No pretendo
enmendarle la plana a los encargados de la programación de Fox pero no entiendo
por qué The Baker in the Bits no se
emitió el 26 de marzo, el día en que Bones
regresó después del largo y demoledor hiato; dadas sus tramas nada lo impedía,
y otra otra hubiera sido, en mi opinión, la reacción del público y de los fans. Visto como terminó Bones el 2014, perjudicada por la escasa interacción entre Booth y Brennan, la una por su embarazo, el otro por la preparación del 200, los fans, los seguidores de de la serie necesitaban un episodio que les pusieran de nuevo en el camino, no un episodio, dos episodios que fueran más de lo que ya habían visto como The Psychic in the Soup
y The Teachers in the Books (dos episodios que aún estaban bajo la sombra del agujero negro
de The 200th in the 10th). Porque The Baker in the Bits es, en mi opinión, un episodio oscuro, sí, pero introductorio del final de la temporada y quién sabe si de Bones.
Y aunque no es tan bueno como lo fue
en su día The Ghost in the Killer (9.1) (otro episodio introductorio, en este caso del final de la novena temporada), a pesar de estar escrito por Jonathan
Collier, el jefe de los guionistas de Bones, muestra claramente una
intención, una dirección hacía algo más importante y dramático que está por
venir y que afecta al camino emocional que está recorriendo Booth, que tendrá que recorrer hasta su "epico colapso" que tuiteaba el otro día David Boreanaz. Pero esto es
adelantarme demasiado. Lo mejor será empezar por el caso de la semana, porque hacía mucho tiempo que ninguno afectaba tan de cerca a la relación de Booth y Brennan.
LA SEGUNDA OPORTUNIDAD
Quien recorre primero
un camino que le lleva directo a la
perdición es Connor Freeman. El hombre con el corazón a punto de reventar, sin
aliento, sangrando por un brazo huye perseguido por otro que empuña un cuchillo.
En la huida de repente encuentra una valla, la salta, cae, se recupera, vuelve
a saltar otra más y de que se da cuenta se encuentra solo, su perseguidor se ha
detenido. Al fin seguro, le grita ¡Jodete!,
no va a atraparle. Es cierto, no lo va a hacer, pero Connor ha recorrido los
últimos metros de su camino. Cuando está tomando aliento se oye un grito. “Despejado” y Connor estalla en mil
pedazos. Ciego de desesperación no se había percatado de que se había refugiado
en un lugar preparado para la demolición.
Cuando Connor, los
restos de Connor llegan a la plataforma forense del Jeffersonian el equipo comienza a hacerle justicia. La primera Angela, quien consigue darle un nombre
gracias al tatuaje que llevaba en un brazo, tatuaje que Cam descubre que habían intentado quitárselo, cortárselo. Era un ex
recluso, había pasado cinco años en la cárcel por un intento de homicidio
durante un robo. Booth y Aubrey (una gran actuación la de John Boyd en todo el episodio), también
comienzan a hacérsela a su manera, averiguando por las huellas de las pisadas la huida de Connor,
la persecución.
Conocido el nombre, Aubrey, cumpliendo diligente órdenes de
Booth se persona en el domicilio
donde encuentra a la novia de la víctima, quien no había denuciado su desaparición por no causarle
problemas con su agente de la condicional, y averigua que Connor trabajaba en una panadería
regentada por por Roger Flender (Jason Gray-Stanford), la sorpresa se la
lleva Brennan cuando, ya en el obrador, se percata de que todos los trabajadores lucen tatuajes carcelarios.
Flender se lo explica, son ex reclusos, incluido su asistente Alex Rockwell (Gabriel Salvador).
Flender, un hombre
aparentemente bondadoso, que lo pasó muy mal cuando era niño y su padre
estuvo en la cárcel, ha dedicado su vida
a darle una segunda oportunidad a esos hombres, a abrirles un camino de reinserción
que les libre a ellos y a sus familias de lo que él tuvo que sufrir, confía en
ellos y ellos confían en él. Booth
aprueba esa actitud, él cree en las
segundas oportunidades. Según les cuentan otros trabajadores, ante el escepticismo de Brennan, un escepticismo que cuando revisa los
cuchillos se vuelve ciertamente hiriente, Connor se mantenía limpio, era un
buen hombre y un gran trabajador que luchaba para salir adelante. Tal vez
alguien de su pasado, alguien a quién ofendió se ha vengado.
