Confieso que no me siento cómoda
escribiendo la reseña de un episodio una semana después de su emisión. Una
reseña en la que se cuente lo que ha sucedido sólo tiene sentido si se hace de
inmediato de acabado el episodio, todo lo más al día siguiente. The Veredicts in the Victims se emitió el
el jueves 7 de mayo en Estados Unidos conjuntamente con The Lost in the Found; ahora,
cuando escribo es miércoles trece, casi una semana después y me imagino que ya
casi todo el mundo se ha olvidado del episodio.
Aunque para mí estas reseñas no son
sólo información, son una fuente más de alimentar la adicción recontándome lo
que he visto, de recrearme en el chute. También mi única posibilidad de, al
menos aparentemente, dar cierta lógica a la adicción. Dice Tony Morrison, la escritora norteamericana ganadora del premio Nobel de literatura 1993 que “Escribir significa control, una forma de pensar, puro conocimiento”. Y tiene razón, escribir sobre Bones
es mi única posibilidad de controlar la dosis, de no dejarme arrastrar por el
chute.
The
Veredicts in the Victims
es un episodio complejo, mucho más que lo que su trama en principio deja
entrever. Podría contar paso a paso, con las horas como referencia (tal y como
hacen en el episodio para infundir la sensación de urgencia, de ritmo
trepidante), la lucha que libra el equipo del Jeffersonian contra el reloj. Cuarenta y ocho horas tienen para librar de la inyección letal a Alex Rockwell al “asesino en
serie” que detuvieron al finalizar el episodio The Baker in the Bits (10.13), para establecer su inocencia a pesar
de haber sido condenado a muerte por las
pruebas y el testimonio de la doctora Brennan. Visto así, aisladamente, podría
considerarse, entrecerrando los ojos, buen episodio. Un alegato contra la pena de muerte.
Un hombre inocente, hastiado de las
injusticias que el mundo le ha infringido, cada vez que ha intentado abandonar
el camino de perdición al que su adolescencia desordenada le condenó, renuncia
a su defensa y apela a la justicia divina. Sólo
en Dios tiene en fe, no en los hombres, no en su familia, después de todo
como le dice a Booth cuando va a
pedirle su cooperación para salvarle, en unos días se olvidará de él. Y lo
cierto es que como en las leyendas de la edad media, Dios le responde. Al final, justo en el último momento, cuando el
médico le está inyectando la primera dosis del coctel que le provocará la
muerte, el teléfono suena y Alex Rockwell (un intenso Gabriel Salvador) vive. Pero…
Pero The Veredict in the Victims no es un episodio aislado sino la segunda
parte The Baker in the Bits. Y así,
tomado conjuntamente los dos episodios, a The
Veredict in the Victims le crujen “las entretelas”, para tomárnoslo en
serio hay que forzar la suspensión de la
incredulidad, me explico:
La prueba de cargo contra Alex Rockwell por el asesinato de tres personas es un cuchillo con su ADN que Booth y Aubrey encuentran en su coche. Y
lo encuentran convenientemente dirigidos por Flender, su patrón, un hombre
bondadoso que dedicaba su vida a dar una segunda oportunidad a exconvictos. Es
una prueba forense, sí, pero una que podía haber sido manipulada. Pero… debía
haber un culpable.
A los guionistas de Bones se les da mejor plantear que
resolver las tramas. La pregunta fundamental que no han respondido The Veredict in the Victims, a pesar de
que es la base de todo el argumento, es: sí en The Baker in the Bits encontraron cuatro cadáveres ¿por qué se juzgó
a Alex Rockwell sólo por el asesinato de tres? ¿Por qué Booth, Brennan e incluso el abogado de la víctima, se olvidan de investigar el cuarto cadáver que es
precisamente el que ahora fundamenta la inocencia de Rockwell? ¿Por qué le
acusaron de tres asesinatos si había cuatro cadáveres y de uno, Barnes, ni
siquiera se había establecido la identidad?
Cuesta aceptar que nuestros agentes
de la ley favoritos tan amantes de la verdad y la justicia hayan cometido
semejante error, lo hayan pasado por alto. Hay más preguntas que afectan también a la verosimilitud del
argumento: ¿por qué no se defendió
Alex Rockwell?, ¿en qué cabeza cabe que un hombre inocente, que se ha
agarrado con uñas y dientes a esa segunda oportunidad que Flender le ha dado,
que se ha reinsertado en la sociedad no se defienda de una acusación que podía
costarle la vida? ¿Por qué murió el
Padre Douglas Nabors?
