Cristina Díaz de Alda es una amiga bonesiana, como ella dice, o bonehead, dicho en americano, quien con mucho humor y talento hace balance de la décima temporada de Bones en este post. Me parece oportuno, ya que el final ha resultado polémico, que en el blog se refleje una opinión distinta a la mía.
Antes de
comenzar con el tema propiamente dicho, quiero dar las gracias a Marien, alias
Loba Vieja por dejarme escribir aquí. Tanto tiempo leyendo su blog y ahora me
regala una entrada… ¡me emociono! Y a todos los que estáis acostumbrados a que
ella sea la reina y señora del teclado, gracias por darme una oportunidad.
La semana
pasada terminó la décima temporada de Bones,
esa que prometía tantas cosas tras el espectacular final de la novena. Ese Booth en el hospital y esa Brennan gritando y corriendo
desesperada por los pasillos fueron lo mejor de la serie en años, o, por lo
menos, lo más novedoso y desconcertante. Ya tocaba un poco de acción, tras una
segunda mitad bastante paradita.
Sinceramente,
no sé qué me esperaba del principio de este curso. Tenía que ser algo grande
que resolviese el cliffhanger, pero tampoco podían volver a la normalidad de
golpe, así que el capítulo doble me pareció una excelente elección. A fin de
cuentas, 40-45 minutos es muy poco tiempo para desarrollar una trama compleja.
Reconozco que no vi venir la muerte de Sweets
y que me dio pena, aunque desde la sexta temporada lo consideraba poco más que
un pegote en la trama. Mis respetos a sus fans, pero el principal motivo de la
existencia de este personaje era aportar tensión a la relación entre Booth y Bones, haciéndoles ver que
sentían mucho más de lo que querían demostrar. Desde que ese juego se terminó,
el psicólogo no encontraba su sitio (que desde luego NO era la casa de nuestros
protagonistas, aunque me reí bastante con las situaciones incómodas que
provocó) y me gustó que, en su muerte, quedase como un héroe. Quizá sin sus palabras Booth no se hubiese confesado en el memorable episodio 100. Se merecía un pequeño homenaje.
Entre la premiere y su segunda
parte, la serie cayó en picado esta temporada, debido, imagino, a la monopolización de recursos del episodio 200, que vi como si se tratase de
una película y que disfruté aún más. Creo que todos le teníamos cierto
rencor a Cam por haber sido novia de
Booth un par de veces a lo largo de
su vida y verla de la mala del cuento me causó una gran satisfacción, aunque le
tengo mucho cariño a la fuerte e
independiente doctora Saroyan.
Además, tanto Emily como David
estaban espléndidos y la caracterización de todos los personajes (en especial
del doctor Hodgins) fue brutal.
Puede que no se tradujese en audiencia, pero para mí es uno de esos episodios
que deben verse una y otra vez (como el piloto, el 100 y otras joyitas de la
serie).
De nuevo
nos encontramos con que la protagonista quería ampliar la familia y con que lo
introducirían en la trama. Como ella misma dice, Emily no es una de esas mujeres que puedan disimular su embarazo
sentándose en una mesa y, en esta ocasión, ha sido todavía más pronunciado que
el anterior, el cual nos ocultaron mediante enormes gabardinas abiertas. Ahora
ya ni eso. Era tan obvio que la divertida
escena del predictor me hizo levantar una ceja, irónica. Si no se habían
dado cuenta antes, es que necesitaban graduarse la vista, el tacto y demás.
Quizá por eso, la noticia no supuso para mi uno de los grandes booms de la
diez, si bien cambia la perspectiva familiar que tendremos a partir de ahora.
Me transmitió sensación de dejadez, Stephen Nathan, con lo atinados que
estuvisteis con el otro. Creo que no tendría que habernos prometido tampoco una
falta de aceptación de Brennan hacia
su embarazo, cuando en realidad solo tuvimos la típica cabezonería Bonesiana y un pequeño miedo. Eso no es
que no aceptase al peque, es puro terror a que le pase algo o a que sufra y
cualquier madre puede pasar por fases similares.
Nos
acercábamos al final y ya creí que no iban a sorprendernos en absoluto con
ninguna trama novedosa. Hodgins y Ángela
empezaron a hablar de nuevo de Paris
y estuve a punto de darme cabezazos contra la pared porque es el recurso más
visto de la serie. De hecho, la artista lleva amenazando con largarse desde la
primera temporada y el tema ya está más que gastado. Un poquito de creatividad no vendría mal. Ni siquiera salva a esta
pareja la revelación del absurdo nombre real de Angie. Yo me esperaba otra cosa,
algo quizá menos ridículo, quizá más… ¿erótico-festivo? pero las caras de ella
consiguieron que le viese algo de comicidad al tema. Cam y Arastoo me gustan y el capítulo del asesinato en Oriente
Medio sobresalió entre los demás, pero el caso se vio opacado por las apuestas
de Booth. A ver si se deciden de una
vez y hacen algo interesante con ellos. ¿Casarlos?
No lo veo. ¿Embarazarlos? No por
favor, que a este paso van a crear una
segunda generación de habitantes del Jeffersonian. En fin, desconozco qué
puede ser, pero a mí no me pagan para esto y a Emily Silver sí.
