“Cuando amas a alguien te arriesgas al sufrimiento, esa es la triste realidad. Tal vez te romperán el corazón, tal vez le rompas el corazón y nunca serás capaz de mirarte a ti mismo de la misma manera. Esos son los riesgos”.
Jack Hodgins, escritor de novela negra.
Esos son los riesgos que corríamos
los fan de Bones, que en The Whoman in the Whirlpool nos
volviesen a romper el corazón, pero no lo ha querido dios (léase Stephen Nathan), y en un gran episodio
nos ha llevado de la mano desde la desolación en que nos quedamos tras The Murder in the Middle East a la
esperanza, que esperemos se convierta en alegría cuando la próxima semana se
emita The Life in the Light. Luego
llegará el tiempo de pedir compensación por daños recibidos, pero eso será
luego, al final de The End y the End.
Lo cierto es que los spoilers se
equivocaron, que los pañuelos se han quedado inmaculados, las lágrimas y las
emociones exacerbadas olvidadas en la mesa de edición porque el piloto de
control de daños funcionó. Y como los designios del señor son inescrutables y Bones es Bones y nunca, ni en los
peores momentos hay que olvidarlo, ha querido dios que Booth encontrara
la senda de la salvación entre una banal colección de tarros de galletas.
Y es que The Woman in the Whirpool, escrito por Kathy y Kerry Reichs, ha resultado, como todos los que han tratado
la recaída de Booth, un buenísimo episodio al que sin duda
la soberbia interpretación de David
Boreanaz hace más grande aún. E ingenioso, muy ingenioso porque contrapone como espejo de reflexión no
a una víctima de su obsesión, como cabía esperar, sino que yendo más allá, mostrando
las consecuencias que esa obsesión acarrea en quienes la rodean, ayuda a Booth a comprender que de seguir
negándose a aceptar la presencia del “monstruo”,
su peor pesadilla, la de convertirse en
su padre, se haría realidad.
Y lo que lo hace grande es la
perfecta coordinación entre la investigación y la historia de fondo, cada nueva
escena trae un descubrimiento que hace avanzar la investigación, ninguna es superflua,
a cada descubrimiento le sigue un gran suspiro, un paso más en el camino de la
sanación, hasta el divertido bautizo purificador del principio tiene su razón
de ser.
El episodio propiamente dicho
comienza con la contemplación de unas almas puras, Brennan y Angela en el parque miran jugar a sus hijos, se llevan
muy bien, “No se puede decir lo mismo de Booth y de mí”, dice Brennan. No sabemos el tiempo que ha
transcurrido desde que lo echó de casa, pero de lo que no cabe duda es que aún
sigue enfadada con él. Las patadas que en su vientre da su hijo cada vez que le
oye pronunciar el nombre de Booth
expresan mejor que mil palabras que el
miedo y el rencor por la traición aun gobiernan su corazón. Y Angela empatizando como siempre con
ella no le ayuda mucho a superar esa actitud. “Todo se arreglará”, le dice, “Booth tiene un problema, pero es un buen
hombre.” Booth tiene un problema…
“Dios, concédeme la serenidad para
aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que
puedo, y la sabiduría para conocer la diferencia”. Piden al final de su reunión los
jugadores anónimos, Booth no, Booth
asiste indiferente, ajeno a lo que allí se trabaja, como le hace ver su padrino
insistiéndole en la necesidad de participar en las reuniones. Booth se resiste, ya es suficientemente
bueno para él estar allí, lo está
intentando.
“Si quieres ayudar, llama a Bones
y dile lo bien que lo estoy haciendo aquí”, le pide. Pero la respuesta de su padrino no es la que
él esperaba oír: Sabes que no funciona así”, le advierte “La única manera de salvar tu
matrimonio es trabajando en ti mismo”, lo que implica participar en las
reuniones, compartir su historia “. Pero Booth con media sonrisa en el rostro
le da la espalda y se aleja.
Y la pregunta es por qué Booth, que dice querer salvar su
matrimonio, que es un buen padre y un buen hombre no sólo ha dejado que el
adicto se apodere de él, sino que sabiendo cual es el camino de salvación,
estando en la senda, se resista a recorrerlo. No puede ser porque está
en la fase de negación de la adicción, si así fuera seguiría jugando y aparentemente
no lo hace. Respuestas habrá tantas como psicólogos, pero para mí que el
problema es otro, Booth no es que no
quiera salvar su matrimonio, quiere, Booth
lo que no puede, lo que evita a toda costa es volver a mirarse al espejo y
descubrir que el porvenir de su pasado le ha alcanzado, que el monstruo, a pesar de lo sufrido, a pesar de lo vivido, sigue
estando allí.
