Sería un mundo
justo y por tanto inhabitable aquel en el que las “cosas malas” sólo les ocurriesen a las malas personas, como por ejemplo a Hutch WhiteHouse, la victima del
caso de esta semana, un hombre dividido
entre lo que hacía “esparcir el odio”
por dinero y lo que sentía: “culpa”.
Más a menudo ocurre que “las cosas malas” les
suceden a personas buenas. Cosas terribles que por unos instantes o para toda
la eternidad ciegan su vida con ira, dolor y miedo. Seeley Booth sabía de las injusticias del mundo, las había padecido
y las había superado, pero de repente su casa se llenó de una luz fría, los
vidrios saltaron, las armas tronaron y el infierno se lo tragó.
The Purging in the Pundit también
hubiera podido titularse “Conspiración
contra Booth”, y no porque Durant, el jefe de los Conspiradores que atrapó
la semana pasada, se haya escapado; no porque el subdirector Stark en compañía
del agente Aubrey le esté tendiendo
una trampa. La principal conspiradora es su mujer, la doctora Brennan, que sabe que cuánto más tarde en recuperar su vieja alma, más alto será el precio que tendrá que pagar.
O también “La Cruzada de la doctora Brennan”,
porque a pesar de no ser religiosa, con generosidad, olvidándose hasta el
último instante de sí misma, ha batallado contra su dolor para entregarle de
nuevo la bendición de su fe, para obligarle a aceptar que si bien él era un
buen hombre, paciente y comprensivo, en el mundo hay también otros hombres
buenos en los que confiar.
Y tenía que ser
precisamente en este episodio, éste en el que Booth podría contemplar como en un espejo, como la ira y el rencor
y finalmente los remordimientos destrozan la vida a un hombre ignorante que
olvidando lo bueno del mundo, con alevosía y descreimiento se dedicaba a
esparcir el odio y el miedo, a generar rencor. Booth no es, nunca ha sido como Hucth Whitehouse, su vida tenía un
propósito, devolver tanto bien como mal y dolor esparció en su día. Sólo es necesario que lo recuerde, que recuerde que él, por su esfuerzo, había
vencido la rabia y el dolor en el que se crió, la culpa por en lo que luego se
convirtió.
A Hucth
Whitehouse lo encuentran dos adolescentes medio atascado en una alcantarilla,
la ayuda que le prestan para desatorarlo y lo que luego contemplan será sin
duda un buen tema para el ensayo que acompañe a su solicitud de
Universidad.
A Booth se lo encuentra Brennan, por la mañana temprano, leyendo
el periódico, apenas si ha dormido; lleva días sin dormir y está preocupada. Él
no, “Ya
dormirá cuando esté cansado”. Pero no le va a resultar fácil librarse
de la auscultación de Brennan, si
reticente es él, tenaz es ella, y además tiene a Sweets de su parte. “Sweets
diría que tienes problemas de evasión” le dice (largo y tendido habrá
que hablar de la santificación del doctor Sweets).
Y ante su
protesta, insiste e insiste, no sólo sigue sin confiar en la gente con la que
trabaja sino que no se enfrenta al
trauma que ha sufrido. Pero Booth rehúye
la discusión, va a hacer tortitas y entonces, como siempre suena el teléfono,
tienen un asesinato, Booth respira,
la campana le ha salvado.
Al llegar a la
escena del crimen, esperándolos se encuentra el agente Aubrey, no debiera estar allí pero se ha presentado y no sólo eso
sino que a pesar de sus primeros ascos, como si fuera uno del equipo se agacha
junto a Cam y Brennan y empieza a
analizar el cadáver, el chico quiere
hacer méritos.
Y allí en la
escena, casi desapercibido se produce un momento estelar, de los de recordar
por lo insólito. Ante las náuseas y los aspavientos de Aubrey, Brennan no responde con indiferencia, al contrario, cuando
el chico traga saliva, Brennan traga
saliva, un claro caso de empatía. Nunca antes había ocurrido
En el
laboratorio la presencia del doctor Rodolfo
Fuentes, el antropólogo forense
exiliado de Cuba, levanta el entusiasmo de Angela.
Lógico en un ser libre, que ante un chisgarabís de tronío de ojos rientes y
barba cerrada se le doblen las rodillas y se le caiga la baba. ¡Tiembla, rey del laboratorio! Pero no,
el doctor Hodgins resiste y la manda
a hacer su trabajo. Y lo hace, en la calavera mordisqueada por armiños Angela con su magia encuentra a Hutch
Withehouse, un polémico locutor de radio, un liberticida “un ignorante que siempre estaba
enfadado”, al decir del doctor Hodgins.
