Sí no disfrutara
tanto escribiendo esta reseña sería muy corta, con tres frases hechas estaría
lista, porque al contrario que otros episodios The Secret in the Service con tres frases se explica: Cuidar y proteger, Uno de los nuestros y Deuda saldada.
Cuidar y proteger porque Booth y Brennan fieles al amor que les une en un solo cuerpo con
dos cabezas y cuatro manos, se pasan el episodio cuidándose y protegiéndose el uno al otro de los virus y los
asesinos, de la mala conciencia y los remordimientos. Y porque la víctima y el asesino compartían
misión: proteger la vida del Presidente
de los Estados Unidos.
Uno de los nuestros, porque la creencia en la
fidelidad al compromiso de sus miembros, tan propio de los grupos cerrados que
se enfrentan al peligro, les ciega a todos impidiendo que Booth y el equipo profundicen en la investigación llevándola en sus
propios términos.
Deuda saldada, porque un Booth
mató a un presidente y un Booth
salvó a otro.
En realidad The Secret in the Service es una mezcla
perfecta de lo que está siendo Bones11,
domesticidad, remembranza y humor, condimentada con un plus que llevábamos
siglos sin ver, un poco de acción, o lo que es lo mismo, Booth corriendo, Booth disparando, con una innovación Brennan enferma y un toque de tragedia
personal.
Pero además las
guionistas juegan con nosotros con cartas marcadas, manteniendo el suspense
hasta el último disparo. Nos presentan un caso cuando en realidad son dos
historias que convergen en la última bala en una tragedia personal. Difícil no
creer por un momento que Brennan se
equivoca al identificar al asesino. Pero no, Brennan jamás se equivoca aunque tenga fiebre y esté griposa.
Pero mejor será
empezar por el principio. Y el principio no puede ser más que un consejo,
cuando estés en la calle borracho y tengas ganas de orinar hazlo en una esquina
o en la rueda de un coche, ni se te ocurra adentrarte en el bosque, no sea que interrumpas
a un asesino deshaciéndose del cadáver y de que te des cuenta te hayan partido
la cara y seas incapaz de decir si ha sido con una pala o con dos. No lo olvidéis, borrachos o no el pis se
hace en el inodoro.
En casa de los Booth-Brennan, al contrario que en el
episodio de la semana pasada, quien se despierta en la mitad de la noche porque
encuentra frio el hueco de las sabanas es Booth,
Brennan está en la cocina en albornoz preparándose una infusión. Está
enferma, tiene gripe. Booth, marido
atento, quiere que vuelva de inmediato a la cama.
—En un
minuto —le responde— Antes tengo que tomar este remedio, es un té
hecho de jengibre, hinojo y anís
— Sin
duda huele a eso —le responde Booth
medio dormido.
—Booth,
dije anís, no ano —le aclara Brennan
enfadada.
Y Booth, más Boreanaz que nunca, frunciendo
asqueado la nariz le contesta —También
huele a culo.
Brennan, más Deschanel que
nunca, no se explica cómo Booth no se ha contagiado de su
resfriado y menos con la dieta aberrante, para ella, que él lleva, come carne,
queso, pan. Y Booth que no debe ser
la primera vez que oye esa recriminación dejando escapar un profundo suspiro le
recuerda:
— Y azúcar, te
olvidaste del azúcar y de mi cerveza, me encanta la cerveza.
Sin embargo la
dieta no va a ser tema de discusión esa madrugada porque suena el teléfono, un
cadáver ha aparecido en un bosque a las afueras de Richmond. Brennan considera que Booth debería irse a trabajar, puede
cuidarse sola.
— No.
No, que vaya Aubrey —dice Booth
responsable.— Tengo que cuidarte. Venga, volvamos a la cama. Llévate tu té de ano o
lo que sea —le sugiere generoso a pesar de lo que apesta, y cuando Brennan le ofrece su taza Booth haciendo aspavientos como un crío
mal tomador se escaquea del té de ano, digo de anís. Y la domisticidad cede la
prevalencia al caso.
