Hasta aquí
hemos llegado, con The Jewel in the Crow,
se acaba la parte amable de la temporada, en el próximo episodio llega el
horror.
Cuando el
verano pasado Michael Peterson y
Jonathan Collier planificaron la temporada se enfrentaron con el dilema de
si la Undécima sería la última.
Previéndolo idearon un épico final en un arco de dos episodios centrados en la
reaparición del asesino en serie que el equipo descubre en The Monster in the Closet (11.13); el penúltimo episodio (11.21)
terminaría en un gran cliffhanger que sería resuelto en el último (11.22).
Pero los
showrunners propusieron y dios, digo Fox, dispuso renovar Bones para una decimosegunda
y última temporada; así que a Peterson
y a Collier no les quedó otra que cambiar la planificación de los episodios
finales, convirtiendo el que estaba previsto para el penúltimo en el episodio final de la temporada. En medio
de estos cambios y sin duda mediatizado
por ellos aparece The Jewel in the Crow.
Pero lo mejor
será empezar por el principio y el principio no es otro que:
UNA ENFERMERA SÁDICA
Y el doctor Hodgins y Angela llegando por la
mañana al Jeffersonian discutiendo si ha sido un error cambiar de
fisioterapeuta, porque la nueva está sometiendo a un duro trabajo a Hodgins. Angela cree que ese trabajo
dará frutos, él es un poco más escéptico, le ha estado torturando durante el
último mes y no nota ningún cambio. Está bien como está, pero también lo estaba
con el “viejo terapeuta”.
— Llamas vieja
fisioterapeuta a una tía buena de 26 años… — le contesta sarcástica Ángela, pero el doctor es inocente, ni se
había dado cuenta de que estaba buena. Y en esas están, que si celos
que si torturas cuando Angela se
extraña del olor del Jeffersonian.
—Huele
como una residencia de estudiantes… ¿alguien ha celebrado una fiesta aquí y no nos
han invitado? —pregunta Hodgins percatándose
del olor. Pero no. no hubo tal fiesta, según Cam, el olor proviene de un cadáver convertido en un acerico que se
encontró en un depósito de una planta de reciclaje de vidrió.
Mientras Angela y Cam cotillean sobre la próxima
boda, a sus espaldas se oye un estropicio. Una papelera ha rodado por el suelo,
Hodgins levanta las manos, él es
inocente, piensa que ha sido un temblor, aunque ni Angela ni Cam han sentido nada. Pero él insiste, el fenómeno de “El niño” ha incrementado la actividad sísmica en
Virginia.
— O tú
tiraste la papelera —le recrimina Cam.
ABUSO DEL ALCOHOL O
CRISIS DE LA
MEDIANA EDAD
Cuando los
showrunners comentaron lo que íbamos a ver en esta temporada nos anunciaron que Booth atravesaría una crisis de la
mediana edad por un pequeño problema. Y lo cierto es que cuando vemos a Booth y a Brennan camino del trabajo, quien conduce es ella. Booth tiene la vista borrosa por causa,
según él, del par de cervezas que se bebió la noche anterior. Como es de razón,
Brennan no está de acuerdo con el
diagnóstico, si fuera por causa del alcohol los síntomas serían otros. Y por
supuesto Booth protesta, está bien.
Sin embargo cuando entrecerrando los ojos
intenta leer el nombre de la avenida por la que circulan, se equivoca de
“Estado”. “Avenida Michigan”, dice. “Avenida Missouri”, le corrige Brennan.
—¡Ah, bueno! Es
un estado —se defiende displicente Booth.
Pero Brennan no sería su mujer si no se
preocupara, ella con la ciencia de su
lado insiste el consumo de alcohol no causa visión borrosa, Booth tiene que llamar al oculista en
cuanto llegue a la oficina. Y Booth
no sería Booth si no se defendiese
sacando a relucir que su visión siempre ha sido perfecta, aunque tiene perdida
la batalla en cuanto su mujer le recuerda que ya no tiene veintidós años. Por supuesto él contraataca:
—Para,
yo conduciré —le pide decidido.
— Excelente
idea — responde sarcástica Brennan
— vamos a arriesgar la vida de los padres de nuestros hijos para
que puedas sentirte varonil, viril y joven.
— Soy
varonil, viril y joven —protesta Booth.
— Y yo
estoy conduciendo. — Dice taxativa, la discusión se ha terminado la
madre ha ganado.
LA CONEXIÓN FRANCESA Y
LOS
LADRONES DE GUANTE BLANCO
Peterson lo ha confesado, le encantan
las películas francesas de robos, así que tiene sentido que el alfiletero
fuese en vida una mujer francesa, la Marquesa
de Chaussin, que haya un inspector francés, el inspector Rouseau, que persigue a unos ladrones
de joyas y sospeche que el asesino sea el marido de la víctima, el Marqués de Chaussin y que dos días
antes se produjese el robo en la exposición Jewel in the Crow de una
daga valiosa, copia de la daga incrustada de diamantes y esmeraldas robada del
museo de Estambul en la película Tokcapy
(1964, Jules Dassin).
