de Elizabeth Rettig
Introducción
A mí no me gustan las
despedidas. De hecho, las aborrezco y huyo de ellas, porque me asustan y me
ponen mal. Soy una persona sumamente ansiosa, y las despedidas aumentan mi
ansiedad. Tampoco me gusta el cambio, y ¿acaso hay algo que represente mejor el
cambio que una despedida?
Llevo un año preparándome
para el final de Bones, y no sé si mi
preparación fue exitosa. No ha sido fácil para mi asimilar que mi serie
favorita ha terminado, y aun cuando ya pasaron casi dos semanas desde el adiós,
sigue sin caerme el veinte de que Bones se
ha ido. Aunque algo dentro de mí me dice que regresará (no sé cómo ni cuándo,
pero regresará), lo cierto es que, al día de hoy, lunes 10 de abril de 2017, Bones ha llegado a su fin. Es por eso
que he escrito este artículo a manera de homenaje, analizando los aspectos de
la serie que, a mi parecer, han sido destacados por una u otra manera. Véanlo
como una reseña general, al estilo “de chile, de dulce y de manteca” (o, dicho
de otra manera, “lo bueno, lo malo y lo feo”). Espero que lo disfruten.
Comencemos con:
Lo acertado.
El cast.
Para
mí, el gran acierto de la serie, porque se encargaron de mantener el cast lo
más intacto
posible. Se
logró algo que raramente se logra en una serie de televisión: mantener al
reparto original prácticamente intacto. ¿Por qué digo esto, aun cuando sí hubo
movimientos en el cast? Porque los cambios que se hicieron fueron “hombre por
hombre”.
Bones nunca tuvo más de seis
personajes principales a la vez.
En la 1ra
eran Brennan, Booth, Angela, Hodgins, Zack y el Dr. Goodman. En la 2da, el Dr. Goodman se fue y
llegó Cam para ocupar su lugar. Para el final de la 3ra temporada, Zack se fue y
entró Sweets. En la 10ma temporada, Sweets se fue y cedió su plaza en el
reparto a Aubrey. Seis personajes
principales por temporada. Al preferir un reparto pequeño y estable sobre uno grande y
movible, es
más fácil que se forme una verdadera conexión con la audiencia, pues se conoce
mejor a los personajes y se evita bombardearlos con personajes nuevos cada
temporada, cuya función es simplemente ser relleno.
La química entre los actores, principalmente David y
Emily (por supuesto), fue notoria desde el primer día. La cohesión existente en
el cast fue tan profunda que jamás se supo de la existencia de algún conflicto
entre sus miembros; por el contrario, siempre reflejaron una gran camaradería y
se notaban naturales y cómodos con el otro.
Los
personajes.
Cuando comencé a ver Bones, yo aún no descubría la escritura
como forma de entretenimiento legítimo. Por supuesto, sabía que había personas
a las que les encantaba escribir y que se dedicaban profesionalmente a hacerlo,
pues de la imaginación de alguna persona tenían que salir los libros que leía y
las películas que veía. Sin embargo, no me entraba en la cabeza que alguien
pudiera realizarlo de manera recreativa. Todo esto cambió cuando me volví una bonehead hecha y derecha, cuando
descubrí a algunos de los personajes más complejos que haya visto en cualquier
obra de ficción.
Una gran historia, además
de buenos escritores, tiene grandes personajes, interpretados por grandes
actores. Personajes cuyas características y rasgos están bien definidos; que
son coherentes; que, dentro de su imperfección humana, son perfectos. Seres con
vida propia, con defectos, virtudes, gustos, opiniones e intereses
particulares; con antecedentes interesantes, con ambiciones; llenos de capas,
multifacéticos, todoterreno. Personajes cuya transformación fue coherente con
su esencia, gracias a que los escritores no las destruyeron. Personajes cuya
evolución fue compleja, paulatina, global y satisfactoria.
