miércoles, 17 de junio de 2015

Bones Final Décima Temporada "El Último Caso".



Aunque a los fans de Bones lo único que nos interesa es la historia de amor entre el agente Seeley Booth y la doctora Temperance Brennan, para la cadena y sus productores, Bones es fundamentalmente un procedimental forense. Difícil compaginar ambas aspiraciones. En un procedimental lo que importa es el triunfo de los buenos sobre los malos cada semana, el hacer saber a la gente del común que, a pesar de que el mundo es un lugar peligroso, lleno de violencia y psicópatas, puede dormir tranquila, porque a los malos hagan lo que hagan, se escondan dónde se escondan, los atrapan.
  


“¿Porque me tratas así?, le pregunta Brennan a Booth en The Man in the Morgue (1.19). Y Booth que se ha jugado su carrera por ella, que  a pesar de que ella ha perdido la memoria no cree que haya matado al hombre de cuya muerte la han acusado, recita sus razones: “Porque creen que se van a salir con la suya, queman a sus víctimas, las tiran al mar, las entierran en el desierto, las meten en trituradoras y a veces cuando pasan los años se relajan y empiezan a vivir  como si no hubieran hecho nada, se creen a salvo del destino, pero tú haces que esos cabrones no estén a salvo, por eso te trato así.” Un procedimental de libro. Pero luego Brennan le responde “No podría hacerlo sin ti, Booth”. “Sí, por eso deberías tratarme mejor”, le contesta él. Una muestra de la simbiosis que ofrece Bones.



No parece difícil poner fin a una serie procedimental: Un gran mal desafía al bien, al principio la lucha es desigual, el resultado incierto porque el mal es más atractivo y consigue imprevistos aliados, y al bien haciendo honor a la incertidumbre del resultado le cuesta ganar las primeras batallas, así cuando llega la gran victoria, la audiencia respira satisfecha y estalla unánime el aplauso final. Un ejemplo claro en Bones sería The Recluse in the Recliner, episodio épico dónde los haya, si en vez de terminar con Booth en el hospital luchando por su vida hubiera terminado con los conspiradores entre rejas. Sí, ese hubiera sido un gran episodio de cierre de un procedimental.

Para cerrar Bones, Stephen Nathan utiliza como señuelo el recuerdo del gran malo por excelencia de la serie, Pelant, el personaje que durante tres temporadas persiguió implacablemente a Booth y a Brennan. No hacía falta resucitar al personaje, conocida su capacidad de manipulación de la realidad con invocar su nombre ya inspira miedo. El caso a priori prometía. Y sin embargo al final ha resultado anodino, mediocre, un poco gallina, dicho sea en homenaje a los pollos que asisten a la lucha final. En mi opinión no podía ser de otro modo, no, podía ser un episodio épico de persecuciones, tiros y bombas porque en The End in the End el procedimental no podía impedir el cierre de la trama de los personajes, ser un obstáculo para el gran cambio, ni por supuesto deslucir las despedidas.



Cuando comienza el episodio Booth encontrando  unas ofertas de trabajo. Está sorprendido de que en su ausencia Brennan las haya estado estudiando concienzudamente. Es consciente de que la pifiado con lo del juego, pero trabaja duro para superarlo, y esas cosas son de las que se hablan entre los dos, son un equipo. Brennan a eso le opone el recuerdo mentiroso del traslado a Alemania, de lo bien que se sentía Booth por la promoción, pero él le recuerda que lo discutieron previamente. “Esto también lo harán”, le responde ella mostrándole la recopilación de las ofertas que le han llegado a él, mostrándole la que tanto le gustaba de la Agencia Nacional de Seguridad en Kansas y cerca hay una universidad. Booth cree que todo se debe a la mudanza de Angela y Hodgins a París. Pero Brennan no lo acepta, tiene sus propias razones. “Es por nosotros”, le responde. "Hemos pasado mucho, el juego, la cárcel, los disparos, el nuevo bebé… ¿no crees que necesitamos un cambio?”
 

Cuando suena el teléfono y anuncia que hay un cadáver esperándolos Booth intenta camelarla: “Es nuestro trabajo, es lo que hacemos”, le dice sonriendo. Brennan lo sabe y sin sonrisas, sería y contundente añade un rotundo “Por ahora”, que deja a Booth pensativo y consternado.



A Booth le gusta lo que hace, es su vida y la discusión continua en la escena del crimen, insiste, “El trabajo que hacemos es importante, antes te parecía importante. Lo es, lo es, le reconoce Brennan pero también pueden hacer otros trabajos importantes sin necesidad de que los maten. La discusión queda en suspenso ante el cuerpo desollado y empalado de un hombre en un obelisco egipcio.



La última vez que vieron algo así el responsable había sido Pelant, el hacker informático metamorfoseado en asesino en serie. Pero Pelant como bien recuerda Cam está muerto, ella examinó sus restos.  El asunto se complica cuando de la garganta del muerto extrae una flor, un mensaje cifrado como los que dejaba Pelant. Según el doctor Hodgins que andaba por allí porque tenía derecho al último canto del cisne antes de mudarse a Paris, significa: “Ten cuidado”. Y la pregunta que en esos momentos nos hacemos es si Pelant no se ha alzado como vampiro de su tumba, si no está buscando un nuevo amanecer desde el otro mundo, y no andaremos muy desencaminados.

