Decir que Bones es Bones no es una obviedad sino reconocerle su capacidad de ofrecernos un día un episodio genial como fue de Movie in the Making (11.18) y la semana después otro aparentemente tonto y trivial, la palabra es aparente, porque The Head in the Abutment, a pesar de sus fútiles confrontaciones, libros contra calcetines, drones contra drones, perdedores contra vencedores, resulta ser, además de muy disfrutable, un divertido chute de ética en vena… y sin necesidad de leer a Kant.
E incluso, para nuestra sorpresa, da cumplida
satisfacción a una de la más repetidas quejas de loi fans, la falta de
continuidad entre episodios. Porque The Head in the Abutment adquiere completo sentido teniendo presente
The Movie in the Making. Seguidme el juego, os lo provaré.
EL DESEO DE TODO HOMBRE ADULTO
¿Recordáis eso de
que el hombre es el ser más perfecto de la creación porque está hecho a
semejanza de Dios? Claro que sí, lo que tal vez no recordéis porque lo dijo Sartre, a quien ya nadie recuerda y menos
gente lee, es que “El hombre es el único ser que no sólo es tal como él
se concibe, sino tal como él se quiere”. ¿Recordáis lo que contestó Aubrey en el documental America in Profile, cuando Alex Duffy le preguntó qué
quería ser de mayor? Exacto, dijo que quería ser lo que todo hombre adulto
quiere ser: Niño.
Pues Gene Hong, el guionista del episodio, le ha concedido a Aubrey su deseo, a Aubrey y a todos los hombres de Bones, y así, en un momento u
otro del episodio, todos se comportan como lo que en realidad añoran ser: críos, insensatos, inmaduros y
caprichosos.
Todos, incluido Booth con su caja de calcetines a cuestas,
su hebilla del gallito, y su casco de
cerveza librepensador para la bañera, incapaz de desprenderse de ellos ni
siquiera en una limpieza de primavera cuando todo lo superfluo o lo
que no se ama, según el último libro que ha leído Brennan debe terminar en la basura.
—¡¡De ninguna manera!!, la hebilla chula se queda y los cientos de pares de calcetines
estrambóticos también, que se los sigue poniendo en sus pies —alega contundente el agente
especial al mando.
Y qué decir de Hodgins y Wells, de los
doctores Hodgins y Wells,
convertidos en fanáticos gamers y ¡en el trabajo! Si algún denostado funcionario
español ha visto el episodio se habrá sentido muy reconfortado. En los
competitivos Estados Unidos de Norteamérica dos funcionarios del gobierno y de
los bien considerados se dedican en horas de trabajo sino a jugar con un videojuego,
a retarse y hacerse trampas el uno al otro con tanto apasionamiento que ni
siquiera la presencia de su jefa les arranca del juego. ¡¡Hombres!!
Hombres insensatos que
no dan su brazo a torcer ni siquiera para determinar como la víctima, sin
cabeza y sin un hueso en su esqueleto por romper pudo haber muerto:
— Quizás hizo trampas
en el video juego y su amigo lo tiró por un acantilado —dice Hodgins.
— O simplemente estaba deprimido por
ser un jodido perdedor y saltó él —le contesta Wells.
Hombres tan sin cabeza
como los barrigudos borrachos que
encuentran el cadáver a la deriva en el río Anacostia, terminan
cercenándole la cabeza, huyendo despavoridos y esta es buena, publicando el
vídeo en una red social que como no podía ser de otra manera porque hay muchos
como ellos por esos mundos dejados de la mano de Dios, se termina convirtiendo
en viral y llegando al Jeffersonian.
Hombres caprichosos, que
por seguir el juego, Wells, por conseguir la revancha, Hodgins, se retan en la búsqueda y pesca de la cabeza
desaparecida por drones interpuestos, que cuando la encuentran, sin pensar en
las consecuencias de su acción, la hacen llegar al Jeffersonian sobrevolando
las calles de Washington como si no fueran reputados científicos sino frikis
amantes del gore y hasta le hacen dar la vuelta de la victoria.