No es fácil para él, ni para nadie, aceptar que no se es quien se pretende ser,
ese buen hombre que construyó con paciencia y sufrimiento desde la violencia,
el abandono, la sangre y la guerra, resultó ser un trampantojo que un temblor resquebrajó.
Y no, no es fácil para él ni para nadie dejar que los demás vean quien en
verdad se es, ni por supuesto, la sangre que tiene en las manos. Booth tiene un problema…
La resolución del caso podría parecerles en
principio tanto a Booth como a Brennan en un descanso de sí mismos, pero se equivocan, será
decisivo para su futuro. Y mientras Booth
llega tarde a la escena del crimen y se niega a comentar cómo le ha ido la
reunión, Brennan cuando en el
laboratorio examina los restos de la víctima se niega a responder a una llamada
suya. Jessica de inmediato, como en The Secrets in the Propusal (9.01)
hiciera Daisy, se pone de su lado: “Cuando
los beneficios de un compañero disminuyen lo único que tiene sentido es buscar
otro compañero”, le dice solidaria. Pero la doctora le niega el derecho
de opinión, no necesita que le explique su situación ni por supuesto su apoyo
aceleraría su resolución. Cuando el teléfono vuelve a sonar, Brennan rechaza por segunda vez la llamada
de Booth. Lo que de verdad le interesa es conocer la hora exacta de la
muerte de la víctima. Booth tiene un
problema…
El primer avance en el caso llega
cuando Hodgins explica cómo
conseguir una identificación de la
víctima partiendo de las huellas dejadas por el bordado del logo de una empresa
en un trozo de camisa. Y mientras Angela
hace el milagro de unir los hilos desaparecidos en el ordenador, él se interesa
por la conversación que en la mañana había mantenido con Brennan. Empático se preocupa por la situación de Booth: “Tal vez debería dejarle volver”,
dice. Claro que allí está Angela
para señalarle su error y advertirle, además, que si los protagonistas
hubieran sido ellos, ella le habría hecho algo más que echarle de casa. Y aún
así la bonhomía de Hodgins le obliga
a insistir, “Pero si se siente solo, si siente que no hay esperanza…” Y Angela taxativa, le interrumpe: “Entonces
debería luchar”. Hodgins se apresura a asegurarle que él
lucharía.
La victima resultó ser Leslie Hodsoll,
una buena mujer según les informa su jefe sin enemigos ni grandes problemas,
buena trabajadora que sin embargo se había negado a aceptar una promoción.
Tenía una hija de veinte años y sí, pudiera ser que entre ellas hubiese problemas
pero los normales entre madre e hija, un día se la encontró llorando y la oyó
decir “Te conté que no podía estar allí, eso no significa que no te quiera”.
Podría contar paso por paso cada
escena porque el episodio lo merece, porque no se puede dejar pasar por alto
una sonrisa, un suspiro, una mirada, sin perderte parte del camino que Booth y Brennan, pero sobre todo Booth están recorriendo, pero
convertiría esta reseña en una transcripción del guion.
Lo más significativo del episodio es sin duda lo que sucede entre Booth y Brennan, las escenas del principio entre ellos siguen siendo desoladoras porque Booth se niega a reconocer su problema y Brennan a ser parte de la solución. Especialmente la escena del diner, un encuentro imprevisto que incomoda a la doctora, ese ¿por qué no? cuando Booth la invita a sentarse a su lado es tan hiriente como cuando después de explicarle Booth que va a todas sus reuniones, Brennan, la niña herida, fríamente le responde “Estás preparado para un nuevo comienzo. Me alegro por ti”.
Lo más significativo del episodio es sin duda lo que sucede entre Booth y Brennan, las escenas del principio entre ellos siguen siendo desoladoras porque Booth se niega a reconocer su problema y Brennan a ser parte de la solución. Especialmente la escena del diner, un encuentro imprevisto que incomoda a la doctora, ese ¿por qué no? cuando Booth la invita a sentarse a su lado es tan hiriente como cuando después de explicarle Booth que va a todas sus reuniones, Brennan, la niña herida, fríamente le responde “Estás preparado para un nuevo comienzo. Me alegro por ti”.
