Los de la doctora Brennan, los de Molly Delson, la víctima
del caso, los míos…
Decía William Blake en su Diccionario
del Diablo que “Un prejuicio es una opinión vagabunda sin medios visibles de sostén”.
Por eso he escrito que el miedo ciega también mis ojos, y no el prejuicio,
cuando me encuentro con un episodio de Bones que lleva la firma de Emily Silver.
Mi miedo tiene sostén, no es una opinión vagabunda. La prueba, The Spark in the Park (9.11), en su
primer guion en la serie, creó una Brennan
nueva, a científica, sentimental e irracional, una que negaba la importancia de las
evidencias, de la búsqueda de la verdad.
Cuando al comienzo del episodio, en
la escena del gimnasio, Daisy Wick (Carla
Gallo) le pregunta a Brennan si
no preferiría estar en la escena del crimen, y ésta responde que no, que tal vez cuando esté más avanzada. Cuando
Angela, su otra conciencia, afirma: “Ya
estás más avanzada” y Brennan
tranquila, como si no fuese con ella le pregunta ¿Más avanzada que qué?, me
dije, “Emily Silver ataca de nuevo”. Y comencé a escribir un memorial de
agravios.
“A ¿qué puñetas (y perdón por el
taco) viene que Brennan se niegue a
reconocer el embarazo? ¿Está en el carácter de Brennan rechazar una evidencia física? ¿Acaso no ha ido al médico?
¿No le habían hecho una ecografía? Y la más importante ¿No encontraron, en la
sala de guionistas, otra ocurrencia mejor para explicar el tamaño de Emily Deschanel? Sí el embarazo de la
actriz se incluye en la serie cuando ya está en el segundo trimestre, ¿por qué no
hacer una elipsis, o decir que han transcurrido seis meses? ¿Por qué, por qué
la negación? Estaba claro que era un error. Otro maldito error.
Y ahí me detuve, ¿un error? La doctora acababa de cometer uno garrafal
en el caso, ella que nunca se equivocaba y se había visto obligada a pedir
disculpas a los padres de Molly Delson, la víctima. Quien había sido capaz de
descubrir solo por los andares que Pelant había sido un niño obeso, cómo no reconoció
en los huesos de Molly que las roturas se debían a su sobrepeso ¿Cómo pudo
llegar a acusar a sus padres de maltrato infantil? Es un genio. Brennan nunca se equivoca. ¿Fallo de guion ¿Otro más? No.
El error era mío, me estaba dejando
llevar por los prejuicios, que no son un verso suelto de un poeta iluminado,
sino un juicio apresurado, sin el total conocimiento de lo juzgado. La negación del embarazo no era una mera
ocurrencia. Brennan sabía la verdad, en su fuero interno la sabia. Ella
es brillante, pero, ahora, también es humana. Y a los humanos, a veces, nos es difícil aceptar la verdad. Desde
que aceptó el amor de Booth, desde
que abrió las puertas de su corazón a la felicidad, Brennan dejó paso libre al miedo. Y el miedo, el
miedo que la atenazaba a perder lo que tanto había tardado en conseguir, le
impedía “abrir los ojos” aceptar las evidencias. Estaban ahí, eran
físicas, la científica racional no podía rechazarlas, la mujer enamorada, la
madre temerosa sí.
Booth, la persona físicamente más cercana
a su corazón y a su cuerpo está
preocupado, no entiende como una persona
muy inteligente puede negar algo que era obvio para todos menos para ella misma.
Pero ella es brillante, Emily Silver nunca se cansa de demostrárnoslo, y en
la escena entre ella y Booth en el
diner que es divertidamente significativa, Brennan
una vez más le sorprende:
—Quiero que sepas que recuerdo
cada vez que hicimos el amor —le suelta sin venir a cuento.
Booth sonríe nervioso—Supongo
que estoy halagado —le responde, después de todo es un hombre y eso,
que su mujer recuerde cada vez que le ha hecho el amor es guau, guau, guau…
Pero Brennan no está por reforzarle
la moral.
— No, tengo una memoria excepcional
—le aclara.
Booth lo acepta, como lo acepta todo
viniendo de ella. Pero Brennan no es
inocente y la mención a su memoria tiene su razón de ser, le va a presentar la
evidencia de lo acertado de su negación.
— Me quedé embarazada la noche que
hiciste ravioli.
— No, no, fue la noche del Brunello —la corrige Booth.
—Imposible, Booth
—protesta— no, de ninguna manera fue hace tanto tiempo.
— El tiempo suficiente como para
que te veas así… —dice Booth equivocándose
hasta decir basta, porque Brennan no
acepta de ninguna manera que su cuerpo haya cambiado por el embarazo— Preciosa…
una cosa preciosa… —termina por decir bajo la mirada de piedra de su
mujer, “tierra trágame”, decían sus ojos.
— Tengo esta talla porque ya he
estado embarazada y tengo un apropiado y saludable apetito —punto en
boca.
Pero Booth no puede dejarlo correr, está preocupado. ¿Me
estoy perdiendo algo?” Termina preguntándole.