Como sus fechorías tuvieron una gran repercusión mediática —cómo no habría de tenerla si robó la fortuna del doctor Hodgins, miles y miles de millones de dólares—, la conclusión lógica en la plataforma forense del Jeffersonian a la que al reclamo de Pelant acaban acudiendo no solo el doctor Edison, sino también Angela y hasta Wendell, es que  el crimen es obra de un imitador o de acólito. Por lo pronto el muerto resulta ser un experto informático que vivía enclaustrado al decir de su fina cresta iliaca.



Y en el FBI Aubrey que se ha pasado la noche estudiando los informes sobre Pelant se ofrece para hacerse cargo del caso si es demasiado para Booth, pero para él no lo es “Si alguien viene por mí y mi familia soy el tipo que lo va a atrapar”, le responde; aún parecía que habría sitio para la épica. Pero todo cambia cuando en la casa de la víctima se encuentran con una mujer Leela, que dice ser la novia y cuando interrogada sobre Pelant asocia el nombre a la firma de inversiones financieras que le había contratado para analizar la seguridad de su sistema informático.



Y es a partir de ese interrogatorio cuando Booth comprende que de ese asesino nada debe temer su familia, que el móvil del crimen son miles de millones robados por Pelant y los implicados hakers informáticos, cuando Booth da un paso atrás y el caso pierde su mística. Es a partir de aquí, cuando el cierre de la trama, el destino último de Booth se come al procedimental.

Decía Descartes, con perdón, que el vicio deja, como si fuera una llaga en la carne, un arrepentimiento en el alma, que no cesa de herirse y de ensangrentarse a sí mismo, eso es lo que siente Booth, que debe pagar el precio de su error y lo hace, lo  paga con amor, con renuncia a lo que era una parte sustancial de sí mismo, su trabajo y su ansia de redención. Ya no le importa su destino, lo único que a él le importa es Brennan, la mujer que ama. Y reconocido, el hombre roto que es Booth, el hombre que no confía en sí mismo, cierra los ojos y como al contrario hiciera ella en el episodio anterior, pone toda su fe en Brennan.



La historia de amor de Booth y Brennan se completa con una de las más hermosas escenas que entre ellos ha habido, sin abrazos, sin besos, tan sólo con renuncia, aceptación y entrega. Booth llega a deshora a casa, ha abandonado el trabajo, ha ido a pasear y ha perdido la noción del tiempo. Cuando Brennan le pregunta si es por el caso, el titubeando, faltándole las palabras le dice Este es mi último caso”. Y está seguro. Seguro de que todas las decisiones que ha tomado últimamente han sido malas, por lo que ésta, ésta en la que sólo la secunda a ella, esta es la correcta.

Podrías coger el trabajo en la Agencia de Seguridad Nacional  y yo podría encargarme del departamento de Fulton, me darían fondos ilimitados —le propone Brennan voluntariosa, pero Booth está cansado y le responde:


O podríamos tener el bebé, vivir nuestra vida y ser felices.
  


Ser felices juntos Booth y Brennan. No me digáis que no es un hermoso final para Bones. Los cuentos de hadas acaban con el beso del príncipe a la princesa, y en Bones, ese cuento concluyó en The Woman in White, pero cuando las historias continúan, cuando el amor madura, ya no importan tanto las flores y la música, los deseos egoístas como el compromiso con el proyecto común.

Todo lo que a partir de aquí sigue para Booth son las despedidas, aunque aún haya un último disparo que ni mata ni hiere pero salva. Especialmente emocionante la que tiene con Caroline Julian. Nunca hemos sabido la naturaleza de su relación, cómo llegaron a conocerse, cómo ella llegó a apreciarle hasta el extremo que todo lo que viene de él le parece bueno. Ella nota desde el primer momento que Booth ha dado un paso atrás en el caso.

—¿Qué está pasando, Cher” —le pregunta— No hay ninguna razón por la que te apartarías de un caso sobre Pelant.


“Quiero ver cómo van las cosas sin mí”, le responde, para ante la sorpresa de la fiscal terminar confesándole “Este va a ser mi último caso”. Y la reacción de Caroline, es más que la de una amiga, la de alguien a quién le arrebatan a un ser muy, muy querido. “Dios, mío, no puedes estar hablando en serio”. Lo está y le ofrece su mejor excusa, mantener, tanto tiempo como pueda, las  partes de su cuerpo que aún no están rotas, dónde no le ha disparado. Y después de todo en el FBI hay agentes mejores que él.
  


Cállate, Seeley Booth. No hay nadie mejor que tú —le responde Caroline compungida. Y tiene razón, no lo hay.

Y la investigación avanza en el laboratorio, con una Brennan en despedida, que no acepta que sus alumnos sean menos brillantes que ella, cuando descubren que el asesino debía tener una enfermedad en su muñeca que le impedía hacer cortes precisos en los huesos lo que le diferenciaba de Pelant.