¡Me
alegro por ti!, “Por
nosotros”, salta de inmediato Booth,
pero no, la doctora no tiene un nosotros
en mente. Booth tiene un problema…
Aun no ha comprendido el daño que le ha hecho, y confunde su silencio. Quiere
que todo vuelva a ser como antes, por eso insiste en el error, no quiere pasar
el suplicio que le espera. Pero Brennan
no se lo va a consentir. No fue un
error, la puso en peligro. Y se marcha dejándolo solo, a medio camino de la
puerta se vuelve y dice “I love you”.
No, con la ayuda de Brennan no va a encontrar Booth la sanación, ella sigue ciega,
como tantas otras veces lo ha estado cuando su corazón y sus sentimientos están
en juego. Quien de verdad ayuda a Booth
es Courtney, la hija de la víctima y lo hace desde el primer momento que la
entrevista, desde que contempla asombrado la colección de tarros de galletas a
la que la víctima dedicaba su vida con total olvido de los seres que la
rodeaban. Desde que le confiesa que se siente culpable de la muerte de su madre
porque tal vez si se hubiera involucrado más en su obsesión aún estaría viva. Y
a Booth esas palabras le ponen un
nudo en la garganta.
En el laboratorio Brennan y Jessica encuentran una
antigua cicatriz de una herida de bala situada en la parte del cerebro que
controla lo que se puede o no guardar, ese fue el motivo del afán coleccionista
de la víctima, de su adicción. Y Brennan
reconoce que tanto para el adicto como
para los que le rodean la adicción es destructiva. Por primera vez, por
primera vez nos deja ver que tal vez al final tanto sufrimiento se vea
compensando porque cuando Jessica
avergonzada le pide disculpas por sus
primeros comentarios y le dice que espera que ella y Booth solucionen sus problemas, Brennan nos descubre que ella también
tiene esa esperanza, por primera vez dice “Sí”
y después de un gran suspiro añade, “Espero”.
Booth y Brennan, por fin, tienen un
problema…
¿Qué ha ocurrido, que le ha hecho
reaccionar? Quiero creer que ha sido el caso, el ver que la víctima ha
destruido su vida por una obsesión, el
pensar que lo mismo le puede suceder al padre de su hija, de ahí que quien antes se negaba a contestar a las
llamadas de Booth de repente se sienta preocupada porque él no conteste a la
suyas, que corra tras Aubrey para
saber de él. Booth está en una de
las reuniones de jugadores anónimos, pero sigue sin participar, no es capaz de
abrirse aunque la expresión de su rostro, de sus hombros y de su cuerpo dice
que está a punto de colapsar, que apenas puede con el peso de su sombra.
Y como es de justicia poética, lo
que en la sala de interrogatorios comenzó, en la sala de interrogatorios entra en vía de
solución. Booth interroga a Courtney
Hodsoll porque Angela ha descubierto
que alguien sacó a subasta en internet la colección de Leslie cuando estaba
ausente de la ciudad, sólo ella podía ser la culpable. Y lo confiesa, Courtney lo
hizo porque quería hacerle daño a su madre. Luego la retiró porque no era lo
correcto. Ella es una buena persona. Sólo que siempre vivió bajo la sombra de
la colección. Y es entonces cuando la cámara, mientras ella habla, fija su
mirada en Booth y vemos transformarse
su rostro, como a él se asoman el dolor, la angustia que en su
niñez, como Courtney, sufrió enfrentado a la adicción de su padre.
— ¿Por qué cambiaste de opinión?
—le pregunta con la voz rota.
— Porque ya no soy una niña, porque
me di cuenta que era el momento de avanzar, de que podía quererla incluso si ella no podía devolverme ese amor.
Y Booth dejando escapar un gran suspiro, eleva su mirada hacia el
cielo y acepta su destino. Porque en el rostro de Curtney, Booth ve su propio rostro, el del niño maltratado, el del niño que
de no ser porque su abuelo lo rescató se habría suicidado. El desastre de su
niñez se hace presente, y por fin reconoce que si no lo enfrenta la vieja noria
herrumbrosa seguirá girando sobre sí misma y tal vez un día sea uno de sus
hijos quien pronuncie en una sala parecida las palabras de Courtney.
“No quiero que vea nunca ese lado
de mí, nunca”, confesó en The Signs
in the Silence (6.21) a Brennan, refiriéndose
a su hijo Parker, cuando después de
perder el control le pegó a un detenido que maltrataba a su hijo. Es el
momento de tomar el control.
Y el buen hombre que de verdad hay
dentro de él, el niño sufriente se acerca a Courtney, su compañera, su igual y
le hace un gran regalo. Le cuenta que no se trataba de que su madre no la
quisiera, tenía una herida en la cabeza que explicaba su obsesión. No
fue tu culpa. Era una adicta. No tenía nada que ver contigo.
