Siempre es recomendable mirar dos veces, la primera para aprehender, la segunda para saciarse. La mayoría de las veces sólo echamos un vistazo y nos quedamos ahítos con la fachada. Esa, esa es la excusa que me doy cuando me encuentro con uno de los episodios de Bones dedicados a difundir “buenas obras”, a ensalzar los “buenos sentimientos”, que no pueden ser sutiles, que tienen que contarnos palabra por palabra que son buenos sentimientos para que nos percatemos de que realmente lo son…, que a mí no me guste que me cuenten buenos sentimientos o que intenten arrancarme lágrimas con lágrimas, no significa que los guionistas de Bones se equivoquen. The Teacher in the Books es uno de ellos, de los episodios de los buenos sentimientos. Y no, no debería de haberse revestido de tanta solemnidad, ergo…
Pero lo mejor es empezar por el principio y el principio fue:
#ELMINIMOCOMÚNDENOMINADOR
Un No. “Absolutamente no”, dice Brennan mientras habla al teléfono. Se niega a rebajarse a un mínimo común denominador, a uno que depende únicamente de mínimas opiniones estúpidas. Su editora es la interlocutora, le ha pedido que se abra una cuenta en Twitter para promocionar las ventas de sus libros. No se lo puede creer. Booth sin embargo la anima, es una oportunidad de conectar con sus fans entre libro y libro, realmente tarda años en escribirlos.
Brennan insiste cómo se puede decir algo profundo en ciento cuarenta caracteres. Para ella son las librerías y no Twitter los centros de las opiniones reales, complejas y críticas.
Y yo me pregunto ¿Qué librerías te ofrecen opiniones reales, complejas y críticas? ¿Las de los centros comerciales con un catálogo de una antigüedad no superior a un mes y las estanterías llenas de bestsellers? ¿Hablará Brennan de las librerías de viejo, con su polvo acumulado en ediciones agotadas, sus telarañas y sus viejetes con guardapolvos grises que ya no existen?
#LASECCIÓNDEDELIQUIDACION
La conversación entre Booth y Brennan es interrumpida por una llamada de teléfono, la que avisa de la aparición de un cadáver putrefacto en una librería abandonada. En la escena del crimen está el equipo del Jeffersonian más un conspicuo Aubrey. La víctima es una mujer, pero ellos, más que su pérdida, sienten la nostalgia de los libros abandonados.
Y es que el destino de los libros que no te cambian la vida, los que no te inspiran, los que no te salvan no es otro que ser depositarios de polvo, nido de ratas, palacio de arañas. Los libros de la doctora Brennan, gracias a su asesora literaria Dª Angela Montenegro no son otra cosa que bestsellers. Libros de una hora, la que se tarda en llegar a la página 187. Pero aparentemente, en su arrogancia o en su ingenuidad la doctora no lo sabe. De ahí la sorpresa que se lleva cuando entre el polvo, abandonado, aparece uno de los suyos.
—¡¡Oh, Dios mío!! —exclama.— ¿Qué te ha picado? —pregunta Booth preocupado por las arañas.— No, es mi libro. Estaba en la sección de liquidación—responde compungida.
Y todos, no sólo Booth son, somos conscientes de la desilusión que esa circunstancia le provoca. Pero Brennan no es una mujer que pierda el tiempo lamentándose y el encuentro le abre los ojos, abrirá una cuenta en Twitter, la más vanidosa de las redes sociales, la más igualitaria, la que proporciona el mismo altavoz a genios como ella, a terroristas o a simplemente estúpidos fans.
#ELMAPADELASCONSTELACIONES
Una hermosa metáfora con la que Jessica Warren, la interna, describe el nuevo algoritmo que Angela ha inventado para identificar a las víctimas gracias a sus pecas y lunares. Las estrellas del rostro. Soy pecosa y durante mi infancia oí muchas veces eso “camino chispeado”, “huevo de perdiz”, así que permitidme que lo repita otra vez “Mapa de las Constelaciones”. Me encanta.
En fin que gracias al Mapa de las Constelaciones, el equipo identifica a la víctima, se trata de Mia Ferrara, una maestra, voluntaria de la Unidad de miembros de la Enseñanza. Una organización gracias a la cual los recién graduados dan clases en los colegios e institutos de los barrios más problemáticos. Una voluntaria social.
#¿QUÉESTASHACIENDO?
#TUITEANDOENLAPLATAFORMAFORENSE
Mientras se encuentran en la plataforma forense
trasteando en la víctima suena un teléfono, de inmediato la doctora Saroyan reprende a Jessica, los teléfonos están allí
prohibidos. Pero la interna es inocente, el teléfono que suena es el de Brennan, acaba de mandar su primer
tuit, anuncia toda emocionada. Este.
Please read this article: “Victim Identification and the Challenge of Morphoscopic Traits.” http://t.co/BsGxtHWTEE
— Temperance Brennan (@DrBrennan) abril 3, 2015
Fascinante ¿verdad? La identificación de las víctimas y el desafío de los rasgos morfoscópicos, contiene un enlace a un artículo de más de 200 páginas. Repito fascinante.
