lunes, 1 de junio de 2015

Bones. Reseña The Woman in the Whirlpool (10.20). Camino de salvación.



“Cuando amas a alguien te arriesgas al sufrimiento, esa es la triste realidad. Tal vez te romperán el corazón, tal vez le rompas el corazón y nunca serás capaz de mirarte a ti mismo de la misma manera. Esos son los riesgos”.

Jack Hodgins, escritor de novela negra.

Esos son los riesgos que corríamos los fan de Bones, que en The Whoman in the Whirlpool nos volviesen a romper el corazón, pero no lo ha querido dios (léase Stephen Nathan), y en un gran episodio nos ha llevado de la mano desde la desolación en que nos quedamos tras The Murder in the Middle East a la esperanza, que esperemos se convierta en alegría cuando la próxima semana se emita The Life in the Light. Luego llegará el tiempo de pedir compensación por daños recibidos, pero eso será luego, al final de The End y the End.


Lo cierto es que los spoilers se equivocaron, que los pañuelos se han quedado inmaculados, las lágrimas y las emociones exacerbadas olvidadas en la mesa de edición porque el piloto de control de daños funcionó. Y como los designios del señor son inescrutables y Bones es Bones y nunca, ni en los peores momentos hay que olvidarlo, ha querido dios que Booth encontrara la senda de la salvación entre una banal colección de tarros de galletas.

Y es que The Woman in the Whirpool, escrito por Kathy y Kerry Reichs, ha resultado, como todos los que han tratado la recaída de Booth, un buenísimo episodio al que sin duda la soberbia interpretación de David Boreanaz hace más grande aún. E ingenioso, muy ingenioso porque contrapone como espejo de reflexión no a una víctima de su obsesión, como cabía esperar, sino que yendo más allá, mostrando las consecuencias que esa obsesión acarrea en quienes la rodean, ayuda a Booth a comprender que de seguir negándose a aceptar la presencia del “monstruo”, su peor pesadilla, la de convertirse en su padre, se haría realidad.



Y lo que lo hace grande es la perfecta coordinación entre la investigación y la historia de fondo, cada nueva escena trae un descubrimiento que hace avanzar la investigación, ninguna es superflua, a cada descubrimiento le sigue un gran suspiro, un paso más en el camino de la sanación, hasta el divertido bautizo purificador del principio tiene su razón de ser.

El episodio propiamente dicho comienza con la contemplación de unas almas puras, Brennan y Angela en el parque miran jugar a sus hijos, se llevan muy bien, “No se puede decir lo mismo de Booth y de mí”, dice Brennan. No sabemos el tiempo que ha transcurrido desde que lo echó de casa, pero de lo que no cabe duda es que aún sigue enfadada con él. Las patadas que en su vientre da su hijo cada vez que le oye pronunciar el nombre de Booth expresan mejor que mil palabras que el miedo y el rencor por la traición aun gobiernan su corazón. Y Angela empatizando como siempre con ella no le ayuda mucho a superar esa actitud. “Todo se arreglará”, le dice, “Booth tiene un problema, pero es un buen hombre.Booth tiene un problema



“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para conocer la diferencia”. Piden al final de su reunión los jugadores anónimos, Booth no, Booth asiste indiferente, ajeno a lo que allí se trabaja, como le hace ver su padrino insistiéndole en la necesidad de participar en las reuniones. Booth se resiste, ya es suficientemente bueno para él estar allí, lo está intentando.




Si quieres ayudar, llama a Bones y dile lo bien que lo estoy haciendo aquí”, le pide.  Pero la respuesta de su padrino no es la que él esperaba oír: Sabes que no funciona así”, le advierte “La única manera de salvar tu matrimonio es trabajando en ti mismo”, lo que implica participar en las reuniones, compartir su historia “. Pero Booth con media sonrisa en el rostro le da la espalda y se aleja.
  


Y la pregunta es por qué Booth, que dice querer salvar su matrimonio, que es un buen padre y un buen hombre no sólo ha dejado que el adicto se apodere de él, sino que sabiendo cual es el camino de salvación, estando en la senda, se resista a recorrerlo. No puede ser porque está en la fase de negación de la adicción, si así fuera seguiría jugando y aparentemente no lo hace. Respuestas habrá tantas como psicólogos, pero para mí que el problema es otro, Booth no es que no quiera salvar su matrimonio, quiere, Booth lo que no puede, lo que evita a toda costa es volver a mirarse al espejo y descubrir que el porvenir de su pasado le ha alcanzado, que el monstruo, a pesar de lo sufrido, a pesar de lo vivido, sigue estando allí.