Al contrario que otros
procedimentales, en las diez temporadas de Bones
no ha habido demasiados “asesinos en serie”; según confesión de Hart Hanson, ni a él ni a Stephen Nathan les gustan aunque a los
norteamericanos sí. Lo cierto es que ninguno de los anteriores “asesinos en
serie” de Bones fueron concebidos
como un fin en sí mismos, sino siempre con un propósito definido, como medios para alcanzar un fin que
afectaba a Booth y Brennan, a la
trama serializada de la serie (aquí podéis leer mi artículo Bones y los asesinos en serie). Y en mi opinión “el asesino en serie” “The Baker” también tiene un propósito
definido. De ahí los errores, las preguntas sin respuesta.
Si el protagonista de The Baker in the Bits fue
indudablemente Booth, un Booth bondadoso al que su estancia en
prisión le había “concedido” la posibilidad de mirar a los hombres más allá de
lo que mostraran sus tatuajes, de lo que dijeran las estadísticas. La
protagonista de The Veredict in the
Victims es indudablemente Brennan
(como ya lo fuera en The Lost in the
Found, episodio con el que en el fondo está estrechamente ligado). Una Brennan falible en su trabajo, una Brennan que apela a la fe de Booth porque la ha perdido en sí misma, porque
le fallan las razones. Una Brennan
humana, en definitiva, que comete errores. Brillante, sí, pero no perfecta;
como Booth, entonces.
Me encanta la escena del comienzo,
es divertida, cotidiana, aligera el que luego será un dramático episodio. Christine (Sunnie Pelant) como siempre
genial, esa niña que para sobrevivir a dos personas tan diferentes y con tanta
personalidad debe ser capaz de superarlos a los dos y lo hace, “Puedes
enseñarme otra vez esa bolsa con osos de gominola”, le dice con sonrisa
pícara a Aubrey. Su madre no le
permite comer dulces y su padre, obediente,
sólo le ofrece brócoli.
Es domingo, Booth prepara la cena e intenta contactar con Brennan que lleva todo el fin de semana encerrada en el laboratorio
del Jeffersonian revisando las pruebas que sirvieron para condenar a Alex
Rockwell, como siempre que van a ajusticiar a un reo por su testimonio. Brennan no le responde y Booth dejando a una Christine que se muere de hambre con Aubrey va a buscarla al Jeffersonian.
Para cuando llega ya está allí la doctora
Saroyan, para cuando llega, Brennan
ya ha descubierto que se ha equivocado, que por su culpa, por su testimonio van
a ajusticiar a un hombre que podía ser inocente. Y no le vale que Cam le diga que en realidad es culpa de
todos.
¡¡Un momento, un momento!! Lo que la doctora ha descubierto, ahora, con pruebas nuevas, es que Rockwell no pudo matar, por una lesión en los
manguitos rotulianos, a un hombre por cuyo asesinato ni siquiera fue condenado.
Esa es la premisa que debemos aceptar para seguir la trama del episodio, porque
de ahí concluyen que si Rockwell no mató a “Barnes” porque no pudo golpearle
con una tubería, tampoco mató a ninguna de las otras tres víctimas a las que ya
asesinó de diferente forma. Tiene toda la razón la juez en pedirles pruebas
sólidas antes de reabrir el caso. Al menos les autoriza a exhumar los cuerpos.
Tienen cuarenta y ocho horas para encontrarlas.
Y así mientras una Brennan contrita
revisa con ayuda del doctor Fuentes
y de todo el equipo una vez más los restos y sus expedientes, encontrando en
los huesos de Barnes unas estrías que en su día Brennan no vio. Booth, Aubrey y Caroline intentan
encontrar otro posible culpable, si Alex Rockwell no lo hizo, y lo creen ahora, porque la creen a ella
¿quién es entonces el asesino? Saltz, otro de los exconvictos investigados en The Baker in the Bits cogía su coche a
menudo, podía haber dejado el cuchillo allí para inculparle. Pero no, es un
hombre limpio.
Cuando visitan a la mujer y al hijo
de Rockwell creen que tienen un nuevo sospechoso porque encuentran con ellos a
un viejo amigo, uno que fue testigo de la acusación, Evans, un pastor que tiene
también antecedentes juveniles. Humo, en
realidad humo, no tienen nada sólido, las
pruebas se resisten a cambiar de nombre. Y lo más increíble sigue siendo
que Alex se niegue a cooperar con ellos. No así Roger Flender, alias el patrón
bondadoso, él si está dispuesto a ser detenido como sospechoso, a hacer todo lo
que sea necesario para salvar a uno de sus hombres.
Justo cuando Flender se presenta en
el FBI con tan generosa oferta está teniendo lugar una de las conversaciones
importantes del episodio entre Booth y
Brennan. Ella está convencida de
que Booth cree que está equivocada,
aunque él no haya expresado ese convencimiento en voz alta lo sabe. A lo que Booth le responde:
– Creo que eres la mejor, pongo toda
mi fe en ti. Confío en ti.
