“Es familia, Bones, no lo olvides, la familia es lo
primero. No lo olvides ¿vale?”
Seeley Booth. “The Foot in the Foreclosure” (5.08)
No era fácil
después de la despedida de The Next in
the Last reiniciar Bones. Las
razones que parecían tan sólidas y coherentes para que Booth y Brennan
abandonaran la vida que habían vivido en los últimos diez años en post de otra
más plena, debían quedar, tres meses después, olvidadas. Pero… a veces, a veces
sucede que la vida te lanza una bola
curva y aunque el instinto te incite a apartarte, si resistes quieto, si la golpeas correctamente, consigues el éxito.
A Jonathan Collier y a Michael Peterson,
los nuevos productores de Bones les
ha ocurrido, como el año pasado le sucediera, también en el estreno, a Stephen Nathan. Esta temporada, la
bola les ha llegado disfrazada de problema de salud de David Boreanaz lo que retrasó su incorporación al rodaje, y les ha
permitido no sólo anotarse un tanto
frente a Fox, puesto que el episodio ha conseguido buenos datos de
audiencia (1,4 share 18-49 años y 6,20 millones de espectadores); sino también encontrar
en la trama de la “desaparición de Booth”
la coartada retórica y emocional para
hacer creíble que Booth y Brennan vuelvan
a sus antiguos puestos de trabajo. Bien hecho.
Y no era fácil. Cuando un hombre cómo Booth,
roto por su recaída en el juego, se llena de razones y renuncia
al que hasta entonces había sido su propósito en la vida para vivirla
sencillamente como un padre de familia,
¿cómo consigues que empuñe de nuevo un arma, que se olvide del amor de
su mujer, del cariño de sus hijos y corra a enfrentarse una vez más con su
destino…? ¿Cómo hacerle regresar, qué vuelva a ser él que era antes y al
mismo tiempo preservar el amor de Brennan?
¿A qué enemigo le enfrentas?
Difícil, muy
difícil, y aunque al final de The
Loyalty in the Lie hay muchas preguntas que requieren respuesta, cuando Booth y Brennan vuelvan a cruzar juntos las puertas del
Jeffersonian y las del FBI no me queda duda de que la Bones oscura, la de la pérdida y el dolor que comenzó en The Eye in the Sky (10.15) quedará
definitivamente olvidada, Booth volverá a ser “el viejo héroe” y la serie, con su esencia intacta, se pondrá una
vez más en marcha para satisfacción de sus fans. La palabra es VOLVER.
The Loyalty in the Lie lo ha escrito el nuevo co-showrunner
Jonathan Collier y a pesar de eso, a
pesar de que sea sangriento, haya muertos, y cuerpos agujereados, a pesar de
que no explote ni una sola bomba ni se dispare una sola bala, es tal y como lo
definió Fox en una de sus promos, dramático,
estresante, triste (con sus justa dosis
de humor a cargo del bendito Doctor
Hodgins), conmovedor, emocionante, misterioso, con suspenses que dejan
sin aliento, a veces hasta terrorífico. Y
sin embargo, no pudo empezar de una manera más entrañable y complaciente:
En una habitación
luminosa, desordenada, con juguetes por el suelo y ropa de niño por todas
partes, un hombre juega con su bebé al fútbol. El niño, Hank Booth, a su padre no le cabe duda, llegará un día a ser Hank the Tank, el capitán de la defensa
de los Flyers. Sin embargo, ahora... dispara, anota y… ¡¡Los Flyers ganan!!,
justo a tiempo de llegar a las duchas… el pañal apesta.
Cuando la
imagen se amplía vemos a una mujer bellísima y a una niña curiosa entretenidas
en los suyo. Si en el salón hay trastos, la encimera de la cocina donde
trabajan está llena de cajas y artilugios varios. En el centro “un hacha de guerra”, le cuenta el
padre a Hank, “No es un hacha, es un arado”,
le corrige la niña. Un arado antiguo que le ha enviado el museo de Munich, para
examinar y con el que está enseñando a Christine
a clasificar e identificar, le explica la mujer. Uno de sus muchos trabajos. En
los últimos seis meses ha parido al niño y ha escrito dos libros. ¿Y el hombre,
a qué se ha dedicado ese hombre tan
feliz además de a cambiar pañales y recibir disparos certeros del pis de su
bebé?
Se lo explica a
su hija, sigue ligado al FBI, pero a ahora es su propio jefe, un contratista independiente que entrena a
agentes, lo que le permite tener más tiempo libre para pasarlo con ella y
con las hachas de guerra. Pero no debe de ser de todo cierto, una mentirijilla
para endulzarle el trago a la niña que echa de menos al “tío Aubrey” (¿no será a las bolsas de chuches que escondía en el
bolsillo?). El hombre tiene que irse a trabajar, la mujer le recuerda que
tienen una cita, que han quedado para cenar con sus amigos Hodgins y Angela, él se lo piensa ¿no podrían cambiarlo? “No,
no podrían”. No hay problema, conseguirá regresar a tiempo. Y con un
beso para cada uno y un “Hasta luego cocodrilo” se despide
de su familia, no sin antes recordarles que tengan cuidado con el hacha de
guerra.
—¡¡El arado!! —le corrigen
la madre y la hija al unísono.
Agradeciéndoles
la corrección les dice adiós y la alegría desaparece del “caimán” y la preocupación se adueña del rostro de Booth; les mira y es como si quisiera
aprenderse la imagen de los que deja atrás, como si estuviera haciendo acopio
de buenos recuerdos para tiempos inciertos. Cuando lo volvamos a ver estará sangrando en el suelo con un agujero de
una bala en el vientre.
Brennan, sonriente, meciendo en los brazos a su “pastelito” le dice
adiós. Será la última vez que la veamos
sonreír; cuando la volvamos a ver ya no tendrá motivo alguno para hacerlo,
cuando la volvemos a ver alguien le estará diciendo que su marido podría estar muerto, que podría ser el esqueleto calcinado
que examina Arastoo en la plataforma
forense del Jeffersonian.
Y en el
Jeffersonian la mañana transcurre con normalidad, el doctor Hodgins incuba microbios para elaborar una buena cerveza
casera con la que sorprender a Booth; Angela
protesta por la guarrada y Cam les
interrumpe llena de dudas. Preguntándose, preguntándoles si a quién elija para
sustituir a la doctora Brennan como
antropólogo forense del Jeffersonian obtendría su bendición. Llena de miedos de
elegir a Arastoo por la relación que
les une y no porque sea el mejor para el trabajo, a pesar de que se haya
doctorado con honores y en los últimos seis meses haya hecho una gran labor. Pero…
el teléfono suena; es Aubrey, han
encontrado unos restos humanos en una camioneta ardiendo. Cuando vuelvan a
estar los tres juntos, se preguntarán si el esqueleto calcinado que contemplan
es Booth.
Porque Arastoo determina que los restos
pertenecen a un hombre de complexión atlética, blanco, en la cuarentena; porque
pegada a su pierna encuentran una pistola y en el suelo, junto a sus pies, un
trozo de titanio, uno de los componentes de unas botas de alta gama que usan
los profesionales. Podría haber sido un caso más, pero Angela nerviosa llega a la plataforma y les cuenta de manera
incongruente que todo coincide con el cadáver que encontraron, la edad, el
sexo, el tipo de cuerpo, el número de serie de la pistola. “Es su arma”, dice a modo de conclusión. ¿De
quién es el arma?, pregunta Cam.
Booth. Contesta. Y nos deja, y les
deja con el corazón en un puño. ¿Es de verdad Booth ese cuerpo destrozado?
Puede serlo, no
contesta al teléfono, no ha llegado a su casa, y lo peor, a pesar de que no
hace trabajo de campo, que no lleva armas, las suyas han desaparecido del
maletín donde las guardaba, en cambio, en un rincón, encuentran su alianza. ¿Podemos
imaginar con que angustia Brennan,
su mujer, su compañera vuelve una vez más a la plataforma forense del
Jeffersonian? Sí, y su enfado, y su rebelión contra Arastoo que dice que todo apunta a que podría ser Booth. ¿Indicaciones?, ¿Desde
cuando trabajan ellos con indicaciones. Nadie está más cualificado que
ella para determinar si son los restos de Booth…
Pero… las
heridas que presentan los restos son coincidentes con las del cuerpo de Booth, las del calcáneo con su
entrenamiento como paracaidista, las de la escapula y los brazos con heridas
defensivas por las palizas de su padre, todo coincide. El cráneo está demasiado
deteriorado para encontrar evidencias de la cirugía cerebral pero Arastoo está bastante seguro de que… Y Brennan
estalla, ella sola se encargará de estudiar los restos. Y todos a las
indicaciones de Cam se alejan.
— ¿Crees
que es él? —pregunta Angela
a su lado.
— Dejamos
todo esto atrás. No puede ser él. No puede —le responde convencida, convenciéndose.
¿Os imagináis
que puede sentir una mujer enamorada, por muy racional que sea, cuando tiene en
sus manos una calavera que puede ser la del hombre amado? ¿Cuando acaricia la
cuenca vacía de sus ojos, cuando sigue la línea quebrada de sus pómulos? ¿Ve al
hombre que le confesó que tenía un problema con el juego y que creía que lo que
empezaba entre los dos iba a ser importante? Al que cuando le preguntó “el porqué
creía que iba a ser importante” no supo darle una razón más convincente
que: “porque tengo ganas de besarte”. Y la besó. Y lo besó y el
contacto de su lengua arrancó de su garganta gemidos que entonces se negó a
oír.
¿Cómo no
dejarte arrastrar por el dolor? ¿Qué murallas levantas para no deshacerte en
lágrimas cuando frente a ti tienes los huesos de la que podría ser su mano, la
que tantas veces te acarició, la que te reconfortó cuando más la necesitabas?
Cómo olvidar, cuando examinas los huesos de su columna,
que le debes la vida, que fue tu escudo y tu defensa, que se interpuso entre la muerte y tú.
Y sin olvidar, recordando en cada hueso la huella de su
felicidad, Brennan resiste, “sin paracetamol”, aún “sintiendo el agujero en su
corazón”, no se deja vencer por el dolor, por la angustia de la pérdida, en los
huesos que acaricia está la verdad y la encontrará…
Y así, cuando Angela está terminando la
reconstrucción facial y en el Angelatron aparece el rostro querido de Booth, Brennan irrumpe en su despacho como un ciclón.
— No es Booth —les dice. Y para su
asombro de todos, añade—Tengo pruebas.
Cuando asaltaron su casa en
The Recluse in the Recliner (9.24) a
Booth le dispararon en el pecho y
perdió un trozo de la escapula, la del cadáver está intacta. Booth está vivo y Brennan sigue muy enfadada con Arastoo por el error, le dijo que
los restos eran de su marido, si esa ha sido la manera en que ha trabajado en
su ausencia… Todavía hay que determinar de quién son los restos y Brennan no va a abandonar ahora, tenía el arma de su marido.
En el FBI unos
preocupadísimos Caroline y Aubrey se
encargan de la investigación, Booth
no acudió a su trabajo, su coche ha aparecido en el aparcamiento del aeropuerto.
Ambos se preguntan por qué no les pidió ayuda si tenía problemas. A la
investigación se ha unido la Agente Miller (Kim
Raber) de Asuntos internos, va a trabajar con Aubrey aunque cuando un ex agente es sospechoso, los compañeros…
—¿Sospechoso,
Booth? —se indignan los dos.
Quien realmente
se enfrenta Miller es Brennan cuando
la interroga sobre el comportamiento de su marido antes de desaparecer. Brennan no se muestra muy colaboradora,
ella no es buena analizando emociones, Miller está intentando sonsacarle algo que
cree que esconde y ella no está dispuesta a seguir por ese camino. Miller,
dueña de la situación, le dice que se puede ir, que no la necesita, es la esposa de un sospecho.
— Soy
la antropóloga forense más importante del mundo—le aclara— Me
necesitas para examinar los huesos.
La
investigación avanza a partir del teléfono de Booth, la mañana de su desaparición recibió tres llamadas perdidas
que en realidad eran un código para ponerse en marcha. El teléfono desde el que
se hicieron lo compró Jared y
formaba parte de un lote de 15 que fueron activados las últimas tres semanas de
cinco en cinco. Lo que les lleva a suponer que se trataba de un equipo de cinco
personas. ¿En qué lío se había metido Booth?
¿Qué estaba haciendo con Jared?
Porque a la
conclusión de que los restos calcinados corresponden a Jared llegan Arastoo y Brennan, descubriendo en los
huesos huellas de su alcoholismo, las cicatrices de una operación de
apendicitis que le hicieron de urgencia en el campo de batalla, transformando
con sólo unos ligeros cambios en los ojos y la nariz, la reconstrucción facial
que hiciera Angela de Booth.
El enfrentamiento entre Brennan y la agente Miller continua cuando se dirigen a casa de Patme, la mujer de Jared. Miller compara el comportamiento atípico de los dos hermanos, Booth tenía problemas con la autoridad, estuvo en terapia y la recaída en la adicción al juego debería haber acabado con su carrera. Brennan lo niega, Booth no era como Jared, sabía que tenía debilidades y trabajaba duro para superarlas. Jared en cambio se negó a hacerlo. Miller aprovecha la ocasión y dice que debieron pelearse, pero Brennan le contesta que si insinúa que Booth mató a Jared es imposible categóricamente que eso sucediera. "Tú no conoces a Booth". Y Miller siembra "culebras" en el corazón de Brennan:"Sé que te ha estado contando un montón de mentiras", dice.
Patme no sabe quién pudo matar a Jared, hacía tres meses que le había echado de casa y desde entonces le traía regalos cada vez más caros. ¿Booth le daba dinero? pregunta Brennan. Pero Patme se ríe. Y cuando Miller insiste, dice "la mujer de Booth le convenció para que dejara de dárselo", Brennan se defiende, si lo hubieran seguido haciéndolo nada se hubiera arreglado. ¿Si no fue Booth, quién se lo dio? Patme no lo sabe, pero sí que tenía un amigo de la marina que era "como un hermano para Jared," dice con todo el resentimiento de mujer despreciada en la voz, mostrándoselo en una foto.
Miller y Aubrey van a casa de Kevin O`Donnell un militar condecorado, este reconoce que Jared era uno de sus chicos, no sabía que tenía problemas, trabajaba en seguridad e intentaba recuperar a su mujer. Cuando Miller le pregunta si le habló de actividades ilegales. O`Donnell se niega a seguir contestando a sus preguntas. Está muerto. Era un héroe que pasó por un infierno. No se merece las insinuaciones que estaba haciendo.
Brennan tiene otro momento de recogimiento en sí misma cuando visita su antigua oficina vacía. Como todas las habitaciones abandonadas no tiene alma, tal vez hasta oiga el eco de sus pensamientos. Pero Angela la interrumpe, le trae un un yogur tal vez caducado. Brennan sabe de las ofrendas de comida para quien está de duelo. Pero ella no tiene pruebas de que Booth haya muerto. "Booth sigue por ahí fuera", dice. Y entonces ¿Dónde está Booth?
Esté donde esté las cosas se siguen poniendo feas para él. Miller descubre que había abierto una cuenta bancaria desde la que le pasaba dinero a Jared. No estaba ayudando a su hermano como dice Aubrey. Estaban planeando algo, lo que le convierte en cómplice. "¿Qué pasa contigo, no vas a parar hasta que arruines la reputación de un hombre bueno?" le replica Aubrey. "Booth ya se he hecho eso así mismo", responde Miller.
La investigación parece entrar en vías de solución cuando el equipo del Jeffersonian encuentra pruebas de que Jared cayó desde una altura de tres pisos y que los restos de cristal encontrados en su cráneo así como la semilla de una planta importada que encontró Hodgins en la camioneta se corresponden con la mansión de un mafioso, de un traficante de drogas. Cuando los swats liderados por Miller y Aubrey irrumpen en la casa se encuentran tres cadáveres y sangre, mucha sangre por el suelo, por las paredes. Booth no está.
La investigación parece entrar en vías de solución cuando el equipo del Jeffersonian encuentra pruebas de que Jared cayó desde una altura de tres pisos y que los restos de cristal encontrados en su cráneo así como la semilla de una planta importada que encontró Hodgins en la camioneta se corresponden con la mansión de un mafioso, de un traficante de drogas. Cuando los swats liderados por Miller y Aubrey irrumpen en la casa se encuentran tres cadáveres y sangre, mucha sangre por el suelo, por las paredes. Booth no está.
El escenario es
consistente con un robo, la alarma silenciosa de la caja fuerte lo hizo fracasar. El mafioso y sus hombres sorprendieron a los ladrones y estos los
abatieron. Quien disparó era un profesional
como Booth, dice la agente Miller, mostrando el agujero en el pecho de
uno de los cadáveres. Booth no es un verdugo, protesta Cam. En realidad es la agente Miller quien
no se comporta como una profesional Caroline
le cuenta a Aubrey que ha
descubierto que su compañero lleva cuatro días desaparecido y no ha dado parte. ¿Es por eso por lo que carga siempre contra Booth?
Del análisis de las pruebas encontradas en la mansión, Hodgins piensa que han podido robar más de dos millones de dólares y Cam determina que Booth estuvo allí, que está herido, ha perdido mucha sangre y su vida podría estar en peligro.
Y entonces Brennan se enfada, duda. Booth le prometió no volver a ver a Jared, le dice a Arastoo, tal vez la única persona que tiene para ella la respuesta adecuada. “Esa era posiblemente la única promesa que no podía mantener”, le responde Arastoo. Brennan no lo entiende y él se lo explica. Sí su hermano le necesita él acudiría de inmediato. "Tal vez el hermano de Booth lo necesitaba”. No es lo mismo insiste Brennan, Jared siempre que estaba en problemas recurría a Booth. Ellos lo habían hablado. ¿Qué le ocultaba? ¿Dónde está Booth?
Booth está en pie, apoyado en un cochambroso
lavabo, limpiándose la herida del vientre que sigue sangrando, jadea y gime,
apenas puede tenerse en pie. Desde el otro lado de la puerta alguien le
pregunta si está bien. Sí, contesta y dándose la vuelta la abre y
sale a una habitación donde dos hombres sentados a una mesa juegan a las
cartas. Booth está con ellos por su
propia voluntad. Otro hombre se les une, es el amigo de Jared al que Miller y Aubrey
interrogaron.
— ¿Aún sigues con nosotros?—Le pregunta a Booth.
— Seguro, aún sigo con vosotros, hasta el final ¿de acuerdo? —responde.
Y cuando la
cámara tras esta última imagen se centre en los fajos de billetes y funda a
negro, estaremos casi tan lejos de averiguar algo sobre el lío en el que se ha
metido Booth, como cuando disparó la
pelota, Hank marcó el gol y los
Flyers ganaron. Porque The Loyalty in
the Lie termina dejando muchas, muchísimas preguntas en el aire.
¿Quién ha matado a Jared? ¿Quiénes son estos hombres? ¿Exmilitares,
Robin Hoods que roban a los criminales, como hacía Booth en The 200th in the
10th para ayudar a a los veteranos abandonados a su suerte por el ejército?
¿O son criminales, “hombres desengañados de la vida que se toman la justicia
por su mano? ¿Está entre ellos el “desaparecido” compañero de la agente Miller?
¿Fue idea de Booth quemar el cadáver de
Jared, con la intención oculta de qué del examen de los restos se encargara
el Jeffersonian? ¿Le puso al cadáver su pistola en el tobillo para qué Brennan, creyéndole en principio muerto,
se pusiera al frente de la investigación?
¿Por qué sigue Booth con ellos, por
qué les dice que está dispuesto a llegar al final? ¿Para qué no le maten, para dar tiempo a que Brennan resuelva el caso?
Y las más
importantes ¿Por qué Booth le ha
ocultado la verdad a Brennan? ¿Por qué le ha mentido con respecto a su
relación con Jared? ¿Por qué ha antepuesto la lealtad a su
hermano —al niño con quien compartió los abusos de su padre, al hombre que
por salvarle la vida, por rescatarle de una secuestradora sicópata, condenaron
por abuso de autoridad y robo al gobierno y expulsaron de la Marina—, a la lealtad a la mujer con la que comparte
la vida? Para mí sólo hay una respuesta. No se abandona a un hermano cuando
te necesita. No se abandona a alguien a quien amas cuando te necesita. Booth, el hombre responsable que es
nunca abandona a nadie, y mucho menos a alguien de su familia, lo lleva
inscrito en su ADN: Servir y proteger,
la única forma de reconocerse así mismo.
¿Le perdonará Brennan sus mentiras, su “deslealtad”? ¿La mujer
enfadada comprenderá finalmente que Booth
renunció a su vida porque en esos momentos tan difíciles para él seguirla a
ella era el ancla que le mantenía a
salvo de perderse definitivamente? ¿Comprenderá Brennan que nadie puede evitar por
mucho tiempo ser quién es, escapar de su
destino?
¿Comprenderá Brennan que a las personas hay que
dejarlas que se defiendan por si solas, pero cuando se encuentran en el pozo,
cuando están hundidos, hay que tenderles una mano para ayudarles a salir? ¿Se
dará cuenta de que Booth, el Booth del que se enamoró siempre será
fiel a su propósito de luchar contra el mal porque en el fondo de su alma siente
la deuda que tiene que pagar? ¿Comprenderá que quien se enfrenta al mal se
arriesga a que las alas de la maldad le alcancen, a que se cobren su libra de
carne y sangre? ¿Comprenderá que el límite del perdón son setenta veces siete?
Por
cierto que no se me olvide la metedura de pata del doctor Hodgins
interrumpiendo a Arastoo justo
cuando le estaba enseñando a Cam el anillo de compromiso. La doctora ni lo
rechaza ni lo acepta, simplemente no es el momento. ¿Lo será en The Brother in the Basement el episodio
de la próxima semana?
No me digáis
que no se presenta interesante…, interesantísimo.
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