Bien, lo que tanto temíamos las boneheads, las cabezas huecas que llevamos Bones tatuado en el corazón, ha sucedido. Bones nos ha dicho adiós definitivamente, ¿definitivamente? Tal vez sí, tal vez no. En esta vida no hay nada definitivo más que la muerte y Bones sigue viva, muy viva, de ello se han encargado cuidadosamente los showrunners y su magnífico elenco al darnos este emocionante, trepidante y brillante final abierto.
El Jeffersonian explotó al final The Day in the Life, pero hoy ya ha coronado a su rey, y en unas semanas, reconstruido, volverá dispuesto a hacer su trabajo ayudar a resolver crímenes, a devolver a las víctimas su rostro, su vida y su palabra, a devolverles la dignidad que la maldad les arrebató.
Y allí, en la nueva plataforma forense, que ya no costará un millón de dólares como en el 2005 sino veinte, treinta veces más, se encontrarán ante un cadáver chamuscado, entre un vómito de sangre y vísceras, la doctora Brennan, el doctor Hodgins, Angela y una nueva interna, otra mujer independiente que temblará ante la mirada severa de la mejor antropóloga forense del mundo. Tal vez algún día volvamos a echarles una mirada, compartir con ellos una nueva aventura. Ayer yo no era partidaria de los revival pero ayer Bones no se había ido. Hoy mantengo la esperanza.
A Hart Hanson le han preguntado en Deadline si considera posible que Bones regrese y después de reconocer que sería muy divertido reunir de nuevo a la banda en un par de años, porque la gente que trabaja en la serie se llevan todos bien, especialmente David Boreanaz y Emily Deschanel, quienes a pesar de ser lo más opuestos posible, se adoran, ha añadido que a veces hay series muy populares que cuando terminan caen en el olvido. “Y no sabemos si somos uno de esos o no”. No, mister Hanson. Bones no será una de esas. Bones no caerá en el olvido. No si las boneheads lo mantenemos vivo.
Durante doce temporadas, Bones ha sido una serie ninguneada por la crítica, menospreciada por la cadena que la emitía y por todos aquellos que se creen algo en el mundo de la televisión. Pero se equivocan en sus juicios. No se trata de hacer la gran serie americana, se trata de mostrar seres humanos relacionándose entre sí, conectándose, separándose, buscando y encontrando el resorte que les haga avanzar y ser mejores. No somos zombis ni necesitamos matar para sobrevivir. Está bien de vez en cuando preguntarse uno por los grandes arcanos que han hecho avanzar la sociedad, mostrar la maldad, pero al fin del día lo que cuenta es las relaciones entre unos y otros, entre amigos y familia, la comprensión, la generosidad, la amistad y la risa. Y Bones es, me niego a escribir ha sido, una gran serie, una serie amable con un humor un tanto gore, en la que los personajes se reconocían y conectaban, en la que las personas y no sólo las victimas encontrábamos esperanza.
Una serie, un procedimental policiaco forense que sin embargo, porque lo que le importaban eran los personajes, ha forjado durante doce años una de las más grandes historias de amor de la televisión: la de Booth y Brennan, dos seres dañados, perjudicados por el abandono y el maltrato de quienes tenían que velar por ellos, que por su fuerza de voluntad se convierten en dos grandes seres humanos. La suerte de ellos y la nuestra es que se encontraron, que episodio a episodio, temporada a temporada entre risas y lágrimas, entre peleas y encuentros, forjaron una unión indestructible a la que The End in the End ha hecho honor porque como Emily Deschanel ha dicho "Va al núcleo de los personajes y a quiénes son”. Y a ver quién me desmiente que el núcleo de Brennan es Booth y el de Booth es Brennan.
