Que la imaginación es un bien escaso
y cotiza en la bolsa de futuros de Chicago
a millón de dólares la onza es un dato bien conocido. Que Bones es una serie orgánica en la que
como del cerdo se aprovecha todo, también. Stephen Nathan haciendo un símil con
el béisbol lo llama “bolas curvas” que les lanza la
vida. Y las aprovechan. Esta vez ha sido John Francis Daley quien les lanzó la bola buena, tenía que dejar la serie por un tiempo para dirigir su primera película, y de esa circunstancia se han valido para componer en The Conspiracy in the Corpse el más impactante estreno de temporada en
toda su década de emisión. Bien hecho.
El jueves, Bones presentó sus armas en el palenque de las audiencias con la fuerza de una
principiante, impactando, demostrando a tirios y troyanos, esos que dicen que está muerta y que debía
estar enterrada que se equivocan, que a pesar de sus diez temporadas no
está muerta ni oxidada, sino muy
viva y aunque en el recuento final de las de anoche el impacto no se ha reflejado, (1,6 de share entre los 18-49 años y 6,34 millones de espectadores), lo hará en el futuro. Seguro.
Y lo han guardado en secreto. Aunque
las pruebas estaban ahí para quien quisiera arriesgarse. Ahora parecerá una presunción, pero mi bola de cristal me advirtió de que algo así podría
suceder. Cuando se publicó el título del segundo episodio de la temporada me olí algo, lo comenté en el blog con una seguidora, The Lance to the Heart es un título demasiado significativo, algo iba a ocurrirle al doctor Sweets. Pero lo cierto es que aunque esperaba la sorpresa nunca pensé que fuera a morir. Han jugado muy bien
al despiste. En los comunicados de
prensa que han emitido, en
todos los episodios, incluido el cuarto, John Francis Daley aparece como miembro del elenco principal. Y la gran sorpresa ha saltado: Lancelot Sweets ha caído en combate. Bien
hecho, Bones.
¡AY, LANCELOT, MI LANCELOT”
Llora Daisy Wick ante la desaparición de su hombre en el momento más feliz de su vida. Stephen Nathan y Michael Ausiello esperan una reacción dura de los fans, no creo que se
produzca. El doctor Sweets no ha
sido tan querido como lo fue el doctor Zach Addy. El personaje tuvo su razón
de ser como contraparte cómica en la terapia de la pareja: "Quedamos en ir a otro psicólogo, no en ser los muñecos de un muchachito", dijo Booth cuando lo conoció en el episodio 3.04 "The Secret in the Soil"; con el paso de los años, al convertirse en agente con placa y pistola, su participación en la comedía desapareció, y aunque haya quien diga que era la "conciencia moral" de Booth y Brennan, muchos sólo lo percibían como un sustituto de Booth.
Las
series como todo en esta vida, evolucionan o mueren y Bones necesitaba un fuerte impulso para subsistir en este mundo tan
duro de la televisión; que hayan utilizado el impulso dramático
que implica la muerte de un personaje fijo, para crear una nueva fuente de tensión para la pareja protagonista está muy bien.
Porque su muerte trae consecuencias y no sólo para Daisy que pierde a su amor.
“EN
MIS MANOS LEVANTO UNA TORMENTA”
“No
perdono a la muerte enamorada,
no
perdono a la vida desatenta,
no
perdono a la tierra ni a la nada
En
mis manos levanto una tormenta
de
piedras, rayos y hachas estridentes
sedientas
de catástrofes y hambrienta”
Estos
versos pertenecen a la Elegía por la muerte de Ramón Sitge
de
Miguel Hernández,
un poema que narra el dolor que sufre el autor ante la
muerte inesperada de su amigo. Y, sin pretender ser irreverente, explican mejor
que mis palabras los sentimientos, el dolor que ese “manotazo duro, ese golpe helado,
ese hachazo invisible que ha derribado” a Sweets ha provocado en Booth.
Para Booth, caballero andante, Sweets con sus cicatrices de niño maltratado, como Brennan, al principio, era otra victima que rescatar, y lo hizo, a cambio "el muchachito" le entregó la imagen de sí mismo que tanto anhelaba, le liberó de la sombra de la muerte que tanto tiempo le rondaba: "Eres un hombre sano, aceptas lo que has hecho y el dolor, la tristeza y el arrepentimiento que conlleva. No todos tienen la fuerza para afrontar esa realidad", le dijo en (6.15) The Killer in the Crosshairs. Y eso más que cualquiera de sus consejos o de sus perfiles lo convirtió en su amigo, sin juntas para jugar al fútbol, claro.