Todo esto se aplica a los
maravillosos personajes que Bones nos
regaló durante casi 12 años; esos que te hacen pensar: “Algún día me encantaría
crear un personaje tan complejo como ese”, que te inspiran a escribir tus
propias historias y a diseñar tus propias tramas.
O, por lo menos, eso pasó
conmigo.
El humor.
En
ficción, lidiar con la muerte no es fácil. Se trata de un tema delicado, que a
muchos incomoda por tratarse de un gran tabú dentro de la sociedad. Sin
embargo, si algo se le daba a Bones era
el humor –particularmente, el negro—. Cada personaje tenía su propio repertorio
cómico: la torpeza social de Brennan; la ironía y sarcasmo de Cam; la sabiduría
callejera de Booth; el entusiasmo por todo de Hodgins; las maravillosas one-liners de Angela y sus caras de
repugnancia. Cuando se combinaban todos estos aspectos en una misma escena o
episodio, el resultado era simplemente espectacular (para prueba basta ver Mummy in the Maze, The Double Death of the Dearly Departed o The Mystery in the Meat).
Ya
sea que estuvieran en el Royal Diner,
en Founding Fathers, en el Jeffersonian o junto a un cadáver en
descomposición, no hubo capítulo que no tuviera por lo menos una escena o una
línea que nos hiciera reír, porque el humor de Bones era fino y bien ejecutado, como debe ser la buena comedia.
Los internos.
Los internos.
Los
10 internos que tuvo Brennan a lo largo de la serie se encargaron de aportar su
toque personal a Bones. Clark, con su
profesionalismo y su insistencia en mantener la vida privada alejada del
trabajo; Daisy, quien a muchos les desagradó durante buena parte de la serie,
pero que terminó siendo una más del equipo gracias a su nobleza; Wendell, el
chico trabajador y de buen corazón, quien al final descubrió que la
Antropología no era su pasión: Fisher, el interno permanentemente deprimido
cuyo sarcasmo y humor negro hizo reír a más de uno; Arastoo, con su acento
falso y su sabiduría, aunado a su sensibilidad y lealtad.
Vincent, nuestro querido Vincent, el interno favorito de muchos, quien nos deleitaba con sus datos curiosos, cuya muerte fungió como cataclismo para que Booth y Brennan finalmente estuvieran juntos; Finn, el interno sureño que se hizo rico gracias a Hodgins y a la salsa casera de su abuela, y a quien no volvimos a ver después la temporada 9; Oliver, el odioso sabelotodo que no terminó de encajar en el grupo, pero desarrolló una rivalidad interesante con Brennan; Rodolfo, el guapo cubano que muchas veces hizo que los demás vieran las cosas desde una perspectiva diferente, aportando sus experiencias; Jessica, la simpática y relajada joven que no tenía problemas con cometer errores y dejarse llevar por sus “vibras”.
Vincent, nuestro querido Vincent, el interno favorito de muchos, quien nos deleitaba con sus datos curiosos, cuya muerte fungió como cataclismo para que Booth y Brennan finalmente estuvieran juntos; Finn, el interno sureño que se hizo rico gracias a Hodgins y a la salsa casera de su abuela, y a quien no volvimos a ver después la temporada 9; Oliver, el odioso sabelotodo que no terminó de encajar en el grupo, pero desarrolló una rivalidad interesante con Brennan; Rodolfo, el guapo cubano que muchas veces hizo que los demás vieran las cosas desde una perspectiva diferente, aportando sus experiencias; Jessica, la simpática y relajada joven que no tenía problemas con cometer errores y dejarse llevar por sus “vibras”.
Brennan
le enseñó a cada uno de ellos a realizar un buen trabajo, aun cuando ella no
estuviera presente para corregirlos. ¿Qué mejor manera de cerrar las storylines de los internos, que ponerlos
en una situación en la que literalmente tuvieran que hacerlo? Durante 30
minutos del capítulo final, Brennan perdió la capacidad para procesar
información compleja, por lo que los internos se vieron forzados a poner en
práctica todo lo que les había enseñado; incluso, tuvieron que pensar como ella
para saber qué era lo que había encontrado en los restos del cómplice de Mark
Kovac. Y lo lograron.