Y no ha sido fácil que lo aceptarán, sobre todo a Brennan que temerosa del abandono, desconfiada se escondía del amor envuelta en un manto de ciencia y racionalidad. “Las personas son inconsistentes”, decía en el Piloto. “Salvo por los huesos”, la corregía Angela. Y los de Booth eran duros, no en vano tomaba dos vasos de leche al día. Booth, el hombre paciente y generoso, la conoció y lo supo, supo que su corazón era más grande que el crédito que la gente le concedía y se quedó con ella. Siempre estuvo ahí por ella, siempre, se alejó cuando lo alejó, la consiguió cuando ella se entregó. Siete años tardaron en reconocer que se amaban, ya sabemos que James Bond no hubiera esperado tanto tiempo. Pero… A veces las relaciones necesitan su tiempo para desarrollarse.
Y esa ha sido su fortaleza. Su amor no ha sido fruto de la pasión, del encandilamiento de los ojos sino del conocimiento profundo de lo que el otro es; del dolor y la aceptación de que solos no son nada, que juntos lo son todo. Ni está hecho de embelecos y arrumacos sino de entrega y compromiso. Lo que ellos han tenido, lo que ellos tienen, es por lo que todos suspiramos en este mundo de urgencias e incertidumbres, de iluminaciones y deslealtades.
Una serie es grande cuando sus personajes acaban en un lugar mejor que cuando empiezan, aunque este sea el Jeffersonian destrozado entre nubes de polvo y humo, entre cascotes y vigas derrumbadas; cuando han crecido como personajes. Y Bones lo ha hecho con todos y cada uno de ellos. Todos los personajes, todos, incluidos los internos tenían un pasado perfectamente definido que delineaba su personalidad y su futuro. Hoy lo han demostrado, hoy todos todos son mejores personas que cuando los conocimos.
Así hemos visto como el doctor Hodgins se despertaba tras la explosión pensando en la suerte de Angela y una vez juntos en el hijo que esperaban, y hemos visto su desesperación mientras no sabían sí vivía o no. Y lo hemos visto desprenderse de la pelota de gomas que guardaba en un cajón, de la goma que llevaba en la muñeca y de la que se tiraba cada vez que la ira le cegaba.
No dejará de enfadarse, por supuesto, hoy lo ha hecho con Booth, cuando desesperado por la necesidad de encontrar ayuda médica para Brennan estaba dispuesto a hacer explotar la bomba para romper el aislamiento en que se encontraban.
Le ha gritado obligándole a rectificar su decisión, nadie necesitaba que fuera un héroe, él también quería salir de allí, pero el edificio no aguantaría otra explosión. Y por si sus razones materiales y personales no fueran suficientes ha ido al núcleo duro de Booth:
— Escucha, Booth, sé que he dado muchas cosas por sentado sobre ti siendo francotirador. Me equivocaba. Matar al padre de Kovac, fue lo correcto —le ha dicho. Y Booth se ha serenado, y lo mejor, inmediatamente la pared de enfrente ha sido derribada, por los bomberos que traían la ayuda.
Y al final Hodgins ha obtenido su premio, por fin nadie lo pondrá en solfa cuando lo diga, por fin será el Rey del laboratorio con derecho a cetro y corona. Y aunque recibió la noticia incrédulo de labios de la doctora Brennan, al final sus gritos de alegría, aún me hacen sonreír mientras lo escribo lo mismo que en su momento hicieron sonreír a sus tres compañeras. ¡Dios salve al rey!
A Angela la vimos mostrar su cambio en The Day in the Life; la mujer salvaje que siempre guardaba sus opciones de cambio en la recamara, que soñaba con París y con ser artista se ha ido, ahora es una gran mujer, no por la renuncia, sino por saber ver que su vida tal cual es la colma de felicidad y satisfacción, sus amigos, su trabajo, su familia y ese niño que tanto ansiaba, por el que derramaba lágrimas de dolor cuando aún no sabía si se había salvado de la explosión.
Su imagen sosteniendo sobre su vientre el vaso con el estetoscopio, un improvisado ecógrafo, con las manos de Brennan entre las suyas y escuchando los latidos del bebé es una de las más emotivas y esperanzadoras de The End in the End.