— No
Y es no. Brennan, una vez más, cuando de asuntos que afectan a su corazón y
a sus sentimientos se trata, necesitaba de un intermediario que explique lo que
siente. Que sea Angela y no Booth no
tiene más razón de ser que la voluntad de la guionista. Y lo hace casi al final
del episodio, cuando las evidencias físicas del caso le han llevado a un
callejón sin salida, cuando necesita para descubrir la verdad contarse otra
historia.
Cuando ya no puede aguantar más la
impostura, porque una pregunta indiscreta de Daisy (¿Cuánto tiempo estaría sin
practicar sexo si Booth fuese
asesinado?) la ha abierto los ojos, Booth,
puede morir en cualquier momento, su trabajo es peligroso, entonces ante Angela lo reconoce: “Estoy embarazada de seis meses. Tengo que
estarlo. Yo sólo no quería estarlo” y la pregunta que la brillante
científica se hace, es: ¿Por qué sigo insistiendo en que estoy menos
embarazada de lo que estoy? No tiene sentido.
Y Angela con un sentimental discurso se lo explica. Se niega a
aceptar que está más embarazada de lo que está porque a pesar de que le guste
su trabajo y a Booth el suyo, no le
gusta que le disparen o ver a alguien a quien quería morir o verle
encarcelados. En un segundo su vida, la de todos puede cambiar. Su negación
sólo era un inútil intento de controlar lo que nadie puede controlar.
Y sí, que a pesar de su brillantez,
a pesar de su genialidad y de su racionalidad, Brennan sea al final, como todas, una madre, una mujer miedosa es
una explicación racional, no está esperando gemelos, su volumen es el de una
mujer a la que le faltan menos de tres meses para dar a luz. Bienvenida a la
tierra doctora.
Nunca es mejor Bones cuando el todo es la suma de las partes, ya lo he dicho, lo
sé. Y en The Lost in the Found ha ocurrido, al igual que ocurrió en The Eye in the Sky que el caso de la
semana no sólo es tan relevante como la trama serial sino que ambas tramas
están íntimamente relacionadas. Pero además, The Lost in the Found es un episodio muy meta, la adolescencia de Brennan está muy presente. Nos la contaron en The Death of the Queen Bee (5.17)
Es la primera vez que en Bones investigan la muerte de un
adolescente y que resulte un suicidio. En The
Boy in the Tree, el emocionante tercero episodio de Bones, también centrado en unos estudiantes de colegio para ricos, se fingió un suicidio de lo que Booth, que
no Brennan, creyó desde el principio que se trató de un asesinato. Sólo la
madre del chico, que lo conocía, insistió, e insistió que su hijo no podía
haberse quitado la vida, lo conocía.
La madre de Molly también la
conocía, sus padres la querían pero como Brennan,
el miedo les impedía ver la evidencia. Veían a su hija, veían sus logros, Molly
era competitiva, mucho, por su propia fuerza de voluntad consiguió reducir
peso, era inteligente, la primera de la clase, no quería defraudarles, pero eran
incapaces de verla como en realidad se sentía, deprimida, asustada, infeliz. Que
no mirasen en el fondo de su corazón y viesen su infelicidad será la culpa y la
pena que arrastrarán mientras vivan.
Cuando leí el comunicado de prensa
del episodio pensé que no habría asesino, que Molly se había quitado la vida y
recordé Las Virgenes Suicidas una novela
de Jeffrey Eugenide que Sofía Coppola llevó al cine. Os lo
recomiendo, podría citar, para explicar lo que pasa por la mente de Molly
podría citar un montón de frases, no en balde se suicidan cinco hermanas
adolescentes una tras otra, pero me quedo con esta:
—
¿Qué haces aquí, guapa? Si todavía no tienes edad para saber lo mala que es la
vida —le pregunta el doctor a Cecilia, una de las hermanas que ha intentado por
primera vez suicidarse y ha fracasado.
Y la respuesta de Cecilia es la que
es, no puede ser otra.
—
ESTÁ MUY CLARO, DOCTOR, QUE USTED NUNCA HA SIDO UNA NIÑA DE TRECES AÑOS.
Ser una niña de trece años,
sensible, consciente y sin esperanza es una de las más grandes injusticias de
la vida. Y a Molly se la robaron, su aspecto, sus compañeras, sus mismos
estudios, esos libros de texto de Brennan que con fruición leía, que
astutamente anotaba al margen, esos que le ayudaron a enmascarar su muerte, a
obtener una odiosa venganza “Las
otras chicas la excluyeron porque era diferente y se sentían amenazadas”, le
cuenta Brennan a Angela. Y sí, sacar conclusiones sin
tener los hechos no era propio de ella, pero Brennan no hacía suposiciones. Brennan
hablaba desde su propia experiencia. Hablaba de Morticia, de cuando enfrentada a los mismos problemas
que Molly Delson, enfrentaba cada día en su elitista colegio, al contrario que
esta, creyó en sí misma, encerró su sensible corazón en un cofre con siete
llaves que perdió en los bosques de Ohio y siguió adelante.