No es fácil para él, ni para nadie, aceptar que no se es quien se pretende ser, ese buen hombre que construyó con paciencia y sufrimiento desde la violencia, el abandono, la sangre y la guerra, resultó ser un trampantojo que un temblor resquebrajó. Y no, no es fácil para él ni para nadie dejar que los demás vean quien en verdad se es, ni por supuesto, la sangre que tiene en las manos. Booth tiene un problema…



La resolución del caso podría parecerles en principio tanto a Booth  como a Brennan en un descanso de sí mismos, pero se equivocan, será decisivo para su futuro. Y mientras Booth llega tarde a la escena del crimen y se niega a comentar cómo le ha ido la reunión, Brennan cuando en el laboratorio examina los restos de la víctima se niega a responder a una llamada suya. Jessica de inmediato, como en The Secrets in the Propusal (9.01) hiciera Daisy, se pone de su lado: “Cuando los beneficios de un compañero disminuyen lo único que tiene sentido es buscar otro compañero”, le dice solidaria. Pero la doctora le niega el derecho de opinión, no necesita que le explique su situación ni por supuesto su apoyo aceleraría su resolución. Cuando el teléfono vuelve a sonar, Brennan rechaza por segunda vez la llamada de Booth. Lo que de verdad le interesa es conocer la hora exacta de la muerte de la víctima. Booth tiene un problema…



El primer avance en el caso llega cuando Hodgins explica cómo conseguir  una identificación de la víctima partiendo de las huellas dejadas por el bordado del logo de una empresa en un trozo de camisa. Y mientras Angela hace el milagro de unir los hilos desaparecidos en el ordenador, él se interesa por la conversación que en la mañana había mantenido con Brennan. Empático se preocupa por la situación de Booth: “Tal vez debería dejarle volver”, dice. Claro que allí está Angela para señalarle su error y advertirle, además, que si los protagonistas hubieran sido ellos, ella le habría hecho algo más que echarle de casa. Y aún así la bonhomía de Hodgins le obliga a insistir, “Pero si se siente solo, si siente que no hay esperanza…” Y Angela taxativa, le interrumpe: “Entonces debería luchar”. Hodgins se apresura a asegurarle que él lucharía.

La victima resultó ser Leslie Hodsoll, una buena mujer según les informa su jefe sin enemigos ni grandes problemas, buena trabajadora que sin embargo se había negado a aceptar una promoción. Tenía una hija de veinte años y sí, pudiera ser que entre ellas hubiese problemas pero los normales entre madre e hija, un día se la encontró llorando y la oyó decir “Te conté que no podía estar allí, eso no significa que no te quiera”.



Podría contar paso por paso cada escena porque el episodio lo merece, porque no se puede dejar pasar por alto una sonrisa, un suspiro, una mirada, sin perderte parte del camino que Booth y Brennan, pero sobre todo Booth están recorriendo, pero convertiría esta reseña en una transcripción del guion.
Lo más significativo del episodio es sin duda lo que sucede entre Booth y Brennan, las escenas del principio entre ellos siguen siendo desoladoras porque Booth se niega a reconocer su problema y Brennan a ser parte de la solución. Especialmente la escena del diner, un encuentro imprevisto que incomoda a la doctora, ese ¿por qué no? cuando Booth la invita a sentarse a su lado es tan hiriente como cuando después de explicarle Booth que va a todas sus reuniones, Brennan, la niña herida, fríamente le responde “Estás preparado para un nuevo comienzo. Me alegro por ti”.



¡Me alegro por ti!, “Por nosotros”, salta de inmediato Booth, pero no, la doctora no tiene un nosotros en mente. Booth tiene un problema… Aun no ha comprendido el daño que le ha hecho, y confunde su silencio. Quiere que todo vuelva a ser como antes, por eso insiste en el error, no quiere pasar el suplicio que le espera. Pero Brennan no se lo va a consentir. No fue un error, la puso en peligro. Y se marcha dejándolo solo, a medio camino de la puerta se vuelve y dice “I love you”.