Aubrey
carga con el muerto hasta el
Jeffersonian y buen chico ayuda a Cam a
abrir la cremallera de la bolsa y no, no es agradable ver los restos medio
descompuesto por el ácido. A ver, quién adivina en que otro caso de Bones se utilizó el bicarbonato para
neutralizar su acción e impedir que los huesos del cadáver se deshicieran. ¿No
lo recordáis? La policía municipal de Richmond sí, no es que sean inteligentes,
es que son fans de Bones. Y gracias
a que cubrieron con bicarbonato el cadáver tenemos caso. Y un caso interesante
porque junto al cadáver Cam
encuentra un dispositivo inalámbrico, un micrófono que Aubrey reconoce como propio del Servicio Secreto. Y en ese instante
como si todos los miembros de la fuerza encargada de velar por la seguridad del
presidente de los Estados Unidos y la falsificación de moneda, estuvieran
unidos por un cordón umbilical, en el Jeffersonian aparece una escuadra de
hombretones de traje negro.
Cuando
finalmente Booth llega al FBI, Aubrey le presenta al agente Brandt Walker, del servicio secreto, el
único agente en activo que tiene el privilegio de haber recibido una bala en
lugar del presidente, un viejo recuerdo en una pierna, para Booth es un honor conocerle. Aunque el
laboratorio aún no ha establecido la identidad del muerto todo apunta a que se
trata de uno de sus agentes, Graham
Roberts, el jefe del equipo táctico desplazado a la zona para preparar una visita
del presidente a Richmond para recaudar fondos para la campaña electoral. Y no,
no hay ninguna posibilidad de que la visita se cancele.
Y es en ese
momento, a partir de que Aubrey diga
que va a empezar a investigar su vida personal porque es posible que la muerte
del agente Roberts no tenga nada que
ver con el presidente y Walker le
pida que pare el carro porque antes de empezar a investigar necesita la
aprobación de sus superiores para que ambos puedan trabajar en el caso, cuando comienza el juego y los equívocos
ideados por las guionistas para perdernos. Cuando sacan a relucir a John Wilkes Booth, el desafortunado
ancestro de Booth. Y sí, parece
paranoico e ilógico que 151 años después del asesinato de Lincoln haya gente que no está
segura de que un descendiente de John Wilkes Booth, debiera trabajar en este
caso.
La misma cara de incredulidad de Aubrey se nos queda a todos mientras
que la de Booth permanece inescrutable. Traer a colación a John Wilkes Booth, es ponerle unas
antojeras a la investigación, a partir de ese momento ya no cabe otra
posibilidad en la mente de nadie, la muerte de Roberts, un hombre sin vida propia, sin familia, ni novia, se convierte en el primer eslabón de una conspiración contra el Presidente.
Con Brennan confinada en la cama y
conectada a la plataforma por una pantalla de ordenador constelada de mocos, a
la identificación del muerto se llega con
la participación del antropólogo forense colaborador del Servicio
Secreto, el sorprendente doctor Fisher,
insiste, doctor Fisher, más conocido
por el Jefersonian como el neurótico y asiduo de los psiquiátricos, mister Fisher.
Y no, no le va
a decir a la felizmente sorprendida e insistente Angela si trabaja para la CIA o para seguridad Nacional, su trabajo
está clasificado, aunque puede decir que ha viajado mucho y… y siempre estoy rodeado de
mujeres jóvenes núbiles. Y no hace falta que diga nada más, igual que Angela pensamos que es todo muy misterioso y muy sexy.
En el FBI Brandt le presenta a la agente Patel, compañera de Roberts que actuará
como enlace y le hace entrega de los archivos de las personas que el asesinado
estaba investigando como posibles amenazas para el presidente. El último al que
investigó es Neil Stockton, quien
además de lanzar amenazas en twitter
contra el presidente trabaja en una empresa de jardinería, y nutrientes
propios de jardinería ha encontrado Hodgins
en la pala y en las botas de Roberts.
