Visto lo visto, parece que en el ensimismamiento en el que
ha entrado últimamente Bones, a The
Fight in the Fixer le
ha tocado caminar tras la sombra de Bones10, concretamente de los episodios The Geek in the Guck (10.04) y The
Money Marker on the Merry-go-round (10.07). Y así parece lógico que
de la discusión de Booth y
Brennan sobre el colegio al
que debería asistir su hija (10.04) lleguemos a la agradable sorpresa de sus
primeras notas; del descubrimiento de la huida a Croacia del padre estafador de Aubrey (10.07) a conocer su regreso a
D.C; del doctor Wells como un grano
en el culo de Brennan (10.07) a que
ella le declare el mejor antropólogo forense del Jeffersonian. No, no esto
último carece de toda lógica.
Pero hay más, en The
Fight in the Fixer asistimos
inesperadamente a la recuperación del viejo,
viejo doctor Hodgins. El
hombre, enamorado, intenta compensar a Angela por su cruel comportamiento con
regalos; y digo viejo, viejo, porque parece que no sólo sus piernas
estuvieran paralizadas sino también su intelecto. Como si después de diez años
juntos y las lecciones recibidas siguiera sin conocer a su mujer, como si amnésico se hubiera
olvidado del Angelicus
Montenegris o como si Joe Hortua, el guionista del episodio, no
hubiera oído hablar de él, en mi opinión más lo segundo que lo primero.
Y más, porque en The
Fight in the Fixer, y gracias a la intervención de Karen Delfs, la analista del
comportamiento, se han puesto los mimbres para que la historia de Aubrey termine pareciéndose a una tragedia
griega, no será “Edipo Rey”, pero se le asemejará en la metáfora. Porque
de eso va el por momentos divertido episodio, de padres e hijos, de trampas,
chantajes y forúnculos en el culo,
claro.
ROSA BLANCA+
ROSA ROJA= ROSA ROSA
Pero lo mejor será empezar por el principio. Y el principio
no es otro, ya que hablamos de la Grecia Clásica, que Anaxagoras (con perdón) y su teoría de la mezcla perfecta de las
sangres. Al igual que el cruce entre una rosa roja y una rosa blanca
produce una rosa rosa; la mezcla de los reflejos y la fuerza física de Booth con el intelecto racional de Brennan ha producido un genio veloz como una pulga:
Christine Booth. Y ante la
constatación de lo esperado vemos como Booth
y Brennan caen victimas del
orgullo paterno también conocido como síndrome de la caída de
baba.
Y en realidad no es para menos, el primer boletín de notas
de Christine, al que
expectantes y preocupados se enfrentan Booth
y Brennan (no en vano es el
resultado del primer escrutinio ajeno y por tanto objetivo de las
potencialidades de su retoño), está plagado de E+ (la nota más alta posible).
E+ en matemáticas, E+ en
educación física.
—Eso es algo que nunca conseguí —dice Brennan y no parece importarle que su hija
supere sus marcas.
— Un relámpago.
Rápida de reflejos como su padre. Rápida como una pulga — concreta Booth satisfecho de que su aportación
genética se vea corroborada.
Y ante la evidente mezcla perfecta de ambos que la niña está
resultando, Booth se preocupa por su nota en ortografía,
él era malo en ortografía “Gracias a dios por los ordenadores, yo ni siquiera podía deletrear la palabra
ortografía…” le cuenta a Brennan y cuando ella inocente se conduele por
su fracaso, se encuentra con que “Es una broma”. No será la única vez en que la
doctora peque de inocente en el episodio. Pero también en ortografía Christine obtuvo un E+, en realidad en todas las materias.
Brennan está
tan feliz que ni siquiera enterarse de que la policía local le va a llevar un
cadáver al laboratorio le va a amargar el día y sonriente, pero sobre todo
orgullosa, muy orgullosa, aunque pudorosa baje la voz, al exclamar:
—¡¡Nuestra hija es un genio!!
— E+ —apostilla Booth.