No, con la ayuda de Brennan no va a encontrar Booth la sanación, ella sigue ciega, como tantas otras veces lo ha estado cuando su corazón y sus sentimientos están en juego. Quien de verdad ayuda a Booth es Courtney, la hija de la víctima y lo hace desde el primer momento que la entrevista, desde que contempla asombrado la colección de tarros de galletas a la que la víctima dedicaba su vida con total olvido de los seres que la rodeaban. Desde que le confiesa que se siente culpable de la muerte de su madre porque tal vez si se hubiera involucrado más en su obsesión aún estaría viva. Y a Booth esas palabras le ponen un nudo en la garganta.



En el laboratorio Brennan y Jessica encuentran una antigua cicatriz de una herida de bala situada en la parte del cerebro que controla lo que se puede o no guardar, ese fue el motivo del afán coleccionista de la víctima, de su adicción. Y Brennan reconoce que tanto para el adicto como para los que le rodean la adicción es destructiva. Por primera vez, por primera vez nos deja ver que tal vez al final tanto sufrimiento se vea compensando porque cuando Jessica avergonzada le pide disculpas por sus  primeros comentarios y le dice que espera que ella y Booth solucionen sus problemas, Brennan nos descubre que ella también tiene esa esperanza, por primera vez dice “Sí” y después de un gran suspiro añade, “Espero”. Booth y Brennan, por fin, tienen un problema…



¿Qué ha ocurrido, que le ha hecho reaccionar? Quiero creer que ha sido el caso, el ver que la víctima ha destruido su vida por una obsesión, el pensar que lo mismo le puede suceder al padre de su hija, de ahí que quien antes se negaba a contestar a las llamadas de Booth de repente se sienta preocupada porque él no conteste a la suyas, que corra tras Aubrey para saber de él. Booth está en una de las reuniones de jugadores anónimos, pero sigue sin participar, no es capaz de abrirse aunque la expresión de su rostro, de sus hombros y de su cuerpo dice que está a punto de colapsar, que apenas puede con el peso de su sombra.



Y como es de justicia poética, lo que en la sala de interrogatorios comenzó,  en la sala de interrogatorios entra en vía de solución. Booth interroga a Courtney Hodsoll porque Angela ha descubierto que alguien sacó a subasta en internet la colección de Leslie cuando estaba ausente de la ciudad, sólo ella podía ser la culpable. Y lo confiesa, Courtney lo hizo porque quería hacerle daño a su madre. Luego la retiró porque no era lo correcto. Ella es una buena persona. Sólo que siempre vivió bajo la sombra de la colección. Y es entonces cuando la cámara, mientras ella habla, fija su mirada en Booth y vemos transformarse su rostro, como a él se asoman el dolor, la angustia que en su niñez, como Courtney, sufrió enfrentado a la adicción de su padre.
  




¿Por qué cambiaste de opinión? —le pregunta con la voz rota.
— Porque ya no soy una niña, porque me di cuenta que era el momento de avanzar, de que podía quererla incluso si ella no podía devolverme ese amor.





Y Booth dejando escapar un gran suspiro, eleva su mirada hacia el cielo y acepta su destino. Porque en el rostro de Curtney, Booth ve su propio rostro, el del niño maltratado, el del niño que de no ser porque su abuelo lo rescató se habría suicidado. El desastre de su niñez se hace presente, y por fin reconoce que si no lo enfrenta la vieja noria herrumbrosa seguirá girando sobre sí misma y tal vez un día sea uno de sus hijos quien pronuncie en una sala parecida las palabras de Courtney.

No quiero que vea nunca ese lado de mí, nunca”, confesó en The Signs in the Silence (6.21) a Brennan, refiriéndose a su hijo Parker, cuando después de perder el control le pegó a un detenido que maltrataba a su hijo. Es el momento de tomar el control. 




Y el buen hombre que de verdad hay dentro de él, el niño sufriente se acerca a Courtney, su compañera, su igual y le hace un gran regalo. Le cuenta que no se trataba de que su madre no la quisiera, tenía una herida en la cabeza que explicaba su obsesión. No fue tu culpa. Era una adicta. No tenía nada que ver contigo.