Todos
diferentes, todos únicos, todos inolvidables. Gracias, squinterns.
Christine.
Mi querida Christine, con esos ojos verdeazulados,
sonrisa traviesa y mirada inteligente y curiosa. Anteriormente ya había escrito un
artículo dedicado al 100% a ella (referencia), y retomo un par de ideas de
dicho texto: “Christine no
es una niña cuya presencia moleste al espectador. Sus comentarios no son
pesados o bobos, es simpática sin verse forzada, no se hace la graciosa y,
cuando aparece en algún capítulo, cumple su función y los escritores no abusan
de su presencia. Es tierna, simpática y tiene un gran carisma, a pesar de ser
tan pequeña…” “…El clic con la audiencia fue prácticamente
inmediato, desde que supimos que venía en camino. A pesar de que la noticia de
su llegada fue recibida con escepticismo, por lo rápido que se dieron las cosas
y lo precipitada que parecía su inclusión en la historia, a la larga fue para
bien.”
Cada escena que tuvo Christine en la serie fue bien
aprovechada. Ya fuera que Booth interactuara con ella rogándole que convenciera
a su mamá para que tomaran unas vacaciones, o cuando mordió a una compañera de
la guardería y Brennan se empeñó en demostrar su inocencia, o cuando dijo su
primera grosería, o cuando pensamos que El Titiritero se atrevería a hacerle
daño —bueno, incluso cuando era un bebé y lo único que hacía era comer su
papilla o jugar con peluches— Hart, Stephen, Michael y Jonathan se encargaron
de que aportara algo siempre que aparecía en pantalla; ahí el buen manejo de un
personaje secundario.
Ahora que la serie ha concluido y podemos observarla como
un todo, podemos percatarnos de que Christine terminó aportando más de lo que
cualquiera esperaba. Al fin y al cabo, su llegada parte la serie en dos:
temporadas 1 a 6 (sin ella) y temporadas 7 a 12 (con ella). Bones se divide, literalmente, en antes
y después de Christine, lo cual no es una coincidencia. A fin de cuentas, ella
llegó a alterar la dinámica de Booth y Brennan (y, por lo tanto, de la serie)
para siempre.
El
Gravedigger.
¿Qué se puede decir sobre
quien probablemente fue el mejor asesino serial de todo Bones? Heather Taffet, mejor conocida como la mítica “Gravedigger”,
fue el asesino más complejo y peligroso al que se enfrentaron. ¿Por qué?
Broadsky, si no disparaba de lejos y sin que nadie supiera, huía; Pelant no era
nada sin sus recursos tecnológicos y su computadora; la familia de Stephanie
McNamara, el “Ghost killer”, se encargó de tapar sus crímenes; El titiritero
intentó echarle la culpa a Zack, porque sabía que todos sospecharían
automáticamente de él por sus antecedentes; en cambio, Taffet era terriblemente
inteligente. En The Boy With the Answer,
Taffet se les puso al tú por tú a los miembros del equipo, y estuvo muy cerca
de ser absuelta de todos los cargos.
El primer episodio
perteneciente al arco del “Gravedigger”, Aliens
in a Spaceship, es considerado el mejor de toda la serie por la mayoría de
los fans y críticos, y los dos que le siguieron también fueron sumamente
satisfactorios. Su frialdad, su personalidad fría y calculadora, sin el menor
atisbo de empatía, representó un obstáculo muy difícil de superar para el
equipo, pues al haber sido víctimas directas de ella, los afectó más que otros
casos. Su arco fue una mezcla perfecta entre misterio, crimen y carga emotiva,
y nos dejó como legado los votos de Brennan y su eventual crisis sobre ser
incapaz de salvar a Booth, lo cual desencadenó que abandonara el Jeffersonian por
primera vez. Una verdadera delicia de trama.
(Continuará...)
(Continuará...)
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