Sí la traición del FBI le ha supuesto a Booth renegar de los que hasta ahora consideraba los principios rectores de su vida, lealtad, honor, bondad, justicia, sí como en el episodio Brennan le dice a Sweets el Booth que conocían ha muerto, que ya sólo anhela venganza y no justicia por lo que les han hecho, poco cuesta imaginar cómo se sentirá ahora que los nuevos acólitos de la muerte le han robado "al chico", "al chaval", al amigo, a quien a pesar de las burlas o tal vez más por ellas, tanto quería.
Booth no ha muerto, pero está emocionalmente herido, y sólo hay que mirar la expresión de su rostro ante la sala de autopsias para comprender que está dispuesto a levantar una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes, que está hambriento de sangre y esa muerte la va a cobrar con creces. Pero no está solo, a su lado, cogida de su mano está Brennan, una Brennan que en The Conspiracy in the Corpse se ha mostrado no como la científica empírica y racionalista que era sino como una gran mujer, una mujer completa. Pero mejor será empezar por el principio:
LA CONSPIRACIÓN
The Conspiracy in the Corpse es un gran y denso episodio. Escrito por Stephen Nathan y Jonathan Collier y dirigido por Ian Toynton con ritmo, tensión y sobre todo con sensibilidad. Como ya se preveía, la Conspiración no se ha resuelto, el equipo del jeffersonian a pesar de sus esfuerzos, después de tres meses de trabajo sólo ha conseguido (gracias al chip informático encontrado en el pircing del bloguero asesinado en The Recluse in the Recliner), encontrar a Howard Cooper, quien parece ser la primera víctima mortal de la conspiración y desenterrar su cadáver. En sus restos esperaban encontrar las pruebas que liberasen a Booth de la cárcel.
Pero no habría durado tanto tiempo ni implicaría a tanta gente si fuese fácil de desenmascarar. En el episodio han conseguido llegar a descubrir su origen; presentar ante la justicia a los responsables se antoja harto difícil, porque están siempre al tanto de lo que el equipo encuentra y les salen al paso. Tiempo habrá de hablar de la conspiración y los conspiradores puesto que en The Lance to The Heart, el segundo episodio, continuará la historia. Hoy, madrugada cuando escribo, voy a centrarme en los personajes.
BOOTH Y BRENNAN
El episodio comienza con una conversación telefónica entre Booth y Brennan, está preocupada por él. Booth disimula, se encuentra bien, aburrido en todo caso. Pero no está bien, cómo va a estarlo, es un policía entre criminales y todos, incluidos los guardias le odian. Antes de que Brennan llegue, un recluso le advierte de que hay uno que quiere cobrarle venganza, "guardame las espaldas y yo guardaré las tuyas", le propone. Pero eso en prisión no es fácil. Y de que Booth se da cuenta alguien está propinando a su nuevo amigo una paliza. Cuando intenta defenderle lo atrapan y le muelen a golpes.
Pero Booth no sería Booth si, a pesar de las heridas, no fuera capaz de desasirse y contratacar con la ira y la determinación de un demonio. El tío que jactancioso con la foto de Brennan y Christinne en la mano le amenaza con matarlas en cuanto salga de la cárcel termina con la boca partida, aunque aún puede gritarle eso "estás muerto, federal, estás muerto."
Cuando Brennan llega y le ve renqueante, con el rostro marcado por los golpes, sin fuerzas para sostenerse ni para hablar, comprende que el tiempo de gracia se les ha acabado. Y a pesar de la oposición de Booth, se presenta en la oficina del fiscal encargado del caso, hombre corrupto y con sangre fría, consciente en todo momento de lo que hace y lo que arriesga, olvidándose de sus principios, porque ante la probable muerte de su marido no importan ni verdad ni justicia, lo chantajea. Por supuesto Booth es liberado.
Como se sienten en el reencuentro lo expresan claramente sus rostros. El de Brennan un inmenso alivio, el de Booth ausencia. Él sólo tiene un deseo en esos instantes, volver al caso, encontrar a quien les ha hecho eso. Y hasta se enfada con ella por arriesgarse con el fiscal. El problema es suyo, él tendría que solucionarlo. Pero Brennan enfrentándosele le asegura, que si ella hubiera estado en la cárcel, él hubiera hecho lo mismo.
Su nuevo hogar sorprende a Booth, y aunque ella ha tenido cuidado de conservar algunos objetos de su pasado, aunque le dice que ha cogido su dinero para contribuir a los gastos, aunque él diga que le encanta, no parece sentirla suya. Lo único que le importa es volver al despacho, recobrar su placa y su pistola. "Allí eres un paría", le dice Brennan, pero él no está dispuesto a quedarse sin hacer nada.