Cuando Angela, a pesar de que los ordenadores de Holt habían sido robados, descubre en una cinta VHS la copia de seguridad de sus archivos informáticos que conducen a Booth y a Aubrey a interrogar al dueño de la empresa financiera. Cuando  obligado por un Aubrey en plan justiciero el tiburón les confiesa que tenía los millones de Pelant pero desaparecieron justo el día en que encontraron el cadáver de Holt.



Cuando Hodgins, el genio loco, con ayuda de una gran antigualla, el prepredecesor del espectrómetro de masas, descubre que a Holt lo mataron en presencia de una pizza. Cuando vistas las imágenes de la pizzería después de alguna parcial ceguera, Wendell, ante el enfado de Brennan, descubre que quien recoge la pizza era una mujer, Leela, la novia de Holt señala Brennan pero Angela que revisado los archivos no ha encontrado indicios de que hubiera ninguna novia. Luego ella es la asesina y lo mató inútilmente para robarle los códigos de acceso al dinero de Pelant, que no consiguió.



Y después, después de que tras una lucha desigual en un vagón de tren repleto de jaulas de pollos Aubrey consiga detenerla y orgulloso le diga a Booth “Me dijiste que atrapara al criminal y lo ha atrapado”

… Asistimos al perfeccionamiento de la otra gran historia de amor de Bones. La del doctor Hodgins y Angela. Dicen los franceses que en todo amor hay quien da los besos y quien pone la mejilla. En su relación quien besaba y besaba y decía siempre te amo, te amo Pookie Noodlin era Hodgins. Angela, la mujer salvaje se limitaba a poner la mejilla, a dejarse querer  pero en The End in the End descubrimos que Angela también ha madurado, que Angela no sólo le ama a Hodgins sino que es capaz, como Booth, de anteponer los deseos del otro a los suyos propios. Y Nathan como no podía dejar de hacer nos regala otra hermosa escena dónde triunfa el amor.


Angela ha descubierto dónde escondió Holt el dinero que Pelant robó. “Deshazte de él, no lo quiero. Está manchado de sangre”, le dice, Hodgins, “Tenemos lo suficiente para vivir, repártelo entre organizaciones  benéficas”. “Con una condición”, le responde Angela: “No nos vamos del Jeffersonian”. Y no se van porque Angela ha descubierto que dónde realmente es feliz ese hombre maravilloso que es Hodgins es allí, entre sus inventos locos, sus partículas, sus bichos y sus lodos. Y ella lo ama tanto que se da cuenta que renunciar a su sueño de Paris no es realidad una renuncia, porque lo que de verdad quiere y necesita es estar con él. A París ya irán de vacaciones.



Llegados a este punto sólo quedan las despedidas. Todas cargadas de emoción, algunas con lágrimas como la de Cam que se entera sin querer que la doctora Brennan deja también el Jeffersonian y llora porque como bien sabe el amor, cuando es verdadero amor, duele y ella quiere a Booth y a Brennan.



Otras contenidas, disfrazado el dolor con el humor “Siempre ha sido mi sueño echarte, robarte el trabajo”, le dice Aubrey a Booth. “Llamame si tienes problemas”, le ofrece Booth, que tras recoger su Bobby abandona el despacho.
 

Otras chantajistas, la de Angela a Brennan. Cuando está terminando de recoger unos recuerdos, llega con una nueva, un mensaje amenazador de Pelant. “¿Quieres irte con todo esto rondándote la cabeza?” , le pregunta. Pero Brennan no le da ninguna oportunidad, Pelant es pasado y no le dejará que robe la nueva vida que Booth y ella van a vivir.



Y llegados a este punto que más podríamos pedirle a The End in the End.  ¿Ha cerrado Stephen Nathan apropiadamente Bones? Mi respuesta sigue siendo la misma, para mí sí. Y entiendo a quienes les ha sabido a poco, porque ha sido un final sin besos, ni música ni flores, porque ha sido un final discreto; pero así lo es el verdadero amor cuando madura. Y si algo ha quedado patente en The End in the End es que el amor ha triunfado frente a todas las adversidades, frente a todos los enemigos.


Pero todo esto con ser cierto, resulta también ficción, porque Fox a última hora renovó Bones para una nueva temporada. Y la pregunta que cabe hacerse es ¿Y ahora qué pasará?



En mi opinión lo que pone Nathan en boca de Brennan en el discurso final:El universo está en flujo constante, lo que permite a nuestras amistades y amores sorprendernos constantemente”.



De la vieja Bones ya nos hemos despedido, Hart Hanson y Stephen Nathan sus creadores, la abandonan, las luces de la plataforma forense del Jeffersonian se han apagado. Cuando vuelvan a encenderse, cuando Bones regrese el próximo otoño, ya no será la misma. No puede serlo, sus responsables serán otros, a Jonathan Collier y Michael Peterson les toca reinventarla, sorprendernos, volvernos a encandilar con Bones. ¿Lo conseguirán?




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