miércoles, 16 de abril de 2014

BONES. The Cold in the Case. Al final como al principio


"En la guerra acabas haciendo cosas que podrían destruirte si salen a la luz"
Lo dijo Booth en de Source in the Sludge. Precisamente el episodio con el que, según anunció Stephen Nathan, comenzaba el final de la novena temporada de Bones. No se refería expresamente a él, pero… pero ahora, cuando su expediente rueda por los despachos del FBI y su instinto le hace dudar de las intenciones de sus superiores tal vez no está por demás recordarlo.

Pero antes del final el principio.

¿Compraríais un trocito de cielo, una parcela en la que el perro te traiga un trozo de calavera para jugar? Pues así comienza The Cold in the Case. Una pareja negocia la compra de unos terrenos y cuando se las prometen felices llega el perro y les suelta el regalo. Mala suerte.

Y otra pregunta, si en nuestro ADN está inscrito la aspiración a la inmortalidad ¿por qué nuestras células mueren? Es una pregunta retórica, por supuesto, pero con la de generaciones que han pasado desde que el primer mono oteó el horizonte, le picó la curiosidad, bajó del árbol y echó a andar ya va siendo hora de que aceptemos que nacemos, vivimos y morimos. Y sin embargo... nos queremos, queremos a los que amamos por siempre vivos. Y no ya en un plano espiritual sino en carne mortal. La solución científica, por ahora, para hacerlo posible, la criogenización. O hablando en Román Paladino, el congelador. Algún día los zombis regresarán del frío.


Y el congelador resulta altamente útil para los asesinos. No sólo enmascara el momento de la muerte, trastocando todos los procesos que se suceden tras el último suspiro, sino que vuelve loco incluso al mejor equipo forense. Les pasa al principio a los del Jeffersonian cuando estudian los restos descubiertos por el curioso chucho. Unas partes indican que la muerte sucedió hacía tres horas, otras tres días, otras tres semanas, lo que se dice una muerte a plazos. Les cuesta, las prueba contradictorias los despistan, hasta que Cam descubre que en el cuerpo aún queda orina, eso sólo sucede si el cuerpo ha sido congelado.


Los restos resultan ser los de Madeline Pappadelos, una madre cuya hija había muerto de fibrosis quística. Madeline, con el corazón roto, no aceptó la pérdida de su hija y decidió no devolver el polvo al polvo, las cenizas a las cenizas, sino preservar el cuerpo hasta que la ciencia pudiera curarla. Pero Madeline no pidió ser criogenizada, proceso al que como descubre la doctora Brennan fue sometido su cuerpo. Estaba viva y fue asesinada. Su marido, Ethan, el primer sospechoso, sobre todo porque descubren que amenazó con matarla. Pero Ethan no la mató, no, era un buen padre que buscaba calmar su dolor dándole a su hija un entierro honroso. A Ethan no le gustaban los zombis.


Los siguientes sospechosos son los dueños de la factoría de criogenización, me resisto a llamarla clínica, el matrimonio  Noah y Michelle Summers, Angela descubre pagos a la clínica en las cuentas de la víctima. La relación sin embargo era más estrecha, no sólo acudía a menudo a visitar el cuerpo de su hija, sino que les ayudaba con la financiación de las investigaciones. Según dicen, ellos no la mataron, el culpable sería un competidor en el negocio arruinado.

Pero su suerte cambia cuando Angela descubre en las cámaras de la “clínica”, una discusión entre la víctima y Noah mientras éste anda abriendo el cuerpo de un “paciente”. No por eso se reconoce culpable, sólo importa la preservación del cerebro, a los zombis cuando se les devuelva a la vida se les entregarán nuevos cuerpos, los que les sobran los venden para hacer caja, Madeline lo comprendía. ¿Quién les da la licencia? Se pregunta Booth ¿El doctor Frankestein?

La última pista, la que determina quién es el asesino y quién tiró el cadáver es un poco más espeluznante. La víctima, como el resto de los pacientes de ese congelado infierno, había tenido cosido a su cráneo un chip. En los archivos de audio descubren que sus relaciones con el matrimonio “criogénico” eran un poco más íntimas que las debidas a una benefactora. Al final las huellas de las puntadas en su cráneo señalan al culpable, aunque nunca se reconocerá asesino. No estaba muerta cuando la congeló. La culpable, la esposa celosa que tiró el cuerpo a la ciénaga. Espeluznante.