Que en nombre del FBI, Aubrey, un friki nivel 50, vaya a
abroncarlos es el mayor
error del episodio. Esa escena era de Booth y
debería de haberles asustado, tal vez incluso haberles disparado un tiro, nos
habríamos reído un poco más (es broma).
LA VENGANZA DE LOS SQUINTS
¿Recordáis como en The Movie in the Making, Booth imitaba a Hodgins entrecerrando los ojos? ¿Recordáis cuando dijo que tal vez no
había sido, la suya, una transición tan cómoda (desde el ejército a las fuerzas
de la ley) porque todavía tenía que lidiar con los squints? Pues en The Head in the Abutment, es
prácticamente uno. Gracias a sus conocimientos sobre hockey identifica a la
víctima por su peso, el color de su pelo y sus antiguas lesiones, algo que dada
la falta de cabeza del cadáver Angela no puede hacer:
—
Esto es muy útil, Booth- Eres prácticamente un interno en el caso—le
dice Brennan.
—
Para, no soy un interno, no me llames interno, no lo pienses siquiera. —le
contesta ofendido Booth.
Brennan no sólo lo piensa, sino que al final, averiguado que el arma causante
de la muerte fue un stick de hockey, le envía a su marido toda la información
para que gracias a sus conocimientos encuentre al asesino (los stick de hockey
son muy personales) y lo encuentra.
LA BRILLANTEZ MENTAL DEL MUNDO DEL HOCKEY
No me cabe duda de que
cuando en la sala de guionistas decidieron, para dar satisfacción a David Boreanaz, incluir una trama sobre su deporte
favorito, el Hockey, decidieron dársela completa. Y así Booth en The Movie in the Making, llevado por su afición, quiso que Christine jugara en la Liga Nacional de Hockey y
por supuesto Brennan puso el grito en el cielo “Es ridícula la idea de que
nuestra hija quisiera dedicar su brillante mente para el propósito de lanzar
discos de caucho”.
Pues eso, porque una
brillante mente no se dedica a lanzar discos de caucho ni a dar trompazos a
otros en una pista de hielo, la mente de los hombres directamente relacionados
con el hockey en The Head in the Abutment,
no brilla precisamente, es más, de casi todos se puede predicar que llevan
casco pero no tienen cabeza.
Desde los dos jugadores que nada más encontrarse con Booth en la pista hacen una apuesta de 500
dólares a si es capaz de marcar un gol, y por supuesto lo marca; a Drew
Poppleton, el asesino, incapaz de distinguir entre venganza y reembolso; un
hombre realmente estúpido, de los de serrín del malo por cerebro, que para librar a la madre de su hijo de la
cárcel por vendedora de esteroides y otras drogas, mata a quien hasta ese
momento se encargaba de proteger sin procurarse una coartada. Al final los dos
terminarán en la cárcel y su hijo entregado a los servicios sociales.
Estúpido Darryl
Paterson, el encargado del material deportivo del equipo, quien guarda pendencia con Booth
por un gol marcado hace 20 años, cuando aún estaban en secundaria. y tiene la
desfachatez de negarse a contestar a sus preguntas si no le da previamente la
revancha. Por supuesto Aubrey le hace cambiar de opinión
amenazándole con acusarle de obstrucción a la justicia.
En realidad salvo Katy Stover, la dueña del equipo, que
ha estado saboteándolo para poderlo cambiar de ciudad y venderlo por centenares
de millones de dólares, todos son estúpidos. No creo que esa fuese la intención
de David Boreanaz cuando presionó para que incluyesen la
trama, pero así es como ha resultado. Gene
Hong se la ha jugado.
¡¡Hombres!!
LA LUMINOSIDAD DE LAS MUJERES DEL
JEFFERSONIAN
Y no
lo digo por el pedrusco de cuarzo y millones de años de soterrada evolución que
Cam, orgullosa luce en su dedo, ni
porque Angela sea la mejor arma del
FBI, por su manejo de las redes sociales, a la hora de atrapar criminales, ni
porque Brennan identifique diamantes
con inversiones financieras, lo digo porque siempre he tenido claro que la
mujer es el ser más perfecto de la creación y las tres del Jeffersonian lo son,
brillantes y perfectas.
