En The Grief and the Girl una hija, transida de dolor, entierra en paz a un padre que entregó la vida protegiendo a sus hijos y una joven que ha perdido a la mujer que la crió, viaja lejos, tan lejos como a Terranova en busca de un viejo hogar. Una hija dice adiós, con todo el amor de su corazón, al padre que un día la abandonó y al que, gracias al hombre que tiene a su espalda, aprendió a perdonar y una niña que sólo buscaba mirar el mar con los mismos ojos que el ser perdido muere por el maldito azar. Una mujer lógica y racional se abandona al dolor por la pérdida de un hombre tonto y dulce que había hecho cosas terribles y otra mujer, casad, a punto de dar a luz, llora desconsolada porque tras la pérdida de su hermana y su abuela siente que no tiene familia.
De eso deberíamos hablar al hablar de The Grief and the Girl, del desconsuelo, la ira y la soledad que le produce a Brennan la pérdida violenta y cruel de su padre; porque no sólo se ha quedado huérfana, no sólo lo ha perdido a él, sino también la parte de su vida que ambos compartieron, Max Keenan ya no volverá a ganarle a las cartas, nunca más atravesará con ella la ciudad en busca del arco iris, de eso deberíamos hablar. De cómo ante el dolor se vuelve irracional; de cómo el hombre que la ama está a su lado, aceptándola en el dolor y en la ira, esperando a que decida encontrar el consuelo en sus brazos. De eso y de sólo eso.
Hubiéramos comparado las dos pérdidas, la de Brennan y la de Sarah Abbott; la víctima y la antropóloga frente a frente, pareciéndose en su desconsuelo, separándose en el final. De cómo Brennan cuando el dolor deja de cegarla encuentra finalmente el consuelo en el hombre que la ama y al que ama. Ese hubiera sido un hermoso y emotivo episodio. Y en parte lo es, si nos olvidamos de que… alguien decidió que la pena de Brennan no era suficiente.
Michael Peterson, el productor ejecutivo, ha declarado a TVLine (ver aquí el original) que Karin Rosenthal quién en su día firmara el guion del episodio Bodies in the Book (2.15) —en el que Brennan disfrutaba del amor y el sexo de un hombre bueno y divertido, de un agente del FBI que no era Booth—, fue quien decidió que era el momento adecuado para, después de 10 años de que Brennan le dijera adiós, reapareciera Sully, su antiguo amante.
Una reaparición que al fundamentarla en la pérdida de su padre, en el momento vulnerable en el que se encuentra Brennan, al relacionarla con su pasado amoroso del que se encargan de informarnos los corifeos del equipo del Jeffersonian, representantes putativos de la audiencia, resulta artificiosa y forzada; y aunque por momentos el guion intente jugar con los celos de Booth, al final, como no podía ser de otra manera, a estas alturas de la serie, resulta totalmente irrelevante.
Pero lo mejor será empezar por el principio.
Y el principio no es otro que Brennan mirando el contenido de su frigorífico, cuando se da cuenta de que hay un pack de refrescos su mirada se entristece, al instante su gesto cambia, se tuerce, es como si pensase que alguien ha olvidado que quien disfrutaba de su sabor ya no volverá a beberlo nunca más.
Booth aparece. Y a la pregunta de si está bien, de si quiere algo, Brennan desabrida sacando los refrescos del frigorífico poniéndoselos delante dice “Has comprado este refresco. Mi padre era el único que lo bebía. Ya no lo necesitamos. Booth se disculpa y sarcástica Brennan le pregunta:
— ¿Por qué? ¿Por no darte cuenta de que mi padre era el único en esta casa que lo bebía?
Y en ese momento, en mi opinión, Booth comete un error, en vez de dejarlo pasar, intenta reconfortarla:
—No estás sola en esto. Recuérdalo. Te quiero. Dime qué necesitas.
El rostro de Brennan se serena, respira profundamente, parece como si estuviera a punto de abrirse a él, pero entonces el teléfono suena y el momento pasa, Brennan se gira “es tu móvil” dice. A Booth no le importa el mensaje que traiga, le importa lo que tiene delante, su mujer, su pena. Sin embargo cuando el móvil suena de nuevo, Brennan lee el mensaje. Hay un cuerpo en una playa de Canadá, la víctima tenía pasaporte estadounidense.
Y entonces Booth, sin hacer caso a la información, pacientemente le cuenta que Max solía comprar el refresco para los niños, lo mezclaba con nata y lo llamaba “el batido del abuelo”. Había pensado que estaba bien comprarlo de nuevo.