Aubrey por su parte presiona a Booth, quiere estar en el caso, ha hecho los deberes y ha recogido
un montón de información sobre la víctima. Tiene a la mujer en la sala de
conferencias, quiere acompañarlo al interrogatorio. Booth se niega, su sitio es un escritorio en la sala común. Aubrey no cede, el chico es persistente
y arteramente le menciona que Sweets
confiaba en él. Pero Booth es un
hombre con experiencia y no se deja vencer por puñaladas traperas. Que lo haya
elegido para trabajar con él no significa que sea su compañero.
Sin embargo
cuando Booth va a la emisora de
radio donde trabajaba la víctima lleva a Aubrey
con él. Al llegar presencian la discusión entre el dueño de la emisora, un
hombre cínico con antecedentes por cazar ciervos borracho y el copresentador
del programa y políticamente su antagonista, limpio pero humillado, el saco de
boxeo de Hutch, Demomierda, como le llamó un día en antena, no quiere perder
su trabajo.
El dueño de la
emisora les cuenta que habló con Hutch el día de su muerte; acababa de firmar
un contrato de muchos millones y se había convertido en un divo, cuanto más
polémicas eran sus palabras más dinero ganaban. El copresentador sin embargo
les informa que todo era impostado, que Hutch ya no creía en nada de lo que
decía, que todo era por el dinero.
Como Hutch era
una estrella, la gente le odiaba, diariamente le llegaban cientos de amenaza,
algunas de gente políticamente más extremista que la propia víctima. El rey del
laboratorio vuelve a dejar boquiabierta a su mujer y a Cam cuando con sus descubrimientos reduce las decenas de
sospechosos a un solo nombre.
Y una vez más en el FBI se produce una discusión
entre Aubrey y Booth, el chico
quiere acompañarle a casa del sospechoso. Booth
se niega, y Audrey lo llama idiota y vuelve a utilizar el nombre de Sweets en vano, si lo trata a él como una mierda está tratando a Sweets como una mierda. Una deducción estúpida. Booth no cede, lo acompañará Bones. Y
en el coche, Brennan retoma la
discusión de la mañana.
— Tú mundo
tiene que ser mayor que tú y yo, Booth —le dice—. Tienes que confiar en alguien
para hacer este trabajo.
— Confío en ti.
Y Brennan
volviendo a tomar como persona de autoridad al doctor Sweets, añade que tiene
que volver a creer en algo, en algo mayor que él mismo.
— Lo hago
—responde Booth—, en mi familia.
Pero Brennan no
va a soltar la presa, es una cruzada y lleva la cruz al frente.
— No has ido a
la iglesia desde que te soltaron.
— Tú ni
siquiera crees en Dios —replica Booth.
— Pero tú sí, y
antes creías que la gente era buena.
El autor del
guion es Michael Peterson, ahora el
más veterano guionista de Bones (en
la serie desde 2009). Y Peterson
escribió The Devil in the Details (5.14).
En ese episodio, un buenísimo episodio en el que a gente buena le pasan cosas
terribles, Booth y Brennan tienen un
diálogo significativo sobre la fe, del que sin duda este es continuación.
—“¿Vas a
preguntarme como puede Dios castigar a una buena gente?” —le pregunta Booth a
Brennan.
— No. Voy a
preguntarte cómo sigues creyendo en un Dios bueno después de un caso así.
— ¿Si mi fe se
tambalea?
— ¿Sí?
— Sí, iré a
casa, me tumbaré, daré algunas vueltas, me comeré el coco un poco, dudaré de
todo…
— ¿La
recuperarás?
— Siempre la
recupero.
— Así que
tienes fe en que recuperarás la fe. ¿Por qué?
— Porque el sol
volverá a salir y mañana será otro día”
Eso fue hace
cinco años y cuando Booth sólo había
sido testigo del dolor infringido a una buena gente; ahora que él ha sido
sujeto del daño, que ha sido a él a
quién han intentado matar, a quien injustamente han acusado, a quien han
encarcelado, parece lógico pensar que le lleve más de una noche recuperar la
fe, que haya perdido la fe en que
recuperará la fe.
En el
laboratorio poco a poco los restos les han contado sus secretos, el primero que
murió mientras era torturado, aunque cosa rara sus análisis demuestran que “era como si estuviera disfrutando mientras
lo asesinaban”. Fuentes y Brennan por fin encuentran la solución al
misterio. La tortura no fue la causa
de la muerte, en los huesos hay calcificaciones que muestran que se repetía
continuadamente. El hombre era un masoquista.
Y una vez más
en el coche Booth y Brennan
mantienen su conversación, esta vez sobre el sexo y la violencia, ambos al
decir de la doctora instintos básicos del ser humano. Que el sadomasoquismo no
le resulte agradable a Booth parece
razonable, aunque su respuesta cuando Brennan
le mordisquea el lóbulo de la oreja mientras hacen el amor es altamente
satisfactoria.