¿Quién mató a Leslie? Su obsesión.
No importa quien empuñase el arma, murió por impedir la destrucción de los
malditos tarros de galletas. Y lo hizo un hombre a quien engañó, a quien
utilizó para conseguir uno más, al que obligó a robar para ella, engatusándole
con un interés que no sentía. Él la quería, “Fue un accidente”, dice
desesperado. Y a esa confesión tan emocional asisten impertérritos Booth y Brennan, él le obliga a
confesar, ella recalca lo absurdo de su muerte, protegiendo las cosas que sin
que se diese cuenta estaban arruinando su vida.
Y
si la escena es hermosa y poderosa
es porque en el momento que el hombre confiesa que la quería, Brennan se vuelve un instante hacia Booth, pero luego cuando ella habla de
lo absurdo de su actitud es Booth quien clava en ella sus ojos y la mira y la
mira y la mira como si la acechase y en sus
ojos no hay amor, ni miedo, ni piedad, sólo decisión.
¿Qué
ve Booth en Brennan?
¿Ve a la mujer que ama? ¿A la fría científica? ¿A la mujer que tiene que volver
a conquistar? ¿Qué ve Booth?
Y Brennan, Brennan que se vuelve a mirarle por un momento ¿Qué ve Brennan en los ojos de Booth? No
desde luego su decisión.
El episodio no termina con la
confesión del asesino, ni siquiera con la “cita” post resolución del caso de Aubrey y Jessica, ellos sólo son un
alivio. Faltaba nuestra cita con la
esperanza.
Y así en la puerta del ascensor, después de reconocer que siempre han
sido un buen equipo, cuando Booth le
pide que le dé un beso de su parte a Christine
y le diga que la quiere, Brennan
volviéndose hacia él con media sonrisa le hace una propuesta: “Si
quieres pasarte a leerle un libro, a meterla en la cama…”
Me gustaría creer que la hace porque
se ha dado cuenta de que el problema de
Booth es también su problema y ha decidido ser parte de la solución, pero
me temo que aún es pronto para ella. Me gustaría creer que al mirarse en los ojos de Booth que la miraban a ella ha recordado
lo que antes la hacía tan feliz o mejor aún, porque el espejo es de doble
dirección, que la mujer que ha visto reflejada en ellos, condenada a la
soledad, no le ha gustado. Pero me temo que tampoco es eso, que tal vez sólo
sea el principio del mal menor; que como le confiesa a Jessica cuando le entrega una radiografía para su colección, ante lo rápido que las relaciones pueden
cambiar, Brennan ha decidido valorar
en ese momento al Booth que quiere a su hija.
Y para su sorpresa Booth rechaza la propuesta. No puede
esta noche. Tal vez mañana. Brennan se marcha una vez más
decepcionada. Sólo que ahora el viento ha cambiado, la última sonrisa de Booth lo dice todo, no se va a esconder
más, el monstruo siempre irá con él, así que mejor afrontarlo de una vez. Y
ahora Brennan tiene un problema…
Porque
Booth le oculta su secreto,
no le volverá a suplicar que le permita regresar a casa, nunca más le
mencionará que todo fue un error, pero tampoco, por ahora, le dejará ver la pus
que supuran sus viejas cicatrices, tal vez, tal vez cuando vuelva a ser un
hombre entero, cuando vuelva a creer en sí mismo, cuando vuelva a ser el hombre
que siempre quiso ser, él que ella amó, puedan volver a estar juntos.
Y Booth esa noche en la reunión de jugadores se levanta y al
principio titubeando dice: Soy… mi
nombre es Seeley y soy adicto al juego.
Estoy aquí hoy porque quiero hacer
las cosas bien, porque quiero recuperar mi vida. Veréis, he hecho daño a mucha
gente en mi vida, en especial a mi familia, las he traicionado y las he puesto en peligro. Así que estoy aquí
para encontrar una solución a ello, para poder entenderme mejor… a mí mismo.
Y funden a negro mientras Seeley desnuda al monstruo que le habita,
le mira a los ojos y comienza a caminar solo por la senda de la salvación,
una senda de la que nadie sale ileso.
¿Qué
creéis que sucederá en The Life in the
Light? ¿Qué ocurrirá con el amor que
sentían Booth y Brennan? ¿Lo recuperarán o como diría el poeta los hará más
el uno del otro mientras más los separa? ¿Les quedará sólo la amistad? Se
admiten apuestas.
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