Connor estuvo en la cárcel porque en
el robo a una tienda en el que participó una de las empleadas recibió un
disparo que la ha dejado imposibilitada, a pesar de que quien hizo el disparo
declaró a favor de Connor, el hermano de la víctima no lo perdonaba y le
vigilaba. Confrontado con Aubrey en
la sala de interrogatorios le insiste en
que Connor no era trigo limpio, que estaba metido en problemas. Arastoo y Cam, cada uno por su lado descubren el secreto, a Connor le habían inyectado un opiáceo y aún así corrió y corrió
al menos durante treinta minutos y Cam
encuentra en su cuerpo resto de las drogas que tomaba. Por eso la inyección de
su perseguidor no le había hecho efecto. Un nuevo interrogatorio a la novia y Saltz
(Sam Sarpong), otro de los empleados de la panadería, les lleva a la confirmación de que
Connor no se había reformado, al contrario, se drogaba, estaba planeando un nuevo robo para pagarse el vicio..
Por cierto, antes de que se me olvide, Angela
y Hodgins tienen una pequeña escena cargadísima de significado, de un
juguetón significado que no se refiere a la página 187 sino a una brida, a la
imaginación que tiene el buen doctor en la cama, pero a la que su mujer (quién
la ha visto y quien la ve) no va a volver a darle una oportunidad, la próxima
vez, ella le atará a él. Y quien de verdad estuvo atado fue Connor. Angela pretende reconstruir hacia atrás
el camino de su huida, intentar encontrar el lugar dónde estuvo secuestrado.
Y por supuesto lo encuentra con la ayuda inestimable del rey del
laboratorio, y allí se presentan Booth y
Aubrey para descubrir lo que resulta ser la siniestra guarida de un asesino en serie, tres cadáveres quemados,
restos de sangre por doquier y colgados de una cuerda, secándose, trozos de
piel con tatuajes. Alguien se la tiene jurada a los exconvictos. Salvo que,
salvo que uno de los muertos resulta ser un sacerdote para quien Alex Rockwell
hacía de monaguillo en su infancia.
Finalmente el equipo logra conectar todos
los cadáveres con el pasado de Alex, el asistente de Flender. Booth le pide ayuda para detenerle, Flender se opone, nunca le delataría, todos sus trabajadores dejarían de confiar en
él. Pero fuera como fuere el caso es que sí le delata, y avisa a Booth cuando Alex va a huir. Ante la
presencia de los agentes, éste se apodera de Flender y Booth se ve obligado a dispararle en el hombre para retenerle. Y Alex Rockwell inicia su camino de perdición, su camino hacia el
corredor de la muerte.
¿Ha recibido justicia
Connor? ¿En verdad han detenido a su asesino? ¿Ha cometido un error Brennan al
analizar las pruebas? Pues parece que habrá que esperar para averiguarlo porque la historia continuará.
CAMILLE AMA A ARASTOO
Otro protagonista del episodio que inicia el que puede ser su particular
camino de perdición es Arastoo Vaziri,
el interno persa, y por ende la doctora Camille
Saroyan, su novia. Cuando comienza el episodio, Arastoo tiene malas noticias, su hermano, el único de la familia
que reside en Irán, tiene cáncer terminal. Arastoo está decidido a regresar a su
país. Si su hermano está a punto de morir su deber es estar a su lado. Cam no lo entiende, temerosa de los
riesgos que pueda correr si regresa al país de donde tuvo que exiliarse.
Y sabéis qué, que por primera vez me he creído su historia de amor. Tal vez
porque por primera vez Arastoo ha
sido el maduro, el responsable y Cam la mujer enamorada que aún a sabiendas de que no hace bien
se muestra egoísta, temerosa de perder a su hombre. Y
remueve a amigos y estudia tratamientos con tal de convencer a Arastoo para que no se vaya. Hasta pide
consejo a Booth, su gran amigo. Su respuesta no puede ser más que
la que es. Es duro dar la espalda a la familia. Y además si Arastoo ha sobrevivido en el
laboratorio a Brennan los iraníes no
podrán con él.