Del hielo al fuego.


El del amor de Cam y Arastoo. Una relación, cualquier relación en la intimidad se vive con intensidad, exponerla a ojos ajenos, cuando es desigual o cuando uno de los miembros de la pareja la percibe como desigual, acarrea una gran tensión; pero si además se trata de conocer a la familia y esa familia es de diferente cultura y religión, lo lógico es echarse a temblar. Cam a pesar de ser una gran mujer se resiste a la propuesta de Arastoo de conocer a sus padres.

Lo que no acierto a entender es la actitud de Arastoo. Sabe del apego de sus padres a sus tradiciones, tiene el antecedente de cómo rompieron con su hermano y es conocedor de las grandes diferencias culturales y de educación que existen entre una mujer nacida en Iran y una mujer norteamericana hecha a sí misma, y aún así cuando en el restaurante cada uno se comporta según su educación y sus costumbres, mientras Cam, nerviosa, acepta el escrutinio sobre su persona, él en vez de limar asperezas, inseguro, estalla y cogiéndola de la mano le obliga a abandonar la mesa.


Cierto que la señora Vaziri es un poco impertinente pero ¿qué madre no quiere conocer bien a la mujer que espera que se convierta en su nuera?  ¿Mi impresión?, que pesar de lo que su madre diga después, Arastoo sigue siendo un adolescente, un hombre inmaduro incapaz de superar las diferencias que los separan. Cuando Cam termine de beberse su whisky comprenderá que está viviendo con un chiquillo.

Y de lo contingente a lo necesario.

En esto no nos ha engañado Stephen Nathan, esta temporada, al contrario que la anterior, están honrando la relación entre Booth y Brennan, y de qué manera.


Al principio del episodio parece que la pareja va a necesitar abrir otra botella de champán, a Booth el subdirector del FBI lo ha puesto a revisar expedientes de otros agentes, le están inflando a trabajo. Para Brennan tal muestra de confianza en él es un honor; Sweets, por su parte, cree que lleva implícita una promoción. Booth, en cambio no está tan seguro del honor ni por supuesto entusiasmado. Y mucho menos cuando se entera de que a Sweets le han pedido que revise el resultado de sus pruebas de competencia y su perfil psicológico.


Según radio  macuto la promoción supondría un puesto en el extranjero, concretamente en Alemania y por dos años. Booth no lo quiere. No quiere un puesto que lo aparte de su familia, pero, y esto es lo maravilloso de esta temporada, Brennan tampoco lo quiere. Ya se lo dijo en The Repo Man in the Septic Tank, “Tú eres mi hogar”. Y ahora dice, dónde quieras que tú vayas allí iremos Christine y yo.

Booth no es un hombre racional, es un hombre confuso e intuitivo y en su confusión lo ve todo muy claro. Cuando Brennan le dice que soñar es bueno, él, dejándose llevar por su instinto contesta que no está seguro de que sea un buen sueño. Porque la jefatura de la oficina del FBI en Alemania es un puesto vinculado a la lucha antiterrorista y a las operaciones encubiertas y además los expedientes que le han dado a revisar corresponden todos a tiroteos. El puesto en realidad lleva una serpiente dentro.



— "¿Crees que te pedirán que trabajes como francotirador otra vez?" —pregunta Brennan.

Es lo que Booth se teme y a eso, a eso después de nueve años luchando por atrapar a tantos criminales como gente mató, por lograr el balance existencial del que se burlaba Brennan en el episodio Piloto, no está dispuesto. Su alma ya ha ardido en el infierno durante bastante tiempo, se ha ganado el derecho a la redención.

— "No voy a hacerlo —le dice con el rostro contraído—. Tengo una vida nueva, tengo una familia. No pueden obligarme a hacer eso otra vez."

Y Brennan con la misma ingenuidad con la que hace nueve años se ofreció ayudarle, dice:

 — "No tienes que hacer nada que no quieras, Booth".



— "Cierto" —responde Booth con los ojos rasados de lágrimas. Pero en su voz no hay convicción, no cree que tal cosa vaya a ser posible.

La pregunta es ¿conseguirá Booth eludir la trampa que parece cernerse sobre él? ¿Le obligarán a volver a ser francotirador para ocultar algún secreto de su pasado?

Preguntas y preguntas de un final de temporada con un gran cliffhanger anunciado. En tres episodios y cuatro semanas sabremos las respuestas

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