En el rostro de Brennan se aprecian todas las emociones que las palabras de Booth le provocan, primero la sorpresa porque supiera para qué utilizaba Max el refresco, que ella lo hubiera olvidado, luego por unos instantes la tristeza. Sin embargo, cuando habla le cuenta que los restos van camino del Jeffersonian y va a ir para confirmar la identidad.
— ¿Quieres que te lleve? —le pregunta Booth. A lo que Brennan con suficiencia contesta
— No, soy perfectamente capaz de conducir.
No cabe duda que Brennan no es Brennan, al menos no la Brennan fuerte que había conseguido aceptar su vulnerabilidad. Esta se parece muchísimo a aquella del principio que tenía encerrado su corazón hecho pedazos en el cofre del olvido, la que se vanagloriaba de su soledad y a nadie dejaba entrar.
Pero ahora no es antes, ahora tiene un hombre y un montón de amigos que se preocupan por ella, por ellos. Aubrey después de informar a Booth del nombre de la víctima Sarah Abbott, de que su hermana estaba a punto de llegar al FBI le pregunta por ella. ”Dado su historial, está siendo mucho más dura de lo que debería”, le cuenta. Y Aubrey se percata de cómo esa dureza ha hecho mella en Booth, de su pesadumbre, de la culpabilidad que siente por la muerte de Max. “No hay nada que pudieras hacer”, le asegura.
— Puede que no en ese momento, pero sí había mucho que pude haber hecho —Booth también está desconsolado, también está viviendo solo su duelo.
En el Jeffersonian es Angela quien se acerca a Brennan. Quiere saber cómo se encuentra; “Todo el mundo me pregunta eso” le responde con una sonrisa forzada en los labios “Y no sé qué es lo que tengo que contestar”. No, Brennan no lo sabe. No sabe por qué unas veces se siente abrumada, llena de dolor y otras de rabia, porque ha sido injusta con su marido ni por qué no es capaz de decirle aparta de mi este dolor, cógelo entre tus manos y libérame.
Y justo cuando están hablando de los niños una voz pronuncia su nombre —Temperance— Brennan y Angela se vuelven y junto a Cam aparece Sully. El hombre que a pesar de estar enamorado de ella, le dijo adiós un día y partió navegando hacia el mediodía. Al que Brennan no pudo seguir, porque, como ahora, sus emociones corregían silenciosamente a su razón, porque su corazón ya había hecho su elección.
Y en cuanto Sully hace su aparición la pena, y el desconsuelo dejan de ser el centro del episodio, porque aunque en Brennan siga tan abrumada como antes, para los demás y para nosotros, el centro del interés ya es otro. ¿Afectará esta reaparición a la relación entre Booth y Brennan? No en balde, como le explica Angela al doctor Clark Edisson, es el único hombre además de Booth que ha tenido una oportunidad con Brennan.
Sully ha vuelto al enterarse de que su padre ha muerto, para ver cómo se encuentra. La razón podría ser válida si en otros momentos impactantes de la vida de Brennan también lo hubiera hecho, si alguna vez se le hubiera mencionado. Al parecer han mantenido contacto porque ella sabe de su novia que toca el clarinete, aunque no que tiene una tienda de sándwiches.
Y con él la pesadumbre de Brennan desaparece, a su rostro vuelve la sonrisa, pero no son ni el rostro ni la sonrisa de la mujer satisfecha que un día dijera “Si no hay Bones no hay Bones, la segunda Bones soy yo” y se volviera a sus brazos; no son para el antiguo amante sino para al hombre envejecido que se admira de lo guapos que son sus hijos y se quede con ella asegurándole que no serán muy inteligentes. Es bueno, en medio del duelo, olvidarse del dolor.
Pero como la autora del guion no tiene muy claro que comprendamos la obviedad, como su intención era la provocación y se siente culpable de la maldad que está por venir utiliza la preocupación del doctor Edison por lo que la reaparición de “este personaje, Sully”, le pudiera provocar a la doctora en un momento tan vulnerable, para tranquilizarnos. Sully no es un depredador, le asegura el doctor Hodgins. Es uno de los mejores tíos que hay por ahí.