Lo cierto es que en la emocionante escena final los dos amantes ante la
inminente despedida se reconcilian. Aunque Cam
no puede dejar de preguntarle si en
algún momento ha pensado en ella, en cómo se sentiría si no regresase y Arastoo, sincero le responde que ha intentado
no hacerlo. No quiere elegir entre las personas que ama. Cree que todo
saldrá bien, que regresará, después de todo, el régimen ya no es el que era
(hasta han llegado a un acuerdo con Estados Unidos sobre la producción de
uranio) y gente de buena voluntad hay en todas partes. Un beso en la despedida
nos recuerda que esta trama también tendrá continuidad.
HABLEMOS DE BOOTH
Es hora de hablar de
Booth. También de Brennan, pero
principalmente de Booth. Porque es
él quien en este episodio ha dejado patente algo que ya apuntara en The Teacher in the Books, que su
tristeza no era coyuntural, que algo, remordimientos, amargura, culpa o dolor
le está minando por dentro, que está recorriendo, solo, los primeros pasos de
un camino que lo lleva directo a, a él también, a la perdición. Ya sé, ya sé que se llama estrés post
traumático, pero me resisto a utilizar ahora, que todavía nadie lo ha hecho
oficial, ese palabro. La primera escena de la pareja en su casa es bien
explícita.
Booth buscando desesperado en el cubo de la basura una foto de Brennan y Christine, Brennan no lo
entiende, si ha perdido la foto que
imprima otra. Pero no, tiene que ser precisamente esa. Porque esa le ayudó a pasar los malos momentos en prisión. Brennan le ayuda y la encuentra dentro
de un bote de helado. Booth se lo
agradece, él la ha buscado precisamente allí y no la ha encontrado, y entonces Brennan va y le dice una de sus cosas,
que ella tiene experiencia como arqueóloga, en buscar en la basura de las viejas civilizaciones y le cuenta una
historia sobre un hueso de Cromagnon y un montón de heces que a Booth claramente no le interesa. El teléfono suena, ha aparecido un
cadáver.
El caso remueve
viejos recuerdos en Booth, la cárcel, los tres
meses que estuvo dentro están todo el tiempo presentes. Lo están en cada una de las conversaciones de la pareja. La discusión en el coche cuando
van camino de la panadería, que continua en el diner está centrada en la
posibilidad o no de redención de un hombre equivocado. Booth piensa que en la cárcel puede haber algunos hombres buenos,
él los encontró, hombres que hacen lo posible para no volver. Brennan, en cambio, no lo cree
posible, las estadísticas lo demuestran y un claro ejemplo es la víctima, sus
tatuajes confirman que en prisión se alió con elementos violentos que una vez
en la calle pudieron vengarse. Booth
entiende que está culpando a la víctima de su muerte. “No le juzgues tan rápido”
le pide, porque en prisión hay que hacer lo que sea, lo necesario para seguir vivo. Por
supuesto Brennan lo niega, Ella no
juzga, sólo mira las pruebas. La reacción de Booth es la que es. Miradla detenidamente.
No es la primera vez en
estos diez años en que a Booth la
racionalidad de Brennan le hace daño, pero antes su optimismo impenitente, su inmenso amor por ella le hacía
olvidarlo de inmediato. En The Baker in
the Bits, lo que queda bien patente es que eso no está pasando, que cada proposición racional de Brennan le
hiere. Booth es un hombre con
una visión moral de la vida, para él
lo que importan son la bondad o la maldad de los motivos de las personas; la de
Brennan es racional, sólo importan las
pruebas. No es nuevo, ellos se saben diferentes y se sentían orgullosos de a
pesar de todo funcionar. Pero lo que estamos viendo en este episodio es que Booth, que en toda discusión, gustosamente cede siempre
la última palabra y la victoria a Brennan, aunque lo sigue haciendo, se le ve sin fuerzas para superar la frustración que la derrota le provoca. Es como si cada una de las razones de Brennan, de sus
evidencias fueran espinas que se le clavaran en el corazón, de ahí la amargura de su
mirada.
