.
Cabría pensar que una mujer tan ajena a las convenciones sociales y a la vanidad tendría un fondo de armario entre salvaje y naif y sin embargo no es así. La doctora Brennan a la hora de elegir su vestuario es una mujer convencional, muy convencional.
Cuando
la conocimos vestía en plan ecoturista, camisa blanca, chaleco multibolsillos y
pantalones vaqueros. Para trabajar utilizaba chaquetas entalladas, saharianas,
camisetas, alguna que otra blusita de niña buena, y alguna que otra con alas en
el cuello para echar a volar, eso en la primera temporada. Las faldas
desterradas de su armario. Las pocas que lució anchas y con vuelo.
En
cuanto a los vestidos, qué decir, a veces los llevaba de maestra de escuela solterona y otras sin
embargo, como en la boda no boda de Angela
y Hodgins o en la fiesta de los fundadores del Jeffersonian o en la fiesta en la Casa Blanca a la que asistió con Jared Booth, estaba arrebatadora, en
plan maestra que vuelve locos a los chicos.
Le cuesta desinhibirse. Sólo
se suelta el pelo cuando deja de ser ella misma, cuando investigan un
crimen encubiertos. Lo cierto es que le encanta ser Roxie y Wanda, es como
si en esos momentos le diera permiso a su verdadero yo para acudir de
visita, como si echara la llave a su racionalidad.
De tal manera disfruta siendo Wanda que no le importó ofrecerse en sacrificio a los cuchillos de Booth (el significado freudiano a nadie se le escapaba) o lucir el pelucón y los terribles pendientes que lució en The Change in the Game.
Hasta tal punto llega la identificación con su personaje que cuando en esta última temporada fueron de encubierta como Roxie y Tony Scallone al refugio de
parejas, confesó que el sujetador que llevaba iba a juego con la mujer
poligonera que representaba. Tony lo atestiguaba, dijo David en una entrevista,
él no podía hacerlo.
Pero son circunstancias especiales, lo acostumbrado es que aparezca con su mono y su bata, no hay que olvidar que trabaja con muertos que huelen a
muertos y en la séptima y en la octava temporadas, por eso de ocultar sus redondeces, lució unas horribles
gabardinas.
En
la novena temporada, en cambio, superados los problemas hormonales, han aparecido unos maravillosos, elegantes, a la par que discretos
blazers. Por supuesto más sencillos que los de la doctora Saroyan, de mujer
trabajadora, los tiene de todos los colores, azul, negro, gris, rojo y le
sientan como un guante.
En
cambio para estar en casa, para hacer manitas con Booth, para jugar a la señora
cavernícola y al Tiranusaurex luce unas preciosas camisas y ¡Virgen Santa!, sus
sempiternas botas. ¿Las lleva tatuadas? ¿o son como su segunda piel? Fijaos bien, las he señalado con una flecha blanca.
Me
encantan las camisas, son preciosas, de la firma Arqueologist y no cuestan
más allá de los cien dólares. Porque esa es otra, la doctora a pesar de tener
una cuenta corriente de las de siete dígitos gasta poquísimo dinero en ropa.
Dispone de poco tiempo para ir de tiendas, supongo, dedicada como está al cien por cien a su trabajo, al mil por mil a su hija y al uno por ciento a
su cocina, en la que como buena antropóloga luce mandil con motivos étnicos.
Ha estado tan ocupada que en estas dos últimas temporadas ha asistido a pocas fiestas, pero los vestidos que ha lucido los ha sabido elegir muy bien.
Dejando
al margen el hermosísimo vestido de novia del que hablé largo y tendido en la Crónica cotilla de la boda, los dos que lució en el episodio The Woman in White, el del ensayo pre
boda en la iglesia y el de la frustrada cena previa, eran preciosos. Los que
corresponden a una mujer que sin dar demasiada importancia a su atuendo tiene
buen gusto.
Llama
la atención lo bien que se refleja la diferencia de personalidad de las tres
protagonistas cuando se visten para ir de boda. El vestido de Angela es elegante y un tanto atrevido.
El de Cam elegante y relamido y el de Brennan, elegante y
sencillo.
Ni que decir tiene que me encanta el armario de la doctora Brennan. Solamente
en una cosa no estoy de acuerdo con ella y es en la ropa que utiliza para
dormir. Cuando estaba sola se lo
podía permitir. Al principio de dormir con Booth (un eufemismo) seguro que entre ellos no había demasiada ropa (sólo son suposiciones puesto que del asunto no
existe información fidedigna alguna). Pero...
No me parece de recibo que a pesar de llevar sólo dos años juntos, se
ponga para dormir pijamas de monja de clausura. Como si fueran un matrimonio
de viejos, cómo si todas las noches le doliese la cabeza. Aunque tal vez a Booth, ante el desafío de complacer a una mujer multiorgásmica, cuando se pone a ello, poco le importa si viste ropa talar o lencería fina.
¿Qué opináis vosotros? ¿Os gusta el armario de la doctora Brennan?
Ahora que estoy viendo nuevamente la serie, disfruto mucho tu blog, muchas gracias por tu maravilloso contenido
ResponderEliminarRespecto a su armario, ella tiene un estilo elegante y serio, pero tienes razon con las pijamas jajaja
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