Realmente el hiato está
siendo altamente perjudicial para la salud mental de los boneheads. Hasta hay
gente preocupada por el secreto en que Booth
y Brennan quieren mantener el nuevo embarazo; ayer en TV Line, Matt Webb Mittovich no supo responder a sí el secreto se debía o no a una razón médica. Está claro que
todos, productores, escritores y actores se han juramentado para trabajar rápido y hacer las menos declaraciones posibles.
Sin embargo Matt Mittovich
al responder a la fan se hace eco de unas declaraciones de TJ Thyne que si bien no
aclaran la razón para el secreto, al menos anuncia que el episodio en el
que lo tratan es un episodio muy
divertido, porque todos estás emocionados y excitados preguntándose qué demonios les pasa a estos dos.
Lo que les pueda pasar por
ahora no se sabe. Pero si el episodio es divertido será cosa poco seria. Aunque
conociendo a los personajes cabe aventurar que Booth estará contento aunque un poco asustado por las malas noches
y los cólicos de bebé que le esperan y
Brennan a quien definitivamente el nacimiento de Christine cambió estará muy pero que muy feliz.
Lo divertido será ver la racional
explicación que le dé a Christine de
dónde y cómo ha salido el nuevo bebé.
YO NUNCA VOY A TENER HIJOS
Con respecto a los
hijos la evolución de Brennan ha
sido tan espectacular como con respecto al amor. Tanto al amor como a la
necesidad de procreación antes se enfrentaba con lógica y racionalidad, no creía en
el amor, no consideraba necesario tener hijos, para luego, cuando se dejó
gobernar por unos instantes por el corazón, descubrir que ambas cosas la hacían una mujer feliz.
Dos momentos en lo
referente a los hijos explican la evolución de Brennan.
La frase del encabezamiento, lapidaria, la
pronuncia tajante la doctora en su primera entrevista televisiva, ha acudido
hablar de su nuevo libro “Labrado en el hueso” y la entrevistadora, una idiota,
que no sabe muy bien cómo hablar con ella le acaba de preguntar “¿Qué
le diría a sus hijos sobre los horrores que ve todos los días?” “Yo
nunca voy a tener hijos”, dice. “¿En serio?” insiste la entrevistadora,
incrédula.
Y Brennan mirando de reojo a Booth que no
para de hacerle guiños fuera de cámara para que rectifique, responde “Sí, en serio”.
Esa declaración taxativa
la hace por primera vez en el episodio The
Woman in the Car (1.11) escrito
por el entonces principiante y ahora ganador de un Globo de Oro y un Emmy por la serie Fargo, Noah Hawley. Por si no lo recordáis es aquel en que Booth y Brennan salvan al hijo secuestrado de un testigo
federal.
Ya en el coche camino del
lugar en el que ha aparecido un coche calcinado con el cadáver de una mujer
dentro, la conversación entre Booth y
Brennan se hace personal, la doctora como hacía cuando algo de Booth le molestaba (no le ha contestado a sí ha estado bien en
la entrevista) atacándole al degüello.
— ¿Cómo puedes hacerlo?
—le pregunta a Booth.
— ¿Instalar la silla en un
coche del FBI? —responde.
— Traer a un niño a este
mundo sabiendo lo que sabes… oh, pero —añade con muy muy mala intención,
derecha a hacer sangre— Parker fue
un accidente. Su madre no quería casarse.
— Prefiero que Parker esté en esté en este mundo —le
responde Booth y añade:
—Cambiarás de idea.
— Yo no hago eso.
— Lo harás.
— Yo no hago eso nunca —insiste Brennan.
NO PUEDO, NO PUEDO SOLTARLA
La frase la pronuncia en
el cierre del episodio The Bump in the
Road (7.08), el episodio en el que vuelve a trabajar en el Jeffersonian
después del nacimiento de Christine,
Booth ha terminado de colocar la comida que habían comprado y se acerca a Brennan que está sentada en el sofá con
Christine entre los brazos, la niña
apaciblemente duerme. Hablan entre ellos en voz queda de lo que han ahorrado al
comprar la comida con los vales que Booth
guardaba, él le pide que eso quede entre los dos y ella después de asentir,
mira arrobada a la niña y dice:
— Mírala.
Y Booth intentando ser amable dice:
— ¿Por qué no la pones en
la cuna para que puedas descansar?
Y Brennan que no iba a tener hijos nunca, mirándola le contesta
tajante.
— No, ni hablar.
—¿Por qué? —pregunta Booth.
Y la respuesta es la que
han dado desde que el mundo es mundo todas las madres primerizas.
— No, puedo. No puedo
soltarla. Es que la he echado mucho de menos.
— Creía que no te
importaba, que estabas bien —dice Booth,
padre pero hombre al fin y al cabo.
—No es racional, lo sé,
pero es que… mírala, la echo mucho de menos.
A tal respuesta no hay
nada que añadir, salvo tal vez lo que al final le cuenta a Booth que piensa hacer a pesar de que sabe que está prohibido:
— Pienso colarla en el
laboratorio todos los días.
Ahí fue, ahí fue cuando Brennan al fin comenzó a florecer (que
diría Christine Brennan). ¿Una epifanía, una metamorfosis o una gran serie? ¿Qué decís?
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