La presencia de Booth en la sede de la empresa de uno de los sospechosos alerta al FBI; el subdirector Stark ha encomendado al agente James Aubrey que le siga, pero Booth lo descubre. Me gusta, me gusta el empaque, la ambigüedad con la que John Boyd interpreta al personaje. Su misión es espiar a Booth, pero él dice que quiere más, que quiere aprender. Cuando ya en el FBI, Booth se enfrenta al subdirector, Aubrey le respalda para que le devuelvan la pistola y la placa. Sweets se hará responsable de él.
Booth va a casa de Sweets y mientras hablan se presenta Daisy con su sorpresa. Está embarazada, Sweets es el padre, otra bola curva que ha aprovechado Stephen Nathan. Booth se alegra, "Vas a ser un gran padre", le dice a Sweets, pero Daisy consigue que se le salten las lágrimas, lo que espera es un chico, le dice y Booth será su padrino. Es su familia.
Cuando Angela en el laboratorio le pregunta a Brennan por su situación personal con Booth, Brennan le confiesa que es como si no estuvieran de nuevo juntos, que él sólo se preocupa por el caso. Y entonces Angela le da el mejor consejo posible: "El caso es importante, pero también vosotros dos, si Booth no está de acuerdo, demuéstrale lo equivocado que está". Y Brennan a la noche, en su dormitorio se lo demuestra.
Le demuestra en el momento más vulnerable de Booth, cuando se avergüenza de las heridas de su cuerpo, de su debilidad, cuán grande es su amor por él, cuán lejos está de la Brennan que le rechazó por temor a hacerle daño, porque su corazón no era como el de él. Lo es. "No te haré daño", le asegura cuando al intentar besarle Booth se echa para atrás. "Te prometo que no te haré daño" y mientras con ternura le ayuda a tumbarse en la cama, la cámara se aleja expulsándonos de su intimidad. Bien hecho. El milagro que sin duda ocurrió entre ellos dos, el del amor, no necesita de miradas indiscretas. Mucho, mucho ha crecido Temperance Brennan en estos diez años, ésta que es ahora, es una mujer impresionante.
Hasta Sweets se lo reconoce cuando va a pedirle consejo como amigo sobre Booth. "Ha perdido su punto de referencia", dice Sweets, "Fe en un algo superior", matiza Brennan. "Eso está bien, cuidado o terminarás convirtiéndote en una psicóloga". El miedo de Booth es una cuestión de confianza, volverá a ser el mismo, sólo tienen que demostrarle que pude volver a confiar. "Serás un buen padre, ya lo eres", le reconoce Brennan.
Y mientras en el laboratorio continua la investigación sobre la vida y las causas de la muerte de Cooper, cuando Brennan regresa a casa se produce otra de las escenas tiernas, hermosas del episodio. No lo podían haber mostrado de una manera más sensible y elegante la relación de Booth y Christine. Padre e hija durmiendo en el sofá, confiados.
Como la investigación avanza con la colaboración de Aubrey, el FBI aparece en el Jeffersonian para llevarse los restos, y se los llevan. Lo que no saben es que los 206 huesos que les entregan no son los de Cooper. El doctor Hodgins, quien más sabe de conspiraciones, les ha dado el cambiazo. Aún están en el caso. Y más que lo estan cuando Caroline Julian consigue una orden judicial temporal que pondrá en manos del equipo las pruebas que identificarán como conspirador al primer gran beneficiado por tanta corrupción, muerte y chantaje. Que al tratar de ejecutar esa orden Sweets pierda la vida, era un riesgo que no pudieron prever.
A Booth y a Brennan, que interrogaban a un anciano medio loco, antiguo agente al que Hoover, el desaparecido director del FBI, mandó ponerse al servicio del que creen que es el principal conspirador, les llama James Aubrey. Ha encontrado a Sweets mal herido. En realidad le han dado tal paliza que lo han reventado por dentro. Está muriéndose, y aún así, en esos instantes piensa en Booth, "me defendí", dice, "estarías orgulloso". Le robaron los documentos, les informa. "Estarás bien", le anima Booth. Y entonces, generoso Sweets le hace su regalo de despedida: "Tú también. El mundo es mucho mejor de lo que tú crees que es."
Pero quien tiene la última palabra en el episodio es Brennan, y no, no creo que se haya compartimentado, que haya dejado atrás su dolor y haya dejado entrar de nuevo en ella a la racionalista empírica, no lo ha hecho. Cuando el cadáver de Sweets llega al Jeffersonian, ella es quien conforta a Daisy, quien sujeta la mano de Booth, quien cuando Cam, después de abrir la bolsa y enfrentarse al rostro macilento de Sweets, dice que no sabe si pude "hacerle esto", le asegura "Puedes. Este no es Sweets. Estos son unos restos que nos dirán quién fue el que mató a Sweets".
Fundido a negro. La solución la próxima semana.
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