Y como dos críos que ganaran un partido difícil los
progenitores de Christine
Booth chocan sus manos. No
saben que sólo acaban de ganar el salto inicial. Ni que el resto del partido se
juegue en el Jeffersonian ni que Brennan terminará perdiéndolo.
“LOS MEJORES AMIGOS DE LAS MUJERES SON LOS DIAMANTES.”
Eso decía Marilyn
Monroe, yo creo que se equivocaba, y por lo visto Angela también lo cree, aunque su marido piensa
que está en lo cierto.
Cuando en la plataforma del Jeffersonian el equipo, en
compañía del doctor Wells, “ese tipo torpe, alto, que a nadie le gusta, según descripción de Booth, está examinando los
restos del cadáver congelado que la policía ha rescatado del río Potomac, Cam se queda boquiabierta al descubrir
la pulsera de diamantes que Angela luce en su brazo:
— No estoy segura de quién tiene más hielo encima si tú o la
víctima —le dice
admirada.
— Se la
compré a Angie en un intento desesperado por disculparme por lo idiota que me
he comportado últimamente —le
explica Hodgins.
La expresión del rostro de Angela no deja lugar a dudas de lo innecesario del gesto. Ella está
feliz con que esté intentando ser el mismo de siempre. Al menos del dormitorio
para afuera, porque según le cuenta a Cam no han vuelto a hacer el amor
desde la explosión. El consejo no puede ser otro que darle tiempo al tiempo.
Pero mientras tanto, Hodgins,
sabedor de cuánto tiene que hacerse perdonar completa el conjunto y le regala
un collar de diamantes.
Y digo yo, que ya que ahora está todo vendido, que ya que
Fox no tiene inconvenientes en la serialización de las tramas, alguien podría
haber repasado The Bikini in
the Soupe (6.14) y no hacer,
ahora que va en silla de ruedas, tropezar al doctor
Hodgins en la misma piedra,
sobre todo porque entonces quedó claro que para mostrar el regalo que Angela era para él, sobraban pendientes
de esmeraldas y jarrones egipcios para lágrimas de más de cuatro mil años, que
para demostrarle a Angela su amor, para convencerla, basta
con un sentido poema de Walt
Wihtman y un hongo que oliese
a rosas, creado por él: AngelicusMontenegris. Pero Joe Hortua no estaba por entonces y Peterson que si lo estaba debía de andar en
otras ocupaciones.
Aunque tal vez entonces nos hubiéramos perdido el brindis en
el Founding Father y la felicidad de Cam, esta sí, amiga de los diamantes,
luciendo en su cuello y en su muñeca las joyas de Angela, es un prestamo, claro, ya se las
devolverá cuando Hodgins vuelva a
ser el de antes, o al menos a sacar a Angela durante tres semanas de
casa.
Con todo lo importante es ver cómo el
doctor Hodgins avanza hacia su recuperación, como
vuelven los experimentos, lo feliz que se siente al utilizar a smaug, su bebé que respira fuego, para deshelar el polo
de hielo que es el cadáver de la víctima en uno, dos, tres segundos. Aunque…
EL SOLUCIONADOR SOLUCIONADO
... Aunque cuando termine la fundición él y Wells aparezcan algo chamuscados y con los
pelos de punta, "Jo,
jo, jo", se ríe la
doctora Brennan. “Bien hecho doctor
Hodgins eres el Rey del Laboratorio una vez más.” le dice y sale
corriendo para poder reírse a gusto, seguro.
Luego, Angela hace su magia con el Angelatron y un
tatuaje de mujer y, voila, la víctima era Frank
Kwietowski un detective
privado solucionador de crisis de famosos, más parecido a Anthony Pellicano (el detective real condenado en 2008 a
diez años de prisión por chantajear a gente para solucionar los problemas de
algunas estrellas de Hollywood) que a Olivia
Pope, la protagonista de la
serie “Scandal” de la ABC, aunque igual que ella le
gustara vestir bien.
