domingo, 12 de octubre de 2014

Bones. Reseña, The Purging in the Pundit (10.03)


Sería un mundo justo y por tanto inhabitable aquel en el que las “cosas malas” sólo les ocurriesen a las malas personas, como por ejemplo a Hutch WhiteHouse, la victima del caso de esta semana, un hombre dividido entre lo que hacía “esparcir el odio” por dinero y lo que sentía: “culpa”.

Más a menudo ocurre que “las cosas malas” les suceden a personas buenas. Cosas terribles que por unos instantes o para toda la eternidad ciegan su vida con ira, dolor y miedo. Seeley Booth sabía de las injusticias del mundo, las había padecido y las había superado, pero de repente su casa se llenó de una luz fría, los vidrios saltaron, las armas tronaron y el infierno se lo tragó. 


The Purging in the Pundit también hubiera podido titularse “Conspiración contra Booth”, y no porque Durant, el jefe de los Conspiradores que atrapó la semana pasada, se haya escapado; no porque el subdirector Stark en compañía del agente Aubrey le esté tendiendo una trampa. La principal conspiradora es su mujer, la doctora Brennan, que sabe que cuánto más tarde en recuperar su vieja alma, más alto será el precio que tendrá que pagar.

O también “La Cruzada de la doctora Brennan”, porque a pesar de no ser religiosa, con generosidad, olvidándose hasta el último instante de sí misma, ha batallado contra su dolor para entregarle de nuevo la bendición de su fe, para obligarle a aceptar que si bien él era un buen hombre, paciente y comprensivo, en el mundo hay también otros hombres buenos en los que confiar.


Y tenía que ser precisamente en este episodio, éste en el que Booth podría contemplar como en un espejo, como la ira y el rencor y finalmente los remordimientos destrozan la vida a un hombre ignorante que olvidando lo bueno del mundo, con alevosía y descreimiento se dedicaba a esparcir el odio y el miedo, a generar rencor. Booth no es, nunca ha sido como Hucth Whitehouse, su vida tenía un propósito, devolver tanto bien como mal y dolor esparció en su día. Sólo es necesario que lo recuerde, que recuerde que él, por su esfuerzo, había vencido la rabia y el dolor en el que se crió, la culpa por en lo que luego se convirtió.

A Hucth Whitehouse lo encuentran dos adolescentes medio atascado en una alcantarilla, la ayuda que le prestan para desatorarlo y lo que luego contemplan será sin duda un buen tema para el ensayo que acompañe a su solicitud de Universidad.  


A Booth se lo encuentra Brennan, por la mañana temprano, leyendo el periódico, apenas si ha dormido; lleva días sin dormir y está preocupada. Él no, “Ya dormirá cuando esté cansado”. Pero no le va a resultar fácil librarse de la auscultación de Brennan, si reticente es él, tenaz es ella, y además tiene a Sweets de su parte. “Sweets diría que tienes problemas de evasión” le dice (largo y tendido habrá que hablar de la santificación del doctor Sweets).


Y ante su protesta, insiste e insiste, no sólo sigue sin confiar en la gente con la que trabaja sino que no se enfrenta al trauma que ha sufrido. Pero Booth rehúye la discusión, va a hacer tortitas y entonces, como siempre suena el teléfono, tienen un asesinato, Booth respira, la campana le ha salvado.

Al llegar a la escena del crimen, esperándolos se encuentra el agente Aubrey, no debiera estar allí pero se ha presentado y no sólo eso sino que a pesar de sus primeros ascos, como si fuera uno del equipo se agacha junto a Cam y Brennan y empieza a analizar el cadáver, el chico quiere hacer méritos


Y allí en la escena, casi desapercibido se produce un momento estelar, de los de recordar por lo insólito. Ante las náuseas y los aspavientos de Aubrey, Brennan no responde con indiferencia, al contrario, cuando el chico traga saliva, Brennan traga saliva, un claro caso de empatía. Nunca antes había ocurrido

En el laboratorio la presencia del doctor Rodolfo Fuentes, el  antropólogo forense exiliado de Cuba, levanta el entusiasmo de Angela. Lógico en un ser libre, que ante un chisgarabís de tronío de ojos rientes y barba cerrada se le doblen las rodillas y se le caiga la baba. ¡Tiembla, rey del laboratorio! Pero no, el doctor Hodgins resiste y la manda a hacer su trabajo. Y lo hace, en la calavera mordisqueada por armiños Angela con su magia encuentra a Hutch Withehouse, un polémico locutor de radio, un liberticida “un ignorante que siempre estaba enfadado”, al decir del doctor Hodgins.
Aubrey por su parte presiona a Booth, quiere estar en el caso, ha hecho los deberes y ha recogido un montón de información sobre la víctima. Tiene a la mujer en la sala de conferencias, quiere acompañarlo al interrogatorio. Booth se niega, su sitio es un escritorio en la sala común. Aubrey no cede, el chico es persistente y arteramente le menciona que Sweets confiaba en él. Pero Booth es un hombre con experiencia y no se deja vencer por puñaladas traperas. Que lo haya elegido para trabajar con él no significa que sea su compañero. 


