Uno de los
momentos favoritos de Hart Hanson,
el creador de Bones, según le ha
comentado a la revista Buzzfeed. El
elogio propiamente dicho se corresponde con la última escena del
episodio The Finger in the Nest (4.04), el que comienza cuando Parker, que está jugando al fútbol con Booth en un parque, encuentra en un nido los restos de un dedo
humano.
A partir de
ahí se entrecruzan dos tramas, la primera, por supuesto es la de las peleas
clandestinas de perros, y la otra y, para mí más entretenida y difiero de Hanson, la preocupación que siente Booth por cómo le ha podido afectar a Parker el hecho de haberse encontrado
el dedo humano.
Tanto le
preocupa que deja a su hijo con Sweets,
¡con el doctor Sweets!, para que averigüe
que le pasa al chico que se está comportando un poco raro. Y por supuesto lo
descubre. Lo que le pasa al pobre Parker es conmovedor y es, por supuesto,
responsabilidad de su padre. Una niña grandota se lo cargaba a la espalda y lo
llevaba por ahí como si fuera su monito. Parker
quería hacerse con el dedo encontrado para asustarla. Booth no comprende como su hijo no se defiende, no pelea. Pero es
por su culpa, porque él le había dicho que no tenía que pelear con nadie, pobre
chiquillo.
En fin, a
lo que vamos, a lo orgulloso que se siente Hanson
del elogio que escribió para Ripley, porque ese hermoso perro que Brennan acaricia sin ningún temor, para
asombro de Booth, resulta ser el
arma asesina, aunque al decir de Brennan
sea “muy bueno” y esté dispuesta a adoptarlo, hasta le ha encontrado un
cuidador y le ha comprado un collar con su nombre “Ripley Brennan”.
Pero llega
demasiado tarde, la ley es la ley y Ripley que mató a un hombre en cumplimiento
de las ordenes de su amo ha sido sacrificado. A Booth le toca darle la noticia.
—Mierda
—exclama una Brennan apesadumbrada
dejándose caer en el sillón frente a Booth.
Para luego preguntarle —¿Y qué harán con sus restos?
Y es a
partir de la siguiente escena en la que se inicia propiamente lo que Hanson llama “el
elogio de Ripley”, que es uno de sus momentos favoritos no porque haga el
elogio del pobre perro que paga con su vida las culpas de los humanos. Palabras
muy emotivas, sin duda, las que Hanson
escribió y que Brennan pronuncia;
pero Hanson explica que le encanta
ese momento porque por la interpretación de David Boreanaz puede verse como Booth va enamorándose profundamente de Brennan (no sé, no sé, a esas alturas de Bones, para mí que Booth
llevaba ya profundamente enamorado de Brennan
cuatro temporadas, pero claro él es el creador, él sabe mejor que nadie cuando
los hizo enamorarse).
La escena
comienza con Booth echando tierra con
una pala a la tumba dónde han enterrado a Ripley. Brennan le pide que le deje hacerlo a ella y mientras echa una
palada le pregunta:
— ¿Te
ayudó Sweets con Parker? —Uniendo así al final las dos tramas del
episodio.
— Sí,
le he dicho que a veces es mejor no pelar.
A Brennan no le gusta demasiado su
respuesta:— ¿A
veces? ¿No es siempre mejor no pelear? —le pregunta a su vez, y sus
argumentos son contundentes, movidos por la situación y en mi opinión bastante
equivocados, sobre todo para una mujer luchadora como ella— Este
perro —dice— seguiría vivo si no le hubieran obligado a
pelear.
— Le he
dicho que no pelee si es por él mismo, que dé la cara y pelee si es por otra
persona —argumentos muy pacifistas, muy buenistas, de los que no
molestan a nadie, salvo a quien como Parker
tiene que aguantar que una gigantona lo lleve a cuestas. Booth, el propio Booth nunca lo hubiera consentido, hubiera peleado, por eso, algo
de remordimiento le queda por dentro porque añade —No sé si he hecho bien, pero…
Cuando Booth le pregunta ¿Quieres decir unas palabras? Brennan parece pensárselo por unos
instantes, pero luego comienza el elogio
de Ripley.
— Creo
que este perro, Ripley, ha pagado un precio que es injusto.
A Booth no parece gustarle el tono con el
que Brennan le habla y la
interrumpe:
—No es
culpa mía, ¿por qué me hablas así? —le dice.
— No
hay nadie más —la lógica de Brennan
como siempre inatacable.
— Pues
háblale al universo, a Dios, a Ripley —la anima.
— Yo no
creo en Dios —le replica, aunque a estas alturas a nadie le quepa duda
de que eso es así.
— Los
perros son criaturas de Dios
— Pero
Ripley está muerto, además es un perro con… ya sabes… —titubea Brennan, sin encontrar las palabras—… un vocabulario
muy limitado.
— Bones,
tú habla con el corazón —le recomienda.
Brennan no protesta, suspira hondo, mira hacia el cielo en espera de
inspiración y se coloca en posición.
—En
nombre del universo, humanidad, quisiera pedir disculpas por lo que le ha
pasado a Ripley —dice al principio enfadada— Nació siendo una monada de
perrito perro los que lo adoptaron quisieron matarle porque eran estúpidos para
asumir que se haría un perro grande —y ya en esos instantes la congoja
le atenaza la garganta.
— Ripley
era un buen perro —continúa—, no quería pelear pero lo hizo para complacer
a su amo. No quería atacar a un ser humano pero lo hizo para complacer a su
amo. No fue culpa de Ripley que su amo fuera un ser humano cruel y egoísta.
— Como
todos los perros, Ripley sólo veía lo bueno de una persona. Los perros son así
y debemos aprender de ellos. Con eso basta —termina.
Y Booth mientras ella entierra la chapa
con el nombre del perro pone la mano sobre su espalda para consolarla y le dice
él también con la voz entrecortada.
— Sí,
es eso todo lo que un perro como él podría desear, incluso con un vocabulario
tan limitado.