Y como lo hace, hasta en sueños
prosigue la investigación del asesinato y como en The Lost in the Found, su corazonada resolverá el caso. ¿Cómo? Por
el patrón; es un asesino en serie luego habrá
vuelto a asesinar, es lo que hacen, necesitan matar para dar satisfacción a
su paranoia. Transcurridos siete meses desde la detención de Rockwell ha debido
hacerlo otra vez. ¿Cómo encontrar la
nueva víctima?
No hay problema, allí está Angela y su ordenador para conseguirlo.
Dando por sentado que los asesinatos tienen una base ritual de purificación, porque
desangra a las víctimas, quema los cadáveres y su antigua guarida era en
realidad territorio sagrado para una antigua tribu india (algo que no nos
habían contado), encuentra, en el
territorio de los tres estados contiguo a Washington, un lugar sagrado,
abandonado, que el asesino podría haber convertido en su nueva guarida. Lo
encuentran y por supuesto a una nueva víctima asesinada con el mismo ritual.
La lucha contra el reloj sigue, Brennan está ciertamente hundida, se
niega a comer ante la solicita Cam
que le trae por desayuno su tortilla favorita, sin huevos. Ella que se
enorgullecía de su meticulosidad, de no cometer errores lo ha cometido
(bienvenida al mundo real, doctora). Su trabajo ha llevado al corredor de la
muerte a un hombre. Que Cam le
recuerde que el único culpable es el asesino que los mató, no le sirve de consuelo.
Desearía poder creerlo, pero para cuando resuelvan el caso Alex Rockwell habrá
muerto.
Las pistas que el nuevo cadáver
ofrece tampoco dan mucho juego, otra exconvicta relacionada con Saltz, pero él
no la mató, la noche que desapareció estaba en una de sus reuniones de adictos
anónimos, tiene coartada. La juez se sigue resistiendo a creer en la inocencia
del hombre que va a morir, puede ser un imitador. Y le importa un bledo lo que Caroline que la ha acusado de no
aceptar las nuevas pruebas por su carrera política, piense.
Entonces, una vez más, Angela y no Booth quien se supone que
tiene formación criminalística, recuerda, recuerda que Sweets decía que la primera víctima de un asesino en serie suele
estar muy cercana a él. Y buscando en los correos, encuentra que justo dos
semanas antes de desaparecer Barnes, adicto a las drogas, por cierto, se gastó
un montón de dinero en flores para el funeral de su chofer. Su chofer, muerto de una sobredosis, es…
sí, el sobrino de Roger Flender. ¡¡¡Por fin!!! Si hubieran leído la rueda
de prensa que dio Stephen Nathan en
el regreso de Bones después del
hiato, no se habrían cometido ningún error. No dijo el nombre, pero dio
suficientes pistas para identificarlo.
Y claro está lo atrapan quince
minutos antes de la hora fijada para la ejecución, cuando ya Rockwell está
atado a la camilla, cuando ya el medico se dispone a inyectarle la muerte. Y
ahora quien contribuye a salvarle es el doctor
Hodgins y sus conocimientos esotéricos. Un pinchazo en el manubrio que
aparece en todas las victimas insertado en un triángulo (¡señor, señor!) fue
hecho con un compás y es un símbolo masónico. Y Booth en la casa de Flender es capaz de unir masones con albañiles,
albañiles con ladrillos y ladrillos con escondite de las armas utilizadas para
los asesinatos. La jueza por fin hace la llamada y Alex Rockwell se salva.
¿Cuál es el propósito del asesino “The Baker”? Ahora mismo a mi entender
sólo uno, establecer la coartada del
final de la temporada.
La conversación entre Angela y Hodgins calcada de la que
mantuvieron Brennan y Angela en The Lost in the Found es una de las
claves. Está cansada de que les disparen y les maten quiere dejar esa vida irse a vivir a Paris.
Se irán, seguro.
La otra un poco más sutil, pero más importante, la última conversación entre Booth y Brennan cuando al confesarle que había estado asustada, Booth le contesta:
— Tienes que tener tanta
fe en ti como yo la tengo.
Y yo me pregunto:
¿No será esa la última conversación
entre los dos en el final de la temporada? ¿No le dirá Brennan a Booth, para ayudarle en su recuperación de la adicción al
juego: ”Tienes que tener tanta fe en ti, como yo la tengo”?
¿No dirán adiós (temporalmente) a
tanta muerte, que ha estado a punto de destrozarlos, para centrarse en una nueva
y hermosa vida de la que no formaremos parte (temporalmente, por supuesto)?
PP.— Por cierto, ¿por qué mató Flender al padre Douglas Nabors?
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