¿Quién mató a Leslie? Su obsesión. No importa quien empuñase el arma, murió por impedir la destrucción de los malditos tarros de galletas. Y lo hizo un hombre a quien engañó, a quien utilizó para conseguir uno más, al que obligó a robar para ella, engatusándole con un interés que no sentía. Él la quería, “Fue un accidente”, dice desesperado. Y a esa confesión tan emocional asisten impertérritos Booth y Brennan, él le obliga a confesar, ella recalca lo absurdo de su muerte, protegiendo las cosas que sin que se diese cuenta estaban arruinando su vida.



Y si la escena es hermosa y poderosa es porque en el momento que el hombre confiesa que la quería, Brennan se vuelve un instante hacia Booth, pero luego cuando ella habla de lo absurdo de su actitud es Booth quien clava en ella sus ojos y la mira y la mira y la mira como si la acechase y en sus ojos no hay amor, ni miedo, ni piedad, sólo decisión.



¿Qué ve Booth en Brennan? ¿Ve a la mujer que ama? ¿A la fría científica? ¿A la mujer que tiene que volver a conquistar? ¿Qué ve Booth?



Y Brennan, Brennan que se vuelve a mirarle por un momento ¿Qué ve Brennan en los ojos de Booth? No desde luego su decisión. 



 El episodio no termina con la confesión del asesino, ni siquiera con la “cita” post resolución del caso de Aubrey y Jessica, ellos sólo son un alivio. Faltaba nuestra cita con la esperanza.



Y así en la puerta del ascensor, después de reconocer que siempre han sido un buen equipo, cuando Booth le pide que le dé un beso de su parte a Christine y le diga que la quiere, Brennan volviéndose hacia él con media sonrisa le hace una propuesta: “Si quieres pasarte a leerle un libro, a meterla en la cama…”


Me gustaría creer que la hace porque se ha dado cuenta de que el problema de Booth es también su problema y ha decidido ser parte de la solución, pero me temo que aún es pronto para ella. Me gustaría creer que al mirarse en los ojos de Booth que la miraban a ella ha recordado lo que antes la hacía tan feliz o mejor aún, porque el espejo es de doble dirección, que la mujer que ha visto reflejada en ellos, condenada a la soledad, no le ha gustado. Pero me temo que tampoco es eso, que tal vez sólo sea el principio del mal menor; que como le confiesa a Jessica cuando le entrega una radiografía para su colección, ante lo rápido que las relaciones pueden cambiar, Brennan ha decidido valorar en ese momento al Booth que quiere a su hija.


 Y para su sorpresa Booth rechaza la propuesta. No puede esta noche. Tal vez mañana. Brennan se marcha una vez más decepcionada. Sólo que ahora el viento ha cambiado, la última sonrisa de Booth lo dice todo, no se va a esconder más, el monstruo siempre irá con él, así que mejor afrontarlo de una vez. Y ahora Brennan tiene un problema…


Porque Booth le oculta su secreto, no le volverá a suplicar que le permita regresar a casa, nunca más le mencionará que todo fue un error, pero tampoco, por ahora, le dejará ver la pus que supuran sus viejas cicatrices, tal vez, tal vez cuando vuelva a ser un hombre entero, cuando vuelva a creer en sí mismo, cuando vuelva a ser el hombre que siempre quiso ser, él que ella amó, puedan volver a estar juntos.

Y Booth esa noche en la reunión de jugadores se levanta y al principio titubeando dice: Soy… mi nombre es Seeley y soy adicto al juego.



Estoy aquí hoy porque quiero hacer las cosas bien, porque quiero recuperar mi vida. Veréis, he hecho daño a mucha gente en mi vida, en especial a mi familia, las he traicionado y  las he puesto en peligro. Así que estoy aquí para encontrar una solución a ello, para poder entenderme mejor… a mí mismo.

Y funden a negro mientras Seeley desnuda al monstruo que le habita, le mira a los ojos y comienza a caminar solo por la senda de la salvación, una senda de la que nadie sale ileso.


¿Qué creéis que sucederá en The Life in the Light? ¿Qué ocurrirá con el amor que sentían Booth y Brennan? ¿Lo recuperarán o como diría el poeta los hará más el uno del otro mientras más los separa? ¿Les quedará sólo la amistad? Se admiten apuestas.

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