Por
suerte, ahí estaba Aubrey para
alegrarme la existencia, porque es lo más refrescante que ha tenido Bones en años. Sé que tiene sus
detractores, por eso de que parece querer sustituir a Sweets, pero su personalidad no tiene nada que ver. Con todos los
respetos, es más útil, más válido y más
irónico, justo lo que le hacía falta a la serie, que ha ido acusando un
desgaste de todos estos atributos con el paso de las temporadas. Una bocanada
de aire en forma de agente bocazas,
chulo y consumidor habitual de comida basura que no sé dónde mete. Jessica, no
te hagas más de rogar, que lo de Booth y
Brennan 2.0 tuvo su gracia. Y es que cuando llevas desde los 15 años siendo
fan de una serie, sintiendo que forma parte de tu propia vida, el humor es la mejor arma para conquistarte.
Quiero que me sorprendan y que me entretengan. Esto no es, no será y nunca ha
sido un drama con cadáveres.
Nunca habrá nadie como nuestros dos
protas, eso está
claro, pero en sus tramas se han olvidado de la ligereza y la emotividad que
las caracterizaba en un principio. Buena
prueba de ello fue la recaída en el juego de Booth, para la que yo apostaba un tono más desenfadado, pero que
fue un buen punto para rematar una
temporada que, de lo contrario, hubiese sido un tanto insustancial. Y es que nuestra cerebral Brennan echó de casa al héroe, no por el hecho de que tuviese un
problema, sino porque se sintió traicionada. Las mentiras nunca han ido con
ella, ni piadosas, ni trascendentales. Cabreado con ella, consigo mismo y con
el mundo, se tuvo que marchar, dándose cuenta de que tocaba salir del hoyo de
nuevo. Lo consigue, como él siempre consigue todo (hasta la chica) y nuestra
confusa doctora tuvo que reconocer que se había pasado un poco de la raya.
Nadie se está seis años mareando la perdiz para luego mandar al amor de su vida a tomar por saco a la primera de cambio.
Los seres humanos no somos perfectos.
Aquí viene
quizá mi capítulo favorito de esta tanda de 22: The Life in the Light. Lo mejor, con mucha diferencia, fue ver esa
reconexión entre la pareja, esa
capacidad de quedarse juntos hablando durante horas, de ir juntos a un
interrogatorio y jugar con las palabras como antes, de hablar en el coche y
mirarse tan significativamente como si estuviésemos viendo la tercera
temporada. Ciencia contra creencia,
falta de espontaneidad contra improvisación en estado puro, felicidad
medida contra felicidad ocasional, años de estudio contra años de empatía pero,
sobre todo, dos formas enfrentadas de ver el amor que terminan por ser la
misma.
A fin de
cuentas, eso es Bones, una relación
disfuncional entre dos personas que no tienen nada que ver pero que, a pesar de
todo, a pesar de la lógica, de las corazonadas, de las terceras personas,
poseen una conexión íntima que no son capaces de compartir con nadie más.
Aunque, evidentemente, ya hemos asistido a la culminación de dicha conexión, no
viene mal que, de vez en cuando, los dioses de la serie nos recuerden por qué
nos ponemos delante de la pantalla cada semana y, por mucho que se empeñen, no
tiene nada que ver con los cadáveres repugnantes, que por cierto, yo ya puedo
ver hasta comiendo. Los queremos a
ellos, a ese magnetismo que nos enganchó desde el primer día y que ahora están
olvidando tanto. Últimamente, veo
una Brennan sin vida y un Booth muy estereotipado. Por eso me alegró tanto el tema del juego, porque
les sacaba nuevamente de una zona de confort que ya duraba tres temporadas
aproximadamente (la finale de la octava no me hizo ni cosquillas, ni a mí ni a
su relación).
Sobre el final de esta… la verdad es
que, como capítulo conclusivo me gustó mucho, despertó mi curiosidad y es que Pelant me parecía un
malo muy interesante que murió de un modo muy estúpido. Por Dios, si hasta el
tiro que le pegaron a Broadsky me tuvo más en tensión. El caso es que
resucitarlo en forma de seguidora chalada me pareció un tema inteligente, pero
su resolución temprana fue un verdadero fiasco, además de dejar cabos sueltos.
Ya sé que Nathan dijo que, por fuerza,
no podían dejar la trama en cliffhanger, por si acaso FOX no les renovaba pero
ahí está el verdadero problema: si
hubiese sido el final de la serie, hubiese sido triste pero tierno y lógico.
Sin embargo, a mí me dejan con una gran incógnita: ¿cómo se las van a apañar para que vuelvan de su retiro en Kansas?
¿Mediante un tornado? Metafóricamente, ese es el único modo posible, crear
una trama que sacuda los cimientos de la lógica y que les obligue a volver para
solucionarla. ¿Seguiremos con los esbirros de Pelant? Entre el 10 y el “Hodgins y Ángela se van a Paris”… ¿A qué nivel se encuentra la creatividad de
productores y guionistas? Al menos
cambiadlo por Roma.
Así que Collier, Peterson, no me defraudéis,
porque tengo esperanzas de que le
regaléis una nueva perspectiva a la serie y resucitéis a su dúo dinámico,
que para algo están, que consigáis que
los secundarios tengan historias interesantes, que Hodgins y Ángela recuerden
que en algún momento fueron una pareja apasionada y que expliquen qué ha pasado
con los becarios rotadores que ya no aparecen. Aunque sea solo una frase. ¿Y
Michelle? En toda la temporada no se ha ni mencionado. Del tema Parker ya ni hablamos, porque a mi ya casi se me había
olvidado que Booth es padre de tres criaturas. Cuidado, cariño y respeto
por los fans. Detalles, chicos,
detalles, que son el secreto de toda serie longeva consecuente. Porque no
sé a vosotros, pero a mí me sigue
apeteciendo disfrutar de toda la familia del Jeffersonian y sentirme orgullosa
del camino que toman mis personajes favoritos. ¿Qué esperáis vosotros del porvenir Bonesiano?
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