Brennan y Sully se reúnen con Booth. Resulta que a uno de los sándwiches le ha puesto su nombre, Brennan quiere tener también uno con el suyo. Y lo tiene, se llama Tempe Tempeh, signifique lo que signifique. Cuando Aubrey aparece con la noticia de que la hermana de la víctima ha llegado, Sully se despide con una invitación que en principio “parece” dirigida tanto a Booth como a Brennan, pero es ella, no sin antes mirar a Booth la que toma la iniciativa “Eso estaría bien. Te veré luego”, le dice. Aubrey y nosotros nos sorprendemos ¿por qué excluye a su marido de la cena? En el rostro de Booth también hay sorpresa, pero él calla y acepta.
Como callará y observará cuando la hermana de la víctima les cuente que Sarah andaba muy perdida porque acababa de perder a su abuela con la que había vivido desde niña cuando su padres murieron, que para superar la pérdida la animó a viajar, aunque no sabía por qué lo hizo tan lejos. La fotografía que llevaba en la mano era de un cuadro que tenía su abuela en casa. A Brennan le abruman sus palabras, Sarah como ella luchaba contra su pérdida.
Luego en el despacho de Booth cuando se entera que la policía canadiense le ha dado participación total al FBI en la investigación del caso, Brennan, incomoda le pregunta a su marido:
— Cuándo... ¿Cuándo te vas?
Pero Booth no irá “Estás a punto de enterrar a tu padre. Quiero estar aquí para ti.”
Brennan parece pensarse su respuesta y entonces a sabiendas del sacrificio que le pide, le dice:
— Booth, preguntaste qué podías hacer, cómo podrías ayudarme. Creo que sería bueno para mí estar sola por unos días.
Y aunque Booth acusa el rechazo hacia él que hay en sus palabras, de inmediato acepta, no era es la clase de ayuda en la que pensaba pero... Si quieres que me vaya, me iré.
Y mientras en el laboratorio Cam y el equipo van poco a poco desentrañando las causas de la muerte de Sarah, los testigos en Terranova llevan a Booth hasta Michael Hitchcock, el hijo de un promotor que anda por la zona comprando tierras, derrochando millones para su nuevo proyecto inmobiliario.
Booth, cegado por sus prejuicios de clase ante un hombre al que su riqueza ha librado de acusaciones de agresión sexual, recubierto de santa indignidad, se lanza a acusarle. A la víctima la vieron dos noches antes de que apareciera muerta en su coche, le oyeron decir que se arrepentiría de haberle rechazado. No tiene duda.
— Acosaste a una joven vulnerable que estaba de duelo y ahora está muerta.
Pero no hay pruebas como le hace ver la policía canadiense que le acompaña, después de pedirle disculpas al niño de papá. Booth enfadado, dolido por la otra herida, la acusa de taparle la boca delante de un sospechoso. Y cuando la agente le pide disculpas, sarcástico y para sí dice.
— Por supuesto que no, nadie lo hace.
Crédito del gif @jigsmave |
Y mientras tanto en DC, Brennan y Sully en el restaurante ríen recordando viejas anécdotas mientras cenan. Pero cuando Sully le pide que le hable de la muerte de su padre y Brennan comienza a contarle que fue un criminal que la abandonó, pero también dulce y tonto, se deja llevar por la emoción y vierte en él su desconsuelo.
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— No sé por qué estoy llorando —le dice conmocionada por la efusión—. No sé por qué estoy llorando contigo —se pregunta entre lágrimas—. Booth es quien debería estar aquí. Con él he construido mi vida ¿por qué estoy dejándote entrar cuando él parece estar tan lejano?
Y entonces Sully le responde una gran verdad. El dolor te confunde. El dolor mezcla las cosas.
Pero como es Karine Rosenthal la que escribe el episodio, no le basta con que la consuele, necesita, ella, que no nosotros, cerrar su historia. Sully no regresó con Brennan porque en lo más profundo de sí sabía que nunca lo elegiría, quedándose lejos podía aferrarse a la fantasía de que fue “el que se te escapó”. Como dice Brennan, una estrategia muy defectuosa.
— Vas a superar esto —le asegura Sully al final—. Va a doler, pero sólo tienes que darte un tiempo. Booth no va a ir a ninguna parte. Un sabio consejo que cualquier otro hubiera podido darle.
Y Brennan lo hace, ni siquiera cuando descubre que a Sarah la mataron con una flecha quiere hablar con Booth para contárselo.
Y Booth percibe la distancia entre ellos. Hasta Aubrey lo hace y se siente obligado a tranquilizarle, a tranquilizarnos, superarán lo que está pasando, le dice.