En los diálogos hay un montón de referencias a
las películas de robos de guante blanco, convirtiendo a Aubrey en su portavoz. A él le encanta Rififi (también de Jules
Dessin, 1955) considerada por los críticos como la mejor película de robos
de la historia, película que aburre a Booth después de todo la escena del
robo dura 32 minutos y no tiene dialogo. Thieff,
(1981, Michael Mann), protagonizada
por James Caam, que le encanta a Booth y Atrapa a un Ladrón (1955, Alfred
Hitchcock) protagonizada por Cary Grant que les gusta a los dos.
La trama se
inicia cuando Brennan descubre un
diamante con número de serie escondido en la mandíbula de la víctima y al
Jeffersonian llega el inspector Rousseau,
el conoce el nombre de la víctima y hasta a su asesino. Por supuesto Brennan no está de acuerdo, si no sabe
aún si ha sido asesinada, cómo va a saber el nombre del asesino.
La intriga está
planteada a la manera de las viejas películas de robos de guante blanco, con un
gran suspense (aunque lastrado por la falta de presupuesto que limita la acción
a imágenes de ordenador y a una sexy
“becaria” saliendo en bikini de la piscina). Una intriga que gira y gira sobre
sí misma, con más vueltas y revueltas que el cordel de una peonza.
Y en la que
todos los involucrados son sospechosos y
todos mienten. Desde el experto gemólogo que talló el diamante
robado, al inspector francés que no
sólo se había visto con la víctima horas antes de su muerte sino que también
había sido apartado del caso por sus superiores por la animadversión hacia el
Marqués. Por supuesto también miente el Marqués,
“arruinado”, la supuesta “becaria”, la encargada de la tienda dónde se robó
la joya y hasta la propia víctima que resultó ser la ladrona del diamante.
Al final puede
decirse que murió por amor. Aunque mantenía una aventura con el gemólogo, que
resultó ser el ladrón, la marquesa robaba para poder recuperar las antigüedades
que su marido se había visto obligado a vender por la crisis económica. Y el
gemólogo, enamorado, no lo soportó. La mató porque se negó a ser suya.
LOS FANTASMAS ATACAN A HODGINS…
Es sin duda lo
más divertido del episodio. Fenómenos extraños persiguen al doctor Hodgins. Allá por dónde van los
objetos se caen. Daisy no puede creer que
sean terremotos, pero le resulta interesante, desde la muerte de Sweet ha aprendido a abrir su mente,
tal vez lo que le sucede a Hodgins
es que tiene un poltergeist.
— Daisy,
no estoy siendo perseguido por un fantasma —protesta el doctor.
Lo que Daisy cree es que tal vez los espíritus estén intentando
enviarle un mensaje, alguien como el
doctor convencido de que los extraterrestres existen debería ser más abierto a
lo paranormal, dice un tanto asombrada. Pero el doctor sólo está abierto a lo
que tiene una base científica y desde luego los fantasmas no la tienen.
—Bueno, se puede ignorar el mensaje; que es
su prerrogativa. Pero yo sólo te aviso, es posible que tenga compañía por un
tiempo. A ellos les gusta ser escuchados.
Ella cree en los
fantasmas, le confiesa, porque vio a Lance
después de muerto, fue él quien le
dijo que siguiera adelante con su vida.
— No es un fantasma, Daisy
—insiste el doctor. Está cansado, su fisioterapeuta sádica lo había molido y lo
último que quiere hacer ahora es pensar en Patrick
Swayze tratando de enviar un mensaje.
Y DAISY LOS CAZA…
Tenía razón el doctor Hodgins, no lo perseguía Casper y Daisy la cansina e
insistente Daisy hace suyo el caso y termina cazando al culpable.
Científicamente. Porque resulta que los objetos que se caen, se caen de
mesas metálicas cuando Hodgins se
encuentra cerca. Y con cinta métrica en ristre descubre que en las mesas hay
huellas de calzado con suela de caucho artificial con rayas cruzadas, las
mismas que en los reposapiés de la silla de ruedas.
—Tú golpeaste la mesa
—le explica.
Por supuesto, Hodgins no la cree, está paralítico por
si no se había dado cuenta. Pero la ciencia lo demuestra y tal vez se le haya
olvidado que su nueva fisioterapeuta sádica ha estado trabajando duro sus
músculos. Pues al final ha conseguido que le respondan. No fue un fantasma ni
un terremoto, fue él. Fueron sus
músculos al contraerse.
Una luz de esperanza se
abre para Hodgins, podría ser el primer paso.
— ¿Primer paso para
qué?—le pregunta Angela entrando en su despacho.