Las teorías conspirativas, que no se me olviden. Angela siempre se ha burlado de las teorías de su marido y resulta que por lo que pudiera suceder ha guardado en lugar seguro una copia de seguridad de todos sus archivos, lo que de inmediato les ha puesto de nuevo a trabajar en el caso. Quién diría que fuera a ser tan previsora de una artista callejera, que dibujaba caricaturas.
Y al final después de recoger la placa medio chamuscada de homenaje a Vincent Nigel Murray, después de recoger sus fotos artísticas y familiares, cuando se reúne en la escalinata de la maltrecha plataforma forense con Brennan, Cam y Hodgins está feliz porque ha encontrado su último proyecto.
Un cuento para niños en tres dimensiones en el que explica el trabajo que hacen en el Jeffersonian, por si el bebé fuera ciego.
Cam, la gran jefa, la mujer que no quería estropear su cuerpo por tener hijos, nos ha dado la gran sorpresa al final —cuando después de recoger sus objetos personales, el libro de poemas que Arastoo le regalara, el salero que compartió con Michelle cuando se despidió de ella siendo una niña y que les volvió a juntar—. Va a ser madre de familia numerosa, va a adoptar a tres hermanos, tres de golpe. Por eso se coge seis meses de vacaciones porque tiene esperanza de forjar con ellos los vínculos que los conviertan en una familia. Y mientras eso sucede, con la aquiescencia de Brennan cederá su cetro y su corona al nuevo rey del laboratorio.
Aubrey, el fiel escudero, la niñera tramposa, también tiene su esperanza, puede que dentro de diez años ya sea senador de los Estados Unidos, porque al final no abandonará Washington, ha conseguido su ascenso, una planta, un cubo de pollo frito y tal vez una novia un poco loca, una analista del comportamiento llamada Karen Delfs que lo analizará y analizará hasta que para callarla le cubra la boca con su boca.
Y los internos, todos ellos, al alzarse sobre sus limitaciones, al hacer frente al dilema que tenían que resolver sin la ayuda de Brennan, el lugar de dónde provenía Fred Walden, el hombre que se fugó de la cárcel con Mark Kovac y que éste asesinó, han aprendido que la fuerza para ser mejores está dentro de ellos. Ella les dio las herramientas, los enseñó a ver en los huesos a las personas, a ser competitivos y a compartir, lo han hecho.
Y qué decir de Booth y de Brennan. Booth, el sexy agente del FBI, el hombre inteligente, leal y paciente, el caballero de corazón de león que escondía tras un traje oscuro y una doble capa de bromas y rebeldía al niño para quien la muerte fue más deseable que la vida; el hombre que institucionalizó la violencia recibida y repartió la muerte en cumplimiento de del deber; el que cuando lo conocimos sólo deseaba la redención por las vidas arrebatadas, lo ha conseguido. Brennan lo ha redimido y no sólo por la muerte de su padre, por todas.
Desde que empezó el arco de la venganza de Mark Kovac, desde que asesinó y torturó a Aldo, a Mike Reiss, a Margaret Kwan y mató a Max Kennan, Booth ha arrastrado consigo en silencio la culpa por lo sucedido, sólo con Aubrey lo ha dejado caer cuando le dijo que tal vez no lo podía haber impedido cuando sucedió pero sí haber hecho más cosas. Ahora, también se siente culpable. Todo el dolor de Angela, de Hodgins y de Brennan proviene de una decisión que tomó hace veinte años, cuando era otro hombre, cuando vivía en otro mundo.
De ahí que en cuanto se despierte llame desesperado a Brennan, que la busque entre las ruinas sin pensar en su seguridad, que cuando por fin la encuentre le ruegue ansiosamente que se quede con él, que la llame por su nombre, que en cuanto descubra que está herida no le importe cometer una temeridad como querer detonar la bomba que antes desactivó para encontrar cuanto antes ayuda.