A Stockton lo pillan Aubrey y Patel en el inodoro haciendo sus necesidades, sobre su
mesa de trabajo, un periódico con una foto del presidente al que le han
pintarrajeado los ojos. Pero él no mató a Roberts,
le recomendó que no se acercara al presidente y se fue. Patel no lo cree y cuando le agarra por los hombros el tipo grita.
Los tiene destrozados, no podía haber levantado la pala.
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Brennan, que está recibiendo con muy poca confianza y menos paciencia los masajes de un sanador que
le ha enviado Angela, descubre
cuando Fisher le muestra la fractura
del esternón de Roberts que fue causada
por el disparo de una arma mientras llevaba un chaleco antibalas, esa no fue la
causa de la muerte. Pero ese descubrimiento lleva a creer a Booth, cuando por fin recibe la
autorización para trabajar en el caso, (“Sólo
quiero que sepas que no era protocolo. Es sólo personal”, le dice Walker a modo de disculpa. Y Booth que se percata de la dislexia, le
recomienda dormir un poco) que el asesino podría ser un profesional, siempre
disparan dónde hay más posibilidades de hacer blanco.
Y mientras él y
Walker discuten sobre localizaciones
de francotiradores en edificios de la ruta que va recorrer el presidente en el
despacho de Booth se presenta Brennan dispuesta a ayudar a pesar de
sus toses y sus esputos. “Ves, están limpios, no es contagioso”,
les dice mostrándoles el pañuelo. Booth,
con más seso que ella, le pide que lo guarde y como viene dispuesta a ayudar se
la lleva a un campo de tiro dónde se entrenan algunos tiradores locales. Y
aunque la escena en el coche aparentemente no tiene importancia a mí me
encanta. Porque Brennan no sólo
insiste en que cuando trabajan juntos lo
hacen mejor, sino que demuestra lo mucho que ama a Booth preocupándose por cómo
se siente después de que le apartasen de su trabajo por culpa de un ancestro.
Sólo que Booth no le da importancia,
lo que hizo su pariente loco nada tiene
que ver con él. Chico listo.
Y mientras
ellos están en el campo de tiro, mientras Booth
acaricia la espalda de Brennan para
mitigar los golpes de tos, en el laboratorio se producen descubrimientos
cruciales para la investigación. Fisher
encuentra en el cráneo una fractura que bien pudiera ser fruto de una caída de
más de 25 metros y Hodgins una fibra
de una sábana del hotel en el que se alojaba el muerto. El hotel se convierte
en la escena del crimen y la pregunta que Angela,
Hodgins y Cam se hacen es cómo
alguien pudo matar allí a Roberts y deshacerse de su cadáver estando como
estaba lleno de agentes del Servicio Secreto. La respuesta lógica no puede
ser otra que la que da Hodgins. Otro
agente mató a Roberts.
Y al hotel se
van Aubrey, Cam y Hodgins, la única
posibilidad de que el asesino se deshiciese del cadáver y que este sufriese la
herida en la parte superior del cráneo es si lo tiraron desde la tolva de la
lavandería, pero tanto la parte superior como la inferior están limpias, no hay
más opción que alguien se descuelgue por ella e investigue sus paredes. Hodgins ante las protestas de Cam y la
cobardía de Aubrey está dispuesto. Y lo consigue, encuentra un trozo de
sábana y un pelo largo y negro, posiblemente de la agente Patel, y en esas
están cuando los tornillos que sujetan el armazón se sueltan y Hodgins cae al vacío. Pero… de algo
tiene que servirle los meses que ha dedicado a la terapia física, sus brazos
han adquirido una fuerza que los del viejo Hodgins
carecían, se ha agarrado a una repisa y espera paciente el rescate.
El agente Walker no puede creer que haya sido
“Uno de los nuestros” y no entiende que Booth
decida interrogar a todo su equipo cuando el presidente está a punto de llegar…
Pero Booth va dónde le manda la
investigación, a la sala de interrogatorios y a la agente Patel. Ella no lo
hizo, insiste, aunque mantuvo sexo con Roberts,
y si no se lo dijo antes fue por proteger su puesto de trabajo. Aún así Booth la mantiene bajo arresto provocando
el enfado y las maldiciones de Walker. Pero Booth no cede, él ira en su lugar. Mientras el Servicio Secreto vigila que nada suceda al
Presidente, él los vigilará a ellos.