Divertidas son
sus reacciones ante los juguetitos que encuentran en la mazmorra del sexo de
Hutch, Brennan agitando el látigo parece una dominatrice. Por los fluidos encuentran a la de la víctima,
ella no le mató, es una terapeuta, con sus castigos ayudaba a la víctima a
salvar sus traumas, lo estaba consiguiendo, iba a renunciar al programa.
El caso se
acelera cuando descubren que la víctima murió de un golpe en la nariz que amordazado
como estaba le impidió respirar y que el cuerpo fue trasladado suspendido
cabeza abajo. El sospechoso es el productor del programa. El hombre confiesa que
el trasladó; no podía permitir que la policía lo encontrara vestido de cuero,
amordazado, sería un desastre económico para él.
Al examinar la ropa que
llevaba puesta cuando murió descubren en un trozo de diente el arma que le
causó la muerte. Un teléfono móvil. Por las bacterias del móvil (ojo al dato,
los móviles acumulan más bacterias que los váteres) hayan al culpable, por las
bacterias y su voz. El copresentador rencoroso, harto de las vejaciones y
burlas de Hutch, cuando lo encontró en la mazmorra comenzó a grabarlo, pero… el
hombre se liberó, pelearon y le tiró el móvil a la cara matándolo. Luego imitando su voz llamó al dueño de la emisora.
Angela lo pilló.
Y ante la
sorpresa de Booth, cuando Brennan se presenta en el FBI le
entrega el expediente de las pruebas forenses a Aubrey, ella no va a estar en el interrogatorio final. Cuando Booth le pregunta el por qué después de
darle una lección de historia sobre las consecuencias nefastas del aislacionismo
le dice que debe confiar en Aubrey “Conozco
a un buen hombre cuando lo veo.
Te
elegí a ti.”
Y siento
discrepar de la doctora, no es eso lo que dice su historial con los hombres. El
novio del episodio Piloto le robó la tele. Su profesor y amante la manipuló sus
pruebas dejándola en ridículo en The
Girl in the Fridge (1.08). El que se echó al final de la primera temporada
resultó que quería meterla en una secta; el bombero que le caía tan bien en The
Headless Witch in the Woods (2.10), mató a su hermano… Y qué decir de Booth, seis años, seis años tardó en elegirle. SEIS AÑOS.
El aval de Brennan no debería ser suficiente para
que Aubrey gane la batalla y sin
embargo lo es, porque a su generosidad responde Booth con confianza ciega. Aubrey
es un buen agente y Booth le ordena
meter el culo en la sala de interrogatorios. El asesino es detenido.
A la noche en
su casa, a pesar de no haber participado en la detención, Booth le ofrece para celebrarla una copa a su mujer, un coctel
preparado por él, B and B lo llama,
una combinación rara de tequila, cerveza agria y crema de casis, que funciona.
— Como nosotros
—dice Brennan.
— Como
nosotros —repite Booth.
Y ese debería ser
el final del episodio, pero no lo es porque de repente suena el timbre de la
puerta y aparece el agente Aubrey, les
trae un regalo, una botella de vino barato, por haberle permitido formar parte
del equipo.
Cuando se
marcha Booth reconoce que es bueno y
Brennan orgullosa e inocente le
repite las palabras del pelota “Cree que eres el mejor agente del
departamento.”
Y entonces Booth con ese instinto asesino que dios
le ha dado, la cita:
—Muy
bien, esto es lo que quieres, tú al laboratorio y yo en la calle con él.
¡Ah, pero ese
no es el juego!
— ¿Tan
bien lo hizo? —pregunta sorprendida de lo que supone en verdad lo que
acaba de oír.
— Estuvo
muy bien —insiste Booth.
— ¿Pero
seguimos siendo compañeros? —Pregunta con miedo e insiste — Sigues
necesitándome ¿verdad?
Y Booth, como no podía dejar de hacer con
sorna dice:
— Alguien
suena un poco inseguro…
Y Brennan a quien le cuesta captar las
bromas por fin se da cuenta.
— ¿Me
estás picando?
— No. ¿Qué?
¿Yo? No.
En mi opinión,
sí, la está picando. Porque aunque el guion nos ha presentado la relación de Booth y Aubrey como un problema de
confianza, lo ha hecho por economía de medios, si Booth confía en él por ende confía en el FBI.
Pero el problema entre ellos no es de confianza sino de instinto, a Booth no le gusta un hombre que le
impone su presencia, que echa mano para reforzar su posición de las palabras de
un muerto. Aubrey será buen agente,
pero se comporta como un trepa.
Y no, no creo
que Brennan vaya a renunciar a su
puesto ni que su marido lo consienta.
El círculo de confianza de Booth siempre
ha sido pequeño, siempre será pequeño, ella,
ella, y ella, la única que él lleva bajo su piel. Lo cante Frank Sinatra o
Stephen Nathan
Vosotros, que
pensáis, ¿va a romper Aubrey lo que
el Piloto de Bones unió?
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