— ¡Para! —le grita a Hodgins cuando intenta convencerle de que no lo haga— ¡Has visto a Bones, tiene algún tipo de trauma en la cabeza, puede tener sangrado en el cerebro! —se equivoca Hodgins, él no quiere ser un héroe, el sólo quiere salvar a su mujer.
Pero estaba del cielo que después de tanto dolor, Booth fuera redimido por Brennan. Y así, cuando Cam y Hodgins descubren que en realidad Jeannine Kovack es la hermana que no esposa de Mark Kovac por el ADN que encontraron en la bomba que no estalló, Brennan, hecha un basilisco irrumpe en la sala de interrogatorios acusándola de querer matarla a ella y a sus hijos, de matar a su padre, y cuando Jeannine con todo el odio de su corazón le dé su única razón, Booth mató a su padre. Brennan la calle con sus palabras. Mientras Booth cumplía con su deber, su padre era un criminal de guerra que violó, torturó y mató a miles de personas, le dice. Booth no es culpable a los ojos de quien únicamente le importa.
Pero no era suficiente para él, su honradez no podía permitir que Brennan olvidara que si mató al general no fue sólo cumpliendo su deber, suya era la decisión. Y así cuando en el coche se dirigen a la granja en la que Hodgins con ayuda de los internos, ha determinado que se escondía Kovac, cuando ella se niega a quedarse a salvo en el coche y se niegue porque.
—Dónde vas tú, voy yo.
Le vuelva a repetir cuánto lo siente refiriéndose a la muerte de su padre y aunque Brennan no quiera sus disculpas, él responsable de sus actos y sus decisiones, añade con la voz rota, entrecortada:
— Pero lo que le has dicho a Jeannine sobre que yo cumplía mi deber… aún así, fue mi decisión. Siempre lo era cada vez que disparaba, me responsabilizo por ello.
A lo que Brennan mirándole, segura, responde “Lo sé. Y esa es la razón por la que me quedo a tu lado, siempre”. Y Booth por fin esboza una sonrisa.
Juntos una vez más enfrentarán al destino porque juntos son invencibles. Esperanza, una vez más. La esperanza de Booth terminará cumpliéndose, finalmente, después de estar treinta, cuarenta, cincuenta años juntos, podrá decir: “lo supe, lo supe desde el principio”.
Pero y Brennan qué ha sido de Brennan. La niña abandonada, la científica racionalista sin corazón, la genio que fiaba en su inteligencia su razón de ser, se ha visto hoy despojada de sí misma. Cuando Booth logra llegar hasta ella está inconsciente y al recuperarse lo primero que nota es que se siente diferente, y no es que todavía esté aturdida por la explosión, es su cerebro, el que no es el mismo.
La prueba, después de leer los nombres de cuatro huesos de un papel que tenía en el bolsillo, sólo puede decir: “No sé lo que eso significa”, sabe que son huesos, pero no recuerda su importancia para el caso “Algo está mal en mí” dice. De ahí la desesperación de Booth para encontrar pronto ayuda.
Cuando el médico la examina es incapaz de seguir sus órdenes, tiene dañado la parte del cerebro que procesa la información compleja. No obstante volverá al trabajo.
Al trabajo ingente, puesto que cuando ella y Booth llegan hasta la sala de los huesos, se los encuentran todos desparramados por el suelo. ¿Quién es capaz de hallar entre tal amasijo, los huesos de Fred Walden, de los que había deducido, antes de que explotasen las bombas, la manera de encontrar el escondite de Kovac?