Angela tampoco puede quedarse al margen y aprovecha un momento en que la investigación la deja a solas con Brennan para decirle lo que piensa:
— Creo que deberías hablar con Booth. Es tu marido. Puedes compartir algo de esto con él.
Y la respuesta de Brennan no puede ser más sincera.
—Tal vez no quiero —comienza diciendo—. Tal vez, cuando lo intento, termino preocupándome por él. De si se siente responsable por lo que pasó, y cómo puedo tranquilizarlo, asegurándole que no lo es. Que no lo culpo. No tengo ganas de preocuparme por nadie en este momento—Y luego como si necesitara que Angela no la criticara le pregunta—. ¿Es eso malo?
— No —le contesta Angela. No, le contesto yo y cualquiera que haya sufrido una pena tan grande. El duelo hay que superarlo cada cual a su manera y con sus armas, si la de Brennan es la soledad, el centrarse en sí y en sus sentimientos, bien hecho. Lo importante es superarlo.
A Sarah no le dieron esa posibilidad. Después de una casi rocambolesca investigación, con agrestes y secretas bahías, acantilados, hermanas perdidas, disparos de flechas, asentamientos vikingos, señalizadores de caminos bajo la nieve y cecina mucha cecina para la felicidad de Aubrey, con cómplices que se confiesan autores del asesinato por dinero, en realidad por sentirse culpable: “Puede que yo no haya matado a esa chica, pero si no hubiera sido por mí aún estaría viva”, y Booth escuchando.
Resulta que la mató Michael Hitchcock, el tipo al que el instinto de Booth culpó. Fue un error, quería matar un caribú, vio un movimiento y disparó con tan mala fortuna que la mató. Para encubrir su muerte la tiró al mar desde un acantilado.
Sarah estaba sola, Brennan no lo está. Sully se marcha, su marido a la noche vuelve a casa y el viento ha cambiado. Ambos se alegran del reencuentro. Brennan quiere aclararle lo de Sully.
—No, no tienes que explicarte sobre Sully —la detiene Booth. Para él está todo bien, sabe que es importante para ella.
—Sí, pero... quiero que entiendas por qué es importante —insiste Brennan—. Es porque sin Sully no creo que hubiera estado lista para ti, por eso siempre le estaré agradecida. Amo esto —añade, por fin sonriéndole a Booth —Te quiero —le dice.
Y Booth, que está donde siempre ha querido estar le responde— Te quiero, Bones— Y mientras la abraza, añade—Siempre.
Y en el funeral, Brennan frente al féretro hace el elogio de su padre desde su corazón. Para ella su lugar está en el Valhalla, en el lugar donde las valquirias llevan a los guerreros caídos que lucharon valientemente para pasar la otra vida.
—Mi padre dio su vida para proteger... a mis hijos. Es el tipo de valentía que me imagino impresionaría a una valquiria… Pero, ¿qué otra cosa podría haber hecho? El impulso de proteger a la progenie es innato —dice entre sollozos.
Sin embargo para ella la batalla más valiente que Max Keenan luchó fue la que comenzó hace más de diez años cuando volvió a entrar en su vida. Desde entonces, todos los días luchó para mostrarle cuánto la amaba, para que volviera a confiar en él otra vez. Y ganó esa pelea.
— Creo que fui bendecida por tener un padre como Max Keenan, un padre que me amaba tanto —termina Brennan entre suspiros y lágrimas y acercándose al montón de tierra que cubrirá el ataúd deja caer un puñado mientras se despide de él con un — Adiós, papá— Luego vuelve a su refugio seguro, a los brazos del hombre paciente que la ama.
¿Un buen episodio? Un episodio sentimental, en el que las lágrimas de Brennan nos rinden de emoción, en el que el amor vuelve a triunfar. Hay quien dice que es el mejor episodio de lo que va de temporada, en mi opinión es demasiado manipulador. El amor de Booth y Brennan siempre estuvo allí, aunque los escritores han intentado hacérnoslo dudar, negándole de paso a Brennan la posibilidad de ser la única protagonista de su duelo.
Peterson dijo en su día que el episodio era un melodrama ideado para estresar a los fans. Y en ese sentido The Grief and the Girl ha conseguido un gran éxito, tanto que el mismísimo Peterson ha tenido que salir en Twitter a pedir fe a los fans. ¿Por qué sera?
Thanks to all #Bones fans who watched last nights ep before being outraged. Booth and Brennan are being tested but have faith.— Michael Peterson (@surfwriter123) 22 de febrero de 2017
Vídeo resumen del episodio en 12 segundos.
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