Sin embargo cuando Booth va a la emisora de radio donde trabajaba la víctima lleva a Aubrey con él. Al llegar presencian la discusión entre el dueño de la emisora, un hombre cínico con antecedentes por cazar ciervos borracho y el copresentador del programa y políticamente su antagonista, limpio pero humillado, el saco de boxeo de Hutch, Demomierda, como le llamó un día en antena, no quiere perder su trabajo.
El dueño de la emisora les cuenta que habló con Hutch el día de su muerte; acababa de firmar un contrato de muchos millones y se había convertido en un divo, cuanto más polémicas eran sus palabras más dinero ganaban. El copresentador sin embargo les informa que todo era impostado, que Hutch ya no creía en nada de lo que decía, que todo era por el dinero.



Como Hutch era una estrella, la gente le odiaba, diariamente le llegaban cientos de amenaza, algunas de gente políticamente más extremista que la propia víctima. El rey del laboratorio vuelve a dejar boquiabierta a su mujer y a Cam cuando con sus descubrimientos reduce las decenas de sospechosos a un solo nombre. 


Y una vez más en el FBI se produce una discusión entre Aubrey y Booth, el chico quiere acompañarle a casa del sospechoso. Booth se niega, y Audrey lo llama idiota y vuelve a utilizar el nombre de Sweets en vano, si lo trata a él como una mierda está tratando a Sweets como una mierda. Una deducción estúpida. Booth no cede, lo acompañará Bones. Y en el coche, Brennan retoma la discusión de la mañana.


— Tú mundo tiene que ser mayor que tú y yo, Booth —le dice—. Tienes que confiar en alguien para hacer este trabajo.
— Confío en ti.
Y Brennan volviendo a tomar como persona de autoridad al doctor Sweets, añade que tiene que volver a creer en algo, en algo mayor que él mismo.
— Lo hago —responde Booth—, en mi familia.
Pero Brennan no va a soltar la presa, es una cruzada y lleva la cruz al frente.
— No has ido a la iglesia desde que te soltaron.
— Tú ni siquiera crees en Dios —replica Booth.
— Pero tú sí, y antes creías que la gente era buena.
El autor del guion es Michael Peterson, ahora el más veterano guionista de Bones (en la serie desde 2009). Y Peterson escribió The Devil in the Details (5.14). En ese episodio, un buenísimo episodio en el que a gente buena le pasan cosas terribles, Booth y Brennan tienen un diálogo significativo sobre la fe, del que sin duda este es continuación.


—“¿Vas a preguntarme como puede Dios castigar a una buena gente?” —le pregunta Booth a Brennan.
— No. Voy a preguntarte cómo sigues creyendo en un Dios bueno después de un caso así.
— ¿Si mi fe se tambalea?
— ¿Sí?
— Sí, iré a casa, me tumbaré, daré algunas vueltas, me comeré el coco un poco, dudaré de todo…
— ¿La recuperarás?
— Siempre la recupero.
— Así que tienes fe en que recuperarás la fe. ¿Por qué?
— Porque el sol volverá a salir y mañana será otro día”
Eso fue hace cinco años y cuando Booth sólo había sido testigo del dolor infringido a una buena gente; ahora que él ha sido sujeto del daño, que  ha sido a él a quién han intentado matar, a quien injustamente han acusado, a quien han encarcelado, parece lógico pensar que le lleve más de una noche recuperar la fe, que haya perdido la fe en que recuperará la fe.  


En el laboratorio poco a poco los restos les han contado sus secretos, el primero que murió mientras era torturado, aunque cosa rara sus análisis demuestran que “era como si estuviera disfrutando mientras lo asesinaban”. Fuentes y Brennan por fin encuentran la solución al misterio. La tortura no fue la causa de la muerte, en los huesos hay calcificaciones que muestran que se repetía continuadamente. El hombre era un masoquista.
Y una vez más en el coche Booth y Brennan mantienen su conversación, esta vez sobre el sexo y la violencia, ambos al decir de la doctora instintos básicos del ser humano. Que el sadomasoquismo no le resulte agradable a Booth parece razonable, aunque su respuesta cuando Brennan le mordisquea el lóbulo de la oreja mientras hacen el amor es altamente satisfactoria. 


Divertidas son sus reacciones ante los juguetitos que encuentran en la mazmorra del sexo de Hutch, Brennan agitando el látigo parece una dominatrice. Por los fluidos encuentran a la de la víctima, ella no le mató, es una terapeuta, con sus castigos ayudaba a la víctima a salvar sus traumas, lo estaba consiguiendo, iba a renunciar al programa.

El caso se acelera cuando descubren que la víctima murió de un golpe en la nariz que amordazado como estaba le impidió respirar y que el cuerpo fue trasladado suspendido cabeza abajo. El sospechoso es el productor del programa. El hombre confiesa que el trasladó; no podía permitir que la policía lo encontrara vestido de cuero, amordazado, sería un desastre económico para él.

Al examinar la ropa que llevaba puesta cuando murió descubren en un trozo de diente el arma que le causó la muerte. Un teléfono móvil. Por las bacterias del móvil (ojo al dato, los móviles acumulan más bacterias que los váteres) hayan al culpable, por las bacterias y su voz. El copresentador rencoroso, harto de las vejaciones y burlas de Hutch, cuando lo encontró en la mazmorra comenzó a grabarlo, pero… el hombre se liberó, pelearon y le tiró el móvil a la cara matándolo. Luego imitando su voz llamó al dueño de la emisora. Angela lo pilló.

Y ante la sorpresa de Booth, cuando Brennan se presenta en el FBI le entrega el expediente de las pruebas forenses a Aubrey, ella no va a estar en el interrogatorio final. Cuando Booth le pregunta el por qué después de darle una lección de historia sobre las consecuencias nefastas del aislacionismo le dice que debe confiar en Aubrey “Conozco a un buen hombre cuando lo veo. Te elegí a ti.”
Y siento discrepar de la doctora, no es eso lo que dice su historial con los hombres. El novio del episodio Piloto le robó la tele. Su profesor y amante la manipuló sus pruebas dejándola en ridículo en The Girl in the Fridge (1.08). El que se echó al final de la primera temporada resultó que quería meterla en una secta; el bombero que le caía tan bien en The Headless Witch in the Woods (2.10), mató a su hermano… Y qué decir de Booth, seis años, seis años tardó en elegirle. SEIS AÑOS. 


El aval de Brennan no debería ser suficiente para que Aubrey gane la batalla y sin embargo lo es, porque a su generosidad responde Booth con confianza ciega. Aubrey es un buen agente y Booth le ordena meter el culo en la sala de interrogatorios. El asesino es detenido.


A la noche en su casa, a pesar de no haber participado en la detención, Booth le ofrece para celebrarla una copa a su mujer, un coctel preparado por él, B and B lo llama, una combinación rara de tequila, cerveza agria y crema de casis, que funciona.
— Como nosotros —dice Brennan.
Como nosotros —repite Booth.
Y ese debería ser el final del episodio, pero no lo es porque de repente suena el timbre de la puerta y aparece el agente Aubrey, les trae un regalo, una botella de vino barato, por haberle permitido formar parte del equipo.
Cuando se marcha Booth reconoce que es bueno y Brennan orgullosa e inocente le repite las palabras del pelota “Cree que eres el mejor agente del departamento.”
Y entonces Booth con ese instinto asesino que dios le ha dado, la cita:
Muy bien, esto es lo que quieres, tú al laboratorio y yo en la calle con él.
¡Ah, pero ese no es el juego!


¿Tan bien lo hizo? —pregunta sorprendida de lo que supone en verdad lo que acaba de oír.
Estuvo muy bien —insiste Booth.
¿Pero seguimos siendo compañeros? —Pregunta con miedo e insiste — Sigues necesitándome ¿verdad?
Y Booth, como no podía dejar de hacer con sorna dice:
Alguien suena un poco inseguro…
Y Brennan a quien le cuesta captar las bromas por fin se da cuenta.
¿Me estás picando?
— No. ¿Qué? ¿Yo? No.


En mi opinión, sí, la está picando. Porque aunque el guion nos ha presentado la relación de Booth y Aubrey como un problema de confianza, lo ha hecho por economía de medios, si Booth confía en él por ende confía en el FBI.
 Pero el problema entre ellos  no es de confianza sino de instinto, a Booth no le gusta un hombre que le impone su presencia, que echa mano para reforzar su posición de las palabras de un muerto. Aubrey será buen agente, pero se comporta como un trepa.
Y no, no creo que Brennan vaya a renunciar a su puesto ni que su marido lo consienta. El círculo de confianza de Booth siempre ha sido pequeño, siempre será pequeño, ella, ella, y ella, la única que él lleva bajo su piel. Lo cante Frank Sinatra o Stephen Nathan
Vosotros, que pensáis, ¿va a romper Aubrey lo que el Piloto de Bones unió?

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