Brennan
no
está muy de acuerdo con su decisión por el peligro que para él supone, aunque
sabe que no hay otra opción y con toda su verdad en sus palabras le dice lo que
él necesita oír en esos momentos “Necesito que vuelves a casa salvo”. Y
la respuesta de Booth no puede ser
otra: Volveré.
Y mientras la caravana
presidencial recorre las calles de la ciudad con Walker al mando y Booth y
Aubrey vigilando, Brennan, por
fin en el laboratorio, descubre la causa de la muerte del agente Roberts, un golpe dado con un brazo
sobre el hueso temporal, una maniobra típica de los Seals. Y justo cuando Aubrey avisa a Booth de que entre la
multitud ha visto a Niel Stocktom,
cuando corre tras él y lo pierde, Brennan
llama a Booth y cambia la situación
porque el agente Walker, que en esos
momentos camina tras el presidente fue un Seal, él asesinó a Roberts… ¿matará también al presidente?
Stockton saca un arma, Booth que le ha visto grita “al
suelo”, “al suelo”, Walker
se tira sobre el presidente protegiéndolo, Stockton dispara y Booth lo abate. Hay un gran revuelo,
los agentes del Servicio Secreto rodean al presidente, lo conducen hasta su
coche… ¿quién es entonces el hombre que sólo
yace en el suelo con una bala en la espalda? ¿Quién le pregunta a Booth cuando se acerca a socorrerle si el
presidente está bien? El agente Brandt
Walker, el asesino, el protector, ¿qué ha sucedido? No está de los dioses
que Walker confiese porque la muerte
acallando con su autoridad cualquier juicio viene a llevárselo.
Pero como la verdad
debe ser dicha, Cam al hacerle la
autopsia descubre la causa de su traición al cuerpo. Una tragedia íntima y personal, padecía una enfermedad del corazón
que el tiro recibido en la pierna agravó causándole un coagulo que afectó a su
cerebro. No estaba en condiciones de hacer su trabajo, no mezclaba las palabras
por casualidad, estaba enfermo. Cuando Roberts
amenazó con denunciar que no estaba en condiciones de hacer su trabajo, Walker, conjurado con su misión, lo mató.
La copa post caso va de sorpresas, en
el despacho de Angela, Hodgins, Fisher
y ella comentan los sucesos del día, Hodgins
sorprende a su mujer y a nosotros confesando que está muy agradecido a su parálisis que le ha salvado la vida. Y Angela sorprende a Fisher, devolviéndole a su estado depresivo, porque cotilla como
es, ha descubierto que el trabajo secreto del que tanto presumía, es el de
profesor de la hija del presidente y las chicas núbiles con las que viajaba en
realidad son sus alumnas nada sorprendente que cuando se vaya les diga que los
odia a los dos.
Y en la última escena vuelve el lema: cuidar y proteger. Booth a Brennan, Brennan a Booth. La gripe de Brennan
se ha agravado y ella se siente mal porque después del día que ha tenido Booth la esté cuidando, cuando debería
ser al revés. Booth no es de la
misma opinión, cuidarla le ayuda a dejar de pensar en ciertas cosas… Brennan lo entiende, sabe cuánto
le duele matar a alguien, si quiere hablar de ello, está dispuesta.
Booth le agradece el ofrecimiento pero sólo quiere estar con ella, cuidarla...
Y va a prepararle su té de ano…
— De anís —le corrige Brennan
que sigue sin pillarle el chiste.
Booth insiste, la risa es la mejor medicina lo que Brennan le refuta y con razón, la
mejor medicina es la penicilina.
Pero como Booth no cree que ella prefiera la penicilina a la risa y desea que Brennan se cure rápido tras un juego
de palabras se pone a hacer el payaso imitando a los Tres Chiflados.
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Gif de Jigsmave.tumblr |
— Porque son unos chicos divertidos. ¡¡Guau,
guau, guauuu, guuauuu!!
Y funden a negro entre toses y risas.