Un tipo duro y sin escrúpulos el tal Frank, con una larga
lista de amigos y enemigos. Y para nuestra sorpresa conocido de Aubrey, sí de un agente Aubrey que recuerda que su padre tenía negocios con
él. Dejémoslo por ahora, los prolegómenos de la tragedia griega que
tienen preparada para Aubrey merece comentario aparte.
En la lista de sospechosos aparecen desde mafiosos de medio
pelo con apariencia de Neenderthal a los que arruinó la vida, hasta
multimillonarios como Abraham Froome, quien le contrató para recuperar una
cinta de vídeo con la que lo estaban chantajeando, o pagaba dos millones de
dólares o todo el mundo podría verlo luciendo pañal en compañía de dos
calientes nodrizas.
Booth y Brennan descubren
al chantajista convertido en un pitufo morado. Frank no sólo le robó la cinta
sino que a punta de pistola lo obligó a meterse en la bañera llena de tinte
robándole el teléfono móvil. Pero Frank no era ningún bromista ni un alma
benévola y lo que hizo a continuación terminó costándole la vida. Le mintió al
multimillonario y fingió una agresión. Le dijo que el chantajista estaba loco,
que le había pegado una paliza y que lo mejor era pagarle. Cobró en metálico y se quedó
con los dos millones.
Y llegados a este punto ¿quién le mató? Quien quería
solucionar para siempre su propia crisis. Kerry, su ayudante y al decir
de ella “dulce” amante, sólo que a Booth
no se lo cuela. ¿Recordáis el refrán que dice Dios
los cría y ellos se juntan? Pues eso mismo. Si malo era Frank mala era
Kerry quien para quedarse con los millones y el negocio le golpeó la cabeza
contra el lavabo del baño de la oficina. Que hiciera chantaje a sus antiguos
clientes para que le sirvieran de coartada no le sirve de nada. Una vez
arrestada se le acabó el chollo y ante Booth
cantan.
NUNCA DIGAS QUE NO A UNA PSIQUIATRA CUANDO QUIERE TOMAR CAFÉ
CONTIGO…
Y no porque como dice Booth
si le dices que sí “De que te des cuenta el
café se convierta en comida, la comida en cena y luego las velas continuarán
prendidas toda lo noche. Sino
porque de que te estará psicoanalizando a todas horas.
Es lo que le sucede al agente especial del FBI James Aubrey. Lo cierto es que a la mañana, cuando con Booth examina en el despacho las fotografías del cadáver, se presenta Karen Delfs, quien a su mano aturullado termina pidiéndole una cita. Tan aturulladamente que Booth tiene que ejercer de traductor simultaneo. Y Aubrey que al principio titubea, creo que por lo inesperado de la proposición, dice, sí.
Luego rectifica, está saliendo con otra
persona. En buena hora, porque cuando en el
coche se dirijan al despacho de la víctima, descubre que Karen no sólo se ha leído su expediente sino que lo ha analizado “Tienes
profundos problemas paternos filiales” “Te convertiste en policía porque tu
padre era un mentiroso patológico”. No, se hizo policía porque era curioso, le
explica, pero como si oyese llover.
Resulta que el padre de Aubrey no sólo era mentiroso sino
también despreocupado porque se llevaba a su curioso hijo a las charlas
reservadas al despacho de Frank. Y por eso, cuando en ese mismo despacho,
Kerry, la ayudante les entregue los archivos Aubrey se burle, y para sorpresa de Karen y nuestra utilizando un
mecanismo secreto que vio utilizar a Frank cuando era niño acceden al meollo
del negocio, a los arreglos del solucionador.
Y al analizar esos expedientes en el
FBI no sólo encuentran los de los posibles sospechosos de la muerte de Frank
sino, precisamente el del padre de
Aubrey. Del que Aubrey a pesar de la
insistencia de Karen durante todo el episodio no quiere saber nada. Hasta que
al final se presente en el Founding Father para entregárselo. Debe leerlo no sólo se trata del pasado, su
padre ha vuelto a Washington y había pedido a Frank que lo vigilara.