Y
puedo entender la desazón de Brennan ante la negativa de Booth a desprenderse de sus fetiches, ante
su atrevimiento al compararles con sus consoladores libros, aunque pienso que su
reticencia se debe a que no está haciendo una limpieza de primavera a fondo,
sino sólo tirando cosas inservibles para hacer hueco a las de sus hijos.
Sí
tuviera que bajar de las estanterías, empaquetar, limpiar y volver a colocar
miles de libros, como una que yo conozco, seguro que le daría menos pena
deshacerse de unas cuantas docenas y no sólo de tres. Porque puede que hayan
sido su refugio durante su dura adolescencia, pero “los libros son
objetos inanimados”, somos nosotros quienes les entregamos nuestra alma
a unos pocos. Y esos sí que soportaran no una sino decenas de limpieza de
primavera.
LA GENEROSIDAD DE LOS
HOMBRES BUENOS
No, The Head in the Abutment no sólo va de estupideces, de hockey, de libros y de videojuegos, en realidad es un episodio muy moral. El héroe, sus héroes son hombres buenos, hombres que hacen lo que es correcto en cada momento, que miran por los demás antes que por sí mismos.
Como la víctima del episodio,
Seth Lang, una estrella del hockey, a quien asesinan por pretender denunciar a la
traficante de drogas que estaba envenenando a los hombres de su equipo. Un
hombre que quiso hacer lo que era debido y no pensó en las consecuencias que su
decisión correcta podría acarrearle, ¡ay si todos actuásemos así, que diferente
sería el mundo!
Como Booth ¿Hay alguien más generoso
y maduro que Booth dispuesto a donar parte de su colección de calcetines estrambóticos?
—
Probablemente deberías tirarlos a la basura. Los calcetines son como el número
de la Seguridad Social y los pañales. Sólo deben tener un
propietario—, le
dice sensatamente, sin que sirva de precedente, Aubrey.
Lo cierto es que Booth ha evolucionado y mucho desde que era
el chico de oro del instituto que se llevaba a las chicas tras las gradas para
hacer el amor y jugaba a las prendas para desnudarlas; Booth es un hombre sensato y de buen juicio,
aunque a veces se rebele y se aferre a su caja de calcetines y su hebilla, sus
talismanes para soportar su insatisfacción ante las desigualdades de la vida.
Un hombre con un gran sentido de la moral, que rige su
comportamiento, a pesar de sus pequeñas miserias, por sus deseos de hacer el
bien, por su bondad, porque Booth quiere
ir al cielo, pasando si puede ser por la pista de hielo.
La prueba de su cambio,
su respuesta ante el desafío de Darryl,
ante el hombre que 20 años después aún recuerda que perdió un campeonato ante
él y le acusa de tramposo. Booth
no lo recuerda así, ni puede imaginar que su gol marcase la vida del otro, que
lo convirtiese por siempre en perdedor o tal vez ya lo fuera antes, porque sólo
una persona débil e inmadura puede seguir queriendo venganza después de tantos
años.
Booth le concede la
posibilidad de restaurar esa pérdida, de cerrar su herida y acepta el desafío, repetirán
la jugada. Darryl, satisfecho, se
presenta en la pista muy bien acompañado, Booth, solo con Brennan.
Y ya en la pista se
miden el uno al otro, Booth
toma su decisión y mira a Brennan, sabe lo que tiene que hacer, lo que es correcto, lo que
hará feliz al otro y lo acercará a él un poco más al cielo. Patina decidido hacia la portería,
dispara y… falla.
El campeonato, el viejo
campeonato tiene nuevo ganador, un hombre feliz, aclamado por su gente. En
cambio a Booth su acto generoso sólo le consigue, en
principio, una mirada enamorada de su mujer, y una constante discusión, porque
por supuesto entre ellos dos, entre el cerebro y el corazón, siempre hay alguna
pendencia pendiente.
Para mí que Gene Hong disfrutó como un enano escribiendo The
Head in the Abutment y se nota. Su disfrute es contagioso, así que decididamente
llegado el final pulsaré el botón del pulgar hacia arriba porque parafraseando a la doctora Brennan he disfrutado con sus graciosas “imbecilidades.”
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