Los internos acuden en su ayuda, Clark, Jessica, Daisy, Arastoo y Wendell, el problema es que ella no puede resolverles sus dudas. Recuerda lo feliz que se sentía Arastoo el día que Cam le propuso matrimonio; que Wendell llevaba un cigarrillo tras la oreja porque le recordaba a su padre, lo orgulloso que se sentía Clark cuando le publicaron su novela aunque era… un poco empalagosa. Cuando Jessica la enseñó a “twuttear” y Jessica la corrige: “Twittear”. “Twittear” repite Brennan. Pelear con Daisy a su lado y no sólo en las Islas Mulucu como le precisa la nueva doctora, sino en el bar de moteros. Recuerda el día que cada uno de ellos fue contratado. El nombre de cada víctima que ha identificado. Lo importante que puede ser el trabajo, aunque no recuerde cómo hacerlo.
—No puedo encontrarles sentido a las pruebas, no sé qué se supone que tengo que hacer con esto —termina diciéndoles.
Y perdida, buscándose a sí misma acude al hombre que mejor la conoce, al único que puede ayudarla, a quién sí sabe quién es ella. Booth le aconseja que se dé más tiempo, todo se arreglará. ¿Y si no?, le pregunta destrozada por las dudas.
— Durante gran parte de mi vida, mi inteligencia es lo único que he tenido —añade—. Quizás no tenía una familia, pero entendía cosas que nadie más entendía. Mi cerebro, la manera en la que pienso es quién soy. Quién era. Ahora no lo sé, no sé nada Booth. Si lo que me hacía ser yo, no está ¿quién soy?—escuchándola, conociéndola se entiende que esté destrozada.
Pero… no está sola, es el gran milagro de Bones, de las doce temporadas. Porque Booth, cogiéndole las manos, inclinándose hacia ella, con todo el amor de su corazón le explica quién es ahora:
— Eres la mujer a la que quiero. La que me besó fuera de una casa de apuestas mientras llovía a cántaros. La que me llevó a disparar armas el día de San Valentín. Esa es quién eres. Eres la que me propuso matrimonio con cecina en las manos aun siendo vegetariana. Eres la Roxy de mi Tony. Eres la Wanda de mi Buck. ¿Quién más va a cantar “Hot Blooded” conmigo? Y, además, somos mucho mejor que Mulder y Scully” —porque tiene que arrancarle una sonrisa. Solo que ella una vez más responde
—No sé qué significa eso.
Pero no importa, a Booth no le importa si no sabe sobre huesos o si no sabe resolver crímenes:
—Todo lo que sé es que quiero pasar el resto de mi vida contigo. Esa eres tú. Temperance Brennan. Eres mi compañera. No lo olvides—e inclinándose hacia ella, juntan sus cabezas. Brennan no está sola, allí está él para sostenerla cuando lo necesita.
Y no lo olvida, y a la hora de la verdad, a la hora del enfrentamiento final cuando Booth se daña la mano al ser atropellado por Kovac, Brennan cogiéndosela reconoce que sólo está dislocada y pegándole el doloroso tirón devuelve los huesos a su sitio. Cuando Kovac cegado por la venganza se revuelve contra ellos en vez de escapar, Booth coge la pistola y lo mata. Juntos el mal no puede con ellos.
Y en un desescombrado Jeffersonian, Brennan después de recoger su despacho se reúna con Angela, Cam y Hodgins en la escalerilla de acceso a la plataforma forense. Cuando Angela y Cam les muestren sus nuevos proyectos de vida nos daremos cuenta de que Brennan aunque haya recuperado su capacidad de comprensión ya no volverá a ser la misma Brennan que conocimos, la que se preguntaba por qué no la eligieron a ella como jefe del Jeffersonian, sino a esta gran mujer, toda corazón y razón que se alegra con los proyectos de vida de sus amigos. La que cuando el doctor Hodgins la felicite creyendo que va a ser la próxima jefa le diga sonriente
— No, soy feliz donde estoy. Tú, doctor Hodgins.
Y al final de la noche, en el jardín de las rosas, sentada en un banco contempla el edificio lleno de andamios. Booth se le acerca por la espalda, viene contento, se le nota, hasta ha vuelto a lucir su hebilla de gallito. Ella aún no está lista para irse. Booth sentándose a su lado, atrayéndola hacia sí la anima.
— Venga, estarás bien —le dice—. Solo van a cerrar este sitio un par de semanas, eso es todo. Van a reconstruir la fachada mejor que nunca.
—Lo sé. Es un lugar especial —le responde reposando la cabeza sobre su hombro.
Pero Booth no puede estarse quieto como un niño se pone a revolver en el gran bolso que yace a sus pies. Y va sacando cosas, las cosas que Brennan ha guardado en ese corazón que decía que no sentía todos estos años.
Un dibujo de un niño. Booth piensa que es de Christine, pero se equivoca, se lo dio Parker hace nada menos que once años, cuando le dijo que ella le gustaba.
— Por supuesto. Ese es mi chico —se enorgullece Booth.— ¿Qué es esto? Un momento —se sorprende al sacar un libreo—, es el libro de Sweets —dice—, el que habla de nosotros.
— Me gustaría que estuviera aquí. Tenía razón sobre nosotros —reconoce Brennan echando de menos al amigo muerto que tanto hiciera por ellos—. Sobre un montón de cosas, en realidad.
— Sí, él lo sabía —acepta Booth. Pero el momento de la nostalgia, del recuerdo por el amigo pasa, ha encontrado —Oh, no. ¡Jasper!
También ha sobrevivido a la explosión, y también lo ha hecho el reloj del despacho de Brennan, se paró cuando la bomba explotó, pero cuando el laboratorio abra tiene intención de colgarlo en su oficina nueva para recordarlo siempre.
Booth mira la hora, las 4:47 — ¿Por qué querrías recordar el momento en el que casi acaba todo, Bones? —le pregunta.
— Porque no fue así —responde Brennan.
No. No lo fue. Y yo me alegro, me alegro muchísimo que el 4:47 sea eso, un momento en su vida, como muchos otros momentos en los que pasa algo, en los que la vida a veces cambia. Como ahora, como cuando nació Christine, como cuando por primera vez hicieron el amor. Pero que en realidad no significa nada. El macguffin que nos ha acompañado durante siete años no podía tener un mejor significado.
Y hasta aquí hemos llegado. El padre que hay en Booth sabe que ha llegado la hora de la partida.
— Tenemos que irnos porque Aubrey está con los niños en la cafetería y probablamente va a acabar comiéndose todos los pasteles —dice—. Vamos, Bones.
Y el final, el final no podía ser diferente a tantos y tantos otros, ellos alejándose de nosotros con sus retahílas.
— ¿No te ofreces a llevar todas mis cosas? —le pregunta Brennan
— ¡Oh, vamos! Eres una mujer independiente —se escaquea Booth.
— Bueno, sí. Pero esto pesa.
— Vale, me duele la espalda.
Y a mí el corazón en el adiós.
Emily Deschanel ha dicho que este final tiene un poco de todo lo que a los fans de Bones nos encanta y es verdad, no podía haber sido mejor. The End in the End "Es dramático, emocionante y sincero. Va al núcleo de los personajes y quiénes son, y envuelve muchas historias diferentes.”
Ella se sintió satisfecha y yo, una bonehead con el corazón partido también. Un gran trabajo para cerrar una gran serie. Ojalá y volvamos a vernos porque parafraseando a Caroline Julian en su despedida de Booth:
¿Se dan cuenta de lo estresante que es para mí después de haber compartido con ellos, tan inteligentes y valientes, mis últimos doce años, saber que no les volveré a ver de nuevo?
Nunca los olvidaré. Gracias.
PP. Y gracias a Clara Pérez por ayudarme traduciendo los diálogos. Gracias, Clara. Sin ti hoy no hubiera sido posible.
Faltaba el vídeo resumen y ya está aquí.
PP. Y gracias a Clara Pérez por ayudarme traduciendo los diálogos. Gracias, Clara. Sin ti hoy no hubiera sido posible.
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