Booth tiene fe en la
redención de las personas, cómo no va a
tenerla si él es una prueba evidente de ella. Si no existe esa posibilidad en los otros tampoco existirá para él, parece pensar.
Estuvo en la cárcel y era inocente, sí, pero no es suficiente, él tiene mucho
porque pagar, ha matado a demasiada gente, una visión muy católica por cierto. Y
aunque había superado su pasado, aunque Sweets
le había confirmado que él era un buen hombre que sentía dolor por lo hecho
y aún así había sabido crearse una nueva vida; ahora, ahora ya no siente dentro de sí esa certeza, hay muchos
fantasmas rondando por su cabeza, el hombre al que mató con sus propias manos, la muerte de Sweets, la vulnerabilidad
de su familia, los meses en la cárcel y ahora Connor, el fracaso de Alex…,
demasiados fantasmas. Y aunque le dice a Flender después de haber disparado a
Rockwell que sólo se puede intentar, (ayudar a la gente) su mirada dice que el consuelo que le ofrece no lo siente en su corazón. “Permíteme, señor, consolar antes
que ser consolado”, decía la oración que se escuchaba en el funeral de
Cleo Eller en el episodio Piloto. ¿Quién consolará a Booth?
Y cuando va a recoger a Brennan en el Jeffersonian, Booth reconoce que ella tenía razón, que alguna gente pierde
la bondad que toda persona dispone y nada se puede hacer por ellas. A Brennan haber tenido razón no la hace feliz. Y cuando le pregunta si está bien, para mí que Booth le miente cuando le contesta, tras un
gran suspiro y dejarse caer derrotado, como si le hubieran pegado una paliza en el sillón, que
está estupendamente, sólo que no le gusta
disparar. Que Brennan le reconozca
que eso se debe a su bondad no parece consolarle.
Este es el nuevo Booth, muy lejos del
agente del FBI, sexy y cañero, del hombre alegre, siempre dispuesto a disfrutar
de la vida que hemos admirado durante nueve años. No hay mucha
esperanza en su mirada, no parece un
hombre que desee juguetear con su mujer, comerle a mordiscos la boca. Está
hundido, su creencia en la bondad de la
gente se ha desvelado equivocada, un fracaso más que añadir a su memorial de agravios.
Y esta es la nueva dinámica que a mitad de la que puede ser la última temporada de Bones nos propone Stephen Nathan, tan alejada de la que estábamos acostumbrados. Tan oscura. Parte de los fans no la aceptan, y no creo que sea porque sólo quieran ver a Booth y a Brennan jugueteando, sino porque después del hiato que habían, habíamos sufrido esperaban, esperábamos divertirnos, emocionarnos con Booth y Brennan, no sufrir con ellos. Pero esto es lo que hay.
Y esta es la nueva dinámica que a mitad de la que puede ser la última temporada de Bones nos propone Stephen Nathan, tan alejada de la que estábamos acostumbrados. Tan oscura. Parte de los fans no la aceptan, y no creo que sea porque sólo quieran ver a Booth y a Brennan jugueteando, sino porque después del hiato que habían, habíamos sufrido esperaban, esperábamos divertirnos, emocionarnos con Booth y Brennan, no sufrir con ellos. Pero esto es lo que hay.
Y sabéis qué, yo me quedo, no con la fe ciega de quién cree que de la mano de "dios" nada malo puede venir, sino con espíritu crítico, con curiosidad por ver como este "dolor" me será recompensado. Será duro asistir al desmoronamiento de Booth,
pero BONES ES BONES, lo superarán, lo superaremos, como han superado tantas cosas. Y cuando lo
hagan volverán a ser indestructibles y entonces sí, entonces, nos dirán adiós, Bones pasará a ser materia de estudio de los antropólogos culturales, y nosotros, algún día, podremos decir, orgullosas, que hemos asistido, que hemos sido parte, de la más hermosa historia de amor jamás contada.
#YoMeQuedo ¿Qué decís? ¿Os quedáis también?
#YoMeQuedo ¿Qué decís? ¿Os quedáis también?
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