Al cadáver de quien luego resultaría ser mister Ed, (caballo con voz, no hay dos, no
hay dos), lo encontró en medio del bosque (al principio del más “fantasioso” episodio de Bones ”Death in the Saddle” 3.03) un
niño que padecía incontinencia urinaria. Presentaba un traumatismo mortal en la
frente, las manos atadas, los pies cortados y las cuencas de los ojos repletas
de bullentes gusanos.
Pero con ser aparentemente una muerte cruel, para quien luego resultaría ser mister Ed, (caballo con voz, no hay dos, no hay dos), tal vez lo fuera más
darse cuenta, justo antes de que un cuchillo de cascos le atravesara la frente, que los estremecimientos que había sentido
cuando una fusta le rozaba la piel, sólo eran “fantasías”, que la piel pide a gritos piel y
no bridas, que se había jugado la vida disfrazado de pony por unos cuantos
polvos de mierda.
Porque mister
Ed, (caballo con voz, no hay dos, no
hay dos), era un fetichista, un fetichista de los caballos, un hombre que disfrutaba
con un bocado en la boca y arreos en los costados.
— Vaya, ¿qué es
todo esto? —Pregunta Booth a Brennan y al dueño del hotel Ambassadora,
dónde la a tarjeta de crédito de mister
Ed, (caballo con voz, no hay dos, no
hay dos), les ha llevado al contemplar un desfile de hombres y mujeres
disfrazados de caballos, conducidos por bridas por otros hombres y mujeres
vestidos de amazonas y jinetes.
— Es fetichismo —le explica Brennan.
— Entonces se
trata de que uno es el caballo y la pareja… ¿lo monta? —pregunta Booth con doble intención.
— Más o menos —le responde el dueño del Ambassadora.
— Pero no tiene
nada que ver con caballos sino con el equilibrio de poder y la sumisión, una
variación del sadomasoquismo —explica Brennan,
siempre dispuesta a educar a Booth.
Pero Booth
mira, y lo que ve son personas comienzo paja en pesebres.
— ¿Te parece
sexy?
— El fetichismo es
una forma de disfrutar de la actividad sexual sin tener que interactuar con la
otra persona como si fuera humana —le ilustra una vez más la antropóloga.
Para recibir a cambio una lección de humanidad es
ella.
— El sexo es
total y pura interacción humana —le dice Booth asombrado de la ignorancia de Brennan — si no quieres
interactuar pues… ya… sabes…
— Hay quien se
masturba con fetiches… lo hacen con zapatos de mujer —explicita Brennan, pero a Booth, el mojigato Booth no
le gusta oír en su boca ciertas palabras…
Tienen que hablar con la amazona de mister Ed, (caballo con voz, no hay dos, no hay dos)… tampoco le resulta
agradable contemplar el trasero “fantástico” de otro hombre aunque lleve cola y
se crea un caballo.
— ¿Señor podría
darse la vuelta para no verle…?
…. Para no verle el trasero, Booth no pronunciará la palabra.
Nunca antes, ni tampoco después Bones, una serie blanca como un anuncio de detergente en polvo,
había ofrecido tal exhibición de “fantasía”… Brennan lo tiene por cultura, Booth,
Booth no lo aprueba. Para Booth
hay gente que está un poco loca y luego están los tarados.
— Convertir a
alguien en un objeto de placer está mal —le asegura.
— ¿Cómo lo sabes?
— La empírica exigiendo cuentas al hombre cuántico.
— Lo dice la Biblia —le responde, como católico que es Booth sólo ha leído el Nuevo
Testamento, pero no le importa tomar la parte por el todo para apoyar su
argumentación.
— No es cierto
—le responde la atea, que seguro que para algún trabajo antropológico se la ha
leído entera.
— Pues tenían
que haberlo puesto —le responde testarudo y sobre ese punto ya no cabe
discusión alguna.
—Todos
funcionamos de forma distinta, si alguien necesita gritar Arre para excitarse
¿qué tiene de malo?
— Si mister Ed hubiera vivido como un hombre
no hubiera muerto como un caballo —le responde Booth, una verdad incontrovertible.
Y es al final, después de resuelto el caso, cenando en
el diner cuando “el maestro” le da una
lección de amor a Brennan. Discuten sobre la forma más saludable de comer,
ella toma ensalada, está dispuesta a convertirse en vegetariana, Booth la rebate, come una hamburguesa.
Y se la come con gusto hasta que Brennan con muy, muy mala intención le pregunta:
— ¿Esa hamburguesa
está buena, tierna y super suave…?
Booth ha captado la indirecta y deja caer la
hamburguesa al plato.
— ¿Quieres decir si
sabe a caballo?
— Tal vez
deberías hacerte vegetariano —insiste Brennan
sarcástica.
— No he perdido
el apetito porque me hables de carne de caballo. He perdido el apetito porque
me has hecho pensar en esas personas haciendo el paripé mientras fingen ser
algo que no son sólo para echar un polvo de mierda.
La empírica no lo cree, necesita pruebas.
— ¿Cómo sabes
que es un polvo de mierda?
— Tiene que serlo, Huesos, estoy convencido.
— ¿Por qué?
—insiste ella.
— ¿Por qué? Te diré
por qué. Los seres humanos no somos más que criaturas solitarias que pasan unas
junto a otras buscando el mínimo roce para conectar con otros. Y algunos miran
donde no deben…
Otros se rinden
porque en el fondo creen que no hay nadie para ellos , pero todos seguimos
intentándolo una y otra vez…
Porque de vez en
cuando, sólo de vez en cuando dos personas se juntan y salta la chispa…
… y si, Huesos, él es guapo y ella preciosa y
tal vez eso es lo único que ven al principio…
… pero al hacer el
amor, al hacer el amor entonces dos personas se funden en una…
— Es imposible
científicamente que dos personas ocupen el mismo espacio —asegura la científica.
Pero Booth
no se deja amilanar por el imposible categórico.
— Si, pero lo
importante es intentarlo y cuando lo hacemos bien nos acercamos…
— ¿Nos
acercamos a qué? ¿A romper las reglas
físicas? —insiste aunque su voz ya es un
susurro, su corazón sabe aunque finja no comprender la metáfora.
—Sí, Huesos, un milagro. Esas personas, sus
juegos de rol, sus fetiches sexuales… es sexo de mierda, al menos comparado con
lo auténtico —termina con la
sonrisa que derritió el Ártico y a la doctora quien inesperadamente le da la
razón. Booth ni siquiera se ha dado
cuenta, no le cabe en su mente que pudiera no contradecirle una vez más.
Sí, pero… —comienza diciendo, hasta que se percata de que Brennan ha dicho “Tienes razón”— Un momento ¿he ganado la discusión? —le
pregunta sorprendido.
— Sí —y la
mirada de ella es tan insondable como aún lo era su corazón. Aunque todo el mundo sabíamos que el deshielo
había comenzado.
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