Lagarto, lagarto…
Ah, por cierto, a Karen la han trasladado a Kansas City, Aubrey y nosotros nos hemos librado de ella.
ANTES
DE PERMITIR QUE UNA SABANDIJA TE GANE UNA APUESTA LLAMA A LA PROFESORA.
De poco le ha servido su inteligencia a la doctora Brennan en este episodio; su amor por su hija, su confianza ciega en
la ciencia y su arrogancia se han unido en su contra. El caso es que a esta Brennan que no consiente que la
actuación de la policía municipal le amargue el día consiente que la ponzoña
que una sabandija como el doctor Wells
destila en sus oídos la convierta en una perdedora. A ella.
Porque Wells se cobra venganza. En su afán por superarla
como la mejor antropólogo forense, Brennan
le ha derrotado una y otra vez, científicamente también lo hace en este caso.
Ella es quien encuentra la prueba definitiva que a él se le paso. Pero… los
malvados siempre andan maquinando con aviesas intenciones.
Y ante el boletín de notas de Christine deja caer que él también recibió las máximas
calificaciones en primer grado, claro que entonces
la exigencia era mucho más alta. Y Brennan
pica ¿Qué quiere decir eso de que la exigencia era más alta? Y Wells, mezquino, critica el E+ que Christine ha recibido en expresión artística,
el coloreado está mal, las líneas, difusas; y hasta sus habilidades
matemáticas, la mujer o lo que sea que haya dibujado tiene “catorce dedos”.
Y no se queda sólo en las palabras sino que ruin engaña a Hodgins para que le dé su opinión sobre
el trazo que cruza la raya horizontal del E+, y el inocente Hodgins le confirma sus sospechas, el trazo parece hecho
con tinta diferente, algún diablillo hizo trampa.
— Mi hija no hizo trampa —le responde Brennan categórica.
Por supuesto Brennan
no lo cree, pero no puede soportar, como madre, que alguien ponga en duda el comportamiento
de Christine. Ella no lo ha hecho y la ciencia lo demostrará. Y
no importa que Booth se escandalice
ante su decisión de que Hodgins analice
la tinta, de que segura del resultado se haya dejado engatusar por Wells y haya hecho una apuesta. Es
divertido, y no va a perder.
—Eso es lo que dicen siempre los adictos—, le recuerda Booth.
Pero la ciencia es ciencia, sólo muestra los hechos
objetivos y según Hodgins la línea
vertical del + está hecha con una tinta diferente a la horizontal. Brennan pierde la apuesta.
Y a la noche, en su hogar, Booth se ríe cuando se entera que ha perdido la apuesta y ha tenido que grabar un mensaje en el buzón de voz del doctor Wells.
Es humillante aunque tiene que pagar. Booth lo
lee:
— “Hola. Ha llamado al buzón de voz del doctor
Oliver Wells, el antropólogo forense más
brillante de la historia del Jeffersonian.”
En verdad humillante. No
tiene que hacerlo, le advierte. Brennan
protesta, científicamente se ha demostrado. Se equivoca, se ha demostrado que
las tintas eran distintas, también la de la firma de la profesora.
Y no, Christine no falsificó la firma. A la
profesora se le acabó la tinta cogió otro bolígrafo para terminar de rellenar
el boletín, quería darle un E+ en expresión artística, le cuenta Booth. Había hablado con la profesora.
— ¡Lo sabía! Lo sabía.
¡Lo sabía!
—grita entusiasmada Brennan. Y
cuando Booth burlándose le dice que
su ciencia es una tontería ella reconoce que ella fue quien se equivocó.
Y de inmediato llama al doctor Wells, tiene que cambiar el buzón de voz.
Sólo que cuando el buzón
salta, Brennan lo escucha y se
admira de la “sonoridad” de su voz. Booth
le pide que lo pase rápido y ella dice que no.
—Pásalo.
—No.
—Pásalo
—Que no.
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