—Estamos hablando de un
primer paso para... un primer paso —dice con voz entrecortada, sus
piernas se están moviendo, aunque él no pueda sentirlo—. Angie, creo que la enfermera sádica
me va a ayudar a caminar de nuevo —y
en sus ojos hay emoción, incredulidad y sobre todo esperanza.
¿Volverá a caminar el
doctor Hodgins? Según las declaraciones que Peterson le ha hecho a Marisa
Roffman (ver aquí), no va a suceder pronto “su viaje está lejos de terminar”,
ha dicho. Hodgins no va a recuperar
automáticamente su movilidad completa de nuevo: "La
historia no necesariamente va por donde se podría pensar que iría", explica.
Cuando han empezado a planificar Bones12,
a sugerencia de Karine Rosenthal han
ajustado la trama: "La respuesta a corto y largo y corto iba en
una dirección, hay voces nuevas y creo que hemos encontrado un mejor camino a
seguir con su personaje." ¿Cuál será? Qui lo sa.
LA RAZÓN Y EL… “TE LO DIJE”
Que Brennan y Booth son una pareja de
testarudos no se nos escapa a nadie, que ambos quieren llevar razón y tener la
última palabra tampoco. Ocurre, una vez más con el problema de la visión
borrosa. Booth se resiste en un
primer momento a hacer caso a Brennan
y visitar el oculista por mucho que Aubrey
le diga que no es ningún crimen llevar gafas.
Sin embargo decide
hacerlo, cuando al recibir el informe del inspector Rousseau, sobre el robo y el asesinato ocurrido en Francia del que
acusa al Marqués de Chaussin se da
cuenta de que no puede leerlo. Eso sí, le exige a Aubrey estricto secreto; no necesita oírla decir: "Te lo dije". Según Booth
la única razón por la que va a hacerlo
es poder decirle a Brennan, "Te lo dije".
¿No os lo dije? Booth no quiere dar su brazo a torcer.
Aubrey
guarda
el secreto, el medio segundo que Brennan
tarda en contestarle con toda la sorna del mundo “Así que Booth se encuentra en
una reunión en la Embajada de Francia…”
Conoce a su marido,
sabe que ha ido al oculista, pero no le dirá nada. “No necesita oírle decir que yo
tenía razón. Me es suficiente con saber
que él sabe que yo tenía razón”.
¿Tenía yo razón,
verdad? Brennan siempre quiere tener
razón.
Y a pesar de lo dicho,
también la última palabra, porque en cuanto se encuentra con su marido le
suelta: “¿Cómo fue tu tarde en la embajada
francesa? Claro que en esos instantes el lleva gafas.
Unas preciosas “Rayban” que le hacen parecer sexy, en eso tiene
razón la doctora; que Booth, sin embargo, se ve ridículo, como un
sabihondo, aunque termina por reconocer que no le importa porque es algo
temporal.
Y sí, reconozco que
cuando dije que Booth padecía de vista cansada, me equivoqué, aunque no
asumo toda la culpa, el padecer una Coriorretinopatía
serosa central, que es lo que él padece, una acumulación de líquido en la
retina, es normalmente debido al estrés y nada
tiene que ver con la edad…
Y AL FINAL, ¿QUÉ?…
AL FINAL SEXO CON GAFAS
Una vez detenido al
gemólogo asesino, el inspector Rousseau,
en agradecimiento a las gestiones de Booth
con sus superiores para reintegrarle a su puesto de trabajo, les regala una
botella de vino (habrá que pensar que es un buen Burdeos) al menos así lo
reconoce Booth.
Brennan se extraña de que
pueda leer la etiqueta sin las gafas.
Booth vuelve a la carga, él
le dijo, igual que el doctor que su problema era sólo temporal. Se siente bien,
sano y joven.
Su visión ha vuelto a
ser perfecta y no las necesita… Sin embargo para Brennan no es un buen asunto… —¿Por qué? ¿Te gustan
las gafas? —le
pregunta extrañado.
—Eran sexys, Booth. Tenía
la esperanza de que las llevaras puestas en la cama.
—¿En la cama? ¿Por
qué?—Pregunta Booth
un tanto espeso.
—Bueno, esperaba que
las usarías, nada más.—le responde con mirada retozona, y Booth por fin lo
comprende.
—Guau. ¿De Verdad?
Bueno, creo que puedo solucionarlo —dice poniéndose las gafas… torcidas.
A Brennan así no le gustan, no resultan atractivas, están poco
firmes, y aunque puede que (tras su uso) terminen así, no quiere que empiecen así.
Y mientras caminan
hacia su dormitorio, Brennan juega a
probarse las gafas… seguro que estuvieron jugando con ellas hasta que desatada
la pasión fundieron a negro.
¿Cómo creéis vosotros
que terminaron la noche las gafas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario