Decía Michael Peterson en declaraciones a TVInsider que The
New Tricks in the Old Dog era uno de esos episodios que han estado intentando
hacer durante mucho tiempo, Booth y Brennan irían de incógnito disfrazados de ancianos a una residencia, aunque siempre lo fueron obviando. Y
luego añade que: “Sí puedes tener juntos
en la última temporada a actores como Hal
Holbrook, June Squibb y Ed Asner en
el mismo episodio, ¿por qué no hacerlo?, fue muy divertido.”
Lo fue y lo es, un episodio divertido. Aunque tal vez
lo hubiera sido más sí como pretendían, Booth
y Brennan hubieran ido de incógnito a la residencia. Divertido y tal vez
escandaloso para los otros residentes, claro. ¿Os imagináis qué hubieran
pensado si les oyen hablar mientras lucen arrugas, canas y bastón de vasectomías, cortes, balas de fogueo y de
tiro al blanco, que de todo eso hablan entre ellos?
Divertido, sí, pero nos hubiéramos
perdido algo muy hermoso que en The New
Tricks in the Old Dog queda patente, la
ternura, el amor de Booth por su abuelo y en su representación por todos
los ancianos y más si han servido en su mismo regimiento.
Y así quienes nos
hemos escandalizado hemos sido nosotros
cuando Brennan silba mientras le
hace a Booth el signo de las tijeras
mirando a su entrepierna. ¡Pobre Booth!,
qué susto se ha llevado, creía que Brennan
pretendía castrarlo, al decir de Angela.
Un episodio
sencillo. No hay más trama que el asesinato de un anciano y una silla de
ruedas rota que deriva en conversaciones,
muchas conversaciones sobre embarazos y niños, propias de quienes viven su
vida en paz, con la conciencia tranquila, sin pensar que tal vez a la vuelta de
la esquina el destino les aguarda con su carga de angustia y dolor. El episodio de la calma antes de la
tempestad.
Y quiero mencionar expresamente
al guionista novato, Ted Peterson,
sí, el hermano del showrunner Michael
Peterson quien con The New Tricks in
the Old Dog firma su primer guion para una serie de televisión y no se le
nota. Lo que sí queda patente es que o es un fan de Bones de toda la vida o desde que lo contrataron se ha inyectado en
vena los 234 episodios, porque siguiendo la consigna (está claro después de
visto los tres primeros episodios que es una consigna) en los quince primeros minutos hace tres
referencias al pasado de la serie:
La primera la trae a colación Brennan. Cuando observa la
reconstrucción facial que de la víctima ha hecho Angela y cómo no sale muy favorecedor dice que le recuerda a Eddie la mascota de Iron Maiden. Angela se sorprende de la mención y Brennan le explica que se trata de Iron Maiden, la banda ingles de Black
metal. Y una vez más Angela se queda
a cuadros, ¿cómo puede ser posible que Brennan sepa quiénes son Iron Maiden?
Y entonces la doctora le explica que
durante mucho tiempo ha estado fascinada por las culturas del Black y del Havy Metal, sobre todo
desde que intervinieron en el caso relacionado con la banda noruega Skalle. Y como antaño, en el episodio The Mayhem on the Cross (4.21) hiciera con Cam le repite que “Skalle significa cráneo en noruego.”
Otra, el pellizco a Booth por parte de Agnes una señora mayor interesada en su bonito culo. Y es que Booth gusta a las señoras mayores, son
sus grandes fans, sin duda porque son sabias como la del episodio The Boneless Bride in the River (2.16).
Pero hay más, cuando examinan la habitación de
la víctima y Brennan encuentra
restos de semen en las sábanas, el
director de la residencia pregunta si es allí donde murió y Booth, muy serio, porque de antemano
había decidido que el culpable tenía que ser alguien del personal le explica
que no, que allí fue donde estuvo en el
cielo. Brennan ante la cara lela
del director le explica que su marido quiere decir que tuvieron sexo y le pregunta
con quién se estaba viendo la víctima. El director, un alma cándida, no sabe a
lo que se refiere y entonces ella vuelve
a hacer el vuelo de la mariposa como
hizo en Double
Death of the Dearly Departed (4.22).
Pero lo mejor
será empezar por el principio y un experimento científico.
EL CORROSIVO ACIDO SULFÚRICO
Y UN BATIDO
Y no, no es el
doctor Hodgins quien hace los honores. Si no los que aparentemente
parecen un trío de ninjas o un comando de Seals y resultan ser tres mocosos
amantes de la química dispuestos a hacer experimentos en un vertedero de
residuos tóxicos con unos bidones llenos de ácido sulfúrico. Y lo hacen, le
echan azúcar y “voilá”, un cono negro se va alzando lentamente desde el
interior, como si naciera un volcán. Serpiente negra lo llaman en Bones,
en realidad es sacarosa que al mezclarse con el ácido sulfúrico se convierte un
trozo negro de carbono al que el vapor del agua desprendida del azúcar eleva
lentamente. Como dice Brennan “la
ciencia es genial.”
A
quien no se lo parece es al abogado de la empresa dueña de los bidones
químicos, la presencia de los técnicos vestidos con trajes espaciales le da
mala publicidad. La verdad, el menda es un incordio y tiene su merecido castigo
por su estupidez. Aubrey le vierte sin querer su batido depurativo (que
según Booth huele a culo de mono) encima y él se cree que es ácido, que
va a desintegrarle como a la víctima y entre grandes aspavientos pide que le descontaminen.
Booth entre el jolgorio de todos le da cumplida satisfacción rociándole
con espuma.
UNA SILLA DE RUEDAS MUY
FOGOSA
Al doctor Hodgins le hubiera encantado contemplar en toda su grandeza
la serpiente negra o el volcán negro, es más él y Michael Vincent van a hacer un experimento igual pero más grande,
es más ha decidido que ese sería su final perfecto. El doctor está feliz. Y con
razón.
Que una rueda se saliese de su eje
fue la causa inmediata por la que no estuvo en la escena del crimen, al menos
eso le cuenta Angela a Brennan, sólo
que a Brennan no se la cuela. “Esa
es una de las cosas que suceden cuando uno tiene sexo en una silla de ruedas”,
le dice dejándola impresionada. Pero Brennan
sólo es una gran científica forense con poderes deductivos.
Lo cierto es que según Angela el sexo en la silla de ruedas
fue impresionante, tanto que se están pensando tener más hijos. ¿Lo
están pensando Booth y Brennan? No… pero tal vez debería… le responde la
doctora.
DE
LAS BALAS DE FOGUEO
Y EL TIRO AL BLANCO.
De la reconstrucción de Angela resultan que la víctima era James Felbeck un anciano de
86 años que vivía en una residencia de ancianos. Y allí que se van Booth y Brennan a investigar y como Brennan tiene esa rapidez mental que
asusta, una vez más sin contar con su marido, decide que puesto que coinciden
en que ya tienen la familia perfecta, Booth
debería hacerse una vasectomía.
Sólo con oír la
palabra Booth se estremece, bufa, se
remueve y por si acaso mientras su mujer diligente le explica el procedimiento quirúrgico
él se protege su entrepierna con la mano.
“No,
no va a suceder”, repite muerto de miedo (aunque se moriría antes de
confesarlo).
— ¿Por qué te tapas? —le pregunta
Brennan —no voy a hacer el procedimiento en el coche.
No, no va a hacérselo, es que eso
nunca va a pasar, repite. Y no, no tiene miedo asegura (ja, ja), sólo
que él es un francotirador, le
explica entre suspiros y “los francotiradores no disparan balas de
fogueo”
— Y en esa analogía mis ovarios que
son? —le pregunta Brennan consecuente—
¿objetivos
de tiro al blanco?
Muy buena la analogía, sí, pero a Booth no le interesa el tema y de
inmediato dice, “vamos a centrarnos”. Y se centran en el caso, pero el malestar
por la discusión queda entre ellos, el retintín se disfraza de educación.
SON ANCIANOS, NO ESTÁN MUERTOS…
Que Booth es un hombre equivocado es bien sabido, que lo más
inteligente que ha hecho en su vida ha sido perseguir a Brennan y atraparla junto a un sinfín de asesinos gracias
a su instinto, también, pero en este episodio su instinto se fue de vacaciones. Para empezar no cree que el asesino pueda ser
un compañero jubilado, algo que Brennan
con buen tino le reprocha “Estás presumiendo que solo porque alguien es
viejo son menos capaces. ¡Eso es discriminación por edadl”.
Discriminación o condescendencia, lo cierto es que Booth se equivoca.
Porque los jubilados estarán en la
antesala de la muerte, estarán solos, abandonados de sus familias, pero en la
espera disfrutan de una vida, dentro de sus limitaciones, lo más completa
posible. Sexo, mentiras, y estafas se
mezclan con desmemoria, bastones y perros de terapia. El amor y el odio tan
presentes en sus vidas como cuando tenían veinte años.
James
Fellbeck, la
víctima, tenía una novia Barbara (June Squibbs) que nada más enterarse
de que le han asesinado se lanza al grito de hijo de puta contra otro de los residentes Rufus Tucker (Ed Asner) acusándole de asesinarle por celos.
Él no lo mató, se defiende Rufus cuando le interrogan Booth y Brennan, un poco ofendido
porque no lo hagan a solas como lo hacía el detective Colombo; estuvo viendo la
televisión hasta las dos en compañía de otro de los residentes, precisamente el
chico nuevo, ese que se llama como un color…, azul, negro….qué más
da.
En realidad es Red Hudmore (Hal Holbroock), cuando le están interrogando Booth descubre por un tatuaje en su brazo
que sirvió en el Batallón de Policía Militar 720, el mismo en el que
sirvió su abuelo. Y sí antes estaba equivocado, en cuanto se da cuenta de que
está frente a otro veterano, se vuelve tierno, de inmediato ve en Red al alter
ego de su abuelo. Hasta el punto de que antes de irse le pide que esté atento,
que le vigile a los residentes. Hasta el punto de que cuando descubren por fin
el lugar del asesinato mientras los técnicos terminan el trabajo quiere llevárselo
de paseo, pero con la mala pata de que al levantarse Red se cae al suelo y termina en el hospital y según le cuentan a Booth con la clavícula rota.
A la equivocación de Booth no sólo contribuye su ternura,
también la historia médica de la víctima que como descubre Cam rebela que había
estado al menos seis meses antes tomando una medicina experimental contra la
osteoporosis por lo que sus huesos, no pudieron romperse por los golpes de otro
anciano.
La investigación parece
complicarse cuando Aubrey descubre
que uno de los trabajadores de la residencia tenía antecedentes por asalto. Un
hombre impresionante, alto y fuerte ante el que Aubrey se siente amedrantado por su sola presencia. Tanto que tiene
que respirar hondo y aflojarse el nudo de la corbata antes de enfrentarle en el
interrogatorio. Pero él tampoco lo hizo, eran amigos, la víctima y él pasaban
muchas noches juntos en la sala de ordenadores, charlando, le había contado que
había sido militar, que había vivido en Francia muchos años y que de joven
había boxeado.
Sólo que los huesos de James Fellbeck dicen otra cosa, entre Arastoo y Brennan poco a poco van
descubriendo que todo lo que había contado sobre sí mismo era mentira. Ni
boxeador ni había vivido en Francia, en realidad no había salido de Virginia.
Sus huesos no mienten, en una segunda revisión descubren que había dejado de
tomar la medicina contra la osteoporosis, que sus huesos apenas tenían
consistencia por lo que sí pudo haber sido asesinado por uno de sus compañeros.
¿Quién fue? ¿Barbara o Rufus?
Cuando descubren quien
estaba vendiendo la medicación de James
en internet, las sospechas se centran en Rufus
Tucker, su compañero en otra
residencia donde ambos se dedicaban a estafar a ancianas fingiendo enamorarse
de ellas. Aunque Rufus creía que era
verdad que estaba enamorado de Barbara.
Y les explica que vendía la medicina porque el propio James se lo pidió, necesitaba dinero urgentemente, y él creía que
era para comprarle el anillo de pedida a Barbara.
La causa de la muerte de James era una fractura en el cuello,
pero Brennan descubre otra fractura
en la mano que implica que él también golpeó a alguien y por el ángulo debió ser
en la clavícula.
Y juntando clavículas se
descubre al asesino y Booth tiene
que hacer frente a su gran error. Sí, fue Red
Hudmore quien le mató, aunque no le pegó tan fuerte como para que se
muriera. Y lo hizo porque no pudo
soportar sus mentiras sobre todo la indignidad de que presumiera de héroe de guerra cuando
nunca sirvió a la patria.
Una cosa, no os preguntéis
como un anciano achacoso pudo sacar el cadáver de la residencia, como pudo
limpiar la escena del crimen sin que nadie lo viera o cómo, con qué coche llevó
los restos hasta el vertedero. Esas son preguntas innecesarias, lo mejor es
disfrutar de…
LO IMPREVISIBLE
Imprevisible que James
estuviera dedicando el dinero de la venta de su medicina a la búsqueda de la única
hija de Barbara con la que ésta no
mantenía relación hacía muchos años. Imprevisible que un estafador se enamorase
hasta las cachas de una viejecita rechoncha y gruñona, pero se enamoró.
Imprevisible que Aubrey
comprometido con la víctima continúe su investigación y encuentre a la hija de Barbara. Imprevisible que después de
tantos años de separación en el reencuentro ambas se abracen en presencia de Booth y Brennan.
Imprevisible que ahora, cuando ya están preparando su boda, Cam saque a relucir que aunque ama
muchísimo a Arastoo, que aunque quiere darle todo lo que
siempre has soñado, eso de quedarse embarazada… Y no tan
imprevisible, porque Arastoo es una
buena persona, que él de inmediato lo acepte. Él quiere ser padre, no le importa
cómo. Él quiere adoptar alguno de esos
niños refugiados que caminan solos por el mundo.
Imprevisible que cuando Booth
vuelva a sacar el tema del francotirador, Brennan
le diga que no está segura de querer cerrar esa puerta. No quiere tener
otro hijo, está feliz tal y como están las cosas… pero…
— Cuando pienso en lo que más
valoro…, a ti, a Christine, Hank, Parker, incluso mi amistad con Angela, nada
de esto tiene sentido. Nada fue planeado.
— ¿Quieres que te deje embarazada?
—pregunta Booth.
— ¡No! No. Embalaremos tu francotirador
y yo voy a seguir con la píldora. Sólo digo que... no estoy preparada para decir esto es todo.
Brennan
no lo dirá, deja la
puerta abierta o como se decía antes “que sea lo que Dios quiera”; pero yo sí: Esto es todo, amigos. Los nuevos trucos de los viejos perros es un respiro
antes de que empiecen los fastos del final, antes de que la venganza y la
muerte pongan el mundo de Booth y
Brennan patas arriba. Disfrutadlo.
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