Molly a pesar de su inteligencia no
supo hacerlo y perdió la posibilidad de un futuro brillante, de una vida
maravillosa, que después de todo es la que Brennan,
ahora disfruta. Molly no pudo superar el odio, su depresión la llevó a
renunciar a sí misma; esa caja de odio en el que guardaba las notas de rechazo
de sus compañeras es el más horrible de los joyeros, el recuerdo perenne de su
diferencia, de su fracaso.
En la investigación del caso hay dos partes
bien diferenciadas, en la primera las evidencias que aparecen cuentan la
historia de un asesinato, Molly recibió múltiples puñaladas, tenía la boca
tapada con cinta aislante, el fumeta pedofilo como posible asesino. El equipo
del Jeffersonian y nosotros con él nos dejamos llevar por ellas, como Brennan con su embarazo, nadie puede
creer que no haya asesinato. A Molly la acosaban, escrito queda en su diario, las
tres chicas más populares del colegio.
En la segunda las cosas al
simplificarse se complican, prueba que encuentran prueba que lleva un nombre
física o metafóricamente escrito, el de una de las tres compañeras de Molly. Las
cuentas encontradas entre los restos pertenecen a una; unas tijeras encontradas
en el río, después de pasar por las manos del doctor Hodgins resultan tener el nombre de otra, unas fibras, unos
pelos encontrados en el maletero de un coche, el de otra.
El diario de Molly sirve a Booth de prueba de cargo, la acosaban,
le habían hecho la vida imposible. Las iba a denunciar a la directora. Entre
las tres, la mataron, dicen las pruebas, Brennan
se las echa a la cara: le dislocaron el hombro, le dieron patadas y luego la
apuñalaron doce veces. Sin embargo, las chicas insisten en que ellas no fueron.
Poco a poco descubren sus pequeñas faltas, se reúnen a beber a escondidas
quebrantando todas las reglas del colegio. Era cierto que acosaban a Molly,
pero es que era muy rara. Y al final explican que la noche en que Molly
desapareció y murió, acudió a ellas con
media botella de vodka, se la bebieron y la noche cayó para ellas, cuando
despertaron, Molly no estaba allí. Las evidencias físicas son apabullantes que Booth
más enfadado que convencido las detiene por asesinato.
Pero la investigación sigue y
encuentran una punción enmascarada con las antiguas lesiones de la niñez, y
luego está la foto de Molly desnuda difundida en la red. El fumeta confiesa,
sí, él hizo la foto, pero el no la mató, Molly consintió a cambio de pastillas,
de pastillas relajantes no estimulantes, ¿qué cuenta esa historia? ¿Quién mató
a Molly?
Brennan
duda, Booth tampoco
cree que las chicas sean culpables.
Es una de sus estúpidas corazonadas de las que Brennan se ríe, le dice, las chicas son crueles, la maltrataron
pero son inteligentes, ellas no la
mataron. Las pruebas, dice Brennan
pueden ser explicadas por más de una historia. Y entonces qué hacemos. Buscar otra historia que cuente la verdad.
Y la verdad aparece, Molly recibió
un pinchazo y aunque en su organismo no se han encontrado drogas, el doctor Hodgins es capaz de encontrar
restos de lidocaína. Un anestesiante local que utilizan los dentistas como los
padres de Molly. Y la historia que entre Brennan,
Hodgins y Daisy se cuentan es terrible, Molly estaba consciente mientras era asesinada, insensible al dolor,
paralizada viendo como se le iba la vida. Y ahora sí Brennan está segura, ha
encontrado la verdad. Y corre a contarle la historia a Booth.
— Despierta, despierta Booth, ya se
lo que le ocurrió a Molly. Y estoy muy embarazada. De al menos seis meses.
Debería haberme dado cuenta. Pero recientemente he aprendido que muchos
asuntos pueden nublarte la verdad. Todo estaba ahí, la dirección de las
heridas, la punción, pero no quería verlo. Molly Delson se suicidó.
Y luego, apaciguada la premura,
llega el momento de la confesión.
— No puedo decirte lo asustada que
estoy —le dice.
—¿Asustada? ¿Tú?
— Sí, yo. La razón por la que me
convencí de que no estaba tan embarazada de como en realidad lo estoy. Solo estaba pensando en que cuanto más
crece nuestra familia más tenemos que perder.
— Sí, pero por otro lado más
tenemos que ganar. Vamos a estar bien, Bones —le responde Booth con su optimismo de siempre.
— Con fe.
—
Amor. Con mucho amor.
Ven aquí.
— Me quedo con el amor.
— Está bien, yo te daré amor.
Es cierto, Booth la ama, pero el amor como todo en esta vida tiene fecha de
caducidad, el amor también se acaba, sobre todo cuando los dioses que marcan y
reparten las cartas de su perdida obtienen las ganancias. ¿Lograrán Booth y Brennan
vencerlos o como en los casinos ganará la banca. ¿Qué apostáis?
PP.
Por cierto he contado las veces que he escrito la palabra Brennan en el texto,
32. No sé si ya lo he mencionado, pero ¿sabéis cual es el personaje favorito de
la autora del guion del episodio? No. Pues repasar el texto. 32 veces, 32
aparece su nombre. Cosas de Bones.
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