De inmediato Jessica se hace su seguidora. Yo también lo soy, por cierto ¿lo sois vosotras? La cuenta existe, los tuits existen y aunque no os interesen "los rasgos morfoscópicos" tal vez encontréis interesantes las indiscreciones de la doctora, más información (aquí).
Foto del pérfil de la cuenta de la Dr. Brennan en Twotter |
Que sólo tenga, después de su primer tuit diez seguidores, que no reconozcan la trascendencia del artículo que acaba de mandar es desalentador para Brennan, pero allí esta Jessica, ella sí una experta tuitera. A partir de ese momento es la interna quien toma las riendas de la cuenta de Brennan, quien le enseña lo importante que es conectar con la gente a nivel personal, el arte del selfie. Y la doctora, vanidosa, feliz como un niño la mañana de reyes, se extasía cuando comprueba como de golpe, después de publicar su primer selfie, ha pasado de 10 a 102 seguidores, y hasta lleva la cuenta entusiasmada 103 y subiendo.
Cuando insertan este tuit:
Angela toma las
riendas y recrimina a Jessica su actitud que está enloqueciendo a Brennan con lo de Twitter,” es tan competitiva, le dice a la interna,
que querrá tener más seguidores que nadie, cuando
eso es una pérdida de su tiempo, una distracción y está contribuyendo al fin de
nuestra civilización”.
Bien
por Angela, sólo un pero, que nunca debiera haber intervenido, la
doctora debía de haber visto que esa actitud no le llevaba a ningún
sitio, pero en este episodio su racionalidad estaba de vacaciones.
#ACAROLINEJULIANLEPONEBOOTH
A Caroline Julian
y a todas las mujeres de mediana edad y hasta adolescentes. Tiene un no sé bien
qué ese Seeley Booth que hace que a
todas les entre (¿nos entre?) un hormigueó por dentro cuando aparece. Caroline abiertamente lo confiesa. Es más, hasta le hace una
proposición deshonesta… pero un momento, un momento eso es adelantarme a los
acontecimientos. Vayamos por pasos.
Y el primero es que Caroline
Julian y por ende Patricia Belcher
que la interpreta no se merecían esta solemne
trama. Y digo solemne, porque a partir de que comienzan los
interrogatorios, pero sobre todo cuando aparece Caroline, el episodio que iba más o menos en plan promocional, se
convierte en triste y pomposo. Como si para hablar de buenas acciones hubiera que investirse con la seriedad de
un Miserere.
A
Caroline, la divertida, la traviesa, la cínica, la Cupida, la que
esconde su corazón de oro bajo capas y capas de dulce y sureña sorna, de
repente así, sin venir a cuento deciden dejárselo desnudo y tiritando. Y claro,
se pone serie, muy seria, solemne, muy solemne cuando le pide a Booth que tenga cuidado con ese
caso. Ella forma parte de la Asociación que envía profesores voluntarios a
los barrios marginales “Esa gente hace el trabajo de Dios” (tres veces se le menciona en el episodio, todas en vano),
le dice a Booth. Es más si se corre
la voz de que a la víctima la han matado en ese barrio, en ese colegio,
peligrara todo el programa y la educación de los chicos se resentirá.
Y por qué, por qué Caroline
está tan involucrada en el programa, por qué se preocupa por unos cuantos críos
que podían pegarle un tiro en el momento menos pensado. Se lo confiesa
a Booth: “Crecí con nada, cheri. Nadie
debería luchar como yo lo hice”.
Y Booth le
asegura que no lo va a consentir, que no permitirá que un psicópata arruine
todo eso, y eso, a Caroline, la pone.
Tanto que después de decirle que es un buen hombre le pregunta:
— Seguro que no quieres dejar a esa preciosa doctora que tienes y huir conmigo?Y Booth, baja la cabeza, se lo piensa y con sólo un atisbo de su pícara sonrisa le contesta:—Te diré algo, dame un día para pensarlo ¿vale?
#JAMESBONDNOHABRÍAESPERADO
No creo que fuese la
intención de David Boreanaz
interpretar el episodio con una losa al cuello, pero lo cierto es que en The Teacher in the Books se ríe poco Booth. Aparece encogido, con el rostro tenso y triste en
casi todas las conversaciones, ya sea con Caroline
o con los sospechosos. Hay una excepción, la escena con el cotilla de Aubrey en el coche. Una escena robada a Brennan.
Aubrey le cuenta a Booth que es seguidor de la doctora Twitter,
y que ha oído que el personaje del agente Andy Lester, el compañero de la
doctora Kathy Reichs, la protagonista de sus libros, está basado en él. Y Booth,
como no podía dejar de hacer presume “Eso es, has oído bien, amigo mío”
Pero Twitter es
una corrala y Aubrey se suma a las cotorras:
— ¿Por qué no tuvo sexo con la doctora Reichs
hasta el tercer libro? —le pregunta. Y lo más extraño, Booth no se incomoda, Booth no le manda al infierno, no le
dice que eso no es cosa suya, porque en realidad lo que le está preguntando es:
— Quiero decir, ¿Qué tipo de hombre real espera tanto
tiempo?
¡Y
Booth responde! El Booth de este
episodio no es Booth, Booth, nuestro
Booth le hubiera contestado con cajas destempladas, ¿no lo hacía con Sweets? Pues con Aubrey, en este episodio, se sincera. Se sincera…
—Mira, su situación era complicada. A veces las
relaciones necesitan su tiempo para desarrollarse.
Y claro le pone en bandeja a Aubrey el chiste fácil.
—James Bond no habría esperado hasta el tercer libro. La
gente ya está tuiteando sobre eso.
Lo que deja bien a las claras la realidad de Twitter, la lógica de
las opiniones que se manifiestan en esa red social, el avispero donde se ha metido la doctora Brennan; porque en Twitter se airean vidas ajenas sin reparar en los daños, sin reparar en el dolor.
#ESALOCAZORRA
Así, con ese desprecio describe uno de los sospechosos a
la víctima. Y no, zorra no era, pero
loca sí que estaba. Mia Ferrara era sólo una profesora de apoyo, pero se tomaba con mucho interés el ayudar a los chicos necesitados. Al contrario que otros compañeros a ella le
importaban los chicos, no los resultados de los exámenes, proporcionarles la
mejor educación posible, la que les permitiría salir del círculo de daño y
miseria en el que vivían.
Como dice la directora del colegio, todo el mundo la
respetaba, nadie se metía con ella. Ni siquiera Marcellus Miller, el chico que escribió la nota
que encuentra Booth entre sus cosas, 187
Bicht, el código de la policía para un asesinato. Y que con su hermano de
19 años, su tutor, son los principales sospechosos del caso.
—A Dios pongo por testigo que yo no hice daño
a esa mujer —dice el mayor en el más puro estilo Escarlata O`Hara.
Pero Mia, tengo que decirlo, no era una persona normal.
Para mí que realmente estaba loca, su novio la engañaba y no lo sabía, se la
pegaba con cualquiera y ella pone su casa a nombre de los dos. Se entera
que Marcellus, el niño sospechoso, había dejado de ir a la escuela y culpa a su
hermano. Y no sólo lo culpa sino que se
hiere así misma con su cuchillo y le amenaza con denunciarlo por agredirla si
el el chico no vuelve a clase.
No, ellos no la mataron, el mayor “estaba robando comida en el
supermercado para que él pudiera hacer un examen”, le confiesa el
pequeño a Aubrey. Y no sé yo si
llegados a ese punto los buenos sentimientos no os desbordan. Tópico tras
tópico, el autor no ha querido dejar ninguno en el tintero. Pero, qué
clase de trabajadora social era Mia, ¿a qué programa podría beneficiar su presencia de
cruzada?
Porque eso era, una cruzada, en posesión de la verdad y la
integridad y eso le costó la vida. La
gente no es así, no somos así, cada uno busca su satisfacer su ambición como
puede, unos honradamente, otros buscando subterfugios lícitos o ilícitos. Mia no transigió y murió.
Al menos a los hermanos Miller su presencia les sirvió de
acicate para superar su desigualdad, que lo consigan o no depende de ellos. Tienen algo a su favor Caroline va a estar tutelándolos.
Y no puedo dejar de mencionar, porque es increíble que
ahora en la temporada diez salgan con algo así, dos cosas. Una, la distinta barra de medir Brennan el comportamiento del mayor de los Miller y el de su hermano Russ, en la primera temporada. La otra que cuando en la investigación descubre en el cráneo de Mia unas
heridas, las reconozca como debidas a haberla colgado de una
taquilla del instituto. ¡Y lo hace porque a ella la habían colgado así
muchas veces en el instituto!, ergo ella también tuvo esas heridas, ergo… ¿tenemos que creérnoslo?
#ELMEJORMARIDO
Y al final qué, al final en la oscuridad de su hogar (se les debió acabar el presupuesto para electricidad), Booth
y Brennan discutien los deberes de Christine.
A la niña le gusta trabajar, afirma Brennan,
“sin retos la vida es aburrida”,
añade absorta sin embargo en su Tablet.
— Por eso vivir contigo no es aburrido —contesta Booth. Y la doctora que realmente es
multitarea le responde.
— ¿Estás diciendo que
soy un reto?
—
Bueno, no eres fácil.
Una conversación que a los actores debe salirles por las orejas de tantas veces mantenida, por eso Brennan sigue tuiteando, ya tiene más de diez
mil seguidores; tan ensimismada está que ni cuenta se da que su marido le ha preparado la cena y la mesa.
Cuando lo hace, enganchada, no puede dejar de compartirlo con sus fans y tuitea: #ElMejorMarido.
Funden a negro, con los dos retándose a Hashtag.
#Chinchin.
Eso es todo, seguro que el episodio les salió gratis a la Fox con la promoción de Twitter, seguro que pronto se acabarán las restricciones presupuestarias por causa del derroche del 200. Por cierto, ¿recordáis que al terminar la reseña de The Psychic in the Soup decía que podía haber sido peor... pues ahora digo que The Teacher in the Books lo ha sido.
¿Qué os ha parecido a vosotros?
¿Qué os ha parecido a vosotros